sábado, 17 de setembro de 2011

Las prostitutas de Berlusconi



Elena Llorente
Página 12


“¿A quién me traes esta noche, Gianpi?” Silvio Berlusconi repetía esta frase cuando el empresario Gianpaolo Tarantini lo llamaba por teléfono para ofrecerle mujeres. Luego de cada encuentro amoroso, Berlusconi y Tarantini comentaban los detalles y el físico de la muchacha. Así lo aseguran, según la prensa italiana, los documentos de la fiscalía de Bari (sudeste de Italia), que el jueves dio por terminadas sus investigaciones sobre Tarantini. Los jueces analizaron unas cien mil escuchas telefónicas y llegaron a la conclusión de que en ese tráfico hubo más de 30 mujeres implicadas, contactadas por Tarantini y otras siete personas, que trataban de convencerlas para que se prostituyeran con Berlusconi a cambio de dinero o regalos. Pero entre los ocho acusados no está incluido el primer ministro.

A veces, Il Cavaliere hablaba personalmente con las bellas al teléfono para cortejarlas. Este fue el caso de la argentina Belén Rodríguez, ahora famosa en la televisión italiana y que comenzará dentro de pocos días una temporada como copresentadora del programa Colorado café de Italia 1, uno de los canales televisivos de la Fininvest, grupo de la familia Berlusconi. Al parecer, el premier le dijo al teléfono: “Me gustas mucho. Eres bellísima”. Y después se informó sobre su trabajo en televisión. Pero Il Cavaliere habría asegurado por otra parte que a Belén no le había hecho “los tiros” porque estaba con uno de sus futbolistas, es decir Marco Borriello, que entonces jugaba en el club Milan, del que es propietario Berlusconi. Por Colorado café pasó también otra latinoamericana implicada en las fiestas de Il Cavaliere en Milán, conocida como “Bunga Bunga”: la dominicana Maristel García Polanco.

El caso Tarantini fue uno de los primeros escándalos sexuales que salió a relucir sobre Berlusconi, allá en 2010, poco después de que la segunda esposa del premier pidiera el divorcio, argumentando que su marido necesitaba un tratamiento médico. En ese momento se conoció sólo el caso de una prostituta de lujo, Patrizia D’Adario, quien dijo a los jueces haber sido contactada por Tarantini para que se prostituyera con Berlusconi. D’Adario proveyó a los fiscales algunas fotos hechas con su teléfono celular y grabaciones sobre esos encuentros.

Los jueces de Bari han escuchado decenas de llamadas telefónicas entre Berlusconi y Tarantini, y en ellas no se habla sólo de mujeres sino que el empresario trata al mismo tiempo de concluir algunos negocios. A menudo pide al primer ministro que le facilite encontrar a dirigentes de Finmeccanica –el primer grupo industrial italiano en el sector de la alta tecnología y entre los primeros diez en el mundo en materia de aeroespacio, defensa y seguridad– y de otras empresas relacionadas con ella, además de contactar al jefe de la Protección Civil, y amigo personal de Berlusconi, Guido Bertolaso. De ahí el temor de los fiscales de que Tarantini y su gente pudieran haber extorsionado a Berlusconi para obtener algunos beneficios. Incluso se habló de unos 500 mil euros que el primer ministro habría girado a Tarantini. Según sus abogados, se trató de una ayuda que Berlusconi dio a Tarantini y su esposa porque estaban pasando un difícil momento económico.

Las ocho personas sospechosas han sido investigadas por la Justicia de Bari por más de 20 acusaciones, dos de ellas muy graves como “asociación para delinquir” y “fomento de la prostitución”. Se trata de empresarios, de un abogado y de algunas mujeres. Todos ellos habrían sacado provecho de ese tráfico de prostitutas para que sean enviadas a las distintas residencias del primer ministro en Arcore (cerca de Milán, norte de Italia), en la isla de Cerdeña y en Roma. Tarantini y los otros contribuían a organizar las fiestas en las casas del premier y se ocupaban de buscar prostitutas o jóvenes dispuestas a prostituirse. Tarantini se ocupaba de seleccionar las mujeres en base a ciertas características físicas. Debían ser jóvenes, graciosas y delgadas. Pero al parecer el empresario cuidaba también los detalles y daba órdenes a las mujeres sobre la ropa que tenían que vestir y sobre su comportamiento. De ningún modo debían usar tacos altos para no ofender la altura del primer ministro. El empresario pagaba los gastos de viaje y les ponía a disposición un auto para llevarlas hasta el lugar del encuentro.

“Eran elegantes cenas de tipo social”, aseguran los abogados de Berlusconi. Este escándalo de 2010, ahora profundizado y ampliado por los fiscales, se agrega al proceso Ruby en el que el primer ministro está acusado de prostitución de menores y de abuso de poder en Milán.

Sus correligionarios mientras tanto están tratando de hacer aprobar en el Parlamento una nueva ley contra las escuchas telefónicas, específicamente para que no puedan ser publicadas por la prensa. Pero el presidente de la República, Giorgio Napolitano, que según la Constitución italiana debe firmar las leyes para que entren en vigor, no tendría intenciones de firmar.

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