quarta-feira, 8 de outubro de 2008

Bachelet: "Nos falta dotar a la democracia de mayor participación de la sociedad civil"


En su visita de un día a Buenos Aires, Michelle Bachelet atendió a Página 12 en la embajada chilena. Allí repasó el estado de la situación bilateral y de América latina. Obviamente, también se refirió a la crisis mundial. La entrevista es de Mario Wainfeld.

–Hace treinta años nuestros países estuvieron a un tris de ir a la guerra. Y, en el último minuto, primaron la sensatez y la política, y se pudo evitar. Ahora se está mejor, avanzando en la integración política, la cooperación y el intercambio económico creciente y sustentable. Parece que estamos a un tris de lograrlo, pero no se termina de redondearlo, parece que siempre falta algo. ¿Comparte esa observación?

–Yo soy un poco más optimista que usted. Se puede seguir mejorando, pero creo que entre Chile y Argentina se dieron grandes pasos. No sólo esa cordura y sensatez, se reafirmaron los tratados de Paz y Amistad del ’84. Es difícil imaginar para Chile un país con el que tenemos tal grado de cercanía de interés público y privado. Piense en la relación entre los gobiernos. Y también, en el plano del comercio. Acá hay una enorme cantidad de inversiones chilenas. La balanza comercial es para nosotros un poco deficitaria, pero lo esencial es que el intercambio es inmenso. Hay áreas en las que habría sido impensable que hubiéramos podido avanzar, como la militar. Lo digo con orgullo porque yo era ministra de Defensa cuando, con el ministro (José) Pampuro, formamos la primera brigada coordinada para ir a Chipre. Chile se jugó por ir con Argentina a la fuerza de paz. Este año firmamos un acuerdo para armar una fuerza conjunta. En múltiples áreas, para qué decir la cultura. Una de las actividades que hoy día tenemos es que vamos a construir en esta embajada una Casa de Cultura de Chile en la Argentina, porque a través de la cultura los jóvenes y los pueblos se acercan, se conocen y se reencuentran.

–¿Cómo pesan (o cuánto contrapesan) la cuestión energética, las discusiones que hubo sobre el suministro de gas de Argentina a Chile?

–Sería absurdo desconocer que esa situación ha significado un detrimento en nuestro país del acceso a la energía, que nos obligó a usar elementos fósiles de alto costo o de alto grado de contaminación, como el diésel. Lo que ha significado encarecer y limitar la producción, un frenazo a la competitividad de Chile. Pero nuestra relación con Argentina no pasa a través del gas, es mucho más que eso. Justamente, ese comprenderse, esto que generan los gobiernos democráticos, la capacidad de discutir los temas ha permitido sentarse a trabajar y discutir las diferencias. El gobierno argentino, más allá de sus limitaciones por las sequías y por los fríos, hizo su mayor esfuerzo por entregar el máximo de energía posible. Y nosotros, aprendiendo la lección de no ser dependientes de un solo proveedor, generamos una política que llevará, al final de mi gobierno, a tener más fuentes renovables de energía, ojalá energías más limpias. Vamos a tener dos puertos de gas natural licuificado que podrá permitir que, si en algún momento la Argentina tiene un déficit, podamos trabajar en cooperación.

–¿Cómo ve a Chile, de cara a la crisis económica y financiera internacional?

–Lo primero, que vengo diciendo: ironías de la vida. Por años los países ricos y los centros financieros internacionales nos enseñaban a América latina a organizar y modernizar nuestros mercados y nuestro Estado. Nosotros, Chile en particular, aplicamos una serie de medidas que eran lecciones enseñadas por los países más desarrollados: una institucionalidad fiscal adecuada, transparencia en las compras públicas, un sistema financiero regulado. Y vemos que los países ricos, por falta de regulación, entran en crisis. Nosotros, la Concertación, hemos creído en el Estado. No creemos que el mercado resuelva todo. Creemos en regulaciones que organicen el mercado y que sea el Estado el que pueda garantizar la justicia social. Hemos sido serios y prudentes. No populistas, no nos dedicamos a gastar alegremente las reservas fiscales pero sí a asignar una partida muy importante en la lucha contra la pobreza, por la equidad, por mayor desarrollo. Y, a la vez, ahorrar porque en las economías volátiles donde nos tocó vivir puede hacer que este momento de vacas gordas pase y lleguen las vacas flacas. Para entonces, hemos desarrollado una serie de instituciones, responsabilidad fiscal con superávit estructural. Los depósitos del cobre se guardaron en parte en el exterior, no por guardar, sino con propósitos definidos. Un fondo para los pensionados, que son cada vez más en Chile. Un segundo fondo para otras prestaciones sociales: vivienda, educación, salud.

–¿Chile está inmune a la crisis?

–Inmune no está, pero sin duda mejor parado que ante la crisis asiática o ante las crisis del ochenta y tantos. Tenemos deuda pública casi inexistente, liquidez, un sistema financiero sólido. Tenemos reservas en los bancos.

–¿Qué impacto puede tener la baja en el precio de los commodities, el cobre en especial, que ya se empezó a sentir y seguramente seguirá?

–Tenemos fondos contracíclicos para garantizar las políticas sociales. Además, en nuestros presupuestos anuales, al proyectar el valor de los commodities para el período siguiente, no lo hacemos con el precio del momento sino estableciendo uno a largo plazo. Se convoca a expertos para calcular el valor del cobre a 5 o 10 años. El presupuesto de 2009 lo hicimos cuando el cobre estaba a 4 dólares la libra pero lo estimamos en 1,99. Así que, bajando el commoditie, tenemos un colchón que nos permitirá cumplir con los compromisos adoptados. Si se genera una recesión a nivel mundial, Chile no va estar excluido pero vamos a estar mejor cubiertos para capear el temporal.

Unasur también existe

–La Cumbre de Unasur en Santiago tuvo una productividad que sorprendió a muchos.

–Lo que sucedió en Unasur no es un hecho aislado. En la región tenemos un conjunto importante de organizaciones multilaterales.

–A veces parece que son demasiadas...

–A eso voy. Tenemos el Mercosur, la CAN, el grupo de Río, la OEA. Cuando se conforma Unasur más de alguno se preguntaría: ¿son necesarias tantas instancias? Bueno, en 48 horas prácticamente con todos los jefes de Estado se dio una demostración de que Unasur tiene sentido, en todas las áreas, no sólo en las que ya se venían trabajando. La política no podía estar ausente cuando había una posibilidad de que la democracia estuviera en peligro. Unasur no iba a permitir ese tipo de intentonas.

–La fecha y el lugar (el aniversario del 11 de septiembre y La Moneda) le añadieron un peso especial.

–Fue simbólica. Doce países, nueve jefes de Estado se colocan con voz fuerte a decir “queremos una Bolivia unida, en paz y en democracia”.

–¿Es un viraje en la política chilena, que a veces se tilda de poco interesada en la región?

–No creo. Lo mejor que le puede pasar a Chile es que a los vecinos les vaya bien. He atendido mucho a lo bilateral, lo subregional y lo regional. En América latina siempre los periodistas extranjeros buscan quiénes son los buenos y quiénes son los malos.

–Los locales, también.

–También, seguramente, Y yo siempre señalo que tenemos desafíos comunes y sueños compartidos. Creo en la unidad con el respeto a la diversidad. Hay tradiciones distintas, distintos grados de desarrollo político o económico. Las relaciones son entre Estados y gobiernos, no solo entre amigos.

–Se comprende, pero ¿no influye también la personalidad de los líderes políticos? ¿Y la existencia de una sintonía común en todos los gobiernos de la región?

–Claro que cuando hay sintonía fina o gruesa en los propósitos todo se facilita. Creo que en los propósitos muchos gobiernos de América latina tenemos sintonía fina, en lo que se puede variar es en los instrumentos. Pero, por supuesto, los liderazgos hacen la diferencia.

–A su ver, ¿el presidente Evo Morales hace una diferencia favorable en la difícil relación entre Chile y Bolivia?

–Creo en la intuición política. Los hombres llaman “instinto” y suena adecuado, si se habla de “intuición” parece más ligado a las mujeres. Como mujer que hace política en la química, en eso de mirarse a los ojos con otros presidentes y saber que algo es de verdad, que es genuina la confianza. Con personas genuinas se puede hablar con franqueza de las diferencias.

–¿Percibe esto en el presidente Morales?

–Tenemos una relación de confianza en nuestro trabajo cotidiano para decir lo que se puede y lo que no se puede.

–¿Y con el ex presidente Néstor Kirchner y con la presidenta Cristina Fernández de Kirchner?

–Con Néstor siempre tuve una espléndida relación de mucho afecto y mucha sinceridad. Y con Cristina igual.

–¿Qué piensa el gobierno chileno sobre la candidatura de Néstor Kirchner a la secretaría ejecutiva de Unasur?

–Creemos que es una excelente alternativa. La decisión se debe tomar por consenso en una próxima reunión, que no tiene fecha fijada. Tenemos dos candidatos: Pablo Solón, de Bolivia, y Néstor Kirchner. Queremos que cualquier decisión que se tome sea una decisión de todos los países porque el secretario ejecutivo va a permitir que Unasur tenga una vida permanente. Para movilizar todas las iniciativas hace falta un secretario permanente y no uno pro tempore ejercido por un presidente. Unasur será una estructura parecida a las Naciones Unidas, con un funcionariado permanente. La reunión va a ser en poquitos meses.

Sobre memorias y presidentas

–Fui uno entre las decenas de miles de argentinos que manifestaron frente a esta embajada en septiembre de 1973 reclamando, protestando, puteando si me admite la precisión. Permítame decirle que conmueve estar acá adentro en circunstancias tan distintas.

–Para los demócratas chilenos siempre fue fundamental la solidaridad internacional, nos daba fuerza, nos daba aliento. Sabíamos que no estábamos solos: oíamos radios internacionales, a escondidas. Sabíamos del apoyo de los argentinos. Años después un primer ministro noruego y su ministro de Educación me contaron que una de las razones que lo llevaron a meterse en política fue la impresión que eso le causó en su adolescencia. O la presidenta de Finlandia o el presidente de Tanzania, que estaba en la universidad y marchaba por las calles. Incluso en esa época, en que no teníamos ninguna noción de un mundo globalizado, ya estábamos conectados los demócratas y los progresistas del mundo para hacer pie a tamaña situación.

–Me da la impresión, que me gustaría cotejar con la suya, de que quienes hemos vivido esos años a menudo los evocamos como formidables. Y que vivimos los actuales como de decepción, de promesas incumplidas, de desencantos.

(Se toma unos segundos para la respuesta, acaso por única vez): –Esos años de democracia y los que siguieron, de lucha contra la dictadura, fueron para mí, para todos, muy intensos y fluía mucha adrenalina. Pero sin duda prefiero la vida en democracia, la paz, la libertad. Aprendí a valorar la libertad, como pasa siempre, cuando la perdí, cuando estuve presa. Poder garantizarle a cada ciudadano seguridad, paz y tranquilidad, ciertas certezas básicas que todos necesitamos para tener no sólo sueños sino esperanzas. Nuestras sociedades tienen un sinfín de desigualdades e inequidades. Nunca he sido autocomplaciente, más bien me califico de autoflagelante no por no sentir los avances sino de decir “¡falta tanto!”. Pero sigo creyendo en avanzar hacia una sociedad de derechos. Apoyando a los niños, ayudando a las madres que van a poder terminar de estudiar o trabajar. Esas dueñas de casa pobres (porque en América latina la pobreza tiene cara de mujer) que tienen por primera vez en su vida su pensión. Es entusiasmante lo que estamos haciendo, me siento una privilegiada. Nos falta dotar a la democracia de mayor participación de la sociedad civil, he hecho esfuerzos en ese sentido, no siempre he contado con el apoyo de todos en esto. En todas esas tareas, sobre todo cuando viajo, voy a regiones, veo a la gente, me lleno de entusiasmo. Esa gente me da juventud en el alma. Sé que trabajamos por nuestros sueños y que estamos dando no sólo esperanzas sino también oportunidades.

–La están requiriendo para otra actividad, le pido un minuto más para que les cuente a nuestros lectores si ser mujer es una carga o un costo adicional, para su cargo.

–No me pida lo imposible (risas). Cuando uno emprende algo nuevo, se enfrenta a lo viejo, a lo tradicional y tiene que dar una pelea por hacer los cambios que anhela. Cuando hay una mujer presidenta, un hecho inédito en Chile y Argentina, enfrenta una serie de situaciones. Pero los liderazgos femeninos tienen mucho que aportar y tienen elementos de gran oportunidad porque las mujeres somos también constructoras de puentes, constructoras de acuerdos y eso es necesario en nuestros países para hacer la fuerza y la fineza necesarias para emprender cambios tan sustantivos como los que nuestras sociedades requieren.

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