sábado, 24 de setembro de 2011

El derecho a existir



Fernando Cibeira
Página 12


En un día histórico, el presidente Mahmud Abbas pidió en la ONU el reconocimiento de Palestina como Estado miembro de la comunidad internacional. La mayoría de la Asamblea General aplaudió de pie en el clímax de una sesión emocionante y en Cisjordania hubo festejos multitudinarios. Israel se pronunció en contra.

Sólo el tiempo podrá determinar con exactitud cuánto de histórica tuvo la jornada de ayer en la Asamblea General de las Naciones Unidas. El presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, le presentó una solicitud al secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, para que reconozca a Palestina como un Estado miembro de la comunidad internacional, de la que luego agitó una copia delante del plenario. El anuncio provocó el aplauso de pie de una amplia mayoría de las delegaciones, en el clímax de una sesión emocionante. “Después de 63 años de sufrimiento ya basta, ya basta, ya basta. Ha llegado el momento”, se pronunció Abbas. Dos oradores más tarde, el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, rechazó la posibilidad del reconocimiento hasta tener “acuerdos reales” para la seguridad de su país. El pedido palestino será analizado el lunes por el Consejo de Seguridad, donde Estados Unidos ya avisó que hará uso de su derecho a veto en caso de ser necesario. Con todo, un camino se abrió y hubo festejos en la Plaza Arafat de Ramalá.

En el aire había algo eléctrico, y no sólo por la tormenta que cayó durante todo el día en Nueva York. Hacía mucho tiempo que una Asamblea de las Naciones Unidas no debatía un tema con tanto acaloramiento como ocurrió durante esta semana por el reconocimiento del Estado palestino. Los dos grupos ya habían agotado su capacidad de lobby y llegaron a la jornada decisiva más o menos como se había previsto. Abbas decidió seguir adelante con su planteo, sin importar lo que sucediera. Sabía que tenía a su favor el número de apoyos, pero en contra el rechazo de los países desarrollados. Eso había quedado claro en el primer tramo de la Asamblea, con Dilma Rousseff y Cristina Kirchner en fervorosa defensa del reconocimiento palestino –“Vamos a contribuir a vivir en un mundo no solamente más seguro, sino también en un mundo más justo”, argumentó la Presidenta argentina–, mientras que Barack Obama y Nicolas Sarkozy se pronunciaron con igual determinación, pero en contra de la movida.

En la sala de prensa de la ONU se podía seguir a pantalla partida los movimientos del presidente palestino tras bambalinas, como si fuera una estrella de rock. Veterano de las guerrillas palestinas de los setenta con el nombre de Abu Mazen, Abbas debió haber imaginado varias veces una jornada como la de ayer que tal vez no culmine con éxito, pero que ya le permitió una gran ganancia simbólica. En un momento se lo vio saludando y luego sentado en una larga mesa con Ban Ki-moon. Parecía un saludo protocolar, pero después reveló que era el momento en que le entregaba la petición palestina.

Abbas

La Asamblea lo recibió a las 12.14 con una ovación, poniendo en evidencia de qué lado estaban la mayoría de las simpatías. En su mensaje, Abbas presentó a Israel como culpable de no cumplir con las resoluciones de las Naciones Unidas y de ser el responsable del fracaso de las negociaciones de paz. Además, lo acusó de nunca abandonar la política de asentamientos en sus territorios destruyendo el modo de vida de los palestinos. “El gobierno de Israel sigue confiscando la tierra de los palestinos a través de los asentamientos y acelerando la construcción del muro. Continúa con sus agresiones en la Franja de Gaza”, lanzó. Aunque aclaró que su objetivo no era “aislar ni deslegitimar” a Israel, sino la acción de sus colonos y, en cambio, legitimar a los palestinos.

Abbas hizo un largo repaso de los padecimientos de su pueblo. “Redadas, detenciones, matanzas en los puestos de control”, detalló. Entonces, con timing del buen orador que dosifica el suspenso, hizo el anuncio de que ya había presentado al secretario general de las Naciones el pedido para que el Estado palestino sea reconocido con las fronteras que tenía al 4 de junio de 1967 y capital en Jerusalén, a la que llamó por su nombre árabe, Quds Al Sharif.

“Este es el momento de la verdad, y mi pueblo está esperando escuchar la respuesta del mundo. Somos el último pueblo en estar ocupado. ¿Permitirá el mundo a Israel estar por encima de la ley? ¿Es esto aceptable?”, se preguntó. “No creo que nadie que tenga conciencia pueda rechazar nuestra petición de ser miembros libres en las Naciones Unidas y que se nos acepte como un Estado independiente.” En el tramo final de su discurso de poco más de media hora, Abbas fue varias veces interrumpido por aplausos. “Es hora de que el pueblo palestino consiga su libertad y sus derechos. Ha llegado la hora de la primavera palestina, de la independencia”, continuó. En el cierre, el presidente palestino citó a un poeta árabe. “Tenemos una sola meta, el ser, y así será”, culminó, con otra ovación de varios segundos de fondo.

Netanyahu

Las razones del orden de la lista de oradores de la Asamblea nunca están del todo claras, obedecen a distintas variables. La cuestión es que no había pasado ni una hora del discurso de Abbas cuando el premier israelí ya estaba en el estrado para responderle. Los estilos fueron bien diferentes. Abbas habló en árabe y con emoción. Netanyahu lo hizo en su fluido inglés americano, aprendido durante sus años de educación en Estados Unidos. A veces acodado sobre el atril, parecía un avezado político norteamericano. Incluso por su por momentos feroz tono irónico, ausente en el mensaje de Abbas.

Como cuando arrancó y dijo ser consciente de que Israel no tenía una buena imagen en las Naciones Unidas dado que había recibido en ese ámbito más condenas que el resto de las naciones juntas. Concluyó que esa “mayoría automática” podía decidir cualquier cosa. Puso como ejemplos que en algún momento la Libia de Muammar Khadafi presidió la Comisión de Derechos Humanos y la Irak de Saddam Hussein, la de Desarme. “Es la parte desafortunada de la ONU”, disparó.

Tanto Abbas como Netanyahu mantuvieron las formas durante sus discursos, hablando siempre a favor de un eventual diálogo entre ambos y tendiendo la mano hacia su rival. Sin embargo, durante la mañana, la representación diplomática israelí en las Naciones Unidas había difundido por Twitter y otros medios un supuesto discurso privado de Abbas en el que aseguraba que nunca reconocería “al Estado judío de Israel”, aun cuando Palestina obtuviera su reconocimiento.

La estrategia de Netanyahu fue presentar a Israel como la única democracia de Medio Oriente, una solitaria contención en una región de islamistas radicales. “No vine a buscar aplausos, vine a hablar con la verdad”, tiró, dolido por las ovaciones que Abbas había recibido unos minutos antes. “La paz debe basarse en acuerdos de seguridad, no debe salir por resoluciones de las Naciones Unidas. Los palestinos quieren un Estado sin paz, ustedes no pueden dejar que esto suceda”, siguió.

Dijo que era falso el argumento de Abbas de que el avance de los asentamientos era el motor del conflicto. Primero, porque el conflicto era previo a que comenzaran los asentamientos. Segundo, porque Israel se había retirado del sur del Líbano y de Gaza y la violencia había seguido. Más ironías: “Abbas dijo que los palestinos sólo están armados de esperanzas y sueños, pero no mencionó las diez mil armas y proyectiles que les proporciona Irán”. En otro tramo sostuvo “que la Primavera Arabe no se transforme en el invierno iraní”.

Netanyahu argumentó que Abbas ni siquiera pudo imponer la paz en Gaza, así que difícilmente pueda garantizarla a Israel. “No hay paz, hay guerra. Tenemos a Irán, que ha abatido a la Autoridad Palestina allí, a través de su satélite, Hamas”, definió. Concluyó que nadie querría tener el peligro tan cerca de sus familias. Por eso propone que “los palestinos deben conseguir la paz con Israel antes de conseguir su estado, después no lo vamos a poder hacer. Cuando haya paz, seremos el primer país en reconocer aquí a Palestina como Estado independiente”. Y le propuso a Abbas sentarse a negociar ayer mismo, en el edificio de las Naciones Unidas. Con sus propuestas dialoguistas de cierre, Netanyahu también consiguió una despedida digna con una buena cantidad de aplausos.

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