quinta-feira, 31 de março de 2011

Subsidios, el principal combustible nuclear



Alejandro Nadal
La Jornada

Para esconder su desvergüenza, los voceros de la industria nuclear ahora afirman que todas las fuentes de energía tienen sus propios riesgos. Señalar los defectos ajenos para esconder las fallas propias es un viejo recurso retórico. Se emplea cuando uno está arrinconado y es especialmente útil cuando se han agotado los argumentos. Pero es particularmente estúpido cuando las faltas propias son señaladamente ofensivas y están a la vista de todos.

Las noticias desde Fukushima siguen siendo alarmantes. Ayer se descubrió la presencia de plutonio en las instalaciones dañadas, lo que indica que el reactor 3 (el único en Fukushima que utiliza una mezcla de uranio y plutonio) probablemente ha sufrido daños importantes. Eso no sorprende si se toma en cuenta la violencia de la explosión de hidrógeno el 14 de marzo en ese reactor.

Aún así, los voceros de la industria nuclear siguen insistiendo en que esta tecnología es segura, eficiente y competitiva desde el punto de vista económico. Lo cierto es que se trata de la tecnología más peligrosa que ha inventado el ser humano. Y si hoy existen 442 reactores en operación en el mundo, eso no se debe a su aceptación, sino a la imposición de estos artefactos sobre la población. En este proceso participaron las grandes corporaciones, gobiernos y el establishment militar. Un ingrediente importante en esta maniobra fue, desde luego, la falta de información. La opacidad se convirtió en costumbre y la mentira en rutina.

El engaño sobre la supuesta eficiencia económica de la industria nuclear es quizás tan perverso como el ocultamiento de información sobre los daños a la salud y la peligrosidad de esta tecnología. La realidad es que la industria nuclear mundial no podría funcionar si no fuera por los astronómicos subsidios que ha recibido a lo largo de su historia.

Los subsidios y ayudas económicas han impactado todas y cada una de las fases de cualquier proyecto nuclear, desde las garantías para obtener el financiamiento, la investigación científica y tecnológica para desarrollar los componentes medulares de esta tecnología, la construcción y arranque de las plantas, el enriquecimiento del combustible y desembocan en el manejo de los desechos. Por si eso no fuera suficiente, el subsidio más importante proviene de una régimen de responsabilidad civil y reparación de daños que básicamente consiste en limitar o eliminar dicha responsabilidad. El objetivo de estos subsidios fue quitarle o reducir la carga de riesgos a los inversionistas y trasladarla a los contribuyentes.

Todas las plantas nucleares en operación en el mundo (incluyendo por supuesto a Estados Unidos, Francia, Japón, Rusia y China) se construyeron y entraron en funcionamiento gracias a subsidios importantes. Claro, en países como Francia y China, donde la industria nuclear ha estado acoplada con un proyecto militar, es casi imposible acceder a la información sobre subsidios. En México tampoco se han dado a conocer datos creíbles sobre el costo del proyecto de Laguna Verde.

En Estados Unidos, con 104 reactores en operación, el monto total de subsidios para la industria ha sido calculado en unos 150 mil millones de dólares. La intensidad del subsidio (equivalente al apoyo gubernamental por kilowatt hora producido) llega a exceder el valor comercial del producto en 30 por ciento (datos de la organización Global Subsidies Initiative). En su estudio sobre subsidios para la industria nuclear la Union of Concerned Scientists (UCS) calcula que esos apoyos equivalen o superan ciento ciento del valor de la producción. Vale la pena recordar que la UCS no es ni pro, ni anti nuclear.

Un ejemplo de subsidios opacos detrás de estas cifras es el subsidio a través de garantías para obtener financiamiento. En diciembre 2007 el Congreso autorizó apoyos hasta 38 mil millones de dólares para este renglón y el Departamento de Energía comenzó a canalizar fondos a mediados de 2008. Para tener una idea de las magnitudes involucradas, vale la pena recordar que en 1995 el Departamento del Tesoro comprometió unos 20 mil millones de dólares para el rescate de la economía mexicana (en realidad los rescatados fueron los acreedores estadunidenses que habían invertido en tesobonos mexicanos).

¿Por qué no entra el sector privado de lleno a financiar totalmente los costos asociados con esta industria? Porque los riesgos son tan importantes que simplemente no podrían ser asumidos por ningún plan financiero. En los mercados financieros los swaps de incumplimiento crediticio (CDS) sobre la industria nuclear probablemente estarían en el segmento superior de cargas financieras.

La conclusión es inmediata. La eficiencia económica de las plantas nucleares es inexistente. El corolario de esto es que el principal combustible en los cilindros de zircaloy en un reactor nuclear no es ni el uranio enriquecido, ni la peligrosa mezcla denominada MOX. No, el combustible más importante es el dinero que proviene de los contribuyentes.

quarta-feira, 30 de março de 2011

Empleo: la educación no es la respuesta



Paul Krugman
Clarín


Es una verdad universalmente aceptada que la educación es la clave del éxito económico. Todo el mundo sabe que los empleos del futuro requerirán niveles de capacitación más altos que nunca. Es por esto que, en una reciente aparición junto al ex gobernador de Florida Jeb Bush, el presidente Obama declaró que “si queremos más buenas noticias sobre el empleo, tenemos que hacer más inversiones en educación”. Pero lo que todo el mundo sabe es equivocado.

Un día después del encuentro Obama-Bush, The Times publicó un artículo acerca del uso creciente de software para realizar investigaciones legales. Resulta que las computadoras pueden analizar rápidamente millones de documentos, haciendo de un modo muy económico una tarea que requería ejércitos de abogados y asistentes. En este caso, entonces, el progreso tecnológico está reduciendo, de hecho, la demanda de trabajadores con un alto nivel de educación.

Y la investigación legal no es un ejemplo aislado. Como lo señala el artículo, el software también viene reemplazando a los ingenieros en tareas tales como el diseño de microprocesadores. La idea de que la tecnología moderna elimina sólo empleos poco calificados, que los trabajadores con una sólida educación son claros ganadores, puede ser dominante en la discusión pública, pero se desactualizó hace décadas.

El hecho es que desde 1990 aproximadamente el mercado laboral de EE.UU. se ha caracterizado no por un aumento generalizado de la demanda de capacitación, sino por un “vaciamiento”: los empleos con mejor remuneración y los de salarios bajos crecieron rápidamente, no así los empleos de salarios medios, la clase de trabajos de los que dependemos para sostener a una fuerte clase media. Y el agujero en el medio se fue agrandando; muchas de las ocupaciones bien remuneradas que experimentaron un rápido crecimiento en los 90 han crecido más lentamente en los últimos tiempos, aun cuando se aceleró el crecimiento del empleo de salarios bajos.

¿Por qué ocurre esto? La creencia de que la educación es cada vez más importante se basa en la noción ­que suena plausible­ de que los avances tecnológicos incrementan las oportunidades laborales para quienes trabajan con información; dicho en términos más sencillos, que las computadoras ayudan a los que trabajan con la cabeza y que perjudican a los que trabajan con las manos.

Sin embargo, algunos años atrás, los economistas David Autor, Frank Levy y Richard Murnane argumentaron que esta era una manera errada de pensar el tema. Las computadoras, señalaron, sobresalen en tareas rutinarias, “tareas cognitivas y manuales que pueden realizarse siguiendo reglas explícitas”. Así, cualquier tarea rutinaria, ­categoría que abarca diversos trabajos administrativos, no manuales­ está en la línea de fuego. Por el contrario, los trabajos que no se pueden llevar a cabo siguiendo reglas explícitas, ­categoría que incluye diversas clases de trabajo manual, desde choferes de camiones hasta porteros de edificios ­tenderán a crecer aun a pesar del progreso de la tecnología.

Difícil de automatizar Y he aquí el nudo de la cuestión: la mayor parte del trabajo manual que todavía se hace en nuestra economía parece ser del tipo del que es difícil de automatizar. En particular, en momentos en que los trabajadores del sector manufacturero tienen en Estados Unidos un nivel de desempleo inferior al 6%, no hay muchos empleos de línea de producción que se puedan perder.

Mientras tanto, buena parte del trabajo administrativo que hoy realizan trabajadores con un alto nivel de educación y una remuneración relativamente elevada, pronto podrían ser computarizados. Las aspiradoras-robot (roombas) son lindas, pero todavía falta mucho para que haya porteros-robot; por su parte, la investigación legal automatizada y el diagnóstico médico por computadora ya están aquí.

Y también hay que considerar la globalización. En otra época, sólo los obreros de fábrica tenían que preocuparse por la competencia de otros países, pero la combinación de computadoras y telecomunicaciones hizo posible proveer muchos servicios desde lejos. Y la investigación de mis colegas de Princeton Alan Blinder y Alan Krueger sugiere que los empleos bien pagos realizados por trabajadores con un alto nivel de educación tienden a ser más “tercerizables” que los trabajos realizados por trabajadores menos calificados y con sueldos bajos. De ser así, el crecimiento del comercio internacional de servicios agudizará aún más el vaciamiento del mercado laboral estadounidense.

Lo que la universidad no puede ¿Pero, todo esto, qué dice de la política? Sí, necesitamos corregir la educación estadounidense. En particular, las desigualdades que experimentan los norteamericanos desde la línea de partida, ­los chicos brillantes de familias pobres tienen menos posibilidades de terminar la universidad que los chicos mucho menos capaces de familias ricas­ no son solamente una atrocidad: representan un descomunal desperdicio del potencial humano de la nación.

Pero hay cosas que la educación no puede hacer. En especial, la noción de que poner más chicos en la universidad puede devolvernos la sociedad con clase media que supimos tener es una expresión de deseos. Ya no es tan cierto que un título universitario garantiza un buen empleo, y con el correr de las décadas es cada vez menos cierto.

Por eso, si queremos una sociedad con más prosperidad para todos, la educación no es la respuesta: tendremos que ocuparnos de construir esa sociedad directamente. Tenemos que restablecer el poder de negociación que la fuerza laboral perdió en los últimos 30 años, de modo que los trabajadores comunes así como las superestrellas puedan negociar buenas remuneraciones. Debemos garantizar las necesidades básicas, sobre todo el cuidado de la salud, para todos los ciudadanos.

Lo que no podemos hacer es llegar adonde queremos ir simplemente otorgándoles a los trabajadores títulos universitarios, que pueden ser no más que pasaportes a empleos que no existen o no pagan salarios de clase media.

terça-feira, 29 de março de 2011

Centrales nucleares, el sistema más peligroso de hervir el agua



Bernard Laponche

Libération

El carácter misterioso de la energía nuclear y el aura científica que la rodea enmascaran mucho la realidad de su utilización en las centrales nucleares: se trata de calentar el agua bajo una presión suficiente o hacerla hervir con el fin de producir el vapor que a su vez produce la electricidad gracias a un turboalternador, como en una caldera de carbón. Un reactor nuclear es una caldera en la que el calor, en vez de producirse por la combustión del carbón, por ejemplo, se produce por la fisión de núcleos de uranio 235 contenidos en el combustible (las «barras» de uranio o de óxido de uranio).

La fisión consiste en una especie de explosión del núcleo del uranio, provocada por su encuentro con un neutrón que da lugar a los productos de fisión, orígenes del núcleo inicial, y a algunos neutrones que, a su vez, provocarán fisiones en los núcleos vecinos: es la reacción en cadena.

Los productos de fisión son propulsados a gran velocidad por esa explosión, provocando la subida de la temperatura del combustible. Dichos productos son inestables, por lo tanto fuertemente radiactivos, y emiten las radiaciones que producen a su vez un calentamiento del combustible. El mantenimiento de la reacción en cadena en el reactor permite calentar el agua o hacerla hervir bajo una presión suficiente para producir el vapor que a continuación produce la electricidad. En los reactores del tipo de los que hay en casi todas las centrales nucleares del mundo, el calor del combustible es evacuado por el agua (reactores de agua a presión) o por el vapor producido por la ebullición del agua (reactores de agua hirviendo).

Así pues, el objetivo de un reactor nuclear es producir ese calor. El inconveniente es que dicha producción de calor va acompañada de la producción de materias radiactivas extremadamente peligrosas, y el objetivo de la seguridad nuclear es impedir que esas materias radiactivas se escapen del reactor debido a un accidente que destruiría las protecciones del medio que contiene los combustibles y en el que se produce la reacción en cadena, el «corazón» del reactor.

En situación normal, por ejemplo para reemplazar los combustibles usados por combustibles nuevos, o en situación de alerta por la posibilidad de un accidente por una causa externa o interna, se detiene la reacción en cadena gracias a las barras de control cuyo material absorbe los neutrones. Pero debido al calor que continúan produciendo los productos de fisión radiactivos, es absolutamente necesario seguir refrigerando los combustibles y por lo tanto hacer que circule el agua de refrigeración.

El accidente más temible es la pérdida de la refrigeración, bien sea por fallos técnicos en el funcionamiento de los sistemas de seguridad (como en el accidente de Three Mile Island en Estados Unidos en 1979), o debido a la pérdida de la alimentación eléctrica de las bombas (fallo de la red, falta de funcionamiento de los combustibles de emergencia, por ejemplo debido a una inundación o a la destrucción de la sala de máquinas, como en el accidente de Fukushima, en Japón). Si el corazón del reactor no se refrigera, el calor residual, que sigue siendo considerable, conducirá al deterioro del combustible que puede incluso llegar a fundirse parcial o totalmente. Debido al encadenamiento de la falta de funcionamiento de ciertos dispositivos técnicos, a la producción de hidrógeno o a fugas eventuales, se llega no sólo a la destrucción interna del reactor, sino también a la proyección al exterior de cantidades más o menos considerables de gas y materias radiactivas.

Qué diferencia espantosa entre el drama de Fukushima y el propósito de esos reactores ahora en peligro: hervir el agua. Existen múltiples sistemas para calentar o hervir el agua y producir vapor a 300º (agua-vapor en un reactor de agua hirviendo) o agua bajo presión a 320º (agua en un reactor de agua presurizada), temperaturas relativamente bajas, de ahí el mal rendimiento de las centrales nucleares. Por la combustión de carbón (poco recomendada debido a las emisiones de CO2) o de gas natural (mejor desde ese punto de vista debido a la doble generación de calor y electricidad o al ciclo combinado, de alto rendimiento en la producción de electricidad), y además la madera, residuos vegetales y biogás. También se puede captar la radiación solar, concentrándola en placas, para producir electricidad (solar termodinámica).

También existen numerosos medios de producir electricidad sin hervir el agua: hidráulica (presas, corrientes de agua), eólica, solar fotovoltaica, solar termodinámica (concentración de los rayos solares en placas para llegar a temperaturas suficientemente altas), geotérmica a alta temperatura, energías marinas (mareomotriz, energía de las olas, turbinas que utilizan las corrientes, energía térmica de los mares). Es cierto que todas esas técnicas no están desarrolladas industrialmente y algunas siguen siendo más apreciadas que las centrales térmicas, pero ninguna ha recibido los enormes apoyos públicos que han acompañado desde el principio a la energía nuclear. Todas pueden presentar ciertos riesgos pero ninguna presenta el peligro terrorífico, extendido en el tiempo y en el espacio, de la catástrofe nuclear.

No pueden hacernos creer que el ingenio humano que supo controlar el fuego hace 400.000 años y desde entonces ha inventado y desarrollado las máquinas más inteligentes (la bicicleta y el tren entre las más notables), no es capaz de desarrollar rápidamente y a gran escala la utilización de todas esas energía renovables. Y que por lo tanto se puede prescindir de la energía nuclear sin privarnos de la electricidad.

Además, en Francia en particular, la prioridad que se impone, tanto por razones de seguridad energética como de riesgo climático, de reducir el consumo de energía por medio de la sobriedad y la eficacia energéticas se impone también para la electricidad: Se puede, y es necesario, reducir el consumo en los países más ricos y por parte de las poblaciones más ricas.

Hace unos días, en un importante periódico francés, cuatro fervientes partidarios de las centrales nucleares escribieron esta frase terrible que condena en sí misma su propia causa: «Existirán siempre, y por todas partes, escenarios en los que podrán producirse catástrofes como la de Fukushima». Una frase para el futuro y sin el condicional. Por lo tanto la humanidad tendrá que acostumbrarse a que ocurran este tipo de catástrofes «de vez en cuando» (¿Cada diez años?), unas veces en un país y otras en otro; ¿y la frecuencia de los incidentes probablemente crecerá con el aumento del número de países que optarán por construir centrales nucleares?

¡No! Un futuro así es inaceptable. Preferimos construir y vivir un futuro energético más simple, más sobrio y más luminoso.

segunda-feira, 28 de março de 2011

Jovens são os mais penalizados pelo desemprego e a precariedade


Esquerda.net

São cada vez mais qualificados, no entanto, estão cada vez mais sujeitos a situações laborais precárias, autonomizam-se cada vez mais tarde, ganham menos e têm um peso cada vez maior nas estatísticas do desemprego.Esta é a conclusão de um estudo da Interjovem sobre os jovens trabalhadores divulgado esta segunda-feira, Dia Nacional da Juventude.

Segundo o documento, a que a Agência Lusa teve previamente acesso, desde 1998 a percentagem de jovens com menos de 35 anos que terminou pelo menos o ensino secundário aumentou 60 por cento. Quase metade dos jovens com menos de 35 anos tem como habilitação o ensino secundário ou superior.

Esta classe etária é, contudo, também a mais fustigada pelo desemprego. Segundo o estudo da Interjovem, cerca de metade dos desempregados são jovens com menos de 35 anos e o desemprego de longa duração entre os jovens desempregados com formação superior é de 55 por cento. Apesar disto, apenas 34 por cento recebia qualquer subsídio no final de 2010, percentagem que era de 54 por cento em 2009.

Ainda que consigam encontrar trabalho, os jovens são os mais sujeitos a situações laborais precárias, representando 61,5 por cento do total de trabalhadores precários, o equivalente a mais de meio milhão de jovens com menos de 35 anos. Enquanto trabalhadores precários, os jovens ganham cerca de 30 por cento menos que os trabalhadores com vínculo permanente.

Perante situações de desemprego e precariedade, os jovens têm vindo a autonomizar-se cada vez mais tardiamente. De acordo com o estudo da Interjovem sobre os jovens trabalhadores, quase dois terços dos jovens portugueses entre os 18 e os 34 anos vivem em casa dos pais, embora 60 por cento destes trabalhem (metade dos quais com contrato a prazo).

Perú: Humala salta al primer lugar en encuesta presidencial


Agencias

El nacionalista y candidato presidencial peruano Ollanta Humala alcanzó el primer lugar en un sondeo publicado este domingo, lo que confirma la volatilidad de los electores y anuncia una reñida contienda con otros cuatro aspirantes de cara a los comicios de abril. Humala, un candidado de izquierda que ha moderado su discurso radical contra el libre mercado, pasó a liderar la intención de voto con un 23,3%, destronando al ex presidente Alejandro Toledo que tiene un 20,4%, según la encuesta de la firma Compañía Peruana de Estudios de Mercados (CPI).

En el sondeo Humala ascendió más de 7 puntos porcentuales mientras que Toledo, que se autodefine como un político de centro izquierda, estuvo estable respecto a la muestra anterior, aunque bajó al tercer lugar en la encuesta. La legisladora Keiko Fujimori -hija del ex presidente Alberto Fujimori- ocupó el segundo lugar con 20,9%, 0,9 puntos porcentuales más que en el sondeo previo. Poco más abajo figuran el ex ministro de Economía Pedro Pablo Kuczynski con 17,7% y el ex alcalde de Lima, Luis Castañeda con 17%. Kuczynski subió casi tres puntos porcentuales y Castañeda no se movió en el sondeo. La encuesta de CPI tiene un margen de error de 2,2% y fue realizada entre 21 y 24 de marzo.

El sondeo vislumbra que el factor sorpresa estará latente en los comicios, en un país donde hasta una cuarta parte de los electores cambia sus preferencias a última hora. Según todas las encuestas, ninguno de los aspirantes para gobernar Perú -cuya economía crece a una de las tasas más altas del mundo- obtendrá más del 50% de los votos para ganar la presidencia el 10 de abril, por lo que la elección se definirá en un balotaje ya previsto para el 5 de junio. Todos los principales candidatos presidenciales han expresado su voluntad de mantener la política económica de Perú, excepto Humala, que a veces da señales contradictorias en ese manejo.

domingo, 27 de março de 2011

La guerra acecha a la revolución de Medio Oriente


Sreeram Chaulia
Asia Times


Históricamente, hay una fuerte correlación secuencial entre revolución y guerra entre Estados. La revisión radical del sistema socioeconómico o político de un país pocas veces permanece confinada a ese Estado y provoca frecuentemente una conflagración regional o internacional más amplia. Se debe a que la revolución es un fenómeno volcánico que no conoce fronteras artificiales. Las ideas no se pueden encarcelar como se pueden encarcelar los cuerpos, y la revolución es la idea más estimulante o perniciosa, depende del lado en el que uno se encuentre.

La movilización de fuerzas contrarrevolucionarias para restaurar el statu quo de una sociedad que pasa por una revolución, o para “dar una lección” a otros revolucionarios en la región y más allá, para aplastar sus esfuerzos emuladores, es una táctica probada en el tiempo por los poderes conservadores que pueden perderlo todo si el fervor revolucionario se convierte en una bola de nieve. En tiempos tumultuosos, una muestra decisiva de fuerza y violencia preventiva es contemplada por los poderes contrarrevolucionarios como una necesidad para sofocar la propagación de la agitación y para asegurarse contra la marea creciente de su propio pueblo.

Es exactamente lo que ocurrió después de la Revolución Francesa, cuando las monarquías seriamente amenazadas de Gran Bretaña, España, Portugal, Holanda, Prusia y Austria actuaron colectivamente por cuenta del principio dinástico de gobierno y declararon la guerra a Francia en los años 1790. Ciertos aliados occidentales en la Primera Guerra Mundial se confabularon contra la Rusia revolucionaria de 1918 a 1923 con el fin de “estrangular el bolchevismo en la cuna” (Winston Churchill).

Los intentos clandestinos de derrocamiento y la larga guerra no declarada desencadenada por EE.UU. contra el régimen de Fidel Castro después de la Revolución Cubana de 1959 fueron actos clásicos de "defensa ofensiva" para hacer retroceder “el creciente fragor de voces comunistas en Asia y Latinoamérica” (John F. Kennedy). La guerra impuesta por el entonces pro occidental Sadam Hussein de Iraq contra Irán revolucionario desde 1980 hasta 1988 cayó en el mismo modelo de intento de atrapar al genio y volver a encerrarlo en la botella.

En todos estos casos, las guerras que siguieron a las revoluciones sembraron el caos, la destrucción y la desestabilización a escalas regionales y meta-regionales. No tuvieron éxito en el derrocamiento de los regímenes revolucionarios contra los que se dirigían, pero exacerbaron espirales dañinas de divisiones y guerra interior dentro de sociedades que acababan de vivir la revolución. Las guerras contrarrevolucionarias, incluso aquellas en gran parte interiores como la Guerra Cristera de los años veinte en México, se internacionalizaron y tuvieron éxito entre sectores de la población en el sentido de crear un ansia de recuperar, o mantener, el pasado represivo pero ordenado. El caos inherente y la incertidumbre de las revoluciones se magnifican y se ponen al desnudo debido a guerras contrarrevolucionarias, allanando el camino a personajes dictatoriales al estilo de Napoleón para usurpar la autoridad.

El actual entorno estratégico en Medio Oriente se parece a los panoramas mencionados del pasado. Arabia Saudí, el bastión más acérrimo del conservadurismo monárquico y religioso en la región, acaba de dar los primeros pasos militares que auguran una guerra más intensa entre Estados por medio de testaferros. Al enviar pelotones fuertemente armados de más de 2.000 soldados, 800 de ellos de los Emiratos Árabes Unidos (EAU), a Bahréin para apuntalar a la dinastía al-Khalifa asediada por las protestas, Riad ha despertado inmediatamente un nido de avispas. Irán, el autoproclamado guardián mundial de los intereses chiíes, condenó de inmediato la acción saudí como “inaceptable” porque el levantamiento de los chiíes de Bahréin a favor del gobierno de la mayoría contra el régimen suní Khalifa se vio como una conveniencia estratégica en Teherán.

El recurso abierto de Arabia Saudí de enviar sus fuerzas armadas para impedir una revolución en Bahréin tiene lugar después de semanas de suministro tácito de armas a lo largo del puente y el viaducto Rey Fahd que conecta los dos países. La monarquía saudí y sus hermanos reales que dirigen los gobiernos del Consejo de Cooperación del Golfo (GCC) querían ver primero si las reacciones autoritarias normales de recompensa y castigo de los Khalifa de Bahréin daban resultado y calmaban la agitación. Pero la fiebre y la inspiración revolucionaria de Túnez, Egipto, Libia, Yemen y Jordania es tan infecciosa que la mayoría chií marginada de Bahréin continuó acudiendo a la plaza Perla en Manama a pesar de la represión.

Para el GCC, de un modo muy parecido a la paranoica alianza europeo que libró la guerra contra Francia en los años 1790, la intervención militar directa de las tropas saudíes y de los EAU es el no va más para detener el derrumbe del viejo orden en una base continental. Ya que Bahréin bajo los Khalifa tiene una política parecida al apartheid con dimensiones totalitarias de la era soviética, la entrada militar precipitada del GCC en Bahréin tiene matices de las brutales invasiones contrarrevolucionarias de Hungría (1956) y Checoslovaquia (1968) llevadas a cabo por la URSS. Los antiguos regímenes fueron reforzados y salvados por medio de tanques y botas soviéticas patrullando las calles de Budapest y Praga.

Sin embargo, el factor Irán impone límites a esta comparación. Mientras Teherán se indigne y sea capaz de montar una reacción “contra-contrarrevolucionaria”, no hay garantías de que los transportes blindados de personal y la artillería pesada de los saudíes y de los EAU terminen por proteger a los Khalifa aplastando la marea pro democracia de Bahréin. Las ironías se agravan en este caso porque el propio Irán ha dejado atrás hace tiempo su pasado revolucionario y utiliza todos los medios para aplastar a sus propios activistas por la democracia.

Un contragolpe iraní al GCC en Bahréin por medio de combatientes por encargo o mediante la incitación a la rebelión chií en la provincia oriental rica en petróleo de Arabia Saudí, de mayoría chií, amenaza con escalar a una gran guerra entre Estados en Medio Oriente, de un tipo que no se ve desde la guerra de Yom Kippur de 1973. En medio de una guerra hecha y derecha, las revoluciones transnacionales se vuelven secundarias y los poderes del statu quo pueden desviar la atención de la gente mediante llamados a un nacionalismo estrecho o al sectarismo. Si hay un actor que puede desembrollar el tejido ponzoñoso que podría convertir Bahréin en otra Nicaragua (adonde EE.UU. envió "contras" entrenados y armados para derribar el régimen sandinista de izquierda en los años ochenta), y convertir Medio Oriente en general en centro de una guerra mundial, es EE.UU.

Bahréin es la base de la Quinta Flota de la Armada de EE.UU. y un eslabón vital en el Comando Central de los militares de EE.UU. El gobierno de Barack Obama debería hacer entrar en razón a los saudíes y al GCC para que se retiren de Bahréin antes de que se convierta en una mortífera zona de guerra como Libia. Técnicamente, las tropas del GCC han cruzado hacia Bahréin por invitación del emir gobernante, Shaikha Salman al-Khalifa. Pero, ante los ojos de la mayoría chií discriminada de Bahréin, las fuerzas suníes extranjeras que entran a su país en nombre del restablecimiento de la “estabilidad” son invasores que se proponen inclinar la balanza contra las corrientes democratizadoras.

Washington no puede ser miope y aprobar la intrusión dirigida por los saudíes, porque la historia muestra cuán horribles son las consecuencias de las guerras contrarrevolucionarias. Demasiado a menudo, el predicamento del gobierno de Barack Obama desde que estalló el espíritu pro democracia en Medio Oriente se ha presentado como una elección entre valores e intereses estratégicos. La crisis en Bahréin cuestiona esa interpretación dualista, porque la salida de los odiados Khalifa en ese país por medios endógenos pacíficos, como en Túnez y Egipto, es más provechosa para Washington desde el punto de vista estratégico que el inicio de una guerra caliente entre Arabia Saudí e Irán cuyas llamas podrían abrasar toda la región.

La verdadera alternativa es entre los intereses miopes (definidos por la incapacidad de Washington de distanciarse de influencias como la monarquía saudí e Israel, que en ambos casos influencian fuertemente su política) e intereses clarividentes que eviten infiernos catastróficos. Obama no tiene que ser un revolucionario para imponer disciplina a Riad. Sólo requiere un poco de sentido común y una apreciación más profunda de las desastrosas ramificaciones históricas de permitir que las guerras contrarrevolucionarias se conviertan en metástasis.

sábado, 26 de março de 2011

Para impedir uma nova crise alimentar



Jim Harkness
IATP

Quando os preços globais dos alimentos atingiram um pico, entre 2007 e 2008, 100 milhões de pessoas entraram no contingente dos famintos, que ultrapassou pela primeira vez na História a marca de 1 bilhão de seres humanos. Agora, apenas dois anos depois, vivemos outra alta, e é provável que mais fome esteja à espreita.

A FAO, agência da ONU para Alimentos e Agricultura, acaba de publicar seu índice de preços de alimentos, relativo a janeiro de 2011. No caso de alguns produtos, ele chegou ao patamar mais alto (tanto em termos nominais quanto deflacionados) desde que a agência passou a acompanhar a variação das cotações, em 1990. Levantes populares relacionados a alimentos já começaram a ocorrer na Argélia. Enquanto a História se repete, e desenha-se a segunda grande crise de fome em dois anos, é decisivo aprendermos a lição da primeira onda, e enfrentarmos suas causas principais.

A segurança alimentar depende de tempo e mercados estáveis e previsíveis e de acesso a recursos. Tudo isso foi abalado perigosamente nas duas últimas décadas. Desde 1970, o aquecimento global causado pelo ser humano provocou o aumento dos eventos climáticos extremos em todo o mundo. Agricultores que costumavam enfrentar duas perdas de colheitas a cada década agora sofrem inundações, secas ou grandes pragas a cada dois ou três anos. Em 2010 e no início deste ano, alguns dos grandes produtores mundiais de alimentos - Argentina, Austrália, China, Paquistão e Rússia - viveram, todos, eventos climáticos que afetaram fortemente as colheitas.

A segunda fonte de instabilidade é um mercado cada vez mais caótico. Em nome do “livre” comércio, o governo dos Estados Unidos e o Banco Mundial passaram as últimas três décadas forçando a abertura dos mercados dos países pobres a importações baratas, que desorganizaram a produção. Em cruel ironia, os países pobres também foram pressionados a cortar o apoio a seus próprios agricultores e até a vender seus estoques de emergência, sob a lógica de que seria mais eficaz simplesmente adquirir comida no mercado internacional.

Em 2006, mais de dois terços das nações mais pobres dependiam de importações de alimentos. Então, veio a onda de desregulação financeira da década passada, que atraiu os especuladores para os mercados de commodities e criou fundos de índices que atrelaram, como nunca antes, os mercados de alimentos aos de petróleo e metais. Mas a “agregação”, “alavancagem” e demais os “instrumentos inovadores” que deveriam reduzir os riscos nestes mercados provocaram o efeito oposto. A consequência foi um mercado global de alimentos altamente volátil, em que fatores não relacionados com a produção e consumo reais de alimentos frequentemente determinam os preços.

Este duplo golpe global, de instabilidade climática e financeira, não atingiu a todos. A volatilidade é útil aos que atuam com muita força nos mercados. Muitas empresas de agrobusiness estão registrando lucros recordes agora - depois de já terem alcançado idêntico resultado durante a última crise. Houve um pico de concentração de propriedade. Vastas extensões de terras aráveis, nos países do Sul, têm sido compradas por investidores estrangeiros e convertidas em plantações não-alimentares - inclusive matérias-primas industriais e biocombustíveis.

Vale notar, também, que alguns países africanos não serão tão atingidos desta vez. Eles optaram por estimular a produção local, ao invés de confiar nos mercados globais. A maior parte dos agricultores pobres, contudo, luta contra situações hostis. Não é de admirar que a fome tenha se convertido numa nova norma.

Se de fato consideramos a desnutrição global algo inaceitável - e não uma oportunidade de negócios - é preciso fazer grandes mudanças. Quase todos no Banco Mundial, na ONU ou no G-20 reconhecem a necessidade de apoiar os pequenos agricultores, especialmente mulheres, nos países que enfrentam fome. Em termos globais, 70% da comida é produzida em imóveis de menos de dois hectares, conduzidos em grande parte por mulheres.

A ajuda ao desenvolvimento, assim como as políticas governamentais dos países do Sul, deveriam estar focadas em apoiar as conquistas de produtividade destes agricultores, e sua capacidade de enfrentar as crises. Ao invés de deixá-los impotentes diante das forças globais, deveriam incorporar a sabedoria dos sistemas de produção tradicionais, que, ao combinarem o melhor da ciência ecológica com o conhecimento tradicional dos agricultores, encorajam práticas que reduzem o uso de insumos caros, ampliam a produção e a renda dos trabalhadores. E a produção para atender as necessidades locais deve ter prioridade em relação às culturas de produtos exportáveis.

Há muito mais a fazer. Os países e regiões que enfrentam fome precisam de maior margem de manobra para proteger a produção local de alimentos, prevenir o dumping e estabilizar o abastecimento. Parte desta margem para definir políticas é hoje minada pelas regras da Organização Mundial de Comércio.

Os estoques de alimentos precisam ser vistos de novo como ferramentas essenciais, tanto para enfrentar emergências quanto para estabilizar os preços e o abastecimento, para os agricultores e os consumidores. A concentração fundiária precisa ser interrompida. Tornou-se ainda mais importante apoiar a reforma agrária, que redistribuiu terra arável para os pequenos produtores que desejam produzir alimentos.

Os governos precisam implementar regras rigorosas para reduzir as operações financeiras especulativas com alimentos. Nos Estados Unidos, a reforma financeira conhecida como Dodd-Frank foi um bom começo, mas os lobistas de Wall Street estão agindo agressivamente para enfraquecê-la, em sua tramitação pelo Congresso.

A desestabilização da oferta de alimentos ocorrida na última década pode ser revertida. Mas isso só ocorrerá se aprendermos com o passado e apoiarmos medidas inovadoras para ampliar a estabilidade e a segurança dos agricultores, mercados e sistemas alimentares.

sexta-feira, 25 de março de 2011

La política de biocombustibles está provocando hambre



Stephen Foley
The Independent


La vertiginosa inflación de los precios de los alimentos es consecuencia de la "inmoral" política de los EEUU, que desvía cultivos hacia la producción de biocombustibles en lugar de alimentos, según declaraciones del presidente de una de las mayores empresas de alimentos del mundo. Peter Brabeck-Letmathe, presidente de Nestlé, arremetió contra el gobierno de Obama por promover el uso de etanol producido con maíz, a expensas de cientos de millones de personas que luchan a diario para poder pagar sus alimentos básicos elaborados a partir del maíz.

El señor Brabeck-Letmathe irrumpió en el cada vez más enconado debate sobre la inflación de los precios de los alimentos para condenar a los políticos de todo el mundo que parecen decididos a culpar a los especuladores financieros en lugar de dedicarse a abordar los desequilibrios subyacentes de la oferta y la demanda. Y reservó sus dardos más acerados para el Secretario de Agricultura de EEUU, Tom Vilsack, de quien dijo que estaba realizando declaraciones "absolutamente alucinantes" sobre la capacidad del país para hacer frente a la creciente demanda interna y mundial de maíz.

"Al día de hoy el 35% del maíz de los EEUU se destina a producir biocombustible", dijo ayer en Nueva York el presidente de Nestlé ante una audiencia en el Council on Foreign Relations (CFR). "Desde el punto de vista medioambiental eso es una aberración, pero lo es mucho más cuando en el resto del mundo nos estamos quedando sin alimentos. Es absolutamente inmoral condenar a cientos de millones de personas al hambre y a la pobreza extrema a causa de esta política, por lo que creo y repito: ninguna comida para combustible".

Los precios del maíz casi se duplicaron desde principios de año hasta febrero, aunque han caído desde su pico en las últimas semanas. La cólera popular por el encarecimiento de los alimentos contribuyó a atizar las protestas en todo el Oriente Medio, y los crecientes costos de las materias primas estuvieron entre los factores que hicieron aumentar la inflación en el Reino Unido hasta el 4,4% en febrero, según cifras publicadas ayer.

Las exportaciones de EEUU representan cerca del 60% de la oferta mundial de maíz. La demanda ha aumentado a medida que más gente se incorpora a las clases medias en economías emergentes como China o la India, no sólo porque estos nuevos consumidores demandan más alimentos elaborados a partir del maíz, sino también porque la demanda de carne ha aumentado y los ganaderos necesitan comprar mayores cantidades de pienso.

Nestlé, la compañía que produce Shredded Wheat, Nescafé y las barritas de chocolate Aero, ha estado presionando a los reguladores europeos y a los gobiernos de todo el mundo para que se abstengan de fijar elevados objetivos de uso de biocombustibles, aunque muchos países ven en la producción de etanol un medio para cumplir con sus obligaciones de reducción de emisiones de combustibles fósiles.

Sin embargo, el cabildeo [de Nestlé] ha hallado oídos sordos en los EEUU. La producción de etanol de maíz está muy subvencionada y genera más de 13.500 millones de galones de combustible al año [1 galón = 3,785 litros]. Las políticas que promueven su producción son "absurdas", afirmó ayer el señor Brabeck-Letmathe, y si se fijara como meta mundial llegar a satisfacer el 20% de la demanda de combustibles por medio de los biocombustibles, ello supondría aumentar en un tercio la producción de éstos.

"¿Cuál es el resultado? Los precios están subiendo. No es muy complicado", dijo. "Esta cuestión es en estos momentos la prioridad número uno de la reunión del G-20 en Niza, pero lo más que vamos a hacer es luchar contra la especulación. Nos estamos concentrando en lo irrelevante".

En declaraciones realizadas ante agricultores a principios de este mes, el secretario del gobierno de Obama dijo que los argumentos que esgrimen agentes como Nestlé le resultan "irritantes". El señor Vilsack dijo: "Los que esgrimen ese argumento, o no entienden o no aceptan la idea de que nuestros agricultores son lo suficientemente productivos, inteligentes, innovadores y creativos como para satisfacer las necesidades de alimentos, de combustible y de piensos y para exportar".

El señor Brabeck-Letmathe fue director ejecutivo y presidente de Nestlé, hasta que ambas funciones se escindieron en 2008. Es también miembro del consejo de administración del fabricante de productos de lujo L'Oréal, del banco de inversión Credit Suisse y de la petrolera ExxonMobil. En su intervención de ayer ante el MCR, también defendió la idea de establecer un precio para el agua utilizada en agricultura como fórmula para asignar de forma más eficiente unos recursos escasos. Y sugirió que las fuentes alternativas para la producción de biocombustibles podrían ser las algas y los tallos de maíz cosechado.

quinta-feira, 24 de março de 2011

Libia: Claro pero oscuro



Juan Gelman
Página 12


Es curioso el proceso que desembocó en el bombardeo de Libia. La Casa Blanca vaciló mucho antes de dar su visto bueno: explicó que esperaba una resolución del Consejo de Seguridad y la aprobación de la Liga Arabe. Sólo que lo aclaró después, cuando varios senadores se quejaron de la tardanza en actuar. Cabe preguntarse el porqué de esa demora: ¿se esperaba la contraofensiva de Khadafi para que las dos partes contendientes se debilitaran al máximo, abriendo así la posibilidad de instalar un gobierno tan afín a EE.UU. como el de Arabia Saudita?

El jefe del Pentágono, Robert Gates, y el contraalmirante William Gortney declaraban que Khadafi no forma parte de la “lista de objetivos” y que matarlo no figura en el mandato de la ONU, mientras el secretario de Defensa británico, Liam Fox, reiteraba que el dictador libio era “un blanco legítimo”. El presidente Obama dijo que la intervención militar estadounidense obedecía “a una disposición internacional” y que la participación de su país sería limitada, aunque no aclaró sus metas. La resolución 1973 del Consejo de Seguridad autoriza a detener “por todos los medios” la matanza de civiles desatada por Khadafi, de manera que su alcance es, por lo menos, indefinido. ¿Uno de esos medios sería la invasión, como en Irak?

Es evidente que las incursiones aéreas no cancelan la hipocresía del autonominado “Rey de Africa”: declaró varias veces un alto el fuego, pero sigue combatiendo a los alzados. La Liga Arabe está molesta porque, a su entender, se estableció la zona de exclusión aérea para impedir las muertes de más civiles y no para aumentar su número con las incursiones. ¿Acaso no recordaba las consecuencias de idénticas medidas aplicadas a otros países sin mayores resultados políticos? Las zonas de exclusión aérea impuestas hace veinte años a Saddam Hussein no lo derrocaron, aunque fueron apuntaladas con sanciones y bloqueos económicos que infligieron un grave daño al pueblo iraquí. ¿Ignoraba la Liga que Occidente resolvió el impasse invadiendo Irak? ¿Se inquieta ahora porque no es unánime el apoyo mundial a la Odisea del Amanecer y porque, además, se cuestiona su papel al abrigar el bombardeo de un nación árabe?

Si Khadafi no es el blanco y hasta se habla de una solución con el tirano en el poder, no es fácil entender el bombardeo y la destrucción de su palacio de recepción de dignatarios extranjeros. La lógica de las guerras indica que éstas se ganan por tierra, no solamente por aire y/o por mar. Desde el punto de vista militar, la relación de fuerzas es adversa a la oposición, que no consigue el suficiente apoyo de soldados y oficiales libios y carece del entrenamiento necesario para combatir. Pero ¿a quién satisfaría una zona de exclusión aérea perpetua acompañada de sanciones y una guerra civil alimentada por armas de Occidente que sólo agravarían la situación humanitaria?

La Casa Blanca no amengua su optimismo: los ataques durarían “días, no semanas”, una opinión en la que Hillary Clinton acaba de reincidir y que no se comparte mucho. Heather Huriburt, que encabeza la Red Nacional de Seguridad, un grupo que trabaja para la Casa Blanca, opinó que el desenlace en Libia “se parecerá más al de Kosovo que al de Bagdad”. Kosovo: meses y meses, no días, de bombardeos arrasadores y el transcurrir de un año entre el fin de las matanzas ordenadas por Slobodan Milosevic y su deposición. “El final no está cerca”, agregó Haliburt. El final es el derrocamiento de Khadafi y eso, en efecto, no está cerca.

Washington procura desembarazarse del mando de la operación, Obama tal vez no quiere aparecer como el agresor de otro país musulmán, el tercero en una década, pero la OTAN no puede hacerse cargo de la tarea oficialmente: Alemania se abstuvo en la votación del Consejo de Seguridad, ha retirado todas sus fuerzas del Mediterráneo y decidió no participar en la zona de exclusión aérea. La canciller Angela Merkel propuso, en cambio, un embargo general de energéticos libios, provocando un fruncimiento general de cejas: los países europeos importan un 85 por ciento del petróleo libio y Alemania es abastecida por Rusia. Gigantes del ramo como la francesa Total, el ENI italiano, la británica BP, el consorcio español Repsol y la estadounidense Chevron –entre otros– lo extraen del suelo libio.

Libia es la nación petrolera más importante de Africa, seguida por Nigeria y Argelia: sus reservas de oro negro se aproximan al 3,5 por ciento de las reservas mundiales y duplican con creces las de EE.UU. La intervención militar abarca, sin duda, mucho más que las preocupaciones por la cuestión humanitaria: si EE.UU. logra hegemonizar el norte africano debilitando la influencia francesa en particular, y la de otras ex potencias coloniales europeas en todo el continente negro en general, se acercará aún más al objetivo estratégico de dominar la mayor parte de esos recursos del planeta. Un designio cumplidamente imperial.

quarta-feira, 23 de março de 2011

México: Presentación del Nuevo Proyecto de Nación



Jaime Avilés
La Jornada


Rara vez una organización de izquierda nace tan completa. Aquí hay proyecto, hay programa, hay táctica, hay estrategia, hay himno, hay líder y hay pueblo, dijo ayer una entusiasta del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), que desafiando mil peligros viajó en autobús desde el norte de Coahuila para conocer los 50 puntos del Nuevo Proyecto Alternativo de Nación y la pegajosa cumbia magonista del veracruzano Byron Barranco, que desde sus primeras notas alborotó al público.

Cinco oradores –Armando Bartra, Víctor Flores Olea, Rogelio Ramírez de la O, Héctor Díaz-Polanco y Raquel Sosa– exaltaron, uno, la importancia de la organización de las bases sociales para, dos, desarrollar una nueva política interior y exterior; tres, una nueva economía; cuatro, una revolución de las conciencias y, cinco, la restauración del Estado como espacio de felicidad y libertad, a efecto, diría Andrés Manuel López Obrador, de refundar la República.

Nada más, pero nada menos. Eran las 10 de la mañana con 10 minutos y las 10 mil butacas del Auditorio Nacional estaban ocupadas por personas que, pasando grandes penurias, vinieron al Distrito Federal de todo el país, mientras en el presídium decenas de intelectuales aguardaban a los lados y detrás de López Obrador, sentados en dos filas, cuando entró al escenario un gordito con uniforme del Reclusorio Oriente, como el del protagonista de Presunto culpable, y comenzó a limpiar el piso con un mechudo.

Fajina con ritmo

Estaba peinado de trencitas, como Ed Norton en la película Karma, y Claudia Sheinbaum, la maestra de ceremonias, intentó correrlo, pero de pronto las torres de sonido estallaron al compás de una música de tambores, sintetizador y acordeón, y el supuesto presidiario que hacía fajina se desabotonó el uniforme para mostrar una camiseta que ostentaba una sola y liberadora palabra: Morena, que es también el título de su nuevo hit.

Raza de bronce de piel morena/ pueblo de México en general/ vamos unidos a la faena/ por la regeneración total//. Para lograrlo se necesita/ nomás tu credencial de elector/ si es que la patria recapacita/ y cuida tu voto libertador/. Que la derecha ya no descuadre/ el resultado de la elección/ para que no nos vengan con fraude/ sólo hace falta organización. ¡Morena!, cantaba Byron Barranco, bailando micrófono en mano, y la gente coreaba ese rítmico ¡Morena!, intercalado en el estribillo: (¡Morena!) El movimiento del pueblo unido para cambiar/ (¡Morena!) la vida pública lograremos regenerar/ (¡Morena!) el pueblo puede salvar al pueblo, tengamos fe/ (¡Morena!) te invito a ser un protagonista, haz tu comité...

Así, con esta alegría, entre aplausos para el cantautor que ganó por concurso el derecho de grabar el himno del Morena, arrancó la sesión de trabajo. A nombre de los estudiosos del campo, Armando Bartra reveló que si bien México legó al mundo la semilla básica del chocolate, actualmente, en todo el país, pocas hectáreas producen cacao. Y tras subrayar que sin organización esta lucha no tiene nervio ni músculo ni sangre, compartió la observación de un agricultor chiapaneco, quien propuso crear el delito de corrupción, inexistente en los códigos penales, y el agravante de impunidad, que tampoco se contempla en ninguna ley.

A su vez, el economista Ramírez de la O habló de los recursos fiscales que pretende obtener el gobierno que el año próximo podría surgir del Morena. Para que todos los productores sean eficientes, y no sólo unos cuantos, dijo, el Estado les venderá energéticos a precios competitivos, creará infraestructura, invertirá en educación y salud y combatirá los monopolios. Impulsará proyectos de desarrollo regional de alto impacto, apoyará la agricultura, la reforestación, la pesca, la ciencia y la tecnología en beneficio de los más desfavorecidos. Eliminará las pensiones de los ex presidentes y los privilegios de la alta burocracia, con lo que se ahorrarán cientos de miles de millones de pesos. Por otra parte, sin imponer el IVA a alimentos y medicinas, pero simplificando el pago de impuestos, la Secretaría de Hacienda captará 500 mil millones de pesos más cada año.

Flores Olea, profesor y diplomático, al esbozar las características de la política exterior del eventual gobierno morenista aseguró que México dejará de ser el sur del norte para volver a ser el norte del sur, en claro rechazo al sometimiento de Los Pinos a la Casa Blanca, y en señal de compromiso con los pueblos de América Latina que luchan por un modelo alterno al neoliberal.

Al antropólogo Díaz-Polanco le tocó definir el punto de vista que el nuevo proyecto tendrá sobre la cultura, y dijo que cuando se habla de alcanzar crecimiento económico, democracia, desarrollo y bienestar, se indica que esto sólo será posible mediante una revolución de las conciencias, sustentada en la cultura del pueblo mexicano, lo que implica, precisó, adoptar medidas profundas en el campo de la educación, la investigación científica y tecnológica y la promoción y la gestión cultural, sin olvidar que sin ética no hay estética.

Única oradora de un grupo de 35 intelectuales en el que había seis mujeres más, Raquel Sosa, secretaria del gobierno legítimo, señaló que se debe refundar el Estado nacional como un espacio para la felicidad y el bienestar en cada una de nuestras comunidades para que finquemos nuestra confianza en sólidas relaciones basadas en el respeto, el aprecio por los demás y la solidaridad verdadera.



Y entonces, antes del discurso de López Obrador, las pantallas electrónicas de la gran bóveda de Reforma, estrenaron el videoclip de Morena, y entre los versos de Byron Barranco apareció un microbús, de la línea Morena por supuesto, al que a su paso por la Avenida Democracia Verdadera se van trepando hombres y mujeres de todas las clases sociales, hasta que el moderno y limpio transporte topa con una carcacha, pintada de blanco y azul, y recoge a sus pasajeros que de muy mal humor piden un aventón que los saque del hoyo en que se encuentran. Morena hija, morena hermana/ morena madre de la nación/ protege la lucha mexicana/ cuida las urnas en la elección//. Que la derecha ya no descuadre/ el resultado de la elección/ para que no nos vengan con fraude/ sólo hace falta organización.

Recalentado el buen humor de la mañana dominguera por las imágenes del videoclip, Andrés Manuel tomó la palabra, vestido de negro con corbata roja, para suscitar numerosas ovaciones mientras leía los 50 puntos del Nuevo Proyecto Alternativo de Nación –los aplausos subieron de tono cuando prometió revisar el TLCAN, democratizar los medios de comunicación, acabar con el cacicazgo de Elba Esther Gordillo, correr a Genaro García Luna, cobrar impuestos a las mineras, construir cinco refinerías, prohibir la siembra de transgénicos, fomentar cooperativas como la de Pascual, apoyar a las comunidades indígenas, impedir que los jóvenes sigan cayendo asesinados por la guerra estúpida de Calderón, entre otros–, pero no sólo ofreció el remedio, sino también el trapito.

Para derrotar a la oligarquía por la vía pacífica y establecer una verdadera democracia, informó que Morena va a crear un comité ciudadano alrededor de cada una de las 65 mil casillas para votar que hay en México, a fin de evitar un nuevo fraude electoral, y reiteró que si a finales de diciembre hay 4 millones de protagonistas del cambio afiliados al movimiento, y en 2012 cada uno de ellos convence a cinco personas más, para julio se podrá contar con 20 millones de ciudadanos que lleven a cabo la transformación del país sin violencia. De todo esto se hablaba ayer por la mañana en el Auditorio Nacional, mientras sin proyecto, ni programa, ni táctica, ni estrategia, ni líder, ni pueblo, en otro lado de la ciudad se deschongaban los que pelean por los despojos del Partido de la Revolución Democrática (PRD).

terça-feira, 22 de março de 2011

La propuesta ecosocialista a la actual crisis global



Fernando de la Cuadra
ALAI

Los últimos acontecimientos que han conmovido al mundo demuestran fehacientemente un fenómeno que viene siendo expuesto y discutido desde hace varias décadas. El agotamiento de un modelo productivista y predatorio que amenaza cada vez con mayor intensidad las bases materiales de la vida sobre el planeta. El cambio climático es un hecho que a estas alturas no podemos negar. Aunque existe un acuerdo casi global entre el mundo científico sobre su inevitabilidad, aún subsiste bastante incertidumbre sobre las consecuencias efectivas que éste puede acarrear. En América Latina se estima que los mayores impactos de estos cambios se abatirán especialmente sobre la agricultura, la pesca y el acceso al agua potable. Tal situación hace aún más evidente la segunda contradicción del capitalismo, es decir, aquella que además de la contradicción clásica entre capital y fuerza de trabajo, plantea una preeminente contradicción entre las fuerzas destructivas y predadoras del capital y la naturaleza.

La temática de los límites ecológicos al crecimiento económico y las interrelaciones entre desarrollo y ambiente fueron reintroducidas en el pensamiento occidental[1] en los años sesenta y principio de los setenta por un grupo importante de teóricos, entre los cuales se pueden destacar Georgescu-Roegen, Kapp, Naess, Sachs y Schumacher. Por ejemplo, en un trabajo pionero de Ernst F. Schumacher “Lo pequeño es hermoso” (Small is Beatiful) publicado en 1973, el economista germano-británico realiza una crítica contundente al modelo productivista de las sociedades occidentales que nos llevaría al descalabro ambiental y de la vida misma, para intentar comprender como humanidad el problema en su totalidad y comenzar a ver las formas de desarrollar nuevos métodos de producción y nuevas pautas de consumo en un estilo de vida diseñado para permanecer y ser sustentable. A pesar de las diferencias de enfoque y la posición más o menos militante de cada uno de estos pensadores, lo que asoma como un aspecto en común a todos ellos es la crítica vehemente al modelo de producción y consumo inherente al desarrollo capitalista.

Dicho modelo, que ha generado un crecimiento exponencial de explotación de los recursos naturales y que estimula un consumismo desenfrenado, especialmente en los países del hemisferio norte, es responsable tanto de provocar un agotamiento de los recursos como de producir toneladas de basura que contaminan diariamente las aguas, el aire y la tierra. [2] Cada año se pierden 14,6 millones de hectáreas de bosques y miles de especies, reduciendo y erosionando irreversiblemente la diversidad biológica. Continúa la devastación de las selvas, con lo cual el mundo pierde anualmente cerca de 17 millones de hectáreas, que equivalen a cuatro veces la extensión de Suiza. Y como no hay árboles que absorban los excedentes de CO2, el efecto invernadero y el recalentamiento se agravan. La capa de ozono, a pesar del Protocolo de Montreal, no se recuperará hasta mediados del siglo XXI. El dióxido de carbono presente en la atmósfera (370 partes por millón) se ha incrementado en un 32% respecto del siglo XIX, alcanzando las mayores concentraciones de los últimos 20 millones de años, y hoy añadimos anualmente a la atmósfera más de 23.000 millones de toneladas de CO2, acelerando el cambio climático. Se prevé que las emisiones de dióxido de carbono aumenten en un 75% entre 1997 y 2020. Cada año emitimos cerca de 100 millones de toneladas de dióxido de azufre, 70 millones de óxidos de nitrógeno, 200 millones de monóxido de carbono y 60 millones de partículas en suspensión, agravando los problemas causados por las lluvias ácidas, el ozono troposférico y la contaminación atmosférica local.

En definitiva, un conjunto de indicadores medioambientales estudiados en las últimas décadas parecen revelar cada vez con mayor claridad que si la humanidad no cambia su estilo de desarrollo, en menos de un siglo colocaremos en serio riesgo la supervivencia del planeta y del género humano. Como nos recuerda Mészáros, a cada nueva fase de postergación forzada, las contradicciones del sistema del capital sólo se pueden agravar, acarreando consigo un peligro aún mayor para nuestra propia sobrevivencia.

Las sucesivas catástrofes ambientales y “climáticas” que viene sufriendo el planeta desde Chernobyl y la reciente tragedia de la planta de Fukushima, permiten sustentar sin exageración que nos encontramos en un estadio avanzado de riesgo fabricado o de crisis estructural, no sólo del capital, sino de la sustentabilidad de la especie. El siglo XXI se ha iniciado con una impronta catastrófica, con un grado de desastres ecológicos y naturales sin precedentes en la historia mundial.[3] Ante este panorama incierto y desolador han surgido diversas iniciativas (como la Conferencia Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático) que buscan construir alternativas al modelo productivista, predador y explotador actualmente imperante. El ecosocialismo contemporáneo nace precisamente como una respuesta a esta dimensión autodestructiva del capitalismo y se plantea como una alternativa racional y factible ante la crisis socioambiental y civilizatoria que enfrenta la humanidad.

Tal como expone el Manifiesto Ecosocialista redactado por Kovel e Löwy, “la crisis ecológica y la crisis de deterioro social están profundamente entrelazadas y deberían ser visualizadas como diversas expresiones de las mismas fuerzas estructurales que conforman la dinámica y expansión del sistema capitalista mundial. Esta crisis tendría su origen, primeramente, en el proceso de industrialización acelerado que supera la capacidad de la tierra para procesarlo, amortiguarlo y contenerlo, y, junto con ello, como parte del proceso de globalización, con todas las consecuencias y efectos desintegradores en las sociedades donde se impone. (…) El sistema capitalista actual no puede regular la crisis que él mismo ha puesto en marcha, ni mucho menos superarla. El sistema no puede solucionar la crisis ecológica porque hacerlo requiere fijar límites a la acumulación, lo cual es una opción inaceptable para un sistema social sustentado sobre el imperativo de crecer o morir. En suma, el sistema capitalista mundial está históricamente arruinado y en términos ecológicos es profundamente insostenible; hay que cambiarlo o reemplazarlo, si se pretende que el futuro sea digno de vivirse.”

De esta manera, el ecosocialismo busca romper drásticamente con las prácticas destructivas y las formas predadoras que derivan de un modo de producción y consumo altamente demandante de recursos naturales y humanos. La respuesta ecosocialista representa una ruptura tanto con el modelo expansionista del capital como con la perspectiva productivista del ‘socialismo real’. Para los ecosocialistas, ya sea la lógica del mercado y del lucro, así como el productivismo burocrático del marxismo economicista vulgar, son considerados modelos absolutamente incompatibles con la urgente e impostergable exigencia de preservación del medio ambiente.

Algunos detractores de esta corriente han señalado que la concepción ecosocialista es una utopía, una mera fantasía, creacionismo literario sin base científica ni viabilidad para ser llevada a la práctica. Sin embargo, inclusive si hacemos una lectura rápida sobre el futuro del planeta, podremos arribar directamente a la conclusión de que es apremiante repensar, en primer lugar, la actual matriz energética utilizada para hacer “funcionar” la tierra. La dependencia y el uso desmedido de los combustibles fósiles no solamente poseen efectos desastrosos directos sobre los ecosistemas, sino que además provocan permanentes y sangrientos conflictos por el control de los recursos petrolíferos. Entonces el ecosocialismo incorpora necesariamente una propuesta sobre otras fuentes de energía limpia y renovable que altere radicalmente el mito y la relación de dominación/usufructo/destrucción del hombre sobre la naturaleza.

Además, la utilización de energías alternativas (geotérmica, solar, eólica, etc.) debe ser acompañada por un debate amplio respecto a la misma noción de progreso/desarrollo basado preferentemente en el crecimiento económico.[4] La idea del decrecimiento puede también ser considerada ilusa, una suerte de filosofía ingenua y retrograda, pero las recientes evidencias sobre la devastación del planeta pueden apuntar en otra dirección: la alternativa por el decrecimiento y la discusión sobre el poder y la desigual distribución del uso de los recursos naturales deberá ser con seguridad parte imprescindible de cualquier agenda que pretenda discutir el futuro de la humanidad. En ese sentido, el debate sobre el decrecimiento también puede ser considerado parte de la construcción de un proyecto ecologista y socialista, puesto que incluye en su cerne la concepción de que es preciso avanzar hacia una modalidad diferente de funcionamiento de la sociedad, más democrática, igualitaria, participativa y que redefina drásticamente el actual modelo de producción y consumo, intentando alcanzar el bienestar de todos en el marco de un nuevo relacionamiento de la humanidad con la naturaleza.

De esta manera, tanto el socialismo ecológico como la perspectiva del decrecimiento representan una reorganización de la vida en muchos ámbitos, suponen renunciar al consumo artificial para emprender un consumo auto-limitado y adecuado a las necesidades reales de las personas, suponen pensar en el uso de energías alternativas y limpias, suponen reducir la huella ecológica a través de actividades en escala local y de relaciones más equitativas entre los miembros de una comunidad.

En síntesis, ecosocialismo, decrecimiento o Sumak Kawsay, buscan centralmente reflexionar sobre las estrategias que se vienen construyendo en función de revertir las consecuencias deletéreas del actual patrón de producción y consumo, para formular un cambio a nivel civilizatorio que permita aspirar a un “buen vivir” en un marco de respeto a los pueblos y la naturaleza.

NOTAS
[1] Nos referimos a una reintroducción, pues consideramos que en el origen de estas preocupaciones se encuentra la obra anticipatoria de un contemporáneo de Marx, William Morris, el cual ya había introducido elementos de una visión ecosocialista en sus escritos, especialmente en su novela utópica Noticias de ninguna parte.
[2] Por ejemplo, se calcula que si el consumo medio de energía de Estados Unidos fuese generalizado para el conjunto de la población mundial, las reservas conocidas de petróleo se agotarían en sólo 19 días.
[3] Un informe de Estrategia Internacional para la Reducción de Desastres (EIRD) organismo de Naciones Unidas, señaló que 2010 fue el año en el que se registraron la mayor cantidad de desastres naturales en las últimas tres décadas, siendo que el número de personas que perdieron la vida por estos siniestros alcanzó la cifra de 300 mil víctimas.
[4] Desde hace una década, surgió un debate que ha ido ganando espacio en medios académicos y en la sociedad civil sobre la urgente necesidad de reemplazar el patrón de crecimiento actualmente vigente por un modelo de ‘decrecimiento’ sustentable.

segunda-feira, 21 de março de 2011

El presidente Obama visita Chile



Jorge Arrate
Le Monde diplomatique


Los grandes desafíos de los años sesenta tienen una fecha memorable: el 1 de enero de 1959, cuando la Revolución Cubana propuso otro horizonte a los latinoamericanos. En un continente plagado de dictaduras -muchas de ellas una asociación ilícita entre militares corruptos y empresas estadounidenses- Germán Arciniegas había registrado esa odiosa realidad política en su influyente y censurado libro “Entre la libertad y el miedo”. Por otra parte, Juan José Arévalo, el antecesor del presidente de Guatemala Jacobo Arbenz derrocado en 1954, describía la relación entre Estados Unidos y América Latina en su famoso texto que llevaba el sugerente título de “La fábula del tiburón y las sardinas”. La Revolución Cubana rompió ese destino odioso al que parecían condenados muchos de los países latinoamericanos y, en Chile, donde subsistían formas políticas democráticas, hizo que la tercera candidatura presidencial de Allende, la de 1964, adquiriera un nuevo tinte y fuera vista por todo el continente como otro desafío frontal a la dominación norteamericana. El triunfo de 1970, el gobierno de la Unidad Popular y su culminación, el sangriento golpe de 1973, comprobadamente urdido e incentivado por la CIA y el gobierno Nixon, confirmaron una vez más el enorme poderío de los patrones del “patio trasero”.

Los años sesenta fueron también años de conmoción en los Estados Unidos. John Kennedy pareció abrir alguna expectativa promisoria, desmentida pronto por la invasión de Bahía Cochinos. Pero la tensión ciudadana en los Estados Unidos era arrolladora. La tenaz lucha por los derechos civiles y particularmente contra la discriminación racial convertiría, especialmente a los estados del sur, en territorios de duro enfrentamiento. La guerra de Vietnam convocaría cada día más voluntades, especialmente de jóvenes, a constituir un movimiento de gran magnitud por la paz. La lucha por la libertad de expresión en los campus universitarios, surgida en Berkeley en 1967, abriría el camino a la ola de explosiones estudiantiles posteriores, tanto en Estados Unidos como en Europa y América Latina. El macartismo de los cincuenta y la odiosa persecución anticomunista parecían en retroceso frente a fuerzas sociales y culturales poderosas. La irrupción del rock reconocía el rol expresivo y originalidad del propio cuerpo, el movimiento hippie con su perfil anticonsumista florecía precisamente en el mercado más grande y potente del mundo, la píldora anticonceptiva sustentaba una revolución sexual generalizada, emergía la demanda por derechos plenos de aquellos con una opción sexual diferente de las admitidas, el pensamiento de izquierda retomaba fuerza en las universidades, desde liberales de avanzada como Galbraith, pasando por académicas e ideólogas del movimiento feminista, hasta la inolvidable Monthly Review, donde escribían los marxistas Paul Baran, Leo Huberman, Paul Sweezy y muchos otros que fueron señeros en la formación política de generaciones de norte, centro y sudamericanos.

Traigo a colación estas memorias porque el Presidente Obama visita Chile y pienso que un afroamericano como él, hijo de africano y nacido en Hawai, que ha de haber conocido en carne propia, incluso en su nivel de estudiante de élite, muchas formas de discriminación, no existiría en esa investidura, la de Presidente, si no fuera por la larga lucha de distintos sectores de la sociedad norteamericana por un país más libre e igualitario. En los años sesenta murieron asesinados Robert Kennedy, que forzó la integración racial en el sistema educacional, y miembros de los Panteras Negras, Malcolm X y Martin Luther King, con concepciones en muchos sentidos contrapuestas entre sí pero convergentes en la vigencia y universalidad de los derechos civiles. La plenitud de su reconocimiento está aún lejana pero el avance registrado es muy grande y explica que un afroamericano ocupe la Casa Blanca. Hace cincuenta años habría sido un despropósito pensar que Estados Unidos pudiera elegir un presidente de raza negra. Lo impensado ha ocurrido y es innegable que la elección de Barack Obama constituyó un hito en el proceso de lucha cultural por sociedades más igualitarias.

Sin embargo, esta constatación no puede ocultar que el Presidente Obama representa un sistema económico y político que es el sostén de un mundo hoy día más desigual que hace cincuenta años, tanto entre continentes y países como dentro de cada uno de los estados, donde la guerra sigue siendo una monstruosidad de la vida diaria y en que el predominio de los grandes poderes económicos radicados en Estados Unidos y otras potencias del hemisferio norte han configurado lo que llamamos “globalización”, los conglomerados que conocemos como “transnacionales” y la visión que crecientemente hemos denunciado como “depredadora”. En América hay varios acontecimientos políticos ocurridos en el siglo XXI que marcan hitos culturales. Un obrero metalúrgico auténtico, Lula, es electo Presidente de Brasil. Un indígena, Evo, llega a la presidencia de Bolivia. Mujeres, Bachelet en Chile, Cristina Fernández en Argentina, son electas por voto popular para presidir sus estados. Obama, un afroamericano, llega a la presidencia del país más poderoso del mundo, donde los afroamericanos son una minoría. Pero todos asumen una tarea que conlleva la representación de estado y, por lo tanto, de uno u otro modo, encarnan una historia y, no cabe duda en el caso del Presidente Obama, un régimen que él se ha comprometido a administrar y defender.

En la realidad estadounidense las voces de izquierda y la fuerza de los movimientos sociales y culturales de pacifistas, feministas, alternativos, ecologistas, antidiscriminadores, marxistas, consumidores y libertarios, han perdido fuerza refugiándose fragmentadamente en ONGs, publicaciones de baja circulación, universidades, mini movimientos políticos o en sectores del Partido Demócrata. Un sistema político de “alternancia binominal” -demócratas o republicanos, republicanos o demócratas- y la influencia decisiva de los intereses económicos en la política se han consolidado. Sólo un senador independiente, por el estado de Vermont, se declara socialista en los Estados Unidos. No hay una izquierda mínimamente coordinada, ni política ni social, sino muchos fragmentos. La “opción del mal menor” se asentó de tal manera que es difícil avizorar un futuro en que pueda emerger allí una fuerza de avanzada social con un rol protagónico. El sistema conduce, además, como en otra escala ocurrió también con Bachelet, a que el poder se ejerza dentro de márgenes ajustados, precisamente los límites que garantizan una estabilidad fuertemente conservadora.

No sé si el Presidente Obama quisiera ir más allá de lo que ha ido o si está satisfecho de su propio gobierno. Cuando era senador votó contra la guerra en Irak en una postura de franca minoría y siendo Presidente la terminó, pero escaló las acciones en Afganistán. Quiso realizar una reforma de salud de impronta igualitaria y debió transigir puntos clave. Se propuso cerrar Guantánamo y no pudo, aunque ha dicho que mantiene su promesa. Lo que está claro es que, si efectivamente quisiera alcanzar logros únicos, que marquen hitos, está severamente ajustado por el sistema político de su país porque en definitiva debe representarlo, a ese sistema y al nudo de poder económico que ejerce el poder en Estados Unidos y en el mundo.

Una trágica coincidencia dispone que la visita del Presidente Obama ocurra cuando el uso de la energía nuclear ha mostrado sus falencias y su carácter de horrenda amenaza. El gobierno chileno ha resuelto perseverar en la firma de un acuerdo de cooperación nuclear y ha sido receptivo de la decidora iniciativa norteamericana firmarlo sin la presencia de los Presidentes y antes del viaje del norteamericano. Además, el gobierno chileno ha resuelto hacerlo prácticamente a escondidas, en la ceremonia más privada posible. Detrás de este acuerdo están las grandes empresas que fabrican y venden reactores nucleares -una tecnología derivada del uso principal de esa energía, o sea el uso militar- y los pequeños grandes poderes económicos que gobiernan Chile, que impulsan un crecimiento a cualquier costo justificándolo con la necesidad de terminar la pobreza aunque sus resultados sean ensanchar las desigualdades. El acuerdo mostrará el alcance y extensión de los intereses que comandan el sistema globalizado en que vivimos y de su desgraciado modo de funcionar. Como chilenos debemos lamentar que el Presidente Obama represente aquello y avergonzarnos de la impúdica ansiedad de nuestro gobierno.

Vuelvo al comienzo. Cuando surgió la Revolución Cubana en 1959, Estados Unidos estableció al poco tiempo el bloqueo económico que supera ya el medio siglo de existencia. De este modo condicionó severamente el curso del proceso cubano y lo condiciona hasta hoy. El bloqueo ha sido rechazado por todo el mundo, incluyendo países que Estados Unidos considera sus aliados. Nadie podría esperar que el Presidente Obama cambie el curso de los acontecimientos mundiales en un sentido socialista y que abandone la representación que tiene y que obviamente asume. Pero, si efectivamente está dentro de sus márgenes y es su voluntad iniciar otra era en las relaciones hemisféricas, debiera empezar por levantar el bloqueo a Cuba. Si lo hiciera, además, tributaría un reconocimiento a todos aquellos que en los años sesenta abrieron el sendero para que un afroamericano fuera alguna vez Presidente de los Estados Unidos.

domingo, 20 de março de 2011

Peligros de la intervención humanitaria en Libia



Robert Fisk
The Independent


Conque vamos a tomar todas las medidas necesarias para proteger a los civiles libios, ¿cierto? Lástima que no se nos haya ocurrido hace 42 años. O 41 años. O… bueno, ustedes saben el resto. Y no nos dejemos engañar sobre lo que en realidad significa la resolución del Consejo de Seguridad. Una vez más, será el cambio de régimen. Y así como en Irak –para usar una de las únicas frases memorables de Tom Friedman en ese tiempo–, cuando el último dictador se vaya, ¿quién sabe qué clase de murciélagos saldrán de la caja?

Y luego de Túnez y de Egipto, tenía que ser Libia, ¿verdad? Los árabes de África del norte demandan libertad, democracia, no más opresión. Sí, eso es lo que tienen en común. Pero otra cosa que esas naciones tienen en común es que fuimos nosotros, los occidentales, quienes alimentamos a sus dictaduras década tras década. Los franceses acurrucaron a Ben Alí, los estadunidenses apapacharon a Mubarak y los italianos arroparon a Kadafi hasta que nuestro glorioso líder fue a resucitarlo de entre los muertos políticos.

¿Sería por eso, me pregunto, que no habíamos sabido de lord Blair de Isfaján en fechas recientes? Sin duda debería haber estado allí, aplaudiendo con júbilo ante una nueva intervención humanitaria. Tal vez sólo está tomando un descanso entre episodios. O tal vez, como los dragones en La reina de las hadas, de Spenser, está vomitando en silencio panfletos católicos con todo el entusiasmo de un Kadafi en pleno impulso.

Abramos el telón apenas un poco y observemos la oscuridad que hay detrás. Sí, Kadafi es un orate absoluto, un lunático del nivel de Ajmadineyad de Irán o Lieberman de Israel, quien una vez, por cierto, se puso a fanfarronear con que Mubarak podía irse al infierno, pero se puso a temblar de miedo cuando Mubarak fue en verdad lanzado en esa dirección. Y existe un elemento racista en todo esto.

Medio Oriente parece producir estos personajes… en oposición a Europa, que en los 100 años pasados sólo ha producido a Berlusconi, Mussolini, Stalin y el chaparrito aquel que era cabo en la infantería de reserva del 16 regimiento bávaro y que de plano perdió el seso cuando resultó electo canciller en 1933… pero ahora estamos volviendo a limpiar Medio Oriente y podemos olvidar nuestro propio pasado colonial en este recinto de arena. Y por qué no, cuando Kadafi dice a la gente de Bengasi: “iremos zenga, zenga (callejón por callejón), casa por casa, cuarto por cuarto”. Sin duda es una intervención humanitaria que de veras, de veritas es una buena idea. Después de todo, no habrá tropas en tierra.

Desde luego, si esta revolución fuese suprimida con violencia en, digamos, Mauritania, no creo que exigiéramos zonas de exclusión aérea. Ni en Costa de Marfil, pensándolo bien. Ni en ningún otro lugar de África que no tuviera depósitos de petróleo, gas o minerales o careciera de importancia en nuestra protección de Israel, la cual es la verdadera razón de que Egipto nos importe tanto.

Enumeremos algunas cosas que podrían resultar mal; demos una mirada de soslayo a esos murciélagos que aún anidan en el reluciente y húmedo interior de su caja. Supongamos que Kadafi se aferra en Trípoli y que británicos, franceses y estadunidenses destruyen sus aviones, vuelan sus aeropuertos, asaltan sus baterías de vehículos blindadas y misiles y él sencillamente no desaparece. El jueves observé cómo, poco antes de la votación en la ONU, el Pentágono comenzaba a ilustrar a los periodistas sobre los peligros de toda la operación, precisando que podría llevar días instalar una zona de exclusión aérea.

Luego está la truculencia y villanía de Kadafi mismo. Las vimos este viernes, cuando su ministro del Exterior anunció el cese del fuego y el fin de todas las operaciones militares, sabiendo perfectamente, por supuesto, que una fuerza de la OTAN decidida al cambio de régimen no lo aceptaría y que eso permitiría a Kadafi presentarse como un líder árabe amante de la paz que es víctima de la agresión de Occidente: Omar Mujtar vive de nuevo.

¿Y qué tal si sencillamente no llegamos a tiempo, si los tanques de Kadafi siguen avanzando? Entonces enviamos mercenarios a ayudar a los rebeldes. ¿Nos instalamos temporalmente en Bengasi, con consejeros, ONG y la acostumbrada palabrería diplomática? Nótese cómo, en este momento crítico, no hablamos ya de las tribus de Libia, ese curtido pueblo guerrero que invocamos con entusiasmo hace un par de semanas. Ahora hablamos de la necesidad de proteger al pueblo de Libia, ya sin registrar a los Senoussi, el grupo más poderoso de familias tribales de Bengasi, cuyos hombres han librado gran parte de los combates. El rey Idris, derrocado por Kadafi en 1969, era Senoussi. La bandera rebelde roja, blanca y verde –la vieja bandera de la Libia prerrevolucionaria– es de hecho la bandera de Idris, una bandera Senoussi.

Ahora supongamos que los insurrectos llegan a Trípoli (el punto clave de todo el ejercicio, ¿no es así?): ¿serán bienvenidos allí? Sí, hubo protestas en la capital, pero muchos de esos valientes manifestantes venían de Bengasi. ¿Qué harán los partidarios de Kadafi? ¿Se disgregarán? ¿Se darán cuenta de pronto de que siempre sí odiaban a Kadafi y se unirán a la revolución? ¿O continuarán la guerra civil?

¿Y si los rebeldes entran a Trípoli y deciden que Kadafi y su demente hijo Saif al-Islam deben recibir su merecido, junto con sus matones? ¿Vamos a cerrar los ojos a las matanzas de represalia, a los ahorcamientos públicos, a tratos como los que los criminales de Kadafi han infligido durante tantos años? Me pregunto. Libia no es Egipto. Una vez más, Kadafi es un chiflado y, dado su extraño desempeño con su Libro Verde en el balcón de su casa bombardeada, es probable que de cuando en cuando también monte en cólera.

También está el peligro de que las cosas salgan mal de nuestro lado: las bombas que caen sobre civiles, los aviones de la OTAN que pueden ser derribados o estrellarse en territorio de Kadafi, la súbita sospecha entre los rebeldes/el pueblo libio/los manifestantes por la democracia de que la ayuda de Occidente tiene, después de todo, propósitos ulteriores. Y luego hay una aburrida regla universal en todo esto: en el segundo en que se emplean las armas contra otro gobierno, por mucha razón que se tenga, las cosas empiezan a desencadenarse. Después de todo, los mismos rebeldes que la mañana del jueves expresaban su furia ante la indiferencia de París ondeaban banderas francesas la noche de ese día en Bengasi. ¡Viva Estados Unidos! Hasta que…

Conozco los viejos argumentos. Por mala que haya sido nuestra conducta en el pasado, ¿qué debemos hacer ahora? Es un poco tarde para preguntar eso. Amábamos a Kadafi cuando llegó al poder en 1969 y luego, cuando mostró ser un orate, lo odiamos; después lo volvimos a amar –hablo de cuando lord Blair le estrechó las manos– y ahora lo odiamos de nuevo. ¿Acaso Arafat no tuvo un similar historial de altibajos para los israelíes y los estadunidenses? Primero era un superterrorista que anhelaba destruir a Israel, luego un superestadista que estrechó las manos de Yitzhak Rabin, y luego de nuevo se volvió un superterrorista cuando se dio cuenta de que había sido engañado sobre el futuro de Palestina.

Algo que podemos hacer es ubicar a los Kadafi y Saddam del porvenir que alimentamos hoy, los futuros dementes sádicos de la cámara de torturas que cultivan a sus jóvenes vampiros con nuestra ayuda económica. En Uzbekistán, por ejemplo. Y en Turkmenistán, Tayikistán, Chechenia y otros por el estilo. Hombres con los que tenemos que tratar, que nos venderán petróleo, nos comprarán armas y mantendrán a raya a los terroristas musulmanes.

Todo es tan conocido que fastidia. Y ahora estamos de nuevo en ello, dando puñetazos en el escritorio en unidad espiritual. No tenemos muchas opciones, a menos que queramos ver otro Srebrenica, ¿verdad? Pero un momento: ¿acaso aquello no ocurrió mucho después de que impusimos nuestra zona de exclusión aérea en Bosnia?

sábado, 19 de março de 2011

Zona de exclusión sobre Libia


Italia se prepara



Elena Llorente
Página 12


Italia ofrecerá siete bases militares y algunas naves para que la “no fly zone”, impuesta por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas contra Libia, sea respetada. Pero al mismo tiempo es consciente de ser candidata por excelencia, por su proximidad con el país nordafricano y por sus precedentes históricos, a una eventual represalia de parte del régimen de Muammar Khadafi. El anuncio lo hicieron el canciller Franco Frattini y el ministro de Defensa, Ignazio La Russa, al concluir una reunión del consejo de ministros y luego de que el tema fuera tratado por las comisiones de Defensa del Senado y de la Cámara de Diputados.

Italia “participará activamente” de la puesta en práctica de la resolución de la ONU y autoriza el uso de “sus bases y no sólo eso”, dijo Frattini. “Compartimos plenamente la resolución de la ONU”, insistió, anunciando el cierre de la embajada italiana en Trípoli. En cambio, el gobierno decidió mantener abierto el consulado en Benghazi, localidad todavía en manos de los insurgentes. Las bases están repartidas por todo el territorio nacional y podrán ser utilizadas “sin ninguna restricción, pero el Parlamento y el presidente de la República serán permanentemente informados”, dijo el ministro de Defensa. Dos de esas bases están situadas en Sicilia, otras dos en las islas de Cerdeña y Pantelleria y las demás en el continente. El portaaviones Garibaldi ya habría zarpado del puerto de Taranto, en el sur de la península, para anclarse en Sicilia mientras la nave Libra atracará en un puerto libio llevando ayuda humanitaria. Otra nave, la Andrea Doria, podría ser usada para la defensa aérea.

La decisión del gobierno italiano no tuvo, sin embargo, toda la unidad que esperaba. La Liga Norte, principal aliado del premier Silvio Berlusconi, se abstuvo en las comisiones parlamentarias cuando llegó el momento de votar sobre la colaboración italiana, argumentando, según palabras del líder de ese partido, Umberto Bossi, que ellos se sienten “cercanos a la posición de Alemania”. Bossi se refería a la abstención de Alemania en el Consejo de Seguridad. El principal partido de oposición, el Partido Democrático (PD), se declaró por su parte de acuerdo en tomar medidas, siempre que estén “dentro de los límites de la resolución de la ONU”.

La discusión abierta ahora es para definir si la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) debe intervenir como tal o si sólo los países que han decidido colaborar con la resolución de la ONU –en principio Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia e Italia– deben hacerlo. “Ninguna iniciativa en esta área puede ser tomada sin el consenso de Italia. Nadie puede pensar en hacer algo si nosotros no estamos de acuerdo. Pero corremos el riesgo de reacciones y por eso es necesario pedir que se active un dispositivo de protección de parte de la OTAN. Una red de seguridad es indispensable”, dijo el dirigente del PD Massimo D’Alema.

D’Alema se refería a las relaciones de amor-odio que han caracterizado el vínculo Italia-Libia en los últimos 40 años. El líder libio expropió los bienes de los italianos residentes en su país y los expulsó de su territorio, pero con sucesivos tratados bilaterales, el último en 2008, las relaciones fueron mejorando. Italia incluso se comprometió a pagar una considerable suma como reparación histórica por haber colonizado a Libia.

sexta-feira, 18 de março de 2011

Fukushima marca un punto de inflexión


Editorial
Gara


Cualquier comentario sobre las múltiples calamidades a las que se está enfrentando Japón debe comenzar por la impresionante escala de vidas perdidas. Miles de muertos o desaparecidos, cientos de miles sin hogar, pueblos enteros borrados del mapa y ahora una catástrofe nuclear que parece descontrolada y amenaza con liberar enormes niveles de radioactividad. El verdadero alcance del desastre que continúa activo en las planta nuclear de Fukushima es todavía desconocido.

Las informaciones sobre el terreno son contradictorias y nadie parece estar en disposición de saber el alcance real de las explosiones que no cesan y el humo blanco dispersado hacia el cielo que las televisiones muestran. Sin embargo, el hecho de que el emperador Akihito se dirigiera al país en un discurso televisado sin precedentes en la historia –ni siquiera en el devastador terremoto de Kobe de 1995– no deja lugar a dudas sobre la magnitud de los hechos: la peor catástrofe nuclear del siglo XXI, provocada por el peor terremoto de la historia de Japón.

El hecho de que haya ocurrido en el país de los robots y los coches eléctricos marca un punto de inflexión en la historia de la tecnología. Fukushima simboliza el final del sueño de una energía nuclear manejable y la realización de que esta forma de energía ni se tiene ni nunca se tendrá bajo control total. Japón se ha convertido, una vez más, en símbolo del poder arrollador de la energía atómica. Hiroshima marcó el terrible comienzo de la era nuclear en términos militares. 70 años después, Fukushima marca el principio del fin en términos de uso civil.

Fukushima es ya un acontecimiento de implicaciones globales en términos simbólicos, económicos y políticos comparable al que supuso el 11-S. El 11 de septiembre de 2001 significó para Occidente su vulnerabilidad, el hecho de enfrentarse a un mundo que escapaba a su control. El 11 de marzo de 2011 significó que la idea de un poder nuclear controlable no puede seguir siendo apoyada. Simboliza lo vulnerable que es el imposible anhelo de una energía nuclear totalmente controlable.