domingo, 14 de fevereiro de 2010

El sur de Afganistán en manos aliadas

Patrick Cockburn
The Independent

Después de dos días de duros combates, los norteamericanos, afganos y británicos controlan las ciudades más grandes de la provincia de Helmand. EE.UU. comunicó que lograron cerrar las vías de fuga de los talibán.

Tropas norteamericanas, británicas y afganas habían terminado ayer de tomar la ciudad sureña afgana más grande, controlada por el movimiento talibán. Se trata de la mayor ofensiva militar de las fuerzas internacionales en años y una prueba crucial para la nueva estrategia norteamericana anunciada por la Casa Blanca hace apenas unas semanas.

Bandadas de helicópteros transportaron ayer por la mañana marines estadounidenses al corazón de la ciudad Marjah como parte de la ofensiva masiva que capturó esa pequeña urbe de 80 mil habitantes, en la provincia sureña de Helmand, bastión talibán. Según cifras oficiales, el ataque inicial contó con seis mil soldados, la mayoría afganos. Las tropas británicas desembarcaron al norte de Marjah y, según el comando norteamericano, habrían cerrado todos los pasos e interrumpido la fuga de los milicianos talibán.

Tres soldados norteamericanos y uno británico murieron en los combates de los últimos dos días. No obstante, los comandos militares informaron que sus tropas enfrentaron una resistencia mínima por parte de los talibán, muchos de los cuales se cree que ya habrían escapado. Siempre según fuentes militares de la OTAN, alrededor de 20 milicianos insurgentes cayeron también en combate y al menos once fueron capturados. Los habitantes de Marjah denunciaron a los medios internacionales que parte de las filas del movimiento talibán se replegó en el centro de la ciudad. También alertaron sobre la posibilidad de que algunas zonas hayan sido minadas.

El asalto a Marjah, una operación bautizada Moshtarak (Juntos), había sido abiertamente publicitada por los comandantes militares norteamericanos en las últimas semanas para evitar una lucha mano a mano en las calles de la ciudad, entre la población civil. También, para mantener vivo en Estados Unidos el apoyo a la nueva estrategia anunciada por Obama para Afganistán. Además de prometer mayores esfuerzos políticos y de negociación, el mandatario estadounidense ordenó el despliegue de 30 mil tropas más, elevando el número total de soldados norteamericanos a 100 mil. Todo el operativo en Marjah y en sus alrededores ya lleva comprometidos 15 mil hombres y mujeres estadounidenses, afganos, británicos y canadienses.

Promocionada como la mayor operación militar de las fuerzas occidentales desde la invasión y la caída del régimen talibán en 2001, la ofensiva que comenzó el viernes está en gran parte dirigida a los medios estadounidenses e internacionales. Los periodistas que acompañan al contingente de la OTAN están mostrando cómo las fuerzas de Estados Unidos y las locales de Afganistán están recuperando el territorio nacional juntos, o Moshtarak, como el Pentágono bautizó la misión.

Uno de los objetivos de la nueva estrategia en Afganistán –como intentaron, aún sin éxito, en Irak– es negarles cualquier santuario o refugio a los milicianos talibán dentro de Afganistán, especialmente en zonas densamente pobladas como las provincias de Helmand y Kandahar, dos bastiones talibán.

Obama quiere garantizar que el gobierno afgano puede ejercer su autoridad en Marjah y, especialmente, sobre los muy bien irrigados sembrados de amapolas de opio que rodean la ciudad. Unos dos mil policías y funcionarios afganos están esperando listos para poder entrar a Marjah y a los suburbios, una vez que la ofensiva militar haya terminado y la región esté controlada.

Esa es la nueva estrategia norteamericana. “Limpiar, mantener y construir” es el slogan. Esta vez las fuerzas occidentales quieren dejar bien claro que no tienen la intención de retirarse después de expulsar o matar a las fuerzas talibán, sino por el contrario, quedarse para apoyar y proteger a la población local y ayudarlos construyendo rutas, proveyendo agua potable y electricidad. “Todos deben entender que la primera fase no es la importante, sino la segunda, la de mantener”, explicó el comandante de la OTAN en el sur afgano, el general Nick Carter.

Estados Unidos está consciente de las debilidades de su nuevo plan, según quedó demostrado en los mails de su embajador en Kabul, el general retirado Karl Eikenberry, que fueron difundidos por la prensa en noviembre pasado. Según Eikenberry, los santuarios que más importan a los talibán y a la efectiva red Haqqani de insurgentes antinorteamericanos no están en Afganistán, sino del otro lado de la frontera con Pakistán. La pérdida de refugios como Marjah puede incomodar al movimiento talibán, pero no lo desarticulará, ya que aún pueden reorganizarse en las montañas del noroeste paquistaní.

La otra debilidad del plan de la Casa Blanca, según Eikenberry, el objetivo final de la estrategia y restablecer la autoridad del gobierno afgano para que se gane, otra vez, es contar con el apoyo popular. Sin embargo, para el general retirado, el Estado afgano no tiene ni la voluntad ni la capacidad de proveer seguridad, salud, educación, justicia e infraestructura a esas regiones alejadas de la capital. “Establecer ese tipo de Estado requiere de funcionarios honestos y entrenados. Ese tipo de civiles afganos no existe y tomaría años formarlos”, advirtió el embajador en sus mails a Obama.

Con esto el militar devenido en diplomático intentó alertar a Washington sobre el caro y prolongado compromiso que está tomando con Afganistán. El presidente Hamid Karzai y su círculo íntimo “no tienen ningún interés en que Estados Unidos se retire, en cambio están muy felices de vernos invirtiendo cada vez más”, aseguró Eikenberry.

Y el problema no es sólo Karzai y sus asesores. La policía afgana es temida por los civiles, que la ven como una fuerza corrupta y propensa a usar la violencia contra la gente que diariamente pasa los puestos de control. Es muy frecuente que los policías locales sean acusados de violar a niños, una tradición que ha alienado a muchos habitantes, especialmente a los padres de las víctimas, quienes se acercan a las filas talibán en busca de seguridad o venganza.

No hay ninguna duda de que el refuerzo de tropas norteamericanas permitirá reducir la presencia talibán en las provincias Pashtun del sur afgano. Una de las debilidades de ese movimiento insurgente es que su apoyo está prácticamente confinado a la comunidad Pashtun, que representa sólo el 42 por ciento de la población afgana. En cambio, sus milicianos son temidos y detestados por las comunidades Tajik, Hazara, Uzbek y Turcoman.

Pero esta división étnica también dificulta el trabajo del gobierno central, que intenta sin éxito reclutar a los Pashtun para las filas del Ejército y la Policía, dos instituciones dirigidas por los Tajiks, una etnia que representa apenas un cuarto de la población nacional.

Lo cierto es que ayer todo indicaba que los talibán habían decidido no dar pelea en Marjah, una pelea que estaban destinados a perder militarmente, pero que podrían haber combatido por razones simbólicas. Comandantes norteamericanos señalaron que quedaban entre 400 y 1000 milicianos talibán en la ciudad. No obstante, la diferencia entre las dos cifras, difundidas por las cadenas norteamericanas, demuestra que las fuerzas occidentales aún no saben bien contra qué se podrían enfrentar en las próximas horas.

Washington quiere evitar el uso de su Fuerza Aérea y de artillería pesada en Afganistán para mantener baja la cifra de víctimas civiles. Los comandantes no quieren repetir la destrucción de la ciudad de Fallujah, al oeste de Bagdad, en noviembre de 2004. A pesar de que los marines lograron capturar la ciudad y mataron a muchísimos insurgentes, la mayor parte de la ciudad quedó destruida y las bajas civiles fueron muy altas.

Washington también quiere evitar que la operación Moshtarak (Juntos) sea vista por el mundo como una ofensiva de las tropas extranjeras. Por ello los comandantes norteamericanos destacan una y otra vez el rol de las tropas afganas en el ataque sobre Marjah. De esta manera, las fuerzas internacionales están en Afganistán en apoyo del gobierno local y no como parte de una cada vez mayor ocupación extranjera.

No está claro, sin embargo, cuánto podrán mantener esta imagen durante una operación militar que está siendo cubierta minuto a minuto por los medios internacionales, ni si podrán replicar esta presunta colaboración con las tropas afganas en futuras ofensivas. Junto con la decisión de Obama de incrementar en 30 mil las tropas este año, existe su determinación de comenzar a reducir el contingente militar en Afganistán en 2011. Los talibán podrían simplemente esperar hasta que eso suceda y recuperar el terreno perdido.

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