domingo, 22 de novembro de 2009

El reto de Bersani de enderezar Italia

Shukri Said
El País

Tras muchos (demasiados) meses, por fin, el mayor partido de la oposición italiana, el Partido Democrático, tiene un secretario en la persona de Pierluigi Bersani. Sin embargo, este resultado se ha obtenido con una destacada disminución del número de electores respecto a las anteriores "primarias", el singular mecanismo (de un solo partido) previsto en los complicados estatutos del PD para escoger a su líder.

Por otra parte, la desafección de los electores es un dato constante en esta oposición que, frente a Berlusconi, lleva años olvidándose de intervenir para resolver el conflicto de intereses y no ha conseguido apasionar a la población con su programa. Además, la caída del 30% en el número de votantes en las primarias internas del PD ha ido acompañada del descenso en las últimas elecciones europeas y administrativas de 2009 y en las generales de 2008, que reinstauraron a Berlusconi en el gobierno del país.

La victoria de Bersani en el PD es la victoria del ala que depende de D'Alema, descendiente directo del viejo Partido Comunista. A él se ha opuesto siempre Walter Veltroni, procedente del mismo ámbito, en una lucha eterna por la primacía en la izquierda que ha pasado por diversas vicisitudes.

En esta ocasión, los dos adversarios se habían colocado, D'Alema en apoyo de Bersani y Veltroni en apoyo del católico Franceschini, que hace unos meses le sustituyó de forma provisional en la dirección del PD cuando Veltroni tuvo que dimitir como secretario por la derrota en las últimas elecciones administrativas y europeas, en las que descendió al 26% de los votos.

Las trayectorias políticas de D'Alema y Veltroni han sido a menudo paralelas: ambos dirigieron L'Unità, el diario del PCI fundado por Antonio Gramsci; ambos fueron secretarios del PDS (Demócratas de Izquierda), el partido nacido de la evolución del PCI, y al que Veltroni llevó al mínimo histórico del 17%. Cuando Veltroni fue elegido secretario del PD, en realidad no tenía más programa que el eslogan de Obama, "Yes we can", traducido inútilmente como "Si può fare ("Se puede hacer").

Pero D'Alema fue también presidente del Consejo, y Veltroni fue, durante dos mandatos, alcalde de Roma. D'Alema es apreciado por sus colegas y temido por sus adversarios, que son muchos, porque no goza precisamente de un carácter integrador. A él se debe la elección de Romano Prodi para dirigir El Olivo, la coalición que reagrupaba a las diversas corrientes del centro-izquierda y que venció en dos ocasiones a Berlusconi.

La victoria de Bersani y la reafirmación del ala de D'Alema ponen en crisis al ala católica del PD, y uno de sus representantes más visibles, Francesco Rutelli, está pensando en una miniescisión que traslade a 25 parlamentarios al partido católico por excelencia, la UDC de Pierferdinando Casini. De ese modo, Rutelli completará una de las trayectorias más largas de la política italiana, que comenzó como secretario del partido más anticlerical, el Partido Radical, y seguramente culmine ahora en la UDC, uno de los partidos más conservadores del Parlamento.

Este pequeño fallo parece beneficioso, porque contribuirá a aclarar el ánimo y las perspectivas del PD, que, de ese modo, quizá podría atraer a ese 10% de electores laicos que hasta ahora han tenido escasa representación entre, por un lado, la izquierda tradicional de Refundación Comunista de Paolo Ferrero e Izquierda y Libertad de Niki Vendola, y, por otro, el Partido Radical de Marco Pannella y Emma Bonino.

Con la reafirmación de Bersani, la corriente de D'Alema vuelve a controlar los destinos de la alternativa a Berlusconi en uno de los momentos más difíciles para Italia, en plena crisis económica y, sobre todo, moral. En efecto, el electorado italiano, en su conjunto, ha sufrido un doble golpe directo.

Cuando la opinión pública todavía no había tenido tiempo de absorber el escándalo de que Berlusconi, primer ministro y fundador del PDL, frecuente la compañía de menores y prostitutas, llegó el escándalo de Piero Marrazzo, gobernador de la región del Lazio (la región de Roma) y afiliado al PD, sometido al chantaje de cuatro carabinieri que le sorprendieron y le filmaron en situación de intimidad con un transexual.

Además, en este segundo escándalo se incluye un tercero más inquietante: el de las fuerzas del orden que, en vez de proteger la intimidad de un miembro de las instituciones, le hacen chantaje y tratan de vender a la prensa el vídeo rodado durante la irrupción en la vivienda privada en la que se desarrollaba el insólito espectáculo. Y luego se ha sabido que fue el propio Silvio Berlusconi quien advirtió a Marrazzo que circulaba entre los editores un vídeo comprometedor para él y le dio las indicaciones necesarias para encontrar a quien lo había puesto a la venta y pedirle que retirase la "mercancía" del mercado, en vez de invitarle a denunciar el chantaje.

¡Y pensar que Marrazzo había sido elegido para limpiar las calles del fenómeno de la prostitución! El escándalo con luces rojas del gobernador del Lazio estalló dos días después de que los jueces de Campania expulsaran de la región a la presidenta del Consejo regional, Sandra Lonardo, esposa del eurodiputado del PDL Clemente Mastella, por malversación, y tres días después de que en la región de Lombardía se detuviera a otros representantes del PDL, cercanos al gobernador Formigoni. En los últimos días ha habido otras detenciones de miembros del PD en Toscana por construcciones ilegales.

El panorama político italiano se manifiesta así de desolador y casi desesperanzador para los ciudadanos honrados, que ya no encuentran, en esta turbia democracia, ningún asidero al que confiar las aspiraciones de un país normal.

El sistema está podrido. Falta la cultura de la verdad y la legalidad. Prevalece la hipocresía de ir a la iglesia a ponerse una alianza en el dedo, frecuentar el amor mercenario y después salir a la calle a apoyar a la familia, o la lucha contra la prostitución, o contra los derechos de las parejas de hecho y los homosexuales. Es una hipocresía que viene de lejos, de la educación bienpensante y clerical que atribuía al político de turno la liberación de los pecados, en primer lugar la prostitución y la corrupción, para luego descubrir que el político de turno es el primer consumidor de ellos. Un asunto viejo que confirma que la Segunda República conserva la peor parte de la primera y es capaz de ocultar, con el control de la información, todo lo que no agrada al poder.

Un país que rechaza a la inmigración sin comprobar previamente quién tiene derecho de refugiado, que niega los derechos de los inmigrantes, que no acepta la regulación de las parejas de hecho, que niega los derechos a los homosexuales y los persigue, que elude abordar el uso de la píldora abortiva RU486 -que se vende en Francia desde hace decenios y en las farmacias españolas-, mientras los periódicos muestran los ríos de cocaína que inundan los edificios del poder, las mafias que se apoderan de las instituciones, los vicios privados que corren bajo las públicas virtudes, es un país en el que hay demasiadas cosas que no funcionan y demasiada corrupción instalada. El reto definitivo es si Bersani será capaz de enderezar la nave a la deriva de Italia.

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