sábado, 28 de abril de 2012

Viento fresco revive a Latinoamérica

Paul Walder
Punto Final

Es interesante llevar el debate sobre la nacionalización de YPF -que ha tenido más características de histeria ideológica que otra cosa-, al terreno nacional. Es una reacción ideológica porque al anuncio del gobierno argentino, la primera actitud de la elite chilena fue de instintivo rechazo. En el mundo neoliberal no puede haber mayor enemigo que la gestión pública. Conceptos como estatizar, nacionalizar y expropiar, forman parte de un léxico prohibido decretado desde la dictadura y conservado por las democracias neoliberales que la sucedieron.

La prensa del duopolio e influyentes analistas no pudieron contener sus prejuicios económicos ante el anuncio argentino. No sólo condenaron la renacionalización de la petrolera, sino que desearon que cayeran sobre Argentina las peores plagas económicas, aquellas que los organismos financieros internacionales e inversionistas saben descargar muy bien. Un leído cronista nacional -y profesor en una universidad neoyorquina- desató toda su rabia contra Cristina Fernández en Twitter, y la imaginó huyendo en un helicóptero como De la Rúa hace diez años. Desde las redes sociales y desde tribunas privilegiadas han vaticinado el infierno a los argentinos.

La furibunda reacción de los oficiantes del mercado ante la decisión del gobierno argentino expresa el enorme temor que perciben ante la decadencia de un modelo que se hunde en el mundo entero. La división de fuerzas en América, que separa aguas desde hace más de una década, quedó también expuesta en la Cumbre de Cartagena de Indias, con un presidente estadounidense alejado del devenir latinoamericano, que se le escapa de las manos. El encuentro que tuvo con la presidenta de Brasil, que le cantó las cosas en su cara, y los siguientes sucesos argentinos, perfilan a una región que ha comenzado a tomar decisiones sin consultarlas a la economía del norte, ya metida hasta el cuello en problemas propios y ajenos.

Los guardianes del mercado no han venido esta vez del Departamento de Estado. Han desplegado sus presiones como saben hacerlo, primero a través de la prensa especializada y con declaraciones desde las cúpulas corporativas y después, lo harán posiblemente con la artillería pesada, aquella que Argentina recibió a comienzos de la década pasada. Los mercados, ya lo hemos visto, pueden destruir países, como ha sucedido con Grecia y está ocurriendo en España.

Estamos en un proceso que lleva a un cambio de modelo, que es por lo demás lo que demandan millares en nuestro país y millones de todo el mundo. El neoliberalismo ha demostrado ser la mejor maquinaria de injusticia y desigualdades. La extrema riqueza, que es también la codicia sin límites, ha sido el virus de su propia destrucción. Si los efectos los sufren millones con el endeudamiento, el trabajo precario, las quiebras y el desempleo, la ambición sin freno ha sido también el gran error de Repsol en Argentina, al privilegiar las ganancias a corto plazo por encima de la inversión y las políticas energéticas.

Lo que ha ocurrido en Argentina, celebrado por la gran mayoría de los argentinos y latinoamericanos, es modelo y ejemplo para cualquier futuro gobierno de Izquierda que emerja en la región. El clamor por la recuperación de los recursos naturales está a flor de labios en todas nuestras latitudes y es el coro que aglutina el gran discurso social chileno.

Chile tiene un trauma con la nacionalización, la estatización, la expropiación y con otros conceptos estigmatizados desde la dictadura. Como en todo trauma, son innombrables, invisibles. La herida no surge de la estatización de los activos norteamericanos durante principios de los setenta del siglo pasado, sino que tiene nombres como ITT, Nixon, Kissinger, CIA, Operación Fubelt. Porque la nacionalización, vale recordarlo, entonces fue apoyada por todos los sectores políticos y por cierto también por la derecha. La expropiación de los activos mineros norteamericanos fue un acto de soberanía.

La fuerza del discurso neoliberal, además de distorsionar las causas de la tragedia de 1973, ha deformado el sentido de nación, de nacionalismo, que se ha depositado no en el Estado sino en la evaporación del Estado. Un concepto falaz, absurdo y oportunista, asumido durante décadas por gobernantes que han permitido a los mercados desterritorializados explotar todo tipo de recursos naturales, degradar el medioambiente y expatriar las riquezas.

Esta estrategia tiene por objetivo la ganancia corporativa a través de la corrupción. Y este gobierno como los gobiernos anteriores, lo único que ha buscado es la ganancia empresarial, la que no tiene ninguna relación ni con la nación ni con el pueblo, sino sólo con beneficios personales. Tras el paso por el gobierno, siempre sus personeros volverán a la empresa.

Lo importante es que un viento fresco ha comenzado a remover esa pestilencia. Las movilizaciones estudiantiles y ciudadanas no sufren de aquel trauma en el lenguaje y la acción económica. La recuperación de nuestros recursos naturales en este nuevo discurso pasa sin inhibiciones por la expropiación, estatización o nacionalización. Y ya no suena tan feo.

quinta-feira, 26 de abril de 2012

El ocaso del neoliberalismo en América Latina: El caso de Argentina

Vicenç Navarro
Público

El pensamiento neoliberal y la aplicación de sus políticas han dañado durante muchos años el bienestar y calidad de vida de las clases populares de los países de la Unión Europea, incluyendo España. La desregulación de los mercados laborales y de los mercados financieros, la privatización de los sectores claves de la economía, la reducción del gasto público, incluyendo el gasto público social, y la dilución de la protección social han sido las constantes en las políticas promovidas en la Unión Europea por el Banco Central Europeo, por la Comisión Europea, por el Consejo Europeo, y al otro lado del Atlántico por el Fondo Monetario Internacional y por el Banco Mundial. Tal pensamiento también dominó América Latina durante muchos años cuando, país tras país, se vio la imposición de tales políticas que causaron un gran malestar y agitación social entre sus clases populares, lo cual explica las represiones que los gobiernos de aquel continente tuvieron que realizar para imponerlas. El caso de Chile bajo el General Pinochet fue el caso más extremo, pero no fue el único. Toda una retahíla de gobiernos, algunos dictatoriales, otros escasamente democráticos, de cariz autoritario, impusieron tales políticas a un coste humano y económico elevadísimo. El Center for Economic and Policy Research (CEPR) de Washington ha comparado indicadores económicos y sociales de América Latina antes y después de aquella época y la comparación es claramente negativa para la época neoliberal (caracterizada por un menor protagonismo del Estado), y no sólo en relación a su crecimiento económico, sino también en el crecimiento del Estado del Bienestar y de la protección social.

Ahora bien, aunque estas políticas neoliberales continúan siendo las dominantes en la Unión Europea, no es así en América Latina donde, con la excepción de Colombia (el país del mundo que tiene mayor número de asesinatos de sindicalistas) y algún otro país, pocos, tales políticas han dejado de dominar sus vidas económicas y sociales. Una de las primeras rupturas con el neoliberalismo fue el gobierno de Argentina que, en 2001, rompió la paridad que la moneda argentina tenía con el dólar. Aunque Argentina tenía moneda propia, el peso, en la práctica la fijación de tal moneda con el dólar estadounidense implicaba que no tenía potestad para cambiar su valor, perdiendo con ello uno de los instrumentos más importantes para estimular la economía, mediante la devaluación de la moneda. Tal fijación peso-dólar había conducido a Argentina (durante el periodo 1998-2001) a tener la mayor recesión conocida en su historia. Fue en aquel periodo, durante los gobiernos del neoliberal y corrupto Menem y de Fernando de la Rúa, cuando el Ministro de Economía argentino indicó con toda franqueza que el éxito de su política económica dependería más del Ministerio del Interior (encargado de la Represión) que del de Economía. Pero la ciudadanía no aguantó. El resultado fue que el gobierno Argentino rompió la paridad de su moneda con el dólar, desoyendo así la voz del Fondo Monetario Internacional, que había condicionado su “ayuda” a tal fijación del peso argentino al dólar. Lo que Argentina hizo sería comparable a que España dejara el euro.

Como era de esperar, la reacción unánime del FMI, del Banco Mundial, de los establishments europeos y del gobierno federal de EEUU, fue de condena, señalando que tal medida sería un desastre para Argentina. La devaluación de la moneda significaría, según tales establishments, que el valor de la deuda pública argentina sería menor, pagándose a los acreedores menos de lo que estos esperaban. De ahí que concluyeran que a Argentina le sería imposible pedir dinero prestado de los mercados financieros, colapsando con ello su economía. Pues bien, todos aquellos establishments erraron en sus pronósticos. A partir de entonces, Argentina creció enormemente (fue el país que creció más rápidamente en Latinoamérica), reduciendo la pobreza, incluyendo la pobreza extrema y aumentando tres veces su gasto público social durante el periodo 2001-2010. No sorprendentemente la presidenta Cristina Fernández de Kirchner –odiada por los neoliberales- fue reelegida en las últimas elecciones legislativas por un 54% de votos.

La nacionalización de la compañía petrolera argentina

Pero este proceso de ruptura con el neoliberalismo en Argentina ha continuado con la nacionalización de la compañía petrolera YPF, la cual había sido privatizada durante el periodo neoliberal del gobierno Menem, cuando Repsol, la compañía petrolífera española, pasó a tener el 57% de sus acciones. Con tal nacionalización, el gobierno argentino pasará a tener el 52%, controlando tal compañía. Como era de esperar, el gobierno de España, las élites que dirigen la Unión Europea y el FMI, los paladines del neoliberalismo, han condenado tal medida, augurando un desastre para Argentina. Una voz histriónica en este sentido ha sido predeciblemente la del Sr. Xavier Sala i Martín, “Repsol és només el principi” (“Repsol es sólo el principio”, La Vanguardia, 23.04.12). El argumento que utilizan es que Argentina no encontrará instituciones que le presten dinero ni experiencia técnica para expandir la producción del petróleo en aquel país. Lo mismo se dijo, por cierto, cuando el presidente Hugo Chávez nacionalizó una serie de compañías extranjeras (cemento, acero y otros sectores), incluyendo algunas de EEUU; y cuando el presidente Morales de Bolivia nacionalizó las compañías del petróleo y producción de gas, telecomunicaciones y electricidad; y cuando el presidente Rafael Correa del Ecuador, nacionalizó las compañías de distribución del plátano. Pues bien, ninguno de los vaticinios de desastre se ha cumplido. Uno de los vaticinadores fue Moisés Naím, colaborador de El País y que fue en su día miembro del equipo económico del presidente Carlos Andrés Pérez, de Venezuela, que promovió el neoliberalismo en aquel país, y que ahora concluye que tales medidas en Argentina llevarán a la ruina del país (“Cristina, Petróleo y Psicoanálisis”, El País, 21.04.12). Según Moisés Naím, que considera Colombia como el modelo a seguir para América Latina, la nacionalización caracteriza a los países con economías mediocres. Una postura casi idéntica aparece en el citado artículo de Sala i Martín. Moisés Naím y Sala i Martín, para llegar a sus conclusiones, deliberadamente ignoran algunos hechos. La gran mayoría de países productores de petróleo tienen empresas públicas (no empresas privadas) que controlan la producción de tal material, Rusia, Noruega, Venezuela, Méjico, Gran Bretaña y Arabia Saudí, entre otros, tienen nacionalizadas sus compañías energéticas. En realidad, Argentina era de las pocas excepciones. Referente a la intrínseca ineficacia que Sala i Martín atribuye a las empresas nacionalizadas, baste ver el éxito de Noruega, donde la empresa pública petrolífera ha garantizado el nivel de vida y calidad de vida de aquel país.

En cuanto a la falta de inversión extranjera, hay que cuestionar, tal como acentúa Mark Weisbrot, co-director del CEPR-este fetichismo acerca de la inversión extranjera. Uno de los países con mayor crecimiento en el mundo del subdesarrollo, Corea del Sur, lo hizo sin apenas tener inversión extranjera. El otro hecho, ignorado por los economistas neoliberales, es que la producción de petróleo en Argentina había bajado, creando un grave problema del 2004 al 2011; la producción del petróleo descendió un 20% debido en parte a la escasa inversión por parte de Repsol. Consecuencia de ello es que Argentina en 2011 tuvo que importar petróleo por primera vez en su pasado reciente. De ahí que el gobierno Kirchner decidiera cambiar la situación y tomar control de la compañía petrolífera.

Una última observación. El gobierno Rajoy está intentando movilizar los sentimientos patrióticos acusando al gobierno argentino de atacar a España. El error en este argumento es que la mayoría del capital de Repsol no es español. En realidad, la única vez que fue español fue cuando estaba nacionalizado. Fue cuando el gobierno del PP lo privatizó cuando perdió su nacionalidad española. Intentar movilizarse para defenderla es ignorar quién es hoy Repsol, una compañía (como Endesa, otra empresa privatizada por el PP) que se caracteriza por su insensibilidad hacia el usuario español. Como siempre hacen los nacionalistas, el PP está manejando la bandera para defender, no los intereses generales, sino los muy particulares En realidad, la nula sensibilidad patriótica de Repsol se expresa en que es una de las empresas del IBEX 35 que utiliza más los paraísos fiscales, a fin de evitar pagar impuestos al Estado español, como bien ha señalado Juan Torres en su artículo “¿Argentina es quién perjudica a España?” ¡De patriota, Repsol, nada!

domingo, 22 de abril de 2012

França, um país dividido, vai às urnas

Andrew Husseydo
The Guardian

Um dos paradoxos fundamentais da vida na França é que, apesar de os franceses se gabarem de serem a nação mais civilizada do mundo, eles tendem a mergulhar em ataques dilacerantes de baixa autoestima. Chegam a ter um termo para descrever essa síndrome: é "le malaise français". Na verdade é um pouco difícil traduzir a frase, mas seu significado aproximado é "o mal-estar na França".

Os sintomas geralmente aparecem antes de uma eleição importante e são sempre os mesmos: muitos debates na televisão e artigos de revista sobre a infelicidade geral da nação, muita angústia pública sobre a dúvida de se a França ainda é importante para o mundo. Políticos entram na discussão para tentar propor soluções. Ninguém acredita realmente neles. Nada nesse quesito mudou este ano, fato que não surpreende, no momento em que o país se prepara para a última semana antes das eleições presidenciais.

Na realidade, o estado de ânimo que vem definindo a campanha, até agora, é o tédio. Isso não quer dizer que a política não seja importante na França. Pelo contrário: o escândalo sexual Dominique Strauss-Kahn (DSK), a intervenção na Líbia e a maré crescente de suicídios provocados pelo desemprego, todos vêm prendendo a atenção do país nos últimos meses. Nas semanas recentes, o assassinato selvagem de soldados norte-africanos e de um pai e crianças judeus em Toulouse por um fanático islâmico de nacionalidade francesa e origem argelina mergulhou o país em sofrimento, evocando memórias reprimidas da história colonial francesa e do antissemitismo.

E há questões enormes em jogo nestas eleições. Para começo de conversa, a economia francesa se encaminha para uma crise de grandes proporções. A solução proposta por Nicolas Sarkozy para isso está no protecionismo e em ataques aos exilados fiscais franceses, enquanto o principal candidato da oposição, François Hollande, promete uma ampliação maciça do Estado, a elevação da idade de aposentadoria e um imposto potencialmente devastador de 75% sobre os ricos.

Nenhum lado até agora convenceu o eleitorado de que essas possam ser soluções reais, e não meros desejos expressos como planos. Enquanto isso, as mortes em Toulouse levaram a segurança e o islamismo para o topo da agenda. Inevitavelmente, vozes estridentes na extrema esquerda e extrema direita vêm pedindo, respectivamente, mais controle pelo Estado ou mais repressão aos imigrantes. Mas a verdade é que, enquanto a eleição se aproxima, ninguém da classe política francesa parece saber o que fazer com a França.

Isso não quer dizer que a política tenha ficado em segundo plano. Mais notavelmente, nos últimos anos vem ocorrendo uma mudança nova na cultura política francesa. O que vem mais ao caso é que desde o século 19 a França é o país mais centralizado da Europa, com todo o controle administrativo, financeiro e cultural baseado em Paris.

Nos últimos dez anos, contudo, essa centralização parece estar diminuindo, na medida em que trens de alta velocidade, novos aeroportos e novas conexões vêm conferindo novas identidades nacionais e internacionais às províncias francesas. Os franceses podem estar entediados com seus líderes, mas fora de Paris ainda é possível encontrar a autoconfiança e energia que estão reconstruindo o país.

Nas últimas semanas venho percorrendo a França, procurando entender tudo isso, no momento em que o país se prepara para as eleições. Visitei Marselha, Lyon e Lille, viajando do sul para o norte, do Le Midi (Mediterrâneo) para La Manche (o canal da Mancha), retornando ao final para Paris, onde vivo.

Queria ver em primeira mão as transformações que vinham ocorrendo nessas cidades chaves de província --cidades que eu pensava já conhecer muito bem-- que terão um papel crucial nas eleições. Queria fazer uma foto da nova revolução francesa: a revolta das províncias contra Paris.

Marselha

Comecei em Marselha, para onde fui de carro, partindo de Paris e passando pela região central da Provença. No início da primavera, as colinas cinzentas e azuis estão prestes a explodir nas cores gloriosas de uma pintura de Cézanne. Fui a Marselha, porém, porque ela se orgulha da reputação que tem na França: de ser uma cidade inegavelmente de classe trabalhadora, sem tempo para pretensões, o oposto do elitismo e esnobismo parisienses.

Os cidadãos de Marselha são desprezados pelos parisienses, que os veem como sentimentalistas preguiçosos e que falam com sotaque esdrúxulo: mesmo que fosse apenas por isso, eles poderiam quase ser os "moradores de Liverpool" da França. Mas os marselheses se veem como pessoas espirituosas, cheias de autoconfiança e cuja missão na vida é acabar com o papo furado. A hostilidade entre Paris e Marselha não é apenas uma constante do futebol francês --é também uma realidade política.

Assim, não surpreende que não seja difícil encontrar pessoas em Marselha para quem sua cidade é a capital real da França, ou, pelo menos, a capital da França "real", fora dos limites repudiados de Paris. "O povo de Marselha é autêntico", explicou Olivier Vinet, homem na casa dos 40 anos que administra uma empresa de software mas, na tarde em que conversamos, está curtindo o sol num terraço de café no porto velho.

"Você não precisa gostar do que falam os marselheses, mas pode ter certeza que eles falam a sério." Vinet não é natural de Marselha --mudou-se para cá alguns meses atrás e apaixonou-se instantaneamente pelo lugar. Ele hoje prefere Marselha a Paris, onde vivia antes.

Vinet captou uma verdade em relação ao lugar. Marselha é uma cidade muito fácil de se gostar, principalmente por todas as razões pelas quais os parisienses a desprezam. Ela é pouco polida, e os marselheses têm atitude de sobra. Mas a cidade também possui estilo e uma certa elegância desarrumada. Uma das melhores coisas a fazer em Marselha num dia ensolarado de primavera é caminhar até a beira d'água, no Quai des Belges.

Os cafés um pouco sujos desta área cheiram a "pastis" (um aperitivo com anis) e peixe --os peixes recém-pescados ainda são descarregados nos cais todas as manhãs. À medida que você se aproxima do porto, o ruído do trânsito da cidade vai diminuindo, dando lugar ao som de água batendo suavemente no cais. Esta é uma cidade voltada ao sul. A próxima parada é a África.

Durante décadas, porém, Marselha também vem sendo temida e desprezada pelos parisienses, vista como uma cidade mais "africana", ou pelo menos mais norte-africana, que europeia. Na imaginação parisiense, isso significa um lugar corrupto, comandado por criminosos e perigoso de se visitar. Hoje em dia as autoridades municipais fazem questão de afirmar que Marselha foi faxinada em todos os sentidos. É verdade: as ruas encardidas estão um pouco menos encardidas, e o índice de criminalidade, como declaram as autoridades, não é pior que o de qualquer outra cidade. Mas Marselha também tem ambições grandiosas de tornar-se uma capital da arte, do futebol e do turismo: uma "Barcelona francesa".

O próximo grande passo em direção a isso é "Marselha 2013", quando a cidade se tornará Capital Europeia da Cultura. Numa linda tarde primavera, conversei com Julie Chénot, a quem foi confiada essa incumbência difícil. Ela vem viajando com frequência para Argel e, num acaso intrigante, para minha cidade natal, Liverpool.

"Tenho ido a Argel porque, como você sabe, Marselha tem uma população argelina grande e Argel é um lugar realmente lindo, a cidade irmã de Marselha." Chénot me diz isso enquanto estamos sentados em seu gabinete na Maison Diamantée, uma mansão restaurada do século 16 e que dá para o porto velho.

Se ela gostou tanto assim de Argel, o que descobriu em Liverpool, nossa controversa capital da cultura em 2008? Chénot hesita. "Não muita coisa", confessa. "Marselha e Liverpool são de classe trabalhadora, mas na realidade são muito diferentes. Mersey não é o Mediterrâneo."

É difícil dizer o contrário, pensei mais tarde, enquanto caminhava ao sol até o porto agora reluzente, restaurado de sua condição decadente anterior. Mas os marselheses são cínicos --logo, enxergam Marselha 2013 com enorme ceticismo. A pouca distância daqui fica o Bar des Sports, onde torcedores estão se reunindo para acompanhar a grande partida desta noite entre o Olympique de Marselha e o Evian, da primeira liga francesa. A primeira coisa que observo ao entrar é que todo o mundo está fumando. Não apenas fumando furtivamente no terraço ou perto da porta, mas agitando grandes cigarros no meio do recinto.

O cigarro é proibido oficialmente nos cafés, bares e restaurantes da França desde 2008, mas ninguém aqui se importa. Quando eu mesmo acendo um cigarro, tenho uma sensação estranha de estar voltando atrás no tempo para um mundo mais livre, se bem que menos saudável. Pergunto ao barman, Samy, tunisiano, sobre sua atitude de descaso em relação à lei. "Estamos em Marselha", diz ele. "A lei sempre é flexível. Além disso, para que serve um bar onde não se pode fumar?"

Seus fregueses concordam. Quando falo em Marselha como capital da cultura, os fumantes tossem e se engasgam de tanto rir. "É uma piada", fala Laurent enquanto acompanha a partida. "Qual é a finalidade disso tudo? Não é a cultura de Marselha."

Pergunto então qual é a cultura de Marselha. "Bem, para começar, não somos parisienses --não somos esnobes. Somos 'ringards' [cafonas, antiquados] e gostamos de ser assim", disse ele. Olhando para as pessoas no bar --cigarros, futebol, bebida, homens de moletom--, entendi exatamente o que Laurent queria dizer. Isto daqui é o extremo oposto do cool metropolitano parisiense. É uma forma estranha de rebelião, mas, com um cigarro numa mão e um "pastis" no outro, você acaba entendo como funciona.

Lyon

Meu destino seguinte foi Lyon, que tem fama de ser a cidade mais burguesa e certinha da França. Boa parte dessa fama é merecida. Lyon é uma cidade bonita, com um bairro medieval agradável. Mas ela sempre foi um lugar muito voltado para seu próprio umbigo, satisfeita em não desafiar Paris muito diretamente nem na arte, nem na política. Lyon é famosa, na realidade, pela comida, mas mesmo sua culinária, que se anuncia como sendo a melhor da França, é feita de pratos robustos e caseiros arquitetados com sangue, tripas, "andouillettes" e "quenelles", encarnando uma visão oitocentista de felicidade provinciana, e não qualquer coisa muito cosmopolita.

Até pouco tempo atrás a cidade frequentemente era descrita como "Lyon Negra", devido à sujeira que recobria seus prédios, de outro modo elegantes. Essa sujeira encardida já foi raspada, e o centro de Lyon agora é arejado e iluminado, com bondes novos e bicicletas para alugar.

Conversei com Thierry Frémaux sobre essas mudanças. Dinâmico e espirituoso, Frémaux, de 51 anos, não apenas é diretor do prestigioso museu de cinema de Lyon, o Institut Lumière, in Lyon, mas também do festival de cinema de Cannes. Por todas essas razões, é um dos lioneses mais destacados dos tempos recentes. Frémaux critica a visão de monotonia que se tem da cidade e manifesta otimismo cauteloso em relação à "nova Lyon".

"Pouco a pouco estamos tomando consciência de que nem sempre precisamos de Paris", ele me disse. "Podemos voar diretamente de Lyon a Nova York ou tomar um trem de Lyon a Milão ou Munique. Lyon não era assim quando eu era jovem, mas agora a cidade está se abrindo." Frémaux tem sua base familiar em Lyon e viaja pelo mundo partindo daqui. "O século 21 é assombroso", disse ele. "Posso estar em Los Angeles ou Londres, ou caminhando com minha família num parque em Lyon, e tudo está interligado."

Também Lyon tem ambições de tornar-se a "Barcelona francesa". Mas, não obstante as transformações grandes, a cidade se esforça para despir-se da reputação de ser baluarte da extrema direita. Essa questão veio à tona com força quando a Universidade de Lyon 3 foi investigada pelo governo em 2004, depois de alegações de que desde os anos 1980 seus acadêmicos endossavam teses doutorais negacionistas --ou seja, trabalhos que "negavam" a realidade do Holocausto. O fato de Bruno Gollnisch, a figura número dois na Frente Nacional de Jean-Marie Le Pen, ser um administrador sênior da universidade não beneficiou a reputação da instituição. Era um pouco como ter David Irving como pró-reitor da Universidade de Manchester.

A investigação de 2004 foi inconclusiva, mas a universidade vem tendo que esforçar-se muito para afastar essa reputação. É verdade que quando cheguei aqui para estudar nos anos 1980 --eu, um esquerdista, leitor da "NME" e fã dos Smiths--, achei simplesmente inacreditável o racismo profundo de outros estudantes. Apesar de toda sua aparência burguesa, Lyon era na época e ainda é hoje um lugar bastante violento --muito mais que Marselha, em minha experiência. Foi aqui que aconteceram os primeiros grandes tumultos raciais de 1984, não em Paris.

Fui de bicicleta até um café no bairro de Saint-Jean e bati papo com o barman Benjamin, estudante na Lyon 3. Eu queria saber o que havia mudado desde meus tempos de estudante na universidade. Benjamin disse que não era racista, e acreditei nele, mas que ainda existe uma cultura do ódio aqui. "Lyon é muito complicada", ele disse. "A política daqui não é como em Paris. Somos uma cultura local. As coisas demoram a mudar."

Conversei com dois jovens árabes, um tunisiano e um argelino, que passavam o tempo no bairro de La Guillotière, perto da universidade. Eu vivi ali nos anos 1980, quando a área era notória por sua população imigrante, alto índice de criminalidade e brigas entre estudantes e imigrantes. Ela passou por algumas reformas, mas nem tantas assim: os prédios decadentes do século 19 continuam ali.

Perguntei aos dois rapazes, que trajavam roupas brancas de hip-hop, sobre o racismo em Lyon. "É questão de brigar", falou Mohamed, o argelino. "Os estudantes 'fachos' [fascistas] de lá [apontando para a universidade] brigam com a gente, então nós brigamos com eles."

Rachid, o tunisiano, concordou. "Temos o direito de estar aqui. Este país também é nosso." Mohamed acrescentou: "Se for preciso, vamos dar aos racistas franceses uma aula de bons modos e respeito". Embora Lyon esteja abrindo mão de seu isolamento e sua deferência com relação a Paris, ainda é um lugar racialmente dividido, e ainda é uma obra em progresso à qual falta muito para tornar-se uma cidade verdadeiramente cosmopolita.


Lille

No dia seguinte tomei o trem até Lille. Eu estava ansioso por esta parte da viagem. Sempre gostei do norte da França. É uma região que muitos franceses menosprezam. Na realidade, eles têm em relação a esta parte da França mais ou menos os mesmos estereótipos que nós, ingleses, temos em relação ao norte da Inglaterra: pensam em pilhas de escória da mineração de carvão, muita chuva e sotaques incompreensíveis.

Mas esta é também uma terra fronteiriça. Lille fica a apenas 15 quilômetros da Bélgica, e a maioria de seus habitantes sente que tem mais em comum com seus "primos" de Liège ou Bruxelas que com os parisienses. A aparência e o ambiente de Lille são nitidamente setentrionais. Vim de Paris, a apenas uma hora de distância pelo trem rápido, e, quando desci na bonita estação central, um prédio do século 19, as primeiras coisas que chamaram minha atenção foram os tijolinhos vermelhos, os bondes e o céu cinza. Quase como Manchester ou Bruxelas: uma cidade bonita, erguida com base em trabalho árduo e bons negócios.

Os habitantes de Lille sempre tiveram vergonha de sua cidade. "Por muito tempo, tudo em Lille era feio, ou, pelo menos, era o que eu pensava", me disse Grégoir Morel, professor assistente na universidade, agora em franca expansão. "Quando íamos a outras partes da França, sentíamos que nossa cidade não merecia fazer parte do país. Mas hoje é um lugar do qual temos orgulho."

Muita coisa mudou em Lille com a chegada do Eurostar. A economia melhorou; houve uma proliferação de cafés e restaurantes, para fazer frente ao aumento do turismo. Um estudante de jornalismo chamado Edouard que passava pelo lugar nos ouviu conversando em inglês e me disse que prefere Londres a Paris: "O povo é mais como nós", explicou. "Os londrinos são mais descontraídos que os parisienses. É fácil se sentir em casa em Londres. De qualquer maneira, estamos mais perto de La Manche que da 'périphérique' (o anel rodoviário em volta de Paris)."

A nova autoconfiança de Lille, e do norte do país de maneira geral, também deve muito à popularidade de um filme de 2008 intitulado "Bienvenue chez les Ch'tis", título que pode ser traduzido como "seja bem-vindo entre os nortistas". O termo "ch'ti" é uma gíria que indica nortista e é derivado do dialeto da região, chamado "chitimi". O filme é uma comédia em que um francês do sul do país fica horrorizado quando sua empresa o manda viver e trabalhar entre os ch'tis. Mas, apesar da chuva e dos sotaques esdrúxulos, as coisas acabam dando certo; os ch'tis revelam ser gente divertida e amável, que apenas fala de um jeito estranho.

O sucesso do filme dotou Lille de alguma autoconfiança. Hoje é possível tomar cerveja Ch'ti no Café Ch'ti, enquanto você lê a revista de classificados chamada "Le Ch'ti". "Temos orgulho de ser ch'tis", me diz a estudante de administração Aurélie numa recepção elegante oferecida na sede da prefeitura para promover a revista. "Não nos envergonhamos mais de não estarmos em Paris e não precisamos pensar como pensam os parisienses."

Pedi a ela que falasse com o sotaque ch'ti --Aurélie tinha sotaque bastante fino--, e ela falou em uma espécie de imitação canhestra de algo que, para mim, soava como francês medieval. Perguntei se as pessoas realmente falam desse jeito. "Não muitas", ela respondeu, "mas, se você sabe falar assim, isso é visto como bacana."

O norte da França pode ter se tornado oficialmente chique, mas ainda tem seus problemas. A 15 minutos de distância do centro arrumado de Lille, em volta da estação de metrô Gambetta, o ambiente é como o de qualquer cidade pobre do norte da Inglaterra. A praça principal cheira a urina e gasolina e é percorrida por bebedores de aparência perigosa, segurando latas de cerveja extraforte e as coleiras de seus cães, de aparência ainda mais perigosa. Vim para cá para conversar com o rapper Kamini, que vive aqui, sobre como foi crescer negro no norte do país.

"Foi mais fácil do que as pessoas imaginam", ele disse enquanto nos acomodávamos em seu estúdio. "O norte sempre foi pobre, então as pessoas se unem para enfrentar as dificuldades. Agora Lille está melhor, financeiramente falando, mas ainda nos interessamos mais por nossos vizinhos e amigos do que é o costume na capital."

Mas ainda falta muito para esta região superar os demônios gêmeos da pobreza e do desemprego. A apenas 20 minutos de trem de Lille fica Roubaix --a cidade mais pobre da França, cujo filho mais célebre é Lionel Dumont, ex-soldado branco, de classe trabalhadora, que cumpre 30 anos de prisão por ter se filiado à Al Qaeda. Dumont afirma que declarou guerra à França, e a imprensa o chama de "o ch'ti islâmico", sem ironia evidente.

Nesse mesmo veio, o novo senso de orgulho e solidariedade dos ch'tis vem sendo muito ironizado pelos outros franceses, especialmente os parisienses. Este fato chamou a atenção do público e dos tribunais quando, em 2008, durante uma partida contra o grande time nortista Lens, torcedores do Paris Saint-Germain abriram uma faixa que dizia "Pédophiles, chômeurs, consanguins: bienvenue chez les Ch'tis" (pedófilos, desempregados e endógamos, sejam bem-vindos entre os ch'tis). Os torcedores responsáveis foram multados por causar ofensa, mas o advogado deles argumentou que "eles tinham o direito ao mau gosto". O resto da França achou graça.

Gostei muito de Lille, entre outras razões pelo ambiente ligeiramente bagunceiro mas genuinamente caloroso nos cafés em volta da rue Rihour e da universidade. Era uma versão da França difícil de encontrar em Paris ou mais para o sul; com a cerveja e o bom humor, seria possível imaginar que eu estava numa parte muito mais nortista da Europa. A questão é que Lille olha para fora da própria França e se sente mais confiante por isso.

Paris

Depois de cerca de uma semana viajando do Le Midi a La Manche, voltei a Paris, como sempre faço. A primeira coisa que notei é que os parisienses não sabem e não se importam muito com o resto do país. Mas se equivocam ao pensar assim. A França provincial do século 21 está acelerando rapidamente, superando muito quaisquer clichês que os parisienses possam formular sobre o atraso da vida nas províncias.

Como alguém que observa as eleições francesas há mais de duas décadas, não me recordo de nenhum momento em que a distância entre Paris e o resto da França pareceu ser tão grande. Isso acontece em parte porque nenhuma das soluções políticas propostas parece ser realista. Um fato interessante: a palavra que os eleitores das províncias vêm empregando com mais frequência até agora para descrever as eleições é "trivial". Isso não quer dizer que a política não tenha importância para os franceses das províncias --quer dizer apenas que eles ficaram indiferentes a Paris.

Mais crucialmente, constatei que, embora as províncias estejam em ascensão, elas ainda conservam todos seus velhos problemas, que são particulares de cada região. A grande diferença agora é que elas não querem que Paris lhes proponha respostas. Para o próximo presidente, seja ele quem for, esta nova França já é uma realidade e já está em transformação.

sábado, 21 de abril de 2012

Francia da la espalda a la realidad

André Glucksmann
El País

The Economist se burlaba, a fines de marzo, de “la más frívola de las campañas electorales” y parodiaba en su portada el Desayuno en la hierba de Manet, al mostrar a Sarkozy y Hollande coqueteando en una pradera, vestidos de oscuro, con una bella joven desnuda. Tanto la izquierda como la derecha se indignaron con los anglosajones. Sarkozy criticó al Financial Times y el equipo de Hollande negó a los ultraliberales el derecho a insultar al pueblo francés. Pero, por desgracia para nuestros virtuosos candidatos, ese sentimiento de inutilidad está también extendido en la propia Francia: los votantes consideran que se trata de una campaña de lo más aburrida y la abstención puede alcanzar cifras sin precedentes. No hace ninguna falta ser fanáticamente liberal para constatar, como el arzobispo de París, André Vingt-trois, que “en el fondo, las cuestiones que abordan los candidatos son solo francofrancesas y clientelistas” (Le Monde, 8-9 de abril). Sí, se da la espalda a la realidad. Pero ¿a qué realidad? La campaña presidencial francesa se desarrolla a puerta cerrada. Y los candidatos, pequeños y grandes, con toda su rivalidad, se ponen de acuerdo para no traspasar los límites de esa puerta.

Si alguno habla de lo que ocurre fuera de las fronteras es para mejor vender su desglobalización sin concepto. Hasta los europeistas convencidos, de cualquier ideología, tratan de aguar su fervor y su audacia. Los temas de la Europa colador, burocrática y entregada a una austeridad empobrecedora, tienen éxito: los consejeros de nuestros príncipes se consideran autorizados por un cuerpo electoral supuestamente esquivo y hostil. No cabe duda de que la precariedad del poder adquisitivo, el aumento del paro, las deslocalizaciones de las herramientas de producción y la inseguridad son asuntos que inquietan, pero ¿de dónde surge la descabellada idea de hablar de estos problemas tan importantes como si los países vecinos y los demás continentes, hoy tan próximos, no existieran (a excepción de una Alemania que unas veces es maravillosa y otras veces es el hombre del saco)? Francia, quinta economía mundial, segunda de Europa, parece tan dispuesta a inventar el “capitalismo en un solo país” como los estalinistas, en su tiempo, a fantasear con la idea de la fortaleza socialista asediada, con puertas y ventanas cerradas.

No somos más que sesenta y tantos millones de habitantes, en medio de los que pronto serán siete mil millones de seres humanos en plena mutación, siete mil millones que interfieren, se quiera o no, por las buenas o por las malas, en nuestra existencia. Seguí las primarias socialistas con gran atención y un asombro creciente. En tres sesiones televisadas de hora y media, ninguno de los candidatos se atrevió a hacer la menor reflexión sobre lo que ha dado en llamarse la “política exterior”. Algo que habría sido lógico en la logorrea de los líderes de extrema izquierda y extrema derecha, apóstoles de un proteccionismo de hierro y promotores de una nación solitaria y congelada, resultaba sorprendente en quienes aspiran a ejercer la función suprema; ¿o es que no van a viajar más que para hacer ofrendas florales?

Con una complicidad extraña y clandestina, los grandes partidos se ponen de acuerdo en no decir lo que piensan sobre las primaveras árabes, sus otoños ni sus posibles veranos; se ponen de acuerdo en no hablar jamás de Putin, su mandato vitalicio ni su emparejamiento con el PC chino en unos niveles de corrupción inimaginables; no dicen ni una palabra sobre Irán, su tiranía teocrática ni su bomba... Los apasionantes peligros de la actualidad internacional no deben agitar las aguas. Hemos conocido a un Sarkozy más locuaz, más enérgico (en Georgia, en Libia). En su discurso de Grenoble, con sus críticas sobre la invasión de los gitanos y otros marginados sin tierra —una falta moral y un error estratégico—, se desliza en el jardín de Marine Le Pen. ¿Se ha olvidado de 2007 y su exigencia de una política mundial que asegurase el respeto a los derechos humanos? Hoy, Hollande lleva la voz cantante, y los 10 años que transcurrió en la secretaría del PS, resolviendo querellas internas, demuestran que el mundo exterior sigue siendo para él completamente exterior.

En un quid pro quo, la izquierda y la derecha se otorgan mutuamente una plena y total absolución. El hecho de que Nicolas Sarkozy venda buques de guerra y de desembarco (Mistral) al pacífico ejército ruso, ávido de reconquistar el perímetro del imperio, no parece preocupar a Hollande; por lo menos, no dice ni una palabra al respecto. Los camaradas Mubarak, Ben Alí y Gbagbo siguen siendo miembros de la Internacional Socialista hasta que caen derrocados, pero en la UMP no sueltan prenda, sino que fingen ignorarlo. Lo que pasa más allá de nuestro patio trasero no nos importa nada.

La función real —el supuesto dominio reservado— del presidente de la República Francesa consiste en la gestión de los intereses y los ideales de Francia en el mundo. Sarkozy la ha ejercido, a veces con fortuna, a veces sin ella, a veces, perdido. ¿No ha extraído ninguna enseñanza? ¿Niguna reflexión que transmitirnos? ¿Y qué piensa de ello Hollande, encerrado en su mutismo? Hoy, en Siria, El Asad aniquila una ciudad detrás de otra, China y Rusia bloquean cualquier decisión de la ONU y, mientras tanto, Teherán y Moscú proveen de armas al asesino. ¿No hay nada que decir de este eje dañino? ¡Basta ya! El elector francés no asume responsabilidades, está infantilizado. Dando vueltas sin parar, deslumbrado por Bolloré, Le Fouquet’s, hasta la nausea. Mientras tanto, la tierra sigue girando, con sus buenas y sus malas noticias.

Acurrucado en sus vergüenzas familiares, el país renuncia. Angela Merkel, por sí sola, no va a salvar Europa, tan propensa —digna heredera del canciller Schroeder, vendido a Gazprom— a dar prioridad a la alianza con Rusia, su petróleo y su gas, en perjuicio de los “pequeños europeos” del este, que el Kremlin pretende volver a colonizar. No será Obama, por sí solo, quien resuelva los conflictos y las guerras que se ciernen, con toda su prisa en retirarse porque cree que así minimiza los riesgos. Y, por desgracia, no es la Francia autista que nos ofrecen la que sabrá afrontar los peligros y las oportunidades de una sociedad mundial intrínsecamente globalizada.

Desde el hundimiento del comunismo en el mundo, como realidad y como aspiración, la nueva globalización lo inunda todo. Trastorna equilibrios geopolíticos, sociales y mentales que se remontan a milenios y se proyecta en la producción y los intercambios de miles de millones de individuos, chinos, indios, brasileños, etcétera. Un maremoto así no tiene nada de idílico. La explotación salvaje, el nihilismo y la destrucción están en pleno apogeo, pero, al mismo tiempo, poblaciones inmensas observan su situación con ojos desengañados. Se rebelan por su supervivencia, su dignidad, su futuro. Empiezan a hacer caer a déspotas que se creían garantes del orden mediante la fuerza de las armas, la mentira, la prevaricación y los prejuicios étnicos y religiosos. Hasta los faraones rojos de Pekín se preocupan, mientras que la cleptocracia de Putin hace aguas.

Acabemos con las lamentaciones. Después de haber inventado la guerra total y la revolución totalitaria, Europa, en la segunda mitad del siglo pasado, elaboró con sumo cuidado el antídoto, el espíritu de una disidencia contra las dictaduras que se extendió desde Praga (Carta 77) hasta Pekín (Carta 08). La Unión Europea encarna ante el mundo una zona privilegiada de democracia y prosperidad. Una prosperidad relativa y frágil, sin duda. Una democracia que aún hay que perfeccionar, extender y defender. No está mal como programa para el siglo actual, lejos del decadentismo absurdo y suicida de las izquierdas y las derechas francesas.

Abramos las ventanas, que un viento de libertad despierte las valentías y arrastre los tabúes, ¿es que acaso Francia debe darse por vencida y encerrarse en vida?

quinta-feira, 19 de abril de 2012

Subúrbios franceses, territórios esquecidos, até a campanha eleitoral

Eduardo Febbro
Carta Maior

Há muito que não se tinha notícias deles. A última vez que eles foram vistos foi há pouco mais de um ano, em março de 2011, quando se celebraram as eleições regionais que a esquerda ganhou. Nem antes nem depois teve-se notícias tangíveis “dos representantes do povo”. Para a classe política, os subúrbios não existem, ou só adquirem uma vigência momentânea durante as campanhas eleitorais. Por isso Samir se surpreendeu quando, há alguns dias, encontrou pendurado na maçaneta da porta de seu apartamento um panfleto que dizia: “Vote François Hollande 2012”.

Samir mora há cerca de 10 anos em um desses monoblocos depressivos que enchem a paisagem dos subúrbios de Paris e das grandes cidades da França. ”Os políticos são como os cachorros maus: ficam mansos quando têm fome de eleitores”, diz. Em seu subúrbio de Antony, os políticos não fazem muitas paradas. Entre cinco e oito milhões de pessoas, desemprego, insegurança, ausência de infraestruturas adequadas, pobreza, exclusão social e racial, os subúrbios são um país dentro de outro, uma realidade à parte, outra dimensão.

Em Paris, esse território no esquecimento começa depois de atravessar o famoso Boulevard Periférico. ”Aqui vivemos em um apartheid disfarçado”, diz Georges Rahdam enquanto mostra com um amplo gesto do braço as torres e os monoblocos da Cité des 4.000, na localidade da Courneuve, um dos subúrbios quentes da capital francesa. Nestas semanas de campanha eleitoral para as eleições presidenciais de fins de abril e princípios de maio, os candidatos deram uma volta pelos subúrbios. O resto do trabalho é feito pelos militantes, que operam o “porta a porta” na busca dos votos. ”Mas somos invisíveis. Em 2007, o assunto dos subúrbios esteve presente na campanha. Agora somos os esquecidos da festa democrática”, constata Samir.

Basta dar uma volta por Clichy-sous-bois, o subúrbio de onde partiu, em 2005, a revolta dos bairros populares que se alastrou por toda a França. Parece que o tempo parou: ninguém veio melhorar a vida desta localidade onde a metade dos 30.000 habitantes tem 35 anos e onde o desemprego afeta 40% da população. Escadas sujas, elevadores quebrados, coletores destroçados e os muros cobertos com uma interminável ladainha de pichações e insultos, oferecem uma radiografia instantânea do estado da população: “Sarko, Marine (Marine Le Pen, a candidata da extrema direita), Hollande, todos podres”, diz um grafite pintado em preto. Aziz, um morador de Clichy diz cheio de cólera: “eles vão comer no Ritz (hotel de cinco estrelas), nós comemos arroz”.

Em francês, é um jogo de palavras entre Ritz e Riz – arroz. Há algumas semanas, a associação AC-Le Feu ocupou um Hotel parisiense para instalar ali “o ministério da crise dos subúrbios”. Mohamed Mechmache, presidente desta associação que agrupa os habitantes dos subúrbios, explicou que se “os candidatos à eleição presidencial não atravessam o periférico, nós viemos até onde eles estão”. Selma Merabtine, uma habitante de Clichy-sous-bois e militante da AC-Le Feu, reclama “da escassa importância que nos dão. A abstenção nos subúrbios nasce dessa indiferença dos políticos. Como ninguém atende nossos pedidos e nossa situação, então não votamos".

A ocupação do hotel alcançou sua meta: o candidato socialista François Hollande visitou o local ocupado e Nicolas Sarkozy, presidente em exercício e candidato a sua reeleição, enviou dois emissários. A AC-Le Feu pediu a mesma coisa que todos os subúrbios do país: “trabalho, escolas, transportes e uma política habitacional coerente”, explica Mohamed Mechmache. O responsável pela AC-Le Feu lamenta que o tema dos bairros populares tenha sido deixado totalmente de lado na campanha.

Fatima Hani, Secretária Geral da AC-Le Feu, reconhece que, no geral, quando se “fala dos bairros populares é para vê-los como lugares inseguros, onde falta repressão e não desenvolvimento. Depois, a tentação de misturar imigração com insegurança ganha terreno. Assim convertem um tema central da agenda política em uma mera questão de oportunismo eleitoral”. Em 2005, Sarkozy havia dito que era preciso limpar os bairros populares com “karcher”, um compressor de alta potência. Depois das revoltas de 2005, a direita governante prometeu um presente de Dia dos Reis. Nada.

Durante a campanha eleitoral para as eleições de 2007, os subúrbios e sua degradada situação foram objeto de inumeráveis promessas. O tempo passou e tudo continua igual. A direita desmontou os dispositivos instalados pelos socialistas e deixou em suspenso os bairros populares. “Ninguém se interessa pela nossa situação porque todos pensam que não somos franceses, que não somos iguais a eles”, diz com uma remota amargura Ibrahim, um vizinho de outro subúrbio quente, Grigny.

As pessoas oriundas dos subúrbios sofrem uma discriminação brutal. “O fato de ter um nome árabe e de estar domiciliado em um subúrbio com má fama basta para que nos recusem em um trabalho”, conta Albert Rahmed, um jovem morador de Clichy que há um ano estreou seu diploma de engenheiro de sistemas, sem encontrar trabalho. “Muita gente consegue um domicílio falso em Paris ou em um lugar com melhores referências”, diz Rahmed. Aqui a vida é dura, solitária, isolada. A insegurança é vivida a céu aberto. Nas entradas dos edifícios um montão de jovens passa o dia vendendo droga, provocando os passantes, procurando briga com o primeiro cachorro que passa.

”Não há trabalho nem nada que fazer. É um gueto de miséria”, diz Ahmad Chibil. Apenas 27 anos, um corpo de atleta, um diploma de analista financeiro de primeira categoria, mas sem trabalho. “Morar num subúrbio de má fama é como estar condenado: no trem, a polícia te para, na rua a polícia te para, de moto, a polícia te para. E se te perguntam o que você faz e você diz que tem um diploma e está procurando trabalho, ninguém acredita. Acham que é ladrão. No mês passado, às seis da tarde, uns policiais me disseram: não tem cara de diploma”.

As associações que agrupam os habitantes dos chamados “bairros populares” estão mudando sua posição. “Desta vez será diferente”, assegura Ahmad. Com a AC-LE Feu à cabeça, outras tantas associações se lançaram em um tour por toda a França para fazer aprovar as 23 propostas que submeteram aos candidatos. Depois das eleições pensam converter as associações em um movimento político específico dos subúrbios. “Talvez seja melhor assim – diz Ahmad --. Perdemos todas as esperanças, só nos resta a ação coletiva como horizonte”. A vida é áspera nestas zonas. Insegurança, desemprego e o silencioso assédio do desprezo social e racial, fizeram dos bairros populares uma realidade paralela. Tudo é diferente, como se falassem outro idioma e não fosse a mesma cultura, a mesma raiz, a mesma sociedade.

quarta-feira, 18 de abril de 2012

Petróleo y democracia

Horacio González
Página 12

Las medidas de democratización financiera, recomposición empresaria, soberanía energética, federalismo no estamental y autonomismo nacional que la Presidenta tomó sobre YPF pueden –y deben– significar una nueva perspectiva para la hipótesis general de una sociedad argentina emancipada. Los atributos de una democracia capaz de revisar con más fuerza las rigideces y desigualdades de nuestra sociedad siempre tuvieron que ver con la cuestión petrolífera. Esta no fue solo una cuestión de tecnología, perforación y metros cúbicos, sino también de sentido de la economía compartida y equitativamente distribuida. Y un poco más allá, de un llamado a construcciones políticas novedosas enraizadas en la conciencia colectiva. YPF no se equivocaba, desde sus orígenes, en ninguna de las tres letras que forman su sigla. “Yacimientos”, que significaba la economía descubierta en las napas profundas del territorio y una sutil apelación a lo que “subyace” y hay que recobrar; “petrolíferos”, porque la vieja y enigmática palabra que ya tiene varios siglos de antigüedad significaba el óleo que viniendo de rocas y huesos milenarios irrumpía en la era del capitalismo para definir, a favor o en contra, la suerte de los pueblos. En cuanto a “fiscales”, la expresión hoy suena un poco anacrónica o dislocada, entre tanta diversificación de su uso y tantas teorías del Estado decisionistas y no decisionistas. Pero no era así cuando en la época de Yrigoyen se le puso nombre. Fiscal significaba el poder público democrático operante, construyendo escuelas, viviendas, incluso poblaciones enteras y empresas fundadas en el interés público. Y aún hoy debe seguir significando eso.

La expresión Repsol obedece en cambio a un impulso publicitario de la globalización, de la cual son especialistas las agencias de creación de significantes deshabitados. Fueron tomados de una pequeña empresa de lubricantes española (Repesa), y lo completaron con la palabra “Sol”, la del astro, dijeron sus creadores, que “identifica a España en las culturas del norte”. He aquí un caso en que una sigla con tres consonantes que solo atípicamente pueden conjugarse y que son fonéticamente impronunciables de seguido, YPF, pero que se torna un trípode lingüístico de vasta resonancia social e histórica, mientras que poco puede significar una idea publicitaria alrededor del Astro Rey, que apenas nos dice lo que todo pueblo ha pensado de manera inmemorial sobre el sol. Pero en este caso se le agrega un pequeño pigmento suplementario, en el que ni querríamos esforzarnos para verle una resonancia, si bien lejana, añoradamente imperial. Nuestra España no es eso, sino un debate sobre la lengua, y un oído argentino siempre presto a escuchar a un Miguel Hernández, Cansinos Assens, Antonio Machado, Jiménez de Azúa, Claudio Sánchez Albornoz, Francisco Ayala, cada uno de ellos, maestros en su tema, y maestros de muchos argentinos.

YPF fue tema notorio de Raúl Scalabrini Ortiz, que lo toma como argumento central de sus escritos de la época frondizista –en un debate sobre quién debería encarnar la parte empresarial extranjera en los nuevos convenios—, y mucho antes fue palabra oscura lugoniana. Este gran autor argentino y hombre desdichado contribuye al golpe del ’30 contra Yrigoyen criticando erradamente el “estanco petrolífero”, pues así llamaba a la política de Mosconi, a la que le agregaba la crítica de que se había realizado un acuerdo con la compañía petrolífera soviética. Mosconi influyó en la creación de Ancap, la compañía energética uruguaya, y de YPFB, la compañía boliviana, que en algún momento expropió establecimientos de la Standard Oil. Por su parte, el Conselho Nacional do Petróleo, antecedente de Petrobras, no poco le debe a Mosconi, que era ingeniero militar y también ingeniero civil. Fue también el petróleo notorio tema de Arturo Frondizi, que en 1954 publica Petróleo y política, un libro de gran significación en la historia de las ideas argentinas, de posiciones estatistas y nacionalizadoras –luego abandonadas– y que se inspiraba en reflexiones que no poco tomaban de un marxismo de “estructuras y superestructuras”, desnutrido de mejores lazos con una imaginación social de mayor espesura, pero una gran novedad entonces por provenir del ámbito político del cual participaba esta notoria y ambigua figura política. Al comienzo del siglo XX no era ignorado el petróleo en la publicística argentina. Jorge Newbery y el ingeniero Tierry, en 1910, publican el primer libro argentino sobre petróleo, cuya reedición en la década pasada lleva prólogo de Fernando Solanas y Félix Herrero.

El golpe de 1955 tuvo también escenas petrolíferas sobre las cuales meditar hoy. Se recuerda la discusión en ese año sobre los contratos con la empresa California, subsidiaria de la Standard Oil, contratos que Perón defiende, Frondizi en su momento critica y los golpistas lo toman como pretexto para sus acciones (Lonardi anula ese convenio; poco después, Perón, en su opúsculo “Del poder al exilio”, lo justifica con argumentos desarrollistas –la necesidad de inversiones extranjeras– pero asemeja su caída a la del primer ministro Mossaddeg, de Irán, que en 1953 había intentado nacionalizar el petróleo y es derrocado por acciones cuyo origen tenía el sello de los intereses británicos y norteamericanos).

La cuestión petrolífera nunca fue, ni en la Argentina ni en ninguna otra parte, un hecho solamente de dimensiones ingenieriles, tecnológicas y empresariales. Todo eso principalmente lo es, pero la significación del petróleo –como la del oro– adquiere fuertes simbolismos y nos lleva a la relación entre la economía del subsuelo natural y las regiones de la cultura crítica y la historia de las ideas. “Petróleo” es una pieza retórica fundamental de la modernidad, como el ejemplo de los diques y aviones que daba Heidegger en “La pregunta por la técnica” o el estudio de la simbología del oro que se puede leer en El Capital de Marx. Decir petróleo es dar el nombre de una antigua encrucijada cultural en nuestro país, al que se le dice “país con petróleo pero no petrolífero”. No cambia con esta sutileza la cuestión. El petróleo, motivo de guerras, luchas empresariales, golpes de Estado, creación de naciones ficticias y puesta en rediscusión la era de los imperialismos, es una categoría intelectual del pensamiento político, demasiadas veces central en la comprensión de los acontecimientos históricos. No porque se trata de un determinismo que haría elemental cualquier razonamiento que no se base en él, sino al contrario, porque allí se sintetizan múltiples determinaciones de la conciencia pública y de la cimentación democrática, esto es, de nuestra sociodicea liberacionista.

Con la medida anunciada por la Presidenta, que es audaz y prudente al mismo tiempo, se liberan nuevas discusiones que involucran al conjunto del tejido histórico nacional. La íntima relación de esta decisión petrolífera la vemos tanto con la creación de una economía pública democrática, autosustentable y de tecnologías sobre las que puedan pesar decisiones autónomas, como con la primicia que aún está latente en la sociedad nacional, su lógica política emancipatoria registrada en todos los planos de la acción colectiva. En el de la política, la cultura, la lengua, los frentes sociales que laboren el espíritu público democráticamente movilizado y la cuestión nacional, siempre viva, tratada no con cerrazones de la racionalidad instrumental revestida de abstractas leyendas, sino con el verdadero carácter de las epopeyas que saben innovarse a sí mismas, en su pedagogía, en sus poéticas y en sus convocatorias a la vida intelectual y popular. Esto, en su triple dimensión de saber social, saber técnico y saber simbólico. Ni más ni menos que una nueva conjunción de la naturaleza con la historia nos depara esta significativa decisión sobre la cuestión petrolífera en la Argentina.

terça-feira, 17 de abril de 2012

Tragedia griega

Natalia Aruguete
Página 12

Ya lo había advertido en reiteradas oportunidades: Grecia debe defoltear su deuda y salirse del euro. Y una vez más, el griego Costas Lapavitsas lo repitió enfático: si los griegos “aceptan ser un rincón de Europa para vacacionar, entonces se pueden quedar en la Unión. Si no aceptan eso, deben irse del euro”. Destacado economista marxista, el profesor de la Universidad de Londres fue uno de los invitados para participar en Buenos Aires del Congreso de Economistas Heterodoxos, organizado por la Universidad Nacional de Quilmes.

¿Cuál es la principal causa de la crisis europea?

La causa más profunda es la estructura del sistema monetario europeo, que genera diferencias entre los países centrales y periféricos. Concretamente genera deuda en los países periféricos con respecto a los centrales. Pero la forma que toma este tipo de problema es distinta en cada país periférico.

¿Por ejemplo?

En el caso de Grecia, el problema es la deuda pública. En Irlanda, la deuda de los bancos. En Portugal, los créditos privados y las hipotecas. Un aspecto muy importante es que la crisis europea, que nació como crisis de la periferia, ahora se está moviendo hacia los países centrales europeos, y allí también la deuda aparece en el centro de la crisis. Ahora la deuda es importante, pero es el epifenómeno, por detrás hay otro fenómeno.

¿Cuál?

Se están desarrollando dos tendencias clave. La primera es la persistencia del déficit de acumulación, los países maduros (centrales) tienen problemas de dinamismo de su capitalismo y no encuentran nuevas áreas, lo cual deviene en problemas para la capitalización: su tasa de ganancia no cae, pero no crece. Eso evidencia su imposibilidad de poder seguir. Hay un estancamiento salarial en Alemania y Estados Unidos. La segunda tendencia es la financiación. Como el capital pierde dinamismo productivo, la financiación va ganando espacio y empieza a intervenir en sectores en que antes no intervenía. La combinación actual es producción débil y deuda alta. Es una pelea de burbujas.

¿Cuál es la diferencia entre la crisis bancaria y la crisis de deuda? Angela Merkel hace esta distinción y atribuye responsabilidades diversas respecto de cada una.

La deuda es importante en todos los rangos: hogares, empresas del Estado y bancos. El tema deuda se metió en todos lados y va a quedarse por muchos años. Pero la deuda es el resultado, no la causa de todo lo que estamos hablando. La deuda bancaria está relacionada, pero es diferente. Es un aspecto particular y muy peligroso de la crisis capitalista.

¿Por qué?

Porque los bancos son el sistema nervioso del capitalismo actual. En la crisis financiera de 2007, los Estados intervinieron rápidamente y se hicieron cargo para evitar el colapso bancario. Si hubiese habido una crisis bancaria, habría sido otra crisis. Cuando se habla de crisis financiera, se piensa en falta de liquidez. Pero la crisis financiera es una cosa muy amplia. En una crisis bancaria, que es algo muy específico, los bancos están en el centro. En este caso es distinto porque los bancos fueron salvados. El problema es que los bancos tienen deudas de mala calidad. Esto se vuelve un problema de solvencia. Las crisis financieras son crisis de liquidez; en las crisis bancarias, en cambio, no se paga, hay una quiebra. Eso hace la diferencia. En los últimos cuatro o cinco años, los Estados han estado muy atentos a que la crisis financiera no deviniera en un colapso bancario.

¿Cómo describiría la dinámica de los Estados para enfrentar la crisis?

El Estado es el alma del capitalismo y el neoliberalismo. El neoliberalismo sin el Estado no tiene posibilidad de existir. Por lo pronto, el Estado previno que no fuera una crisis del alcance de la del ’30. Esta dinámica tomó tres formas. La primera forma de intervenir fue bajar la tasa de interés. Esto supone subsidiar a los bancos que toman los créditos muy baratos del Estado, con tasa casi cero, y luego lo prestan. La segunda forma fue, directamente, capitalizar a los bancos con dinero público. Cuando a los bancos les va mal, tienen al sector público para capitalizarlos. ¡Es muy barato eso! La tercera fue darles liquidez para que tuvieran la ventanilla abierta y sacar dinero en cualquier momento. El Estado maneja el control, el monopolio de la emisión monetaria. También controla los ingresos fiscales. Ambos mecanismos le dan el poder para intervenir y subsidiar a los bancos.

¿Cómo evalúa este comportamiento del Estado?

El Estado interviene como clase: utiliza recursos sociales para subsidiar al sector financiero. No todos los Estados pueden operar de la misma manera y esa diferencia debe tenerse en cuenta. Los países periféricos intentaron hacer lo mismo, utilizar los mismos mecanismos, pero ellos también son débiles, y sus propios problemas les impidieron participar en esta crisis. Cuando el sector financiero funciona mal, el Estado lo salva y, al mismo tiempo, el sector financiero daña al Estado, lo debilita porque le pone una carga que es enorme. Es un tema contradictorio: el Estado salva y, al mismo tiempo, se hunde.

¿Encuentra alguna relación entre esta actitud de los Estados y el creciente poder del sector financiero y su influencia en el sistema político?

En lo inmediato, este sector tiene gran incidencia en la acción política en países como Estados Unidos, Inglaterra, Italia, Grecia, Portugal, Irlanda. Es difícil de comparar, pero tiene influencia en todos lados. Hay intereses cruzados, dependencias, ese tipo de vínculo hace que puedan tener poder. De hecho, el sector que produce problemas también provee ministros. Sin embargo, no es verdad lo que muchos dicen sobre que ellos manejan todo. Hay que desmitificar esa idea.

¿Cómo se genera entonces?

En realidad hay una relación compleja, de alta interrelación, entre el sector industrial, el comercial y el financiero. Pero no es la misma relación que a principios de siglo XX, cuando los bancos con mucho poder compraban todo. Hoy, otras entidades van a los bancos, toman dinero, hacen ganancias también con el dinero financiero. Hay una alta relación porque hay intereses complementarios. Muchos en Europa estaban esperando que se diera un conflicto entre sector comercial y financiero, pero nada de eso ha ocurrido.

¿Qué problemas está causando el intento por mantener el euro?

Es muy llamativo el comportamiento de los países centrales europeos con respecto al euro: saben que mantenerlo es peligroso, pero, sin embargo, no han hecho nada para cambiar este desequilibrio entre países periféricos y centrales. No hubo cambios con respecto al desequilibrio, que se profundiza más con la austeridad y el ajuste.

¿Cómo ve el caso de Alemania en este contexto?

El caso de Alemania es muy particular porque hay un encuentro de intereses entre grandes bancos y exportadores, que son la columna vertebral del euro. Para ellos, el dinamismo no está en el mercado interno. El mercado doméstico alemán no ha mejorado la situación de los empleados y no tiene dinamismo. Entonces, muchos bancos y exportadores pueden unir fuerzas, ya que son muy influyentes, y tomar la posición de Alemania para el resto del mundo. Alemania cuida muy celosamente estas relaciones. Un tema importante es la austeridad, que forma parte de esta lógica y también va hacia adentro. Y al mismo tiempo la trasladan hacia afuera, planteando que “ustedes tienen que hacer lo que nosotros hicimos: mantener los salarios bajos”. Lo que pasa es que cuando se crea una comunidad económica de este tipo, hacer lo que hace Alemania es insostenible porque está quebrando al resto de Europa.

¿Cree que es posible que los gobiernos fuertes de Europa escuchen voces alternativas?

Lo que han hecho es todo lo contrario: afirmar la austeridad, la baja de salarios, la crisis en la periferia y suponer que esto va a solucionarse. Por eso creo que la capacidad de cambiar es muy limitada.

En el escenario que describe, ¿qué análisis hace del canje de deuda en Grecia?

Lo más importante que pasó en Europa en los últimos meses es que Mario Draghi (presidente del Banco Central Europeo) ha provisto de liquidez a los bancos por un billón de euros. Y al mismo tiempo se hizo un acuerdo sobre qué hacer con la deuda griega respecto de los tenedores privados. Este acuerdo supone algún tipo de pérdida a los tenedores de deuda, pero una pequeña porción de esa deuda fue tomada por bancos internacionales mientras que la mayor parte la tomaron los bancos griegos. El Estado tomó deuda otra vez para darles crédito a los bancos, de manera que los sectores privados han sido retirados de la crisis con este “salvataje”. Y además, el total de la deuda griega no va a caer mucho, quizás un 10 por ciento.

Pero fue presentado como una quita muy importante.

Lo que ha pasado con esta situación es lo siguiente: los bancos internacionales no están muy involucrados, sí lo están los bancos griegos, que obtienen dinero por parte del Estado para no hundirse. Si uno hace el cálculo general, la quita de deuda es muy baja, menos del 10 por ciento. Entonces, a esa deuda, que hace dos años era casi toda privada, la convirtieron en una deuda centralmente pública. Desde el punto de vista de los bancos da esa sensación (que ha sido una quita importante). Pero ésa es la perspectiva de los bancos porque, en realidad, la deuda griega ahora pasó a ser una deuda entre Estados.

¿En qué sentido?

Los fondos que se han provisto para salvar a Grecia vienen del Fondo Monetario Internacional y de algunos países, de manera que ahora es un tema entre gobiernos y no de los privados con Grecia. El costo es más austeridad y más liberalización. La economía griega ya está en depresión y esto va a profundizar esa depresión. Por lo tanto, las condiciones de la quiebra van a ser peores para Grecia porque tendrá menos capacidad de afrontar la deuda.

¿Cree que en este escenario Grecia debe seguir dentro de la Unión Europea?

Los griegos tienen su opción: si ellos aceptan un salario de 300 euros por mes, pensiones de 150 euros, un desempleo del 20 por ciento, falta de trabajo para los jóvenes, es decir, convertirse en una esquina insignificante, chica, lateral y paralizada, ser un rincón de Europa para vacacionar, entonces se pueden quedar en la Unión. Si no aceptan eso, si quieren un mejor futuro, deben irse del euro.

segunda-feira, 16 de abril de 2012

España: Izquierda Plural a favor de la desaparición de la Monarquía

Fernando Garea
El País

Izquierda Unida (IU) ha insistido hoy en que quiere que se celebre un referéndum para que los ciudadanos decidan si prefieren un Estado monárquico o republicano. Cayo Lara, coordinador general de Izquierda Unida y portavoz del Grupo de Izquierda Plural, ha afirmado que no habrá "democracia plena" en España hasta que el jefe del Estado pueda ser elegido por todos los ciudadanos. "Cada vez más gente asiste atónita a la jefatura del Estado que tenemos, la forma de elección y también las actividades que estamos conociendo y que dicen muy poco de la actitud ética que tiene que mantener", ha avisado en rueda de prensa después de que el Rey haya tenido que ser operado de la cadera tras una caída accidental cuando se encontraba en Botsuana en un viaje para cazar elefantes.

Izquierda Unida llevará este asunto al Congreso con una batería de preguntas con la que, entre otras cuestiones, quiere saber quién financió el viaje y si participaron en él empresas privadas. A juicio de Lara, el monarca está dando "malas señales" al exterior de la 'marca España'. Lara ha censurado la "falta de ética" que ha mostrado el Rey con su viaje para cazar elefantes, "por no englobar en falta de ética total y alguna cosa más de todo lo que está rodeando a la Casa Real en las últimas semanas y los últimos meses".

Por ello, ha anunciado que su formación llevará este asunto al Congreso y pedirá al Gobierno que informe por escrito si todos los gastos del safari fueron pagados con cargo al presupuesto público de la Casa Real, que, según ha recordado, este año se acercará a los nueve millones de euros. A este respecto, el líder de IU ha recordado que la partida de la Casa Real sólo bajará un 2% este año y la de la Iglesia no será modificada. "Son las dos instituciones que menos están colaborando a salir de la crisis", ha remarcado. Y también quiere saber si el viaje del Rey ha acarreado gastos a otros ministerios por asuntos relacionados con la seguridad o protocolo y si el Rey fue al viaje acompañado por empresarios. "Y vamos a preguntar si alguna de las empresas que le acompañó pudo financiar el viaje", ha incidido Cayo Lara.

Entre las cuestiones, IU también pedirá detalles de los protocolos de relación entre la jefatura del Estado y el Gobierno, ya que a su juicio "no se puede disociar el estatus privado y el público" del Rey, especialmente en viajes de la magnitud del realizado a Botsuana. Lara ha lamentado que, de no haber sido por la caída accidental del Rey, el viaje hubiera quedado oculto y ha censurado que, si el Gobierno ya tenía conocimiento de él, no informara a los grupos parlamentarios en la Junta de Portavoces celebrada en el Congreso la pasada semana.

Según ha subrayado, las actividades del Rey afectan a todos los españoles independientemente de su opinión sobre cuál debería ser el modelo de Estado, por lo que ha exigido "paredes de cristal y puertas abiertas" en la Casa Real para lograr "transparencia plena". Iniciativa per Catalunya (ICV-EUiA), su partido hermano en Cataluña, ha emplazado por su parte al Rey a que abdique cuanto antes. "Con lo que está pasando en el país, con el riesgo de ser intervenidos y con miles de personas en el paro, merece ser reprobado", ha señalado su portavoz, Dolors Camats.

Desde el mismo partido, Joan Coscubiela y Laia Ortiz han justificado los requerimientos de información "ante la inquietud generada en la ciudadanía en relación a diferentes aspectos de este viaje, de las actividades con él relacionadas y ante la falta de información por parte de la Casa Real".

A todas estas preguntas se sumarán las 28 que va a presentar Esquerra Republicana (ERC). Como en los casos anteriores, consistirán en pedir al Gobierno que explique qué conocimientos tenía sobre el viaje y cuánto costó a las finanzas públicas, entre otros datos. Estas cuestiones se suman a las más de 100 que ya registró ERC a raíz del caso Urdangarin, y se dirigen al Ejecutivo por la condición jurídica de "irresponsable" que tiene el Monarca por sus hechos, según interpreta la Constitución. El portavoz de ERC en el Congreso, Alfred Bosch, ha pedido que se regulen por ley los regalos que puede recibir la Casa Real, tal y como ya pidieron en una de las preguntas anteriores. Para el republicano, esta última no es una cuestión secundaria porque bajo forma de regalo se pueden incluir "prácticas que nadie desea". Desde Navarra, los portavoces de Nafarroa Bai, Bildu e Izquierda-Ezkerra se han mostrado a favor de la desaparición de la Monarquía.

segunda-feira, 9 de abril de 2012

A esquerda após a crise de 2008

Eleonora de Lucena
Folha

Para o sociólogo Göran Therborn, que vem ao Brasil para lançar Do Marxismo ao Pós-Marxismo?, movimentos como o Occupy e os indignados espanhóis se caracterizam como defensivos, sem virar o jogo político. Aqui, ele analisa economia e política na Europa e nos EUA.

A crise financeira não tirou a esquerda da defensiva; a direita derrotou a social-democracia na Europa. Mas a falta de saídas neoliberais deve fazer o pêndulo do ciclo eleitoral mudar de tendência. A avaliação é do sociólogo marxista Göran Therborn, professor emérito aposentado da universidade de Cambridge. Nesta entrevista, concedida por e-mail, Therborn, 70, fala das principais eleições no mundo neste ano, do declínio dos EUA e do individualismo.

No seu livro Do Marxismo ao Pós-Marxismo?, de 2008, o sr. diz que a esquerda está na defensiva. Ainda está?

No conjunto, sim. O crash financeiro e a aceleração da desigualdade econômica não colocaram a esquerda na ofensiva social em lugar nenhum. Existiram, e ainda existem, alguns movimentos inovadores, como a Democracia Real Ya! e o 15-M, na Espanha, e o Occupy Wall Street. Mas eles não foram capazes de mudar os parâmetros básicos do jogo político nacional. Os grandes protestos na Grécia têm sido claramente lutas defensivas. O movimento estudantil chileno, contra a mercantilização do ensino superior, é uma exceção. Ele foi capaz de se conectar com outras forças sociais e empurrou o arrogante governo Piñera para a defensiva.

Muita coisa mudou de 2008 para 2012: a crise financeira global, a Primavera Árabe. As mudanças o surpreenderam? O seu livro ficou desatualizado por causa delas?

Crises em economias capitalistas não surpreendem um cientista social ou um historiador social, embora prever as datas dos seus surtos seja tão difícil como prever as datas dos verões europeus. Os problemas sociais estavam se acumulando sob as envelhecidas ditaduras e oligarquias árabes, como indico em meu livro. Os incipientes movimentos de protestos foram colocados em um livro que publiquei depois, em dezembro de 2010 - "The World" (ed. Polity). Mas eu não esperava a primavera de revoltas.

É possível dizer que, com essas mudanças, o neoliberalismo está perdendo a hegemonia?

Muitas mudanças estão acontecendo sem uma causa em comum. O crash financeiro do Atlântico Norte não estava conectado com a Primavera Árabe, por exemplo. O crash sacudiu as próprias bases do sistema bancário anglo-saxônico. A crise de 2011 na Eurozona mostrou a capacidade de autodestruição das bolhas de fluxo de capital.

A Primavera Árabe também destacou que a liberalização das economias árabes nada havia conseguido de significativo em relação ao desemprego e às perspectivas sociais dos grandes grupos de jovens. Por enquanto, nenhuma força política está argumentando que a única via para um futuro melhor são mais privatizações e desregulamentações. Por outro lado, nos países mais ricos nenhuma alternativa articulada apareceu.

Alguns pensam que a crise põe a democracia em perigo, como nos anos 1930. O sr. concorda?

A democracia, no seu sentido mais limitado, de eleições livres e competitivas, não está em perigo. O amplo e diversificado estabelecimento do Estado de bem-estar social capitalista significa que os efeitos sociais dos choques econômicos hoje são incomparáveis com a miséria e o desespero criados pela depressão dos anos 1930.

Na Europa Ocidental não há movimentos fascistas com algum significado. O que há são xenófobos, principalmente islamofóbicos. Mas eles não ameaçam a democracia. Na Europa Ocidental, a ameaça à democracia vem da tecnocracia. A crise na Eurozona levou à suspensão de governos democráticos, eleitos, na Grécia e na Itália. Na Europa Oriental a situação é mais incerta.

A social-democracia perdeu credibilidade ao ser parceira do neoliberalismo europeu?

Sim, foi claramente o que aconteceu nas derrotas social-democratas na Grã-Bretanha, na Hungria, em Portugal e na Espanha. Mas, como não há solução liberal, o pêndulo do ciclo eleitoral tende a mudar. A social-democracia alemã está crescendo em pesquisas e nas eleições provinciais, e a vitória do socialista François Hollande na França é ainda uma boa aposta.

Como o sr. analisa as eleições na França, na Grécia e no México?

Hollande está à frente em questões sociais e econômicas. A guerra na Líbia não impulsionou a posição precária de Sarkozy, mas ele agora está ganhando força entre a direita xenófoba. A França é o único grande país capitalista com significativas correntes de extrema esquerda, que ganham entre 10% e 20% dos votos.

A Grécia tem uma esquerda com organização bem mais forte do que a Espanha. Tem chance de se tornar a maior força eleitoral no país. Mas está dividida entre três partidos e outras correntes que não convivem bem entre si. O conservador Nova Democracia pode ganhar por causa da divisão da esquerda. Os social-democratas, que se renderam às pressões da crise, serão os grandes perdedores.

O México tem um habilidoso porta-bandeira da esquerda, López Obrador, que organizou um vasto movimento com raízes nacionais. Mas tem a oposição da mídia e das máquinas do clientelismo. Não é provável que vença.

Qual sua previsão para os EUA?

Obama se revelou um presidente fraco, moderadamente conservador, completamente subserviente aos interesses imperiais dos EUA, o que eu esperava. Está enfrentando uma notável reação da direita. O movimento Tea Party logrou explorar a crise financeira com uma linha de extrema direita, que habilmente deixou de lado questões da crise e da desigualdade econômica. Comparativamente, o movimento Occupy Wall Street é pequeno e pobre. Como as primárias têm demonstrado, o Tea Party e os cristãos fundamentalistas moveram o Partido Republicano de volta para uma era [Barry] Goldwater. Com a incipiente recuperação econômica, é provável que Obama vença, mas certamente não de forma esmagadora como a de Lyndon Johnson em 1964.

Por que o sr. considera a influência dos EUA decadente?

Não considero "decadente", que é um termo moralista, mas em declínio, enfraquecida. O declínio é óbvio. No Egito, os EUA nada puderam fazer para preservar o seu segundo cliente mais caro do mundo (depois de Israel), nem foram capazes de impor um novo regime satélite. Em dezembro, Hugo Chávez lançou uma nova organização latino-americana fora da influência dos EUA, a Celac. Antes de 2000, isso seria impensável.

O declínio da influência norte-americana é acima de tudo geopolítico e ideológico. Suas bases são a ascensão de novos e grandes agentes econômicos (China, Índia, Brasil). Há perda de significado da liderança ideológica dos EUA após o fim da Guerra Fria e a óbvia incapacidade das receitas neoliberais anglo-saxônicas para a nova economia mundial.

A tentativa de substituir a Guerra Fria por uma caçada em grande escala, a guerra ao Terror, nunca foi levada a sério por ninguém fora dos EUA. Cada vez menos pessoas e políticos enxergam os seus interesses como coincidentes com os dos EUA. O risco de ignorar os interesses norte-americanos também diminuiu.

É preciso enfatizar onde não há declínio ou onde ele é muito pequeno. Enquanto a relativa predominância econômica dos EUA decai significativamente, não se deve esquecer que boa parte da vanguarda da economia mundial ainda é norte-americana: Apple, Microsoft, Facebook, Amazon, Boeing. Os EUA ainda são o centro do entretenimento de massa e da pesquisa científica. São a única superpotência militar, e seus gastos militares são mais do que o dobro dos gastos de China, Reino Unido, França, Rússia e Japão juntos.

Como analisa o marxismo hoje?

O marxismo é uma original unidade entre filosofia, análise social e política. Muito dessa unidade foi quebrada. Os políticos comunistas se desvincularam de Marx. Foi decisiva a transformação do capitalismo, com desindustrialização, revolução eletrônica e emergência do capital financeiro.

Tudo isso parou e inverteu a tendência de longo prazo anterior: propriedade coletiva, regulação pública e fortalecimento da classe trabalhadora. A queda da URSS foi um propulsor político, mas, sob uma perspectiva histórica de longo prazo, os impasses do socialismo soviético e da social democracia europeia tiveram as mesmas raízes. O marxismo como identidade coletiva foi seriamente enfraquecido e é improvável que torne a ter a sua força anterior.

Como o sr. analisa a questão do individualismo hoje?

É crucial distinguir entre o individualismo egoísta, fundamentado, do individualismo econômico, do solidário, essencialmente um individualismo existencial. O individualismo egoísta econômico existe no Tea Party. Exemplo. Uma apresentadora de TV protesta contra uma abordagem coletiva para a crise: por que ela deveria pagar a hipoteca do vizinho?

É um individualismo burguês na sua forma extrema, e tanto hoje como historicamente é coabitado com familismo patriarcal. O polo oposto está em movimentos juvenis mais progressistas. É um individualismo existencial, que afirma o direito a um estilo de vida individual, ter cabelo verde, ser bissexual, vegan, punk etc. Mas é capaz de ter empatia com os outros, dando apoio e solidariedade.