domingo, 14 de março de 2010

Continuidad expansiva y colonización cultural



Xavier Aguirregaviria & Borja Cabo
Gara

Las últimas decisiones israelíes de proclamar patrimonio cultural propio determinados enclaves especialmente significativos para la población palestina, si bien pudiera no modificar sobre el terreno en algunos casos la situación ya consolidada -es el caso de la tumba de Raquel en Belén-, suponen un esfuerzo estratégico de colonización del imaginario cultural y simbólico, herramienta con la cual también se deshilachan, conquistan y aniquilan los pueblos.

En otros lugares como la Mezquita de Ibrahim o Tumba de los Patriarcas en Hebrón, compartida durante años por el fuerte contenido simbólico para ambos pueblos, se ha prohibido la entrada de los árabes, mientras que al mismo tiempo se ha protegido una celebración por el XVI aniversario de la matanza del médico israelí de origen estadounidense Baruj Goldstein, quien el 25 de febrero de 1994 mató a 29 palestinos que estaban rezando en el interior de la mezquita de Abraham.

La provocación atenta intencionadamente contra los lugares de reconocimiento de lo colectivo y contra los rituales de conmemoración. Lugares vetados para el recuerdo, nueva abolición de los símbolos que permiten a un pueblo al menos reconocerse y reconciliarse con su historia, como la nueva ley israelí que prohíbe a los palestinos expresar luto y dolor el 15 de mayo, día de la Nakba.

En Jerusalén continúa la expansión descarada de colonias, y la expropiación de viviendas

El Ayuntamiento de Jerusalén tiene previsto demoler 88 viviendas palestinas en el barrio árabe de Silwan, en el este de la ciudad, para levantar en su lugar un parque arqueológico. Se tratará de una de las operaciones de demolición más importantes desde que la entidad sionista anexionó, en 1967, el sector oriental de Jerusalén, tradicionalmente árabe. A su vez, planea construir otras 600 viviendas en Jerusalén Este a pesar de que a finales del año pasado la Corte Internacional de Justicia (CIJ) declaró ilegal un plan urbanístico similar. Las excavaciones arqueológicas avanzan ocupando también el subsuelo, como metáforas, ya que mientras se perfora la Ciudad Vieja (existen tours de hasta hora y media de visita subterránea) ésta se va derrumbando, pasando a estar bajo el control del Gobierno israelí, que deniegan cualquier permiso de rehabilitación a los árabes. El Gobierno ha anunciado el cierre de la Puerta de Damasco por dichos trabajos arqueológicos; esta puerta es el principal acceso a la Ciudad Vieja para los árabes y donde se encuentran concentrados el grueso de sus comercios. En Al-Aqsa, se prohíbe el paso a los menores de 50 años.

El leitmotiv patrimonial (una forma más aséptica y eficaz de expulsión) legitima la expropiación de enclaves de identificación para la población palestina. Por supuesto, estos últimos movimientos de la entidad sionista vuelven a violar directamente diferentes artículos de la legalidad internacional (como sucede con las colonias sionistas en Cisjordania y Jerusalén) Lo cierto es que, a día de hoy, resulta inútil ampararse en una legislación que sólo se cumple cuando atiende a los intereses de las grandes potencias. Como muestra, cabe recordar que Israel en sus apenas 62 años de ilegal existencia posee el honor de ser el Estado que más veces ha incumplido las resoluciones de las Naciones Unidas, sin que ello le haya impedido alcanzar recientemente acuerdos preferenciales con Estados Unidos o la Unión Europea.

En Beit Sahour, Belén, la que fue base militar primero jordana y después israelí de Oush Grab, convertida desde agosto de 2008 en un parque palestino de disfrute público, se recoloniza a palazo limpio, tras sucederse ataques de colonos extremistas con el fin de recuperar la zona. Si lo consideramos de forma aislada, se trata de un atropello abusivo más; sobre el mapa, una calculada jugada estratégica que a efectos prácticos supone que la zona de Belén va estar rodeada completamente por doce asentamientos, la colonia israelí de Har Homa, y una carretera de circunvalación hacia el sur, lo que imposibilita la expansión de los árabes.

Parecieran aunarse las condiciones que aun con menos razón provocaran otrora levantamientos populares como las dos anteriores intifadas. Peligroso sería jalearla, sin embargo, obviando todo un proceso de desgaste e incluso proyectando nuestra incapacidad internacional como potencia que ha permitido que se vuelvan a dar lugar las peores condiciones de la zona en años, caldo de cultivo de insurrecciones legítimas y necesarias.

El descaro de la provocación responde a la impunidad de Israel, y a su certeza de la imposibilidad de levantamiento del pueblo palestino. Certezas sembradas a base de minuciosos mecanismos de partición de la sociedad palestina, capturando sistemáticamente a sus líderes de base, deslegitimando el proceso democrático tantas veces exigido, u otros más efectistas como la aniquilación a bombazos del pedazo de territorio más densamente poblado de la tierra, la Franja de Gaza.

Por su parte, Abbas, al frente de la ANP y recientemente salpicado por nuevos casos de corrupción y chantaje sexual de altos cargos de su partido, documentados con pruebas audiovisuales aireadas en la televisión israelí, encara su última etapa en el Gobierno retomando la vía muerta de las negociaciones (indirectas, en este caso) como en un desesperado intento por apuntarse un tanto en un haber desierto durante todo su mandato, Unas negociaciones que, mientras no cimenten su base sobre el cumplimiento de la legalidad internacional, seguirán constituyendo un falso reclamo y el desvío de la atención bajo el amparo del ilusorio paraguas del «Proceso de Paz». El resto son diferentes formas de normalizar la masacre de la población autóctona. De fondo, las pugnas internas de reestructuración de Al-Fatah tratan de salvarlo de su putrefacción.

Y la población palestina, desgastada y desmoralizada hasta la indefensión, afronta la resistencia debilitada y descoordinada, en ocasiones, y a sabiendas de que las consecuencias serán más duras que nunca, aunque no por ello ceja. Pese a que los medios no se hagan eco, las protestas se suceden a diario y no son cuatro jóvenes radicales como dijo el jefe de la Policía israelí. El alcance y duración de su impacto depende en parte de su capacidad (y la nuestra apoyándoles) de recomponer sus organizaciones de base, más allá de los intereses partidistas que poco a poco amplían su grieta de separación interna. La retrasmisión y difusión de su lucha, depende de nuestra capacidad para hacernos eco de la misma, y de nuestra escasa valía democrática para exigir a nuestros gobiernos que no se les olvide.

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