terça-feira, 22 de março de 2011

La propuesta ecosocialista a la actual crisis global



Fernando de la Cuadra
ALAI

Los últimos acontecimientos que han conmovido al mundo demuestran fehacientemente un fenómeno que viene siendo expuesto y discutido desde hace varias décadas. El agotamiento de un modelo productivista y predatorio que amenaza cada vez con mayor intensidad las bases materiales de la vida sobre el planeta. El cambio climático es un hecho que a estas alturas no podemos negar. Aunque existe un acuerdo casi global entre el mundo científico sobre su inevitabilidad, aún subsiste bastante incertidumbre sobre las consecuencias efectivas que éste puede acarrear. En América Latina se estima que los mayores impactos de estos cambios se abatirán especialmente sobre la agricultura, la pesca y el acceso al agua potable. Tal situación hace aún más evidente la segunda contradicción del capitalismo, es decir, aquella que además de la contradicción clásica entre capital y fuerza de trabajo, plantea una preeminente contradicción entre las fuerzas destructivas y predadoras del capital y la naturaleza.

La temática de los límites ecológicos al crecimiento económico y las interrelaciones entre desarrollo y ambiente fueron reintroducidas en el pensamiento occidental[1] en los años sesenta y principio de los setenta por un grupo importante de teóricos, entre los cuales se pueden destacar Georgescu-Roegen, Kapp, Naess, Sachs y Schumacher. Por ejemplo, en un trabajo pionero de Ernst F. Schumacher “Lo pequeño es hermoso” (Small is Beatiful) publicado en 1973, el economista germano-británico realiza una crítica contundente al modelo productivista de las sociedades occidentales que nos llevaría al descalabro ambiental y de la vida misma, para intentar comprender como humanidad el problema en su totalidad y comenzar a ver las formas de desarrollar nuevos métodos de producción y nuevas pautas de consumo en un estilo de vida diseñado para permanecer y ser sustentable. A pesar de las diferencias de enfoque y la posición más o menos militante de cada uno de estos pensadores, lo que asoma como un aspecto en común a todos ellos es la crítica vehemente al modelo de producción y consumo inherente al desarrollo capitalista.

Dicho modelo, que ha generado un crecimiento exponencial de explotación de los recursos naturales y que estimula un consumismo desenfrenado, especialmente en los países del hemisferio norte, es responsable tanto de provocar un agotamiento de los recursos como de producir toneladas de basura que contaminan diariamente las aguas, el aire y la tierra. [2] Cada año se pierden 14,6 millones de hectáreas de bosques y miles de especies, reduciendo y erosionando irreversiblemente la diversidad biológica. Continúa la devastación de las selvas, con lo cual el mundo pierde anualmente cerca de 17 millones de hectáreas, que equivalen a cuatro veces la extensión de Suiza. Y como no hay árboles que absorban los excedentes de CO2, el efecto invernadero y el recalentamiento se agravan. La capa de ozono, a pesar del Protocolo de Montreal, no se recuperará hasta mediados del siglo XXI. El dióxido de carbono presente en la atmósfera (370 partes por millón) se ha incrementado en un 32% respecto del siglo XIX, alcanzando las mayores concentraciones de los últimos 20 millones de años, y hoy añadimos anualmente a la atmósfera más de 23.000 millones de toneladas de CO2, acelerando el cambio climático. Se prevé que las emisiones de dióxido de carbono aumenten en un 75% entre 1997 y 2020. Cada año emitimos cerca de 100 millones de toneladas de dióxido de azufre, 70 millones de óxidos de nitrógeno, 200 millones de monóxido de carbono y 60 millones de partículas en suspensión, agravando los problemas causados por las lluvias ácidas, el ozono troposférico y la contaminación atmosférica local.

En definitiva, un conjunto de indicadores medioambientales estudiados en las últimas décadas parecen revelar cada vez con mayor claridad que si la humanidad no cambia su estilo de desarrollo, en menos de un siglo colocaremos en serio riesgo la supervivencia del planeta y del género humano. Como nos recuerda Mészáros, a cada nueva fase de postergación forzada, las contradicciones del sistema del capital sólo se pueden agravar, acarreando consigo un peligro aún mayor para nuestra propia sobrevivencia.

Las sucesivas catástrofes ambientales y “climáticas” que viene sufriendo el planeta desde Chernobyl y la reciente tragedia de la planta de Fukushima, permiten sustentar sin exageración que nos encontramos en un estadio avanzado de riesgo fabricado o de crisis estructural, no sólo del capital, sino de la sustentabilidad de la especie. El siglo XXI se ha iniciado con una impronta catastrófica, con un grado de desastres ecológicos y naturales sin precedentes en la historia mundial.[3] Ante este panorama incierto y desolador han surgido diversas iniciativas (como la Conferencia Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático) que buscan construir alternativas al modelo productivista, predador y explotador actualmente imperante. El ecosocialismo contemporáneo nace precisamente como una respuesta a esta dimensión autodestructiva del capitalismo y se plantea como una alternativa racional y factible ante la crisis socioambiental y civilizatoria que enfrenta la humanidad.

Tal como expone el Manifiesto Ecosocialista redactado por Kovel e Löwy, “la crisis ecológica y la crisis de deterioro social están profundamente entrelazadas y deberían ser visualizadas como diversas expresiones de las mismas fuerzas estructurales que conforman la dinámica y expansión del sistema capitalista mundial. Esta crisis tendría su origen, primeramente, en el proceso de industrialización acelerado que supera la capacidad de la tierra para procesarlo, amortiguarlo y contenerlo, y, junto con ello, como parte del proceso de globalización, con todas las consecuencias y efectos desintegradores en las sociedades donde se impone. (…) El sistema capitalista actual no puede regular la crisis que él mismo ha puesto en marcha, ni mucho menos superarla. El sistema no puede solucionar la crisis ecológica porque hacerlo requiere fijar límites a la acumulación, lo cual es una opción inaceptable para un sistema social sustentado sobre el imperativo de crecer o morir. En suma, el sistema capitalista mundial está históricamente arruinado y en términos ecológicos es profundamente insostenible; hay que cambiarlo o reemplazarlo, si se pretende que el futuro sea digno de vivirse.”

De esta manera, el ecosocialismo busca romper drásticamente con las prácticas destructivas y las formas predadoras que derivan de un modo de producción y consumo altamente demandante de recursos naturales y humanos. La respuesta ecosocialista representa una ruptura tanto con el modelo expansionista del capital como con la perspectiva productivista del ‘socialismo real’. Para los ecosocialistas, ya sea la lógica del mercado y del lucro, así como el productivismo burocrático del marxismo economicista vulgar, son considerados modelos absolutamente incompatibles con la urgente e impostergable exigencia de preservación del medio ambiente.

Algunos detractores de esta corriente han señalado que la concepción ecosocialista es una utopía, una mera fantasía, creacionismo literario sin base científica ni viabilidad para ser llevada a la práctica. Sin embargo, inclusive si hacemos una lectura rápida sobre el futuro del planeta, podremos arribar directamente a la conclusión de que es apremiante repensar, en primer lugar, la actual matriz energética utilizada para hacer “funcionar” la tierra. La dependencia y el uso desmedido de los combustibles fósiles no solamente poseen efectos desastrosos directos sobre los ecosistemas, sino que además provocan permanentes y sangrientos conflictos por el control de los recursos petrolíferos. Entonces el ecosocialismo incorpora necesariamente una propuesta sobre otras fuentes de energía limpia y renovable que altere radicalmente el mito y la relación de dominación/usufructo/destrucción del hombre sobre la naturaleza.

Además, la utilización de energías alternativas (geotérmica, solar, eólica, etc.) debe ser acompañada por un debate amplio respecto a la misma noción de progreso/desarrollo basado preferentemente en el crecimiento económico.[4] La idea del decrecimiento puede también ser considerada ilusa, una suerte de filosofía ingenua y retrograda, pero las recientes evidencias sobre la devastación del planeta pueden apuntar en otra dirección: la alternativa por el decrecimiento y la discusión sobre el poder y la desigual distribución del uso de los recursos naturales deberá ser con seguridad parte imprescindible de cualquier agenda que pretenda discutir el futuro de la humanidad. En ese sentido, el debate sobre el decrecimiento también puede ser considerado parte de la construcción de un proyecto ecologista y socialista, puesto que incluye en su cerne la concepción de que es preciso avanzar hacia una modalidad diferente de funcionamiento de la sociedad, más democrática, igualitaria, participativa y que redefina drásticamente el actual modelo de producción y consumo, intentando alcanzar el bienestar de todos en el marco de un nuevo relacionamiento de la humanidad con la naturaleza.

De esta manera, tanto el socialismo ecológico como la perspectiva del decrecimiento representan una reorganización de la vida en muchos ámbitos, suponen renunciar al consumo artificial para emprender un consumo auto-limitado y adecuado a las necesidades reales de las personas, suponen pensar en el uso de energías alternativas y limpias, suponen reducir la huella ecológica a través de actividades en escala local y de relaciones más equitativas entre los miembros de una comunidad.

En síntesis, ecosocialismo, decrecimiento o Sumak Kawsay, buscan centralmente reflexionar sobre las estrategias que se vienen construyendo en función de revertir las consecuencias deletéreas del actual patrón de producción y consumo, para formular un cambio a nivel civilizatorio que permita aspirar a un “buen vivir” en un marco de respeto a los pueblos y la naturaleza.

NOTAS
[1] Nos referimos a una reintroducción, pues consideramos que en el origen de estas preocupaciones se encuentra la obra anticipatoria de un contemporáneo de Marx, William Morris, el cual ya había introducido elementos de una visión ecosocialista en sus escritos, especialmente en su novela utópica Noticias de ninguna parte.
[2] Por ejemplo, se calcula que si el consumo medio de energía de Estados Unidos fuese generalizado para el conjunto de la población mundial, las reservas conocidas de petróleo se agotarían en sólo 19 días.
[3] Un informe de Estrategia Internacional para la Reducción de Desastres (EIRD) organismo de Naciones Unidas, señaló que 2010 fue el año en el que se registraron la mayor cantidad de desastres naturales en las últimas tres décadas, siendo que el número de personas que perdieron la vida por estos siniestros alcanzó la cifra de 300 mil víctimas.
[4] Desde hace una década, surgió un debate que ha ido ganando espacio en medios académicos y en la sociedad civil sobre la urgente necesidad de reemplazar el patrón de crecimiento actualmente vigente por un modelo de ‘decrecimiento’ sustentable.

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