segunda-feira, 5 de abril de 2010

Un crecimiento creíble para Palestina


Sam Bahour
The Guardian

La dirección palestina de Ramala anda propagando un grave error de concepto. A los medios informativos, los organismos internacionales, los gobiernos extranjeros y los palestinos en general se les quiere persuadir de que el frenesí de actividad económica en Cisjordania es lo mismo que desarrollo económico encaminado hacia la condición de Estado. Los hechos comprobables sobre el terreno hacen trizas este argumento, en tanto Israel continúa microgestionando los pedazos de la economía del pretendido estado futuro de Palestina, encaminándolos a un estancamiento sistémico.

Ya estoy oyendo las voces – "pero sé positivo", "por algún lado hay que empezar", "actuamos unilateralmente yendo hacia la condición de Estado", "pero si tuvimos un crecimiento del 7% del PIB el año pasado", etc. Una cosa es ser positivo, pero hacerse ilusiones y consentir la ocupación militar que controla todos los aspectos serios de nuestras vidas, especialmente los económicos, es inadmisible.

No pongo en cuestión las buenas intenciones (salvando las del ocupante) de todos los agentes económicos implicados en promover esta falsa concepción de que los cisjordanos se han subido a un tren rápido de crecimiento económico.
A la dirección palestina le queda muy poco capital político, o ninguno, de modo que se espera que se centre en actividades económicas, y doy fe de que es algo muy diferente del desarrollo económico para llegar a ser un Estado. Añádase a esto el hecho de que algunos elementos palestinos clave, a saber , el primer ministro, Salam Fayyad, ya han empezado a hacer campaña para las posibles elecciones presidenciales, y se puede ver fácilmente la necesidad de servir al propio interés cortando cintas de inauguración a diario, o día sí día no.

Los israelíes no podían pedir nada mejor. So capa del lema de "paz económica" del primer ministro israelí, Israel ha sido capaz de tomarle el pelo al mundo con una política de irreversibles hechos consumados sobre el terreno, tales como los asentamientos ilegales solo para judíos, y continúa atenazando tan duramente a la sociedad palestina que muchos palestinos están emigrando por propia voluntad, lo que no consiguió totalmente Israel por la fuerza durante múltiples aventuras militares, y muy especialmente en 1948 y 1967. Este éxodo lento, pero regular, está vaciando a Palestina de su capital humano, ya gravemente reducido por las restricciones que se nos imponen.

A la comunidad de donantes, que sigue sosteniendo generosamente al gobierno palestino de Ramala, tampoco se le puede acusar verdaderamente por querer disponer de un marco económico que justifique su continuado apoyo financiero a la Autoridad Palestina. Los estados que respaldan esa financiación se han visto políticamente disminuidos durante décadas mientras esperaban la siguiente indicación política de los Estados Unidos. La segunda mejor opción es para ellos defender la construcción y reforma de instituciones en el contexto de una paz económica. La misión de Tony Blair, enviado especial del Cuarteto, es exactamente esa: una misión económica, y no política, aunque el Cuarteto sea un animal político (Estados Unidos, Rusia, la UE y las Naciones Unidas) que tiene el último recurso de peso para encarar las cuestiones políticas centrales que atoran la resolución seria del conflicto.

No es a los organismos internacionales a quienes hay que echar toda la culpa. Sólo disponen de las herramientas que utilizan para medir las economías de estados soberanos, tales como el PIB, PNB y los ratios de crecimiento. Así que cuando tengo que conducir una hora más para llegar a mi destino, porque Israel ha levantado una barrera ilegal de separación, o cuando el ejército israelí prohíbe arreglar las carreteras que atraviesan Cisjordania, lo que causa averías constantes a mi coche, todo esto son noticias estupendas para el PIB de Palestina, porque gasto más en gasolina y visito el taller de reparaciones más a menudo. Dicho esto, casi todos los informes elaborados por estos organismos especializados, tales como el Banco Mundial, son más veraces respecto a la realidad sobre el terreno que la mayoría de los demás. Así puede verse en unas cuantas frases del último informe del Banco Mundial:

"No obstante, con el tiempo, el aparato de control mismo se ha ido haciendo cada vez más sofisticado y efectivo en su capacidad de interferir y afectar a todos los aspectos de la vida palestina, incluyendo las oportunidades de empleo, el trabajo y los ingresos. Amplio y con múltiples capas, el aparato de control incluyo un sistema de permisos, obstáculos físicos conocidos como cortes, carreteras restringidas, prohibiciones de entrada a extensas zonas de de terreno de Cisjordania y lo más notable, la barrera de separación. Ha convertido Cisjordania en un conjunto fragmentado de islas o enclaves sociales y económicos aislados unos de otros". Podría seguir.

Los hechos están a la vista a plena luz del día para los que quieran conocerlos. La ocupación militar israelí está viva y coleando hasta en el último rincón de Gaza y Cisjordania, y sobre todo en Jerusalén. El cuarenta por ciento de nuestra población, bajo ocupación en Gaza, está siendo estrangulado a propósito. Al sesenta por ciento de nuestra población total – los refugiados y quienes se encuentran en la diáspora – ni siquiera los tienen en mente la mayor parte de los agentes.

La actividad económica, en la que participo (y de la que me siento orgulloso) se está produciendo y no debería ser noticia ni en si misma ni en lo que tiene que ver con ella. Tampoco debería contar como desarrollo económico. Sí, los palestinos se levantan todas las mañanas y van a trabajar igual que el resto del mundo, pese a sobrellevar las restricciones económicas más asfixiantes a las que nunca se han enfrentado.

Sin embargo, el desarrollo económico y el crecimiento que merecen fomentarse en el camino hacia la economía de un futuro Estado no se encuentran por ningún lado. ¿Cómo iba a ser así? Todos los aspectos claves de una verdadera economía están directamente en manos de Israel, nuestro ocupante. Sólo Israel tiene acceso a las palancas que rigen nuestra agua, movimientos, todas nuestras fronteras, espacio aéreo, electricidad o espectro electromagnético, por nombrar sólo unas cuantas. Un edificio nuevo en Ramala, o un centenar si viene a cuento, quedan bien para ceremonias de inauguración en las que cortar una cinta, pero quedan tan lejos de suponer la construcción económica del Estado como queda lo que está mal de lo que está bien.

Un amigo israelí me mostraba el otro día un modo diferente de ver lo que hay sobre la mesa. Siendo positivo, estoy dispuesto a aceptar la "paz económica" de Benyamin Netanyahu cuando él y su país sean serios respecto a la liberación de los recursos económicos de Palestina sobre los que tienen pleno control. Fuera de eso, los palestinos seguiremos recogiendo los pedazos de nuestras vidas hasta que llegue ese inevitable día del juicio final en que Israel tenga que mirarse al espejo y reconocer la realidad de lo que en él se puede contemplar: un estado de apartheid.

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