quarta-feira, 27 de junho de 2012

Nuevos desafíos para el movimiento estudiantil: transversalización de las demandas

Simón Ramírez
El puclítico

En medio del creciente y envolvente clima de Reforma Interna en la Universidad, parece bueno hacer un alto y mirar en qué estamos “hacia fuera”. Esta semana es importante para el movimiento estudiantil. Se acerca una nueva jornada de paro y movilización nacional y se hace necesario aprovechar este momento para hacer una breve reflexión al respecto: en qué estamos y hacia dónde deberíamos avanzar.

Una de las principales características de las movilizaciones del año pasado fue su carácter pedagógico. Somos una generación rebelde, la de 2006, la misma de 2011. Una generación que, frente al statu quo propuesto desde arriba, ha vuelto a proponer la necesidad de la movilización masiva y radical en pos de los cambios que perseguimos. Pero, al mismo tiempo, somos también una generación inexperta, que ha ido aprendiendo en el camino y que debe detenerse a pensar en lo que ha hecho y en lo que se debe mejorar. En ese sentido, procesos de movilización social como los del año pasado son profundamente pedagógicos. Y, efectivamente, se aprendió mucho. Aprendimos tanto en la calle como en los patios y la conversación cotidiana, pero también es necesario aprender de la mirada retrospectiva, viendo en qué fallamos, qué nos faltó. La gran pregunta a la que nos enfrentamos con respecto al año pasado es, lógicamente, “por qué no ganamos”, porque de hecho no lo hicimos. La respuesta a esta pregunta, evidentemente, es multidimensional, y por lo tanto aquí pretendo plantear solo un elemento a considerar, pero que me parece crucial: no ganamos porque los estudiantes estábamos solos. Y cuando digo solos, no quiero negar el apoyo moral que se veía en las encuestas, ni el concreto que vimos en las marchas: estuvimos solos, como sector, en la gestación y desarrollo del proceso. Por ejemplo, a nivel de demandas, el movimiento fue estricta y solamente estudiantil. Y los estudiantes, por mucho que lo queramos así, realmente no podemos solos. No desestabilizamos lo suficiente.

Ahora, es preciso preguntarse si tiene sentido, más allá del mero querer sumar a más gente, el incluir a otros actores. Me parece que sí. Una de las máximas que pueden desprenderse de las demandas que el movimiento estudiantil ha levantado, es que la estudiantil no es una demanda meramente gremial. Se trata, en el fondo, de una crítica al modelo (consignas como “no más educación de mercado”, “educación pública, gratuita y de calidad” y “no al lucro”, son expresiones de ello), y el origen de ese modelo ciertamente no está en el sistema educacional: este último es una consecuencia, una manifestación, de aquel.

El año pasado, en general, la reflexión del movimiento estudiantil llegó hasta acá, a un paso de entender que el cambio al que se debe apostar es inevitablemente total. Los estudiantes debemos entender que, si efectivamente hacemos una crítica al modelo, este -que no es más que el neoliberalismo- no nos afecta únicamente a nosotros, y que cuando hablamos de lucro, de educación de mercado, etc., no hablamos más que de la manera en que ese modelo neoliberal se manifiesta en nuestro sector en particular. Se trata de entender que los conflictos de vivienda, de los trabajadores y educacionales (por poner algunos ejemplos), aunque puedan tener manifestaciones diversas, no son más que distintas caretas sobre una misma cara, pues la génesis de ellos está en un modelo determinado, que es el mismo para cada caso. Por lo tanto, si queremos avanzar en cambios verdaderos, tenemos que entender que hay que apuntar nuestros dardos, todos juntos, a ese modelo.

Es por eso que planteo que hoy es necesario que el movimiento sea capaz de transversalizar las demandas. Con esto no quiero decir que el movimiento estudiantil se olvide de las suyas, ni nada por el estilo. Digo que debe ser capaz de, junto con lo anterior, levantar demandas que sean convocantes y puedan sumar a nuevos actores tras objetivos comunes, lo que implica que estas deben permitir una interpretación propia y buscar subsanar necesidades propias de cada sector, de modo que todos podamos asumirlas, tanto a nivel global como particular, y que, de esta manera, puedan apuntar a generar las condiciones necesarias para construir un nuevo modelo económico-social. Ejemplos de estas demandas son la reforma tributaria y la nacionalización de los recursos naturales. Ambas pueden alinear a un conjunto de sectores en pos de un objetivo común, pero además, tanto su justificación como sus “logros concretos” pueden ser interpretados también de modo particular. Por ejemplo, los estudiantes queremos reforma tributaria porque nos permite obtener más recursos para financiar un sistema educacional público, pero a la vez, los pobladores la quieren porque, a través de ella, se pueden conseguir más y mejores viviendas, y los trabajadores también la desean, porque a través de ella podrían aspirar a más y mejores beneficios y condiciones laborales. Con la nacionalización de los recursos naturales la situación es análoga.

En definitiva, lo que planteo es que, si ya dimos el primer paso e identificamos que el sistema educacional que tenemos y queremos cambiar, de manera verdadera y profunda, es la manifestación de un modelo determinado, y si no queremos hacer cambios exclusivamente cosméticos (como han sido durante los últimos veinte años), debemos ser capaces de apuntar al origen, y que nuestras demandas, que buscan cambios sustanciales en lo educacional, deben al mismo tiempo permitirnos tensionar la totalidad de la estructura económica. Y un cambio como ese no lo hacemos solos, ni nos pertenece solo a nosotros: es un cambio que debemos hacerlo todos, trabajadores, pobladores y estudiantes, codo a codo.

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