domingo, 30 de setembro de 2012

Emerge el verdadero Romney

Paul Krugman
The New York Times

Tal como lo ha estado señalando mucha gente, lo que dijo Mitt Romney sobre el 47 por ciento no fue distinto a lo que se escucha todo el tiempo de Rush Limbaugh y gente como él. Pero recuerden que Romney se dirigía a la súper élite financiera, y dio toda la apariencia de creer lo que dijo (normalmente desdeño análisis basados en cómo se ve alguien, y nunca pondría mucho peso en ello, pero el Mitt Romney de este video fue mucho más relajado y claro para expresarse que el tipo que normalmente vemos).

Lo que esto sugiere fuertemente es que Los Amos del Universo, y el propio Amo Mitt, realmente lo creen, cosa bastante notable. El sarcasmo de suertudos para referirse a la gente que depende del gobierno y no paga impuestos federales sobre el ingreso, clara y obviamente es un disparate. Igualmente obvio es que originalmente fue creado en un esfuerzo para embaucar a la gente que no los conoce.

Fue y es lo que George Orwell llamó prole comida en su novela 1984: basura apuntada a las masas ignorantes (ignorantes por diseño) –la gente dispuesta a creer inmediatamente que siempre hemos estado en guerra con Estasia. 

En la visión de Orwell, empero, no se suponía que el Partido, especialmente el Partido Interno, consumiera estas mismas tonterías. Supuestamente debía entender la verdadera agenda y visión del Partido. Entonces, de hecho es una revelación ver que Romney y sus amigos obviamente se traguen toda la prole comida. La noticia aquí realmente no es que carecen de empatía; es su ignorancia cruda.

La economía política de la redistribución

Mitt Romney está siendo golpeado, y con justa razón, por afirmar que la redistribución es antiestadunidense. Por supuesto que redistribuimos, y lo hemos estado haciendo durante generaciones a escala sustancial.

Medicare, por ejemplo, en efecto es un programa fuertemente redistributivo; es financiado por un impuesto a la nómina (y otros ingresos), donde la cantidad que aporta depende del ingreso, pero provee un beneficio que sólo depende de sus costos médicos. ¡De cada uno según sus capacidades, a cada uno según sus necesidades!

Entonces, no, el presidente Obama no es un radical por sugerir que deberíamos seguir haciendo lo que ya estamos haciendo; los verdaderos radicales son la gente de la derecha que quiere declarar ilegítimo gran parte de lo que nuestro gobierno ha estado haciendo estas últimas tres generaciones.

La verdadera cuestión –discutiblemente la cuestión central de la economía política– es cuánto redistribuir. Y es interesante e importante entender cómo se toma esa decisión. Hay mucha literatura que usa algo parecido al siguiente modelo:

1. El gobierno grava impuestos a todos, digamos, como proporción constante del ingreso.

2. Usa ese ingreso para pagar por un beneficio que todos reciben.

3. Los votantes escogen partidos con base en cuál ofrece el programa de impuesto/beneficio que más se acerca al que maximiza su propia utilidad.

4. El resultado final refleja las preferencias del votante medio.

Este tipo de modelo sugiere que el votante medio, de hecho, querrá redistribución siempre que su ingreso –ingreso medio– sea menor que el ingreso promedio, porque en ese caso tendrá más que ganar a consecuencia de un poco de redistribución. Y esta condición siempre se cumple porque la distribución del ingreso está sesgada a la derecha (hay gente con ingresos de un millón de dólares por arriba del ingreso medio, pero nadie con ingresos un millón de dólares por debajo de la media).

Pero en ese caso, ¿el votante medio no favorecerá una distribución completa con todos los ingresos gravados y posteriormente entregados como beneficios? No, debido a los incentivos: un impuesto muy elevado desalentará el trabajo y reducirá el ingreso general. Entonces, hay un trueque que lleva a cierto nivel de equilibrio de redistribución.

Bueno, debería ser obvio que aunque este modelo es bonito, se derrumba mal en el departamento de realismo. Por un lado, los modelos de política de votantes medios sugieren que los partidos deberían convergir en políticas similares; de hecho, están polarizados. Más allá de eso, el modelo sugiere que mayor desigualdad en el ingreso debería llevar a mayor redistribución.

Lo que vemos en la práctica, empero, es que los países europeos con relativamente poca desigualdad hacen mucho más redistribución que Estados Unidos, con su alta desigualdad, y que conforme Estados Unidos se ha vuelto más desigual, su sistema de impuestos y transferencias se ha vuelto menos redistributivo, y no más. No creo que tengamos una explicación completa para estos hechos extraños.

Pero el modelo sigue siendo útil para pensar en el mundo político en el que vivimos. En particular, imagínese que trabajara para el extremo derecho de la distribución del ingreso. ¿Qué haría en un esfuerzo por impedir que los votantes medios se den cuenta que se beneficiarían más de un sistema estilo europeo?

Bueno, haría todo lo que pudiera para exagerar los efectos desincentivos de elevar los impuestos, y al mismo tiempo intentaría convencer a los votantes de ingreso medio que los beneficios de los programas gubernamentales son para otras personas.

También, haría todo lo que pudiera para privar del derecho al voto a los ciudadanos de menor ingreso, para que el votante medio tuviera ingresos más altos que el ciudadano medio. Hasta el momento, los esfuerzos en esta línea han sido notablemente exitosos en Estados Unidos. Pero a los operativos de la derecha claramente les preocupa que su periodo de tres décadas de éxito pudiera estar llegando a su fin.

sexta-feira, 28 de setembro de 2012

Karl Marx: Sobre el suicidio

Según un sociólogo de la cultura de la categoría de Michael Löwy, estamos ante una pièce unique en la bibliografía del joven Marx. Este corto y olvidado texto reescrito en su exilio en Bruselas, al mismo tiempo traducción y adaptación, publicado en alemán en una revista revolucionaria en 1846, es uno de los más poderosos argumentos contra la opresión de las mujeres jamás publicado. A partir de los datos detallados de un gran estadístico francés, Jacques Peuchet, Marx ilustra los aspectos anómalos, desnaturalizados y contradictorios de la vida moderna, de la existencia bajo el Capital, de la alienación que nos lleva al suicidio, y que afecta no sólo a las clases desposeídas, sino a todas las esferas y manifestaciones de las relaciones humanas. Incluso hoy en día estas historias se nos presentan con una descarnada actualidad.

Marx y Peuchet nos hablan del Patriarcado, de la tiranía familiar, de la violencia de género, pulsiones que sobreviven a la Revolución francesa, que empujan a los más débiles y a los más dignos a cometer el suicidio como salida desesperada. Es una de las pocas veces que Marx tratará el tema de la opresión femenina públicamente. El artículo es una crítica a la vida cotidiana burguesa, una poderosa descripción de la alienación, el extrañamiento entre las personas y un alegato sobre el amplio y universal objetivo emancipador del auténtico Comunismo.

terça-feira, 25 de setembro de 2012

Homenagem a Carlos Nelson Coutinho



Com motivo do recente falecimento do querido professor e intelectual marxista Carlos Nelson Coutinho, os Departamentos de História e Ciências Sociais da Universidade Federal do Ceará, em conjunto com a Rede Universitária de Pesquisadores sobre a América Latina (RUPAL) e a Escola Nacional Florestan Fernandes (ENFF) prestarão uma homenagem a ele, no próximo dia 28 de setembro no Auditório do Departamento de História da Universidade Federal do Ceará, em Fortaleza.

Nessa ocasião os palestrantes discutiram a obra do destacado pensador marxista, que além de ser um eminente difusor da obra de Lukács e Gramsci tanto no Brasil como no resto da América Latina, foi um dos maiores teóricos daquela perspectiva que concebe a democracia em seu aspecto substantivo e fundamental para a construção de um projeto socialista, superando a noção minimalista que restringe a democracia a uma dimensão meramente procedimental e formal. Com esta merecida homenagem a comunidade universitária consagra uma vez mais o esforço intelectual e militante de Carlos Nelson em torno da conjugação de democracia com socialismo ou como ele mesmo salientava em sua conhecida consigna: "Sem Democracia não há socialismo e sem socialismo não há democracia."

segunda-feira, 24 de setembro de 2012

Ciudad Juarez: um retrato da violência sem fim no México

Dario Pignotti
Carta Maior

Cidade Juarez é o retrato de um país cortado pelas diferenças entre os “de cima e os de baixo”, que aterrorizados pela violência começaram a deixar os bairros populares para retornar a seus povos de origem, geralmente no sul mexicano. Desde que Felipe Calderón chegou ao poder, numa eleição marcada pela suspeita de fraude, e lançou uma guerra para tentar resgatar sua imagem, houve 95 mil assassinatos, a maioria deles ligados ao conflito.

“Aqui, em Cidade Juarez, estamos em guerra...esta guerra nunca vai acabar, creio. Em Cidade Juarez e em todo o México a pura verdade é que as autoridades não querem terminá-la. Todo mundo está envolvido com o dinheiro da droga. Pessoas que não queriam entrar, entraram. As pessoas se cansam de trabalhar nas “maquilladoras” e terminam “sicareando”. “Sicarear” é um verbo corrente em Cidade Juarez: aqui a guerra é tudo. “Primeiro só homens jovens eram contratados para matar, depois o negócio foi crescendo e agora estão aparecendo cada vez mais pistoleiras”, conta o taxista enquanto viajamos até a ponte que une Juarez e El Paso, no estado do Texas.

Esta cidade de aspecto artificial, implantada no deserto e atravessada por avenidas largas onde abundam caminhonetes 4x4, provavelmente blindadas, foi considerada a mais violenta do mundo há dois anos quando foram registrados cerca de 3.100 assassinatos, segundo a contagem realizada pela imprensa da cidade, cujas cifras merecem mais confiança do que aquelas divulgadas nos boletins policiais.

O taxista me deixou no acesso à ponte binacional. Indo a pé na direção dos Estados Unidos por uma passarela coberta de arame tecido sob um sol capaz de desidratar escorpiões, a primeira coisa que se vê do outro lado do Rio Bravo, junto a mastros com as bandeiras de ambos os países, é uma placa de grandes dimensões dando o “Welcome” aos visitantes procedentes do México, os quais são recebidos por uma rigorosa e, com frequência, ofensiva revista.

Em troca, quando se faz o trajeto no sentido inverso, desde El Paso até Cidade Juarez, no estado de Chihuahua, os controles parecem irrisórios. Um letreiro do governo mexicano dá boas vindas aos norteamericanos, e outro colocado a poucos metros deste, provavelmente por militantes de direitos humanos, implora aos “gringos” para que deixem de fornecer as armas destinadas aos exércitos de sicários como o de Joaquim el “Chapo” Guzmán que seria um protegido do governo do presidente Felipe Calderón, segundo alguns analistas sérios. O barão da cocaína no México, apelidado de “Chapo” por sua baixa estatura, está na lista dos mais procurados pelo FBI e no ranking dos mexicanos mais ricos e influentes publicado pela revista Forbes. É, além disso, um dos homens que manda na Cidade Juárez onde seu poder é questionado a tiros pelos Zetas, um bando de narcos viciados em sangue, que surgiu de um grupo de militares que desertou logo depois de ter treinado nos Estados Unidos e em Israel.

Para abastecer os bandos que guerreiam em Juarez e em dezenas de cidades a cada dia entram no país umas 2000 metralhadoras, granadas, fuzis e peças de armamento antiaéreo. As armas chegam desde a Califórnia, Arizona e Novo México, disfarçado em caminhões ou por meio dos “compradores de palha”, traficantes formigas que passam diariamente pela fronteira ante os indiferentes postos de vigilância.

A indolência dos agentes norteamericanos com quem cruza a fronteira na direção do México costuma ser proporcional à tolerância com a ação do crime organizado no Sul, como mostrou a operação norteamericana “Rápido e Furioso”. Washington se viu obrigado a apresentar desculpas quando vieram a público as consequências do plano “Rápido e Furioso”, por meio do qual os serviços de inteligência dos EUA consentiram com a venda de armamento pesado a criminosos mexicanos sob o pretexto de que assim poderia descobrir seus esconderijos. Mas nada disso aconteceu, nenhuma cabeça caiu, enquanto dezenas de mexicanos morreram, provavelmente em ações praticadas com esse arsenal. O escândalo foi tal que o presidente Calderón foi obrigado a proferir algumas críticas aos seus aliados carnais de Washington.

“Essa guerra está perdida. Não gostaria de afirmar que a derrota é irreversível, mas levará anos para reverter a situação causada por este conflito rechaçado pela maioria do povo mexicano. Esse cansaço ficou provado nas eleições (presidenciais de julho), com a derrota do PAN (Partido Ação Nacional), o partido do senhor Calderón”, explica o historiador Víctor Orozco.

“Você me pergunta se alguém se beneficiou com esses seis anos trágicos de Calderón? Sim, todos os narcotraficantes. O estado mexicano já estava corrompido antes dessa guerra contra o crime organizado. Seis anos depois temos um estado mais corrompido e debilitado frente à ingerência das agências norte-americanas. Sabemos que a DEA e a CIA têm agentes operando em Juarez, Tijuana, Matamoros (principais cidades fronteiriças)”.

“Militarizar a luta contra a delinquência demonstrou ser um erro, não reduziu a infame violência. Os números são graves. O INEGI (Instituto Nacional de Geografia, Estatística e História), provocou comoção nos últimos dias com o informe sobre dezenas de milhares de pessoas mortas nos últimos seis anos”, arremata o professor Orozco durante a entrevista na Universidade Autônoma de Cidade Juarez, em frente á fronteira com os Estados Unidos.

Desde que Felipe Calderón chegou ao poder, numa eleição marcada pela suspeita de fraude, e lançou uma guerra para tentar resgatar sua imagem, houve 95 mil assassinatos, a maioria deles ligados ao conflito, relatou no final de agosto o INEGE, organismo público não governamental.

Esta aventura bélica dos “de cima”, dirigida por Calderón como se fosse um videogame (o presidente disse ser viciado nesse passatempo), deteriorou o tecido social dos “de baixo”, observou o subcomandante Marcos, do Exército Zapatista de Libertação Nacional, em um ensaio sobre a devastação deixada no mandato de seis anos que chegará ao fim dentro de três meses quando assumirá a presidência Enrique Peña Nieto, do Partido Revolucionário Institucional, a agrupação com mais dirigentes processados e condenados (entre eles vários governadores) por integrar organizações delituosas.

O televisivo Peña Nieto, atualmente fazendo um giro pela América do Sul, não demonstrou ser um conhecedor de temas militares e segurança pública – tampouco brilha quando fala de questões econômicas, sociais e diplomáticas -, mas fez declarações contra o agravamento da violência e outras, menos explícitas, nas quais alguns observadores interpretaram uma possível distensão com as máfias a fim de mitigar as matanças.

Resta saber se o futuro mandatário poderá desatar os interesses que alimentam esse conflito desde “cima”, segundo o texto de Marcos que traz cifras reveladoras sobre o incremento dos gastos militares durante a gestão Calderón, enquanto caiu o salário real e se precarizou o emprego.

Cidade Juarez é o retrato de um país cortado pelas diferenças entre os “de cima e os de baixo”, que aterrorizados pela violência começaram a deixar os bairros populares como Rivera para retornar a seus povos de origem, geralmente no sul mexicano. Mas nem todos emigram desta “praça de guerra”. Em “Campos Elíseos”, “Campestre” e outros bairros onde reside o alto escalão mafioso, não é comum ver mansões abandonadas segundo contam os mesmos jornalistas que recomendaram evitar passar por ali, onde os guardas vigiam muito bem armados e se impacientam com os curiosos.

Tampouco saem de Juarez aqueles que vivem dentro da cadeia produtiva do crime: traficantes de drogas, armas e pessoas, lavadores de dinheiro, guarda-costas, pistoleiros e as novas musas de uma contenda exibicionista: as pistoleiras. Chegar a ser uma matadora famosa como “La Guera Loca”, acusada de dezenas de assassinatos e filmada enquanto decapitava uma vítima, é o que ambicionam algumas meninas pobres e temerárias quando se alistam inicialmente como “mensageiras”, o escalão inferior na pirâmide criminal, de onde podem ascender posições até se converterem em “linces” e “condores”.

Diz-se que elas matam com mais frieza que seus colegas do gênero masculino, são mais profissionais e não são movidas por nenhuma pulsão erótica (que os homens teriam): o que as motiva é unicamente o objetivo de ganhar dinheiro e subir na estrutura mafiosa. Maria Celeste Mendoza Cárdenas integra o quadro de matadoras dos Zetas, o bando que age em Juarez e outras cidades importantes, e cujo traço distintivo é ser a agrupação mais violenta entre as que formam o mercado das quadrilhas mexicanas.

“Sou pistoleira a serviço dos Zetas...fiquei dois meses no treinamento e estou em ação há apenas três ou quatro dias”, contou no ano passado com uma expressão indiferente aos jornalistas que a entrevistaram depois de ter espantado o país pela rudeza com que enfrentou durante horas, no estado de Jalisco, as forças de segurança, que precisaram se reforçar com helicópteros para enfrentar as combatentes. Ao menos cinco parceiras de Maria Celeste morreram, sendo que uma delas tinha sua idade: 16 anos.

domingo, 23 de setembro de 2012

De Rousseau a Gramsci: O passado teórico em novas bases

Marco Aurélio Nogueira
Possibilidades da política

Em um momento de grave perda do poder de proposição e persuasão das grandes tradições do pensamento político, nada melhor do que uma volta às origens e de um esforço para recuperar elos perdidos ou mal entrelaçados. Se liberais e socialistas, por exemplo, nas suas variadas famílias e colorações, desejarem voltar a ter voz ativa nos debates acerca dos dilemas que atormentam as sociedades contemporâneas, terão de visitar seus mortos e repor em bases renovadas as poderosas ferramentas teóricas e ideológicas que inventaram para explicar a vida humana.

Convidar-nos a fazer essa viagem ao passado teórico com os olhos no presente e no futuro é o maior, mas não o único, mérito do livro de Carlos Nelson Coutinho, filósofo e professor de teoria política da UFRJ.

Sendo ele um pensador marxista, leitores mais apressados poderiam achar que seu livro é um empenho unilateral para demonstrar a “superioridade” de Marx sobre o liberalismo. Nada mais equivocado. Primeiro, porque Carlos Nelson não é um marxista vulgar, interessado em elogiar sua “escola” contra as demais. Seu trabalho não é do doutrinador, mas do pesquisador, do historiador das ideias. Segundo, porque seu marxismo tem o sabor das vertentes que mais longe levaram a perspectiva dialética e totalizante anunciada no século 19 por Marx. Trata-se de um marxista da linhagem de Lukács e Gramsci, e isso deveria dizer tudo. Seu texto opera com categorias abrangentes mas tem elasticidade para compreender o dinamismo e o caráter contraditório das estruturas em que flui a vida humana atual, o lugar que nelas têm os sujeitos individuais e coletivos, as articulações dinâmicas entre seus vetores decisivos — o indivíduo e a sociedade, o Estado e o mercado, o todo e as partes.

O resultado nos convida a refletir sobre a potência das diferentes teorias políticas (e da sociedade) que demarcaram de modo particularmente intenso o processo de evolução das duas grandes tradições culturais e ideológicas da modernidade, o liberalismo e o socialismo. Podemos extrair dele, por exemplo, que as ideias liberais e socialistas, despidas de seus “excessos” e devidamente contextualizadas, demonstram ter muitos pontos de contato entre si. Isso, evidentemente, não elimina o que há de tensão, contradição e distinção entre elas — cada uma das quais porta uma bem estruturada concepção do mundo e um arsenal teórico próprio. Socialismo e liberalismo não são irmãos, e seria perda de tempo apagar suas divergências. São duas tradições distintas, e assim permanecerão, cada uma com suas apostas, suas convicções e seus códigos de conduta. Mas há algo nelas que também as aproxima e as alimenta, no mínimo fazendo com que seus seguidores reduzam suas taxas de autossuficiência e descubram, no outro, estímulos para se renovar ou corrigir suas limitações. Entre um liberal democrático e social como Rousseau e um marxista como Gramsci há muito mais comunidade do que entre Rousseau e um neoliberal ou entre Gramsci e um stalinista. Rousseau, por sua vez, antecipa teses — sobre a desigualdade, o interesse comum, o Estado, a liberdade e a democracia — que levariam seu liberalismo às fronteiras do socialismo e ajudariam Marx em suas formulações. Afinal, a superação do liberalismo pretendida pelos marxistas jamais significou a negação das ideias liberais, mas sim, ao contrário, sua superação, a assimilação do que há de mais avançado nelas.

Não é acidental que o livro de Carlos Nelson abra com um belo ensaio sobre Rousseau, o democrata liberal que tanta resistência encontra entre os liberais, siga com um ensaio sobre Hegel e a “vontade geral” para então desaguar num conjunto de textos dedicados a Gramsci, o mais universal, polêmico e criativo pensador marxista. O livro não diz isso, mas é como se dissesse: estão nessas expressões da teoria política alguns dos mais importantes elos que propiciam a fundamentação de uma teoria moderna da democracia. Elos tensos, complexos, nada mecânicos. Se Rousseau descobrira na “vontade geral” o veículo para afirmar a prioridade do público sobre o privado, Hegel buscaria a conciliação entre a liberdade individual e uma ordem social realista na qual o Estado responderia por funções construtivas fundamentais, como garantia da vontade geral. Tal inflexão, que alargou o liberalismo, desembocaria em Marx e ganharia plena expressão com Gramsci, que refunda a teoria do Estado sem subsumir a ela a democracia e a liberdade individual.

Seria pertinente perguntar o que teria levado liberais e socialistas, com suas ideias tão carregadas de convergências potenciais, a construir trajetórias tão díspares e competitivas. Uma resposta: sempre que a questão democrática substantiva (ou seja, não meramente procedimental) foi privilegiada, como em Rousseau, Marx e Gramsci, liberais e socialistas puderam caminhar juntos e se retroalimentar. Talvez seja por isso que o livro marque muitos pontos ao sugerir que “uma teoria da democracia adequada ao nosso tempo” só poderá ser elaborada mediante um “profundo diálogo com a herança de Rousseau”, a incorporação das “contribuições decisivas” de Hegel e a devida atualização do marxismo e da tradição socialista, para o que Gramsci fornece base rica e consistente. Livros como esse abrem enormes clareiras para o pensamento crítico interessado em agir sobre o mundo.

sexta-feira, 21 de setembro de 2012

Entrevista com Carlos Nelson Coutinho

Alvaro Bianchi
Cult

Carlos Nelson Coutinho é reconhecido internacionalmente como um dos maiores especialistas no pensamento de Gramsci. Responsável pela coordenação e edição da obra do autor italiano no Brasil, Coutinho era Professor Emérito na UFRJ e autor de livros fundamentais para os estudos de teoria política no país, como A Democracia como Valor Universal e Outros Ensaios (Salamandra) e Gramsci, um Estudo sobre Seu Pensamento Político (Civilização Brasileira). Nesta entrevista de março de 2010 à Revista CULT, o intelectual enfatiza a centralidade da política no pensamento de Gramsci e fala sobre sua recepção no Brasil.

Por que o pensamento de Gramsci encontrou uma acolhida tão calorosa entre pesquisadores brasileiros?

É evidente que isso depende, antes de mais nada, da extraordinária fecundidade de seu pensamento: são poucas as áreas das chamadas “ciências humanas” para as quais Gramsci não tenha contribuído. Mas a principal razão dessa acolhida favorável é o fato de que muitos dos conceitos de Gramsci nos ajudam a pensar mais profundamente a especificidade brasileira. Penso nos conceitos de “Estado ampliado” e de “guerra de posição” como centro estratégico da luta pelo socialismo. Gramsci concebia esses conceitos como imprescindíveis para compreender os processos sociais do que ele chamou de “Ocidente”, ou seja, de sociedades mais complexas, onde existe uma relação equilibrada entre Estado em sentido estrito e sociedade civil.

Ora, o Brasil tornou-se progressivamente, nas últimas décadas, um país de tipo ocidental, tal como Gramsci o compreende. Não é casual que a segunda e mais duradoura incursão de Gramsci no Brasil, iniciada no fim dos anos 1970, tenha se dado em estreita combinação com uma autocrítica da esquerda que, naquele momento, era feita não só pelos que haviam aderido à luta armada como forma de combate à ditadura, mas também pelos que, como o Partido Comunista Brasilero (PCB), supunham que o Brasil era ainda um país semifeudal, atrasado, carente de uma revolução democrático-burguesa ou de libertação nacional. Gramsci ajudou-nos e ajuda-nos a repensar a estratégia socialista adequada ao país “ocidental” em que o Brasil se transformou.

Que outros conceitos do autor seriam úteis para pensar nossa realidade?

O conceito de “revolução passiva”, ou seja, de um processo de transformação que se dá pelo alto, com exclusão do protagonismo das classes subalternas, vale como uma luva para momentos essenciais de nossa formação histórica, da Independência à mal chamada “Nova República”. Cabe também lembrar o modo pelo qual Gramsci tratava das disparidades regionais na Itália, do que ele chamava de “a questão meridional”. Para ele, não se tratava de duas Itálias, já que o atraso do sul era funcional ao desenvolvimento do norte industrial, tal como ocorre em nosso país, invertidas as posições geográficas. Finalmente, quem estudou a história de nossa intelectualidade se surpreende com a pertinência para nós do conceito gramsciano de “nacional-popular”: tal como na Itália, também no Brasil os intelectuais caracterizaram-se quase sempre, com honrosas exceções, por se manterem distantes do povo-nação, gerando assim uma cultura abstratamente cosmopolita e “ornamental”. Certamente há ainda outros conceitos gramscianos que podem nos interessar diretamente.

Quais são os principais desafios para o desenvolvimento dos estudos gramscianos em nosso país? Que temas e abordagens deveriam ser desenvolvidos?

Antes de mais nada, é preciso “limpar” Gramsci das muitas deformações liberais que lhe foram anexadas por alguns dos seus leitores brasileiros. Gramsci era comunista, um comunista “crítico”, que já denunciava a “estatolatria” imperante no modelo stalinista – mas era e permaneceu até sua morte um defensor da “sociedade regulada”, o belo pseudônimo que inventou para o comunismo. Sua proposta de revolução por meio da “guerra de posições” não é uma proposta de melhorar o capitalismo, mas de superá-lo por meio da criação de uma nova e inédita ordem social. Seu conceito de “sociedade civil” nada tem a ver com o tal “terceiro setor”, situado para além do Estado e do mercado e considerado o reino do bem em oposição ao mal representado pelo Estado. Ao contrário, na medida em que é atravessada por relações de poder, a sociedade civil gramsciana é um momento do Estado, uma importante arena da luta de classes. Nesse sentido, parece-me muito importante, hoje, não só desenvolver pesquisas específicas que apliquem categorias de Gramsci à nossa realidade, mas também empreender estudos que estabeleçam de modo rigoroso o que ele realmente disse. Só assim será possível resgatar a dimensão revolucionária de seu complexo e riquíssimo pensamento.

Ao longo dos últimos 40 anos, houve alterações temáticas ou teóricas significativas na recepção dessa obra no Brasil?

Em sua primeira incursão no Brasil, nos anos 1960, Gramsci foi apresentado por seus editores e tradutores sobretudo como um grande filósofo e um brilhante crítico da cultura. Esses primeiros editores eram jovens intelectuais comunistas, que respeitaram certa divisão do trabalho pela qual eles tinham plena autonomia para definir a política cultural do PCB, mas reconheciam o “direito” da direção de formular a linha política geral. É claro que isso empobreceu a leitura de Gramsci. Só mais tarde foi reconhecido o fato de que o centro da reflexão de Gramsci – ao qual se subordinam suas muitas observações sobre filosofia, literatura etc. – é a política. Gramsci é o maior teórico marxista da política. Suas principais contribuições para a renovação do marxismo residem precisamente na nova formulação que ele deu às teorias marxistas do Estado e da revolução. Não se trata, é claro, de subestimar o valor das reflexões “filosóficas”, “sociológicas”, “pedagógicas” etc. de Gramsci, mas de compreendê-las no quadro de uma totalidade que tem na política o seu eixo articulador. Os mais importantes trabalhos sobre Gramsci publicados no Brasil nos últimos 20 ou 30 anos têm consciência dessa centralidade da política em sua obra.

quinta-feira, 20 de setembro de 2012

Carlos Nelson Coutinho (1943-2012)

Luiz Sérgio Henriques
Gramsci e o Brasil

Nascido em Itabuna, na Bahia, em 1943, morreu nesta manhã de 20 de setembro, no Rio de Janeiro, o filósofo e cientista político Carlos Nelson Coutinho. Professor emérito da Universidade Federal do Rio de Janeiro, onde lecionava na Escola de Serviço Social, Carlos Nelson deixa um legado amplo na área da produção cultural e também na área política.

Militante do PCB por muitos anos, desde a juventude, Carlos Nelson escreveu mais de uma dezena de livros, a começar por Literatura e humanismo, lançado no final dos anos 1960 pela Editora Civilização Brasileira, de Ênio Silveira. Em Literatura e humanismo, já estão presentes algumas qualidades que o distinguiriam nos anos seguintes, como a clareza de pensamento, a escrita elegante e a percepção refinada de autores fundamentais, como atesta o ensaio sobre Graciliano Ramos. Também neste livro inaugural está presente a influência decisiva do filósofo húngaro Georg Lukács, cujas ideias sobre o realismo norteavam as pesquisas do então jovem crítico brasileiro.

Nos anos 1970, Carlos Nelson conheceu o exílio em Bolonha — terra em que se afirmara por décadas o seu amado Partido Comunista Italiano, outra das referências político-intelectuais imprescindíveis para entender o nosso autor — e, posteriormente, em Paris. Foi membro eminente do “grupo de Armênio Guedes”, que, dentro do PCB, buscava a renovação do comunismo brasileiro a partir da questão democrática, vista — a democracia — também como a alternativa mais produtiva aos caminhos e descaminhos da modernização “prussiana” do capitalismo brasileiro, que havia conhecido um novo impulso a partir da ditadura implantada em 1964.

Neste sentido, Carlos Nelson se notabilizou, já na volta do exílio, pelo ensaio “A democracia como valor universal”, fortemente inovador na cultura comunista, exatamente por ter como assumida fonte de inspiração o pensamento político amadurecido em torno do antigo PCI, muito especialmente Enrico Berlinguer e Pietro Ingrao. Difícil subestimar o papel deste ensaio, sobre o qual, posteriormente, o próprio autor se voltaria em diferentes ocasiões, ratificando-o e retificando-o em variados pontos: esta é, precisamente, a função de um ensaio seminal.

Durante o período imediatamente depois do exilio, incorpora-se vigorosamente à reflexão de Carlos Nelson a presença de Antonio Gramsci: pode-se dizer que, a partir de uma original interpretação de Lukács e Gramsci — isto é, dos temas da ontologia do ser social e da política tal como estabelecida nos países de estrutura “ocidental” —, tenha se estruturado a produção posterior de Carlos Nelson Coutinho, até o livro mais recente, De Rousseau a Gramsci. Ensaios de teoria política, publicado em 2011.

Nos últimos meses, mesmo abalado pela doença, Carlos Nelson dedicava-se a uma história da filosofia, testemunho da enorme erudição e inquietação intelectual que o acompanhou por toda a vida. Nos anos 1980, com a crise do PCB e o afastamento de grande parte dos “eurocomunistas” brasileiros, Carlos Nelson passaria pelo PSB (expressão do seu interesse pelo socialismo democrático, uma vez que o PSB de Carlos Nelson era aquele histórico, do pós-1945, marcado por figuras como Hermes Lima e João Mangabeira), pelo PT e, a partir de 2003, pelo PSOL. Estas opções políticas, naturalmente, deixaram marca na produção teórica do nosso autor, que está destinada a ser tema de estudos e reflexões por parte de todos aqueles que se preocupam com o destino do humanismo, da democracia e do socialismo no nosso tempo.

quarta-feira, 19 de setembro de 2012

Muere Santiago Carrillo: Adiós al comunista de la reconciliación

Ana Pardo de Vera
Público

"Es muy difícil juzgarse a uno mismo", decía Santiago Carrillo a la periodista María Antonia Iglesias en una entrevista de 2005. Más difícil, sin embargo, es tratar de perfilar en unas líneas la personalidad, compleja, larga e intensa como su vida (97 años), del ex secretario general del Partido Comunista de España (PCE) Los calificativos que en las últimas horas le han dedicado muchos de los protagonistas de la vida política española, de una y otra ideología, coinciden en señalar a Santiago Carrillo como un reconciliador decisivo de las dos españas en la etapa de la Transición.

Hubo quien no lo entendió en su día y hubo quien no entiende ahora por qué Carrillo adoptó esa posición de mirar hacia delante, aceptar la Monarquía y aparcar la reivindicación de una tercera República ("El soberano reina pero no gobierna", matizaba) para lograr la legalización del PCE en abril de 1977 de manos del presidente Adolfo Suárez, "un anticomunista inteligente", según el difunto. En esta apuesta, Carrillo tuvo al lado al rey y a Adolfo Suárez; enfrente, a la derecha descendiente del franquismo y al Ejército. Este último, salvo algún nostálgico de la dictadura, fue silenciando su rechazo al comunista tras el golpe de Estado del 23-F de 1981. Golpe en el que, por cierto, Carrillo y Suárez se quedaron dignamente -y con todo el riesgo- sentados a pesar del grito de los golpistas de Tejero, los del "¡Todos al suelo!".

De la ultraderecha en todas sus variedades (mediática, política y social), por el contrario, Carrillo nunca se libró. Hasta ahora, se han escrito libros y artículos; se han lanzado soflamas contra su presunto estalinismo (del que renegó, por cierto, cuando fue consciente de los horrores del Iósif de la brutal Gran Purga soviética y se pasó al eurocomunismo); se le vilipendió en la Universidad al grito de "fascista" (sic) por parte de la ultraderecha,... Y se intentó cargar sobre sus espaldas una y otra vez las matanzas de Paracuellos del Jarama (las cifras nunca oficializadas van de 2.500 a 5.000 fusilados de los detenidos por el bando republicano).

Carrillo se explicó una y mil veces: a él lo nombraron precipitadamente consejero de Orden Público a las pocas horas del levantamiento militar del 18 de julio de 1936 y, cuando el Gobierno republicano abandonó Madrid, dio la orden de que los presos fueran trasladados a Valencia tras aquél. En el camino, y sin que él lo conociera -explicaba-, desviaron los convoyes a Paracuellos y fueron fusilando a los presos durante varios días de sacas. Los cuerpos de las víctimas (militares, curas, población civil,...) acabaron en fosas comunes mientras Carrillo trataba de organizar aquel caos que abría la Guerra Civil española. Hasta hoy, ningún historiador de los muchos que investigaron estos sucesos (desde Ian Gibson a César Vidal, el ariete de Carrillo desde los medios conservadores) encontraron documentos que acrediten definitivamente que Carrillo conocía y participó en los fusilamientos de Paracuellos.

Con todo y paradójicamente, este baluarte de la causa comunista lo fue más durante el golpe militar del 18 de julio y durante los cuarenta años de dictadura que pasó tras él en la clandestinidad del exilio, que cuando se legalizó el PCE en la Transición y el partido tocó techo en España, pues desde entonces nunca recompuso sus filas ni arrastró los votos suficientes para ser una fuerza a la altura de su lucha antifranquista.

El secretario general del PCE se reconcilió con Suárez ("El mejor presidente de España"), con el rey, con Manuel Fraga (ministro de Franco) y hasta con Rodolfo Martín Villa (gobernador de Franco), que fue quien le detuvo tras un soplo del propio Carrillo y le despojó de su famosa y antiestética peluca de la que nunca más se supo. Socarrón como siempre, el asturiano aseguraba a quien le preguntara que la peluca se la debió de quedar el juez como un trofeo de la que consideró alguna oscura guerra. Martín Villa fue quien, junto a mujer de Carrillo (Carmen Menéndez) le organizó una fiesta-sorpresa por sus 90 años a la que asistió el entonces presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero.

Santiago Carrillo apostó por la reconciliación y lo hizo porque creyó que sólo así se abrían las puertas a la Democracia, con la inclusión de todas las fuerzas políticas que quisieran serlo. ¿Que supuso una cesión al franquismo? ¿Que aparcaba la República? ¿Que la derecha salió ganando? ¿Que el rey era el heredero de Franco? "Nunca he participado del criterio de que la Transición fuera modélica", afirmaba, pero se hizo lo que se pudo, según él, para inaugurar la democracia española.

Admirador de Nikita Krushchev, el mandatario ruso que promovió la desestanilización de la URSS; marcado por la lectura de Los miserables de Víctor Hugo y el personaje de Graboche, el niño que muere en las barricadas; fumador empedernido ("El cigarro, un bastón en tiempos difíciles"), y con una adicción aún mayor a la lectura ("No habiendo ido a la Universidad, pienso que lo que me ha permitido ser un hombre culto son las numerosas lecturas que he hecho"), Carrillo fue un activo no-profesional de la política en sus últimos 26 años. De los que no abundan.

segunda-feira, 17 de setembro de 2012

Sabra y Chatila, la mayor matanza de civiles palestinos

Ignacio Cembrero
El País

Hace 30 años que las milicias cristianas masacraron a cientos de refugiados en los campamentos del sur de Beirut ante la pasividad del Ejército israelí que los cercaba.

No sé muy bien por qué, pero entramos en Chatila por su lado más terrible. De sopetón el olor del aire cambió. El hedor era insoportable. Ahí, a mi derecha, yacían los cuerpos amontonados de decenas de mujeres y niños, muchos de ellos bebés, tirados en el suelo. Les habían matado disparándoles o acribillados a navajazos. Antes de morir las madres habían intentado salvar a sus hijos. De ahí que algunos bebés estuviesen sepultados bajo el cuerpo de su progenitora o incrustados entre sus pechos como para que no pudiesen ver el horror.

Acabábamos de descubrir la matanza de Sabra y Chatila, la mayor de civiles palestinos desde que empezó el conflicto árabe-israelí. Eran las nueve de la mañana del sábado 18 de septiembre de 1982 y ya hacía calor en esos campamentos de refugiados en los suburbios meridionales de Beirut. Pero a esa hora aún ignorábamos la magnitud de lo que, 30 años después, se sigue recordando con pesar e ira en el mundo árabe.

Por Beirut, una ciudad noqueada tras su conquista, tres días antes, por el Ejército israelí, circulaba el rumor de que algo había sucedido en esos campamentos. Ettore Mo, periodista del Corriere della Sera y uno de los mejores reporteros que he conocido, y yo tomamos un taxi rumbo al sur de la capital. Si en el centro había poca vida los suburbios eran un desierto.

Nos topamos con el horror nada más franquear la entrada de Chatila. Estaban allí los cadáveres de los palestinos descomponiéndose bajo un sol de justicia y nubes de moscas. Recuerdo que conté más de sesenta cadáveres aunque el número total de muertos rondaría finalmente los dos mil, según las estimaciones más fidedignas. Eran casi todas mujeres algunas, las más jóvenes, con las faldas levantadas o desnudas de cintura para abajo porque probablemente habían sido violadas.

Tapándonos la nariz nos adentramos por alguna callejuela del campamento con las paredes salpicadas de sangre y ahí sí que encontramos a un puñado de hombres, muertos, la mayoría ancianos. También sorteamos el cuerpo de algún burro despanzurrado. La Organización para la Liberación de Palestina (OLP) había cumplido su acuerdo con Israel y unas semanas antes había retirado de Beirut, por mar, a sus últimos combatientes. Por eso ningún miliciano armado custodiaba la entrada a los campamentos y solo un puñado de jóvenes ofrecieron resistencia armada a los agresores.

A Ettore Mo, que ya era un periodista veterano, se le saltaron las lágrimas. Dejó de hablar. Lloraba en sordina. Solo se oía el zumbido incesante de las moscas hasta que irrumpió una mujer corpulenta. Hablaba sin parar, pero no se dirigía a nadie. Decía frases inconexas aunque alguna vez llegó a pedir: “Llévenme a cualquier lugar donde no nos maten”. Tenía la mirada perdida mientras jugueteaba con un pañuelo alargado. Supusimos que se había salvado de la matanza. “Se ha vuelto loca”, nos dijo el taxista.

La mujer había perdido la cabeza y el taxista perdió los nervios. Era musulmán suní y tenía motivos para estar aterrado. “Son los kataeb los que los han matado”, repetía. “Pueden volver y hay que marcharse”, advertía. Como los periodistas no se movían el chófer acabó amenazando: “Se vienen conmigo ahora o me voy solo”. Nos subimos al vehículo. Paramos a la salida de Chatila para proponer a la mujer llevarla al centro de Beirut, donde estaría más segura, pero declinó la oferta.

Narrar lo que había sucedido en los campamentos de refugiados fue una odisea. Líbano se había quedado esos días sin teléfono, sin télex. Solo se podía conectar con el exterior a través del centro de prensa del Ejército israelí instalado en Baabda, cerca del palacio presidencial, que cerraba a las cinco. Llegar hasta allí era una aventura porque había que franquear decenas de controles israelíes, de milicias cristianas libanesas etcétera.

Una vez allí, en comunicación con Madrid a través de la central de teléfonos de Tel Aviv, el siguiente problema fue convencer a la redacción del periódico de que algo grave había ocurrido en Líbano. Las agencias de prensa internacionales tampoco habían podido dar a conocer la noticia. “¿De qué me estás hablando?”, me preguntaba sorprendido el redactor-jefe con el que hablé. “Si las agencias no han dado nada de esto”, añadía.

No debí de ser el único que se topó con el escepticismo de su redacción. Por eso, cuando a las 16h. de aquel sábado, el servicio mundial de la BBC abrió su boletín de noticias con la matanza, la docena de corresponsales que en aquel momento estábamos en el centro de prensa israelí nos abrazamos bajo la mirada atónita de los soldados que nos rodeaban. Por fin el mundo se iba a enterar.

Dicté la crónica a gritos por teléfono porque la calidad de la línea era deficiente. Apunté a que la masacre había sido perpetrada por la miliciana libanesa cristiana de Saad Haddad, creada por Israel en 1976, y “con la complicidad pasiva del Ejército israelí” cuyos carros de combate rodeaban los campamentos. Cuando acabé dos soldados israelíes, originarios de Argentina y Uruguay, se dirigieron a mí en tono educado. “Pensamos que está equivocado; nuestro Ejército no ha podido actuar como usted dice”, me dijeron.

No lo estaba. En su libro Sabra y Chatila: Investigación sobre una matanza (París, Seuil 1982), mi amigo el periodista israelí Amnon Kapeliouk, recoge una conversación telefónica que el general Amir Drori, el artífice de la toma de Beirut, mantuvo el 16 de septiembre de 1982 con Ariel Sharon, ministro de Defensa. “Nuestros amigos avanzan en los campamentos. Hemos coordinado su entrada”, le comentó Drori. “Enhorabuena, la operación de nuestros amigos ha sido aprobada”, le contestó Sharon. Esa noche empezó la matanza que duró 40 horas. Entre sus víctimas hubo nueve mujeres judías casadas con palestinos. Siguieron a sus maridos en el éxodo de 1948.

Al día siguiente, el 19 de septiembre, regresé a los campamentos atestados ya de sepultureros, voluntarios de la Cruz Roja, funcionarios de UNICEF que establecían una lista de niños asesinados, cámaras de televisión y algunos refugiados palestinos que habían osado regresar. Caminé hasta la cercana Embajada de Kuwait, un edificio de media docena de pisos situado a unos 250 metros de la entrada del campamento, en cuyo tejado estaban apostados los soldados israelíes desde el 15 de septiembre.

Los militares de Tshal no me dejaron subir, pero la cercanía con las primeras casuchas del campamento era tal que deduje que desde allí no solo se podía ver lo que sucedía a los pies del edificio –la matanza se desarrolló también de día y durante la noche el Ejército israelí iluminó la zona- sino que hasta se pudieron oír los gritos de las víctimas.

Israel creó una comisión independiente, encabezada por el magistrado Isaac Kahane, para investigar la tragedia. Llegó a la conclusión, en febrero de 1983, que su responsabilidad recae sobre las milicias cristianas pero también, indirectamente, sobre Ariel Sharon. Aun así fue nombrado ministro de Exteriores en 1996 y primer ministro en 2001.

Quedan aun muchas cosas por aclarar sobre las circunstancias de aquella matanza que la Asamblea General de la ONU calificó de “genocidio” sin ningún voto en contra. Elías Hobeika, entonces jefe de la inteligencia de las Fuerzas Libanesas (principal milicia cristiana) es, en teoría, su principal culpable lo que no le impidió desarrollar una carrera política –llegó a ser ministro- en un Líbano tutelado por el régimen sirio.

Hobeika murió en un atentado en Beirut hace diez años, dos días antes de que acudiese a Bruselas para proporcionar su testimonio en un juicio, promovido por unos palestinos, contra Ariel Sharon. En una conversación mantenida justo antes de su muerte con dos periodistas belgas, Josy Dubié y Vincent van Quickenborne, les reveló que aportaría pruebas de que la matanza fue obra del Ejército del Sur de Líbano, del general Haddad, y no de las Fuerzas Libanesas.

Las Fuerzas Libanesas tenían vida propia aunque colaboraron con Israel. El Ejército del Sur de Líbano, una miliciana cristiana, fue un invento israelí para proteger su frontera norte con Líbano.

domingo, 16 de setembro de 2012

México: Por la soberanía nacional con los trabajadores

Pablo González Casanova
La Jornada

En la crisis que vivimos se hace cada vez más necesario asociarse para defender los derechos de los trabajadores, de los campesinos, de los pueblos indios, de los empleados y, sobre todo, de las juventudes. Es necesario unirse en torno a un proyecto de lucha por la soberanía nacional, por los recursos nacionales y por los derechos sociales, culturales, políticos y económicos que los gobiernos neoliberales les han ido conculcado y que pretenden seguirles arrebatando, con un partido de Estado disfrazado de varios partidos con distintos nombres y la misma política de recolonización de México.

Empecemos por no ocultarnos las verdades dolorosas que vivimos. México está importando maíz, gas y gasolina. Es como si Bolivia importara papas, Argentina carne y Francia perfumes. Estamos por sufrir un nuevo despojo del petróleo, que todavía es fuente de una proporción muy alta de los ingresos fiscales y que era el más preciado patrimonio nacional. Estamos aumentando cada vez más la inmensa deuda pública, que un día nos van a cobrar los shylocks trasnacionales en condiciones peores que las de España, Italia o Grecia.

Nos seguimos endeudando, tanto en forma rápida y furiosa como lenta y calmada, pero abiertamente impune, todo para comprar armas y mercancías que, lejos de servir a la producción y el desarrollo, inflaman la destrucción y el genocidio nacional, y se usan para pagar las importaciones de maíz y petróleo, antes símbolo y fuerza de nuestra soberanía alimentaria y energética, y garantía, con el Ejército, de la seguridad nacional.

Estamos asignando cada vez menos recursos a la educación y a la investigación científica y humanística, como si el proyecto fuera hacer de México y de su juventud y su niñez un país tan miserable como los más miserables de la Tierra, fuente de explotación de una fuerza de trabajo descalificada, base de dominación de un país de hombres y mujeres perdidos en la ignorancia y en el basurero de desechos de la industria del norte.

Estamos viviendo la crisis de un sistema político y de una clase política que entre la ceguera, el oportunismo y la corrupción priva más y más a los ciudadanos, a los trabajadores y a los pueblos de México de los recursos legales necesarios para luchar y negociar. Y que ahora nos anuncia nuevas medidas por las que pretende privatizar y desnacionalizar aún más la riqueza del petróleo y arrebatar a los trabajadores los derechos que lograron tras una revolución en la que dieron la vida más de un millón de hombres y mujeres, de jóvenes, de niñas y de niños.

Y mientras esto ocurre, la desregulación de los trabajadores se da sin cesar, la depauperación de los campesinos hace que millones padezcan sed y hambre, y es creciente el asedio a los pueblos indios, en especial a los zapatistas, que tratan de construir uno de los proyectos autosostenibles más avanzados y democráticos de la tierra.

Al mismo tiempo las corporaciones mineras y agroindustriales despojan a los habitantes de sus territorios y recursos, empleando cuanto medio es necesario, incluido el terror que por todas partes siembran junto con el megacomercio del narco y con el lavado de dinero de la gran banca de Georgia, de las Islas Caimán y de Wall Street.

Salir de los infiernos que las corporaciones construyen y en los que muchos centroamericanos y mexicanos viven resulta cada vez más difícil, pues a la gran muralla que el gobierno estadunidense levantó para impedir un peligro por sus estrategas previsto, se añaden las matanzas y desapariciones colectivas de braceros mexicanos y centroamericanos que no alcanzan a llegar con vida a la frontera.

Muchos de estos y otros males afectan al conjunto de la nación. Corresponden a algo más que un modelo de desarrollo: son resultado de la política neoliberal y globalizadora de las corporaciones y complejos que dominan el mundo, encabezados por Washington y Wall Street, hechos innegables y ampliamente comprobados, que están haciendo víctimas crecientes hasta en su propio país.

Reconocer la inaceptable realidad en que vivimos, y cobrar conciencia de lo que signfica para nosotros y para nuestros descendientes el futuro que les preparan, es tan necesario como formular un programa mínimo de defensa de los derechos de los trabajadores, de los pueblos, y de los ciudadanos que, uniéndose en torno a la lucha por recuperar y consolidar la soberanía nacional, fortalezca al estado de derecho e impida la criminalizacion de los trabajadores, de los ciudadanos y de los pueblos que defienden sus legítimos derechos y su libertad.

Una nueva lucha por la independencia, una nueva lucha por la democracia real de un pueblo en verdad soberano, tiene que articular a los trabajadores industriales, agrícolas y de servicios, a los hombres, mujeres, niños y niñas, a los asalariados y no asalariados, regulados y desregulados, precarios, excluidos, desplazados. Tiene que articularlos a todos ellos y proponerse practicar la comunicación, la información, el diálogo y la acción concertada en una organización que junte las redes de los colectivos presenciales y a distancia, y que abarque al conjunto de la nación, vinculando a sus habitantes con los de América Latina y con los del mundo para la lucha por la vida y la libertad. Esa gran organización tendrá que cultivar una vigorosa moral de lucha y de solidaridad, y una voluntad colectiva a la que caracterice la lucidez y la firmeza para defender y decidir el futuro del México y del mundo que queremos, y que podemos hacer… ¡que haremos! ¡y que sin duda ustedes harán!

sexta-feira, 14 de setembro de 2012

Movimiento estudiantil en el Chile contemporáneo


El movimiento estudiantil secundario que estalló en mayo de 2006, ha puesto en jaque tanto al gobierno socialista de Michelle Bachelet como a la actual administración de centro derecha encabezada por Sebastián Piñera. Durante todos estos años las demandas de los estudiantes han sumado el apoyo y la adhesión de vastos sectores de la población chilena, que en conjunto vienen expresando su malestar e indignación ante las políticas neoliberales aplicadas en el país desde hace casi cuatro décadas. En ese contexto, el presente estudio pretende comprender no solamente los motivos de dicho malestar, sino también analizar e interpretar la respuesta elaborado por ambos gobiernos para detener las movilizaciones estudiantiles y, por esta vía, satisfacer los anhelos de gobernabilidad y armonía social al cual aspiran las autoridades. Sin embargo, al contrario de dicha pretensión, lo que se viene observando en el último tiempo, es la emergencia de un proyecto contra-hegemónico que coloca como centro de las preocupaciones la concepción de un país en que todos puedan deliberar en pos de la construcción de una comunidad de destino más inclusiva, más justa y más democrática.

quinta-feira, 13 de setembro de 2012

Migración y exclusión: Los muros invisibles

Raúl Zibechi
Alai


En las migraciones convergen las más diversas posibilidades: derribaron imperios y los consolidaron, aumentaron las ganancias del capital y mejoraron la vida de los trabajadores, son una ventana para la libertad o para la opresión. La historiadora Avi Chomsky enfoca su análisis en los sujetos de las migraciones.

“La economía depende de la mano de obra mexicana barata”, explica la historiadora Avi Chomsky, quien estos días imparte un curso sobre inmigración en Montevideo. “Sin esa mano de obra los bienes y servicios baratos que disfrutan los ciudadanos estadounidenses, desaparecerían”. En su opinión, los “ilegales” o “indocumentados” forman parte de una construcción social que justifica los malos tratos y beneficia a las grandes empresas.

La hija mayor del célebre lingüista es profesora de historia en la Universidad estatal de Salem, en el estado de Massachusetts. Publicó una decena de libros, el último dedicado a la historia de la revolución cubana. A mediados de la década de 1970 se relacionó con la Unión de Trabajadores Agrícolas (UFW por sus siglas en inglés) integrada en gran medida por inmigrantes mexicanos, lo que supuso un parteaguas en su vida: aprendió español y se comprometió con el mundo de los inmigrantes latinos, con sus movimientos y organizaciones, pero también se especializó en analizar a las multinacionales que los contratan.

En 2010 acudió como voluntaria del grupo de derechos humanos No Más Muertes, a Nogales, en la frontera mexicano-estadounidense, donde pudo comprender “los muros invisibles” que funcionan en su país y que afectan a toda la población no blanca. “Cerca de Boston, mi ciudad natal, viven miles de inmigrantes indocumentados que lograron cruzar la frontera y el desierto violentos, para vivir detrás de una nueva serie de muros en Massachusetts”. En su opinión los barrotes de la opresión han sido reforzados por el gobierno de Barack Obama, quien ha contribuido como pocos a hacerlos aún más invisibles.

Toda su producción teórica y su práctica como activista está dedicada a comprender y acompañar a los más perjudicados por el sistema, los marginados o los habitantes del “subsuelo” como llaman los zapatistas a los que no tienen nada que perder. Cuando aborda el movimiento Occupy Wall Street destaca la ausencia de “la gente de color” y la necesidad que han tenido las “minorías” (que ya aportan la mayoría de los nacimientos) de organizarse en paralelo para no volver a quedar marginados.

Usted sostiene que los inmigrantes son necesarios para el buen funcionamiento de la economía de su país.

No me gusta hablar de la economía sino de cosas más concretas como el trabajo. Muchos empresarios están a favor de la inmigración porque les pagan salarios más bajos y trabajan en sectores en los que nadie quiere trabajar. Hay todo un discurso de que los inmigrantes les quitan el trabajo a los que tienen empleo. Es evidente que hubo cambios muy importantes en torno al trabajo. A lo largo del siglo XX la clase trabajadora se convirtió en clase media a través del acceso al sueño americano, por la participación política, buenos salarios, acceso a la educación y la salud. O sea bienes de consumo y bienes sociales. Con la desaparición del empleo industrial por el cierre de industrias y su traslado a los países de la periferia, está desapareciendo ese estilo de vida y las clases medias también. En la agricultura, en la industria avícola y en la construcción, predomina el trabajo mal pagado con empleo intensivo de inmigrantes. También sucede en los servicios ya que las familias demandas cuidados que antes podía cubrir el ama de casa pero ahora contratan inmigrantes para cuidar a los niños, cortar el césped y una infinidad de empleos que hace unas décadas no existían porque la familia perdió su tiempo libre porque deben trabajar muchas más horas al punto que el ocio fue colonizado por el trabajo.

¿Cómo afecta la crisis a los inmigrantes?

Es curioso que en Estados Unidos hay altos niveles de desempleo pero entre los inmigrantes, y sobre todo entre los indocumentados, no hay desempleo porque hacen un trabajo necesario. Un presidente mexicano dijo que los inmigrantes hacen los trabajos que “ni los negros quieren hacer”. Cuando yo era niña los que repartían los diarios eran los chicos del barrio porque recibían propinas. Ahora ese trabajo lo hacen los inmigrantes, empiezan a las cuatro de la madrugada, tienen que tener coche, pagan sus gastos de salud y de la seguridad social, y trabajan 365 días al año incluso cuando la nieve bloquea los caminos. Ganan apenas 500 dólares mensuales y no tienen derechos porque son autónomos. Ese es un tipo de trabajo típico de los inmigrantes sin documentos y la derecha económica es feliz con esta inmigración ya que permite aumentar los niveles de explotación que garantizan ciertos niveles de bienestar a los ciudadanos blancos.

Desde el punto de vista cultural y político, ¿qué han aportado los inmigrantes latinos en las últimas décadas?

Los movimientos de los latinos son la mayor esperanza para quienes queremos ver un cambio en el país. La izquierda está muy diezmada. El movimiento contra la guerra ya no existe, los sindicatos están muy golpeados y ya no luchan por cambiar la sociedad.

Desde lejos parecería que el movimiento de los inmigrantes se ha diluido.

No existen grandes manifestaciones de inmigrantes, pero en lo local hay mucha actividad. No tenemos movimiento estudiantil y predomina una gran despolitización, pero hay movimientos de los estudiantes latinos. Ellos comprenden cómo funciona el sistema en su conjunto. Sin embargo, entre mis estudiantes blancos predomina la idea de que no hay ninguna posibilidad de cambiar nada y no hacen nada. Nunca escuché a un inmigrante decir que no vale la pena luchar, y tampoco lo escucho en Colombia aunque las cosas están mucho peor que en Estados Unidos. Entre los trabajadores inmigrantes hay organizaciones sindicales, son los más explotados y son los que más se están movilizando.

¿Qué piensa del movimiento Occupy Wall Street?

Es un movimiento muy importante pese a algunas limitaciones. En primer lugar ha despertado entre muchos jóvenes la idea de que existe derecho a protestar, a imaginar otro mundo y a movilizarnos para conseguir un cambio, algo que había sido imposible de lograr en los últimos años. Además ha sido capaz de movilizar mucha gente con el objetivo de que no sean otros los que decidan tu futuro. Y ha puesto en un lugar destacado la injusticia económica haciendo visible que la economía funciona de manera inmoral y favorece a unos pocos. Hasta que nació OWS esas cosas no estaban en discusión.

¿Cuáles serían los problemas que observa?

Las comunidades de color se han sentido aisladas y hay una lucha de los afrodescendientes y los latinos para crear su propio movimiento, para participar desde su propia identidad. Ellos dicen Occupy the Hood (Ocupemos el Barrio), para darle visibilidad a sus problemas que no son contemplados por los activistas blancos porque no ven el racismo. En Estados Unidos se considera que el racismo es cuestión del pasado, se dice que el color de piel ya no importa (colorblindness). Aún los blancos de izquierda son incapaces de ver el racismo estructural y esa es una forma de excluir nuevamente. Estamos ante un nuevo racismo, un racismo que niega la existencia del racismo. La gente de color formalmente tiene derechos pero están profundamente afectados por la segregación residencial, por las leyes anti-inmigrantes, por el sistema judicial que penaliza a los varones jóvenes negros.

¿Es posible que estas dos culturas puedan coincidir en un mismo movimiento? Se lo pregunto porque en América Latina vivimos una permanente criminalización de los pobres, al punto que si usted pone la palabra pobre en el lugar de negro o latino, la situación no es muy diferente a la que describe.

El problema que observo es la dificultad de ver el sistema en su conjunto y no sólo lo que sucede en un país. Los que están más marginados son los que pueden ver el sistema en su totalidad, porque los que están dentro del sistema, aunque sean oprimidos, pueden ver sólo aspectos parciales.

¿Cree que el impacto de Occupy Wall Street será similar al que tuvo el movimiento por los derechos civiles en la década de 1960?

El movimiento de los derechos civiles consiguió muchas de sus demandas, pero los cambios en la sociedad nos llevaron a una nueva época de discriminación y racismo. La marginación de la comunidad negra ha empeorado y además aparece otro grupo más discriminado. A los negros se les otorgaron derechos legales pero la discriminación se trasladó a los latinos para que sigan haciendo los trabajos más duros y peor pagados. A los negros ahora se los discrimina de otra manera, ya no mediante leyes sino de una manera no explícita contra la raza, a través de la creación de nuevos delitos para criminalizar así a una gran proporción de la comunidad negra.

Michelle Alexander estudió la encarcelación masiva de los jóvenes negros. Cuatro generaciones no pudieron votar. La de los bisabuelos por la esclavitud, la de los abuelos por las presiones de Ku Kux Klan, la de los padres por los límites legales, las leyes de Jim Crowd, y ahora por estar acusados de delitos. El impulso de aquel movimiento era para la igualdad pero fue desarmado a partir de logros legales pero no sociales. El movimiento fue muy fuerte, muy potente, pero fue cooptado a partir del reconocimiento de la igualdad legal. Occupy Wall Street no tiene objetivos, ni un programa ni una estrategia y eso puede atraer a muchas personas, pero es también una debilidad porque sin objetivos claros no sabe hacia dónde va.

Como activista comprometida, ¿cómo siente el mundo viviendo en Estados Unidos?

Soy optimista por naturaleza. Pero cuando me pongo a analizar llego a la conclusión de que no voy a ver los cambios por los que venimos luchando. A eso se suma el problema ambiental porque podemos conquistar la justicia social pero en un mundo en el que yo podremos vivir. Lo que es importante es seguir haciendo lo posible por cambiar las cosas. Trabajo con comunidades negras colombianas desplazadas por las minas de carbón, gente que vivió toda su vida en sus tierras y de golpe los empresarios, gente como Goldman Sachs, los desplazan por la fuerza y terminan viviendo en basurales en las periferias urbanas. Saben que nunca van a recuperar sus tierras, tienen muy claro cómo funciona el sistema y saben que no tienen fuerza para modificar las cosas, pero siguen construyendo una trinchera desde la que resisten algo que los supera, algo que parece imposible cambiar.

domingo, 9 de setembro de 2012

Arreglando la economía

Paul Krugman
The New York Times

El discurso de Bill Clinton en la Convención Nacional Demócrata fue una excelente combinación de análisis técnico bastante serio —¿ha habido alguna vez un discurso en una convención con tanto detalle político?— y de ocurrencias memorables. Quizás una de las mejores fuese su sarcástico resumen del argumento republicano para rechazar la reelección del presidente Obama: “Le dejamos un desaguisado total, y no lo ha arreglado con la suficiente rapidez. Por eso despídanle y póngannos de nuevo en el poder”.

Gran frase. ¿Pero se está arreglando realmente el desaguisado? Yo sostendría que la respuesta es que sí. Los próximos cuatro años van a ser posiblemente mucho mejores que los últimos cuatro, a no ser que unas políticas equivocadas creen otro desaguisado.

Al decir esto, no estoy poniendo excusas al pasado. El crecimiento del empleo ha sido mucho más bajo y el desempleo ha sido mucho más alto de lo que debería haber sido, a pesar del desbarajuste que heredó Obama. Me extenderé más sobre eso más adelante. Pero, en primer lugar, veamos qué se ha logrado.

El día de la investidura en 2009, la economía estadounidense se enfrentaba a tres problemas principales. El primero, y el más acuciante, era que había una crisis en el sistema financiero, en la que muchos de los canales de crédito fundamentales estaban congelados; a efectos prácticos, estábamos sufriendo la versión del siglo XXI de los pánicos bancarios que provocaron la Gran Depresión. En segundo lugar, la economía se estaba viendo afectada gravemente por el pinchazo de una enorme burbuja inmobiliaria. En tercer lugar, los altos niveles de la deuda familiar, una gran parte de la cual se había estado generando durante la burbuja de la época de Bush, estaban reduciendo el gasto de los consumidores.

El primero de estos problemas se resolvió bastante rápido, gracias a la gran cantidad de préstamos de urgencia de la Reserva Federal y, sí, también gracias a los muy denostados rescates bancarios. A finales de 2009, los indicadores de las tensiones financieras habían vuelto a ser más o menos normales.

Sin embargo, esta vuelta a la normalidad financiera no dio lugar a una recuperación sólida. Las recuperaciones rápidas casi siempre vienen seguidas de un auge inmobiliario, y dada la excesiva construcción de viviendas que se produjo durante la burbuja, eso simplemente no iba a ocurrir. Mientras tanto, las familias estaban tratando de pagar sus deudas (o los acreedores les estaban obligando a hacerlo), lo que significaba deprimir la demanda. Por eso acabó la caída libre de la economía, pero la recuperación siguió siendo lenta.

Claro que, a lo mejor, se han dado cuenta de que al contar esta historia sobre una recuperación decepcionante no he mencionado ninguna de las cosas de las que hablaron los republicanos la semana pasada en Tampa, Florida: los efectos de unos impuestos elevados y de la regulación, la falta de confianza supuestamente creada por el fracaso de Obama a la hora de prodigar suficientes elogios a los “creadores de empleo” (lo que yo llamo la teoría de nuestros problemas económicos del “mamá, ¡me está mirando de forma rara!”). ¿Por qué lo he omitido? Porque no existe ni una sola prueba que respalde la teoría del Partido Republicano sobre lo que aqueja a nuestra economía, mientras que existen muchas pruebas irrefutables que apoyan la opinión de que la escasez de demanda, en gran medida debida a la excesiva deuda de los hogares, es el problema real.

Y esta es la buena noticia: parece probable que las fuerzas que han estado lastrando a la economía desaparezcan en los próximos años. La construcción de viviendas ha registrado unos niveles extremadamente bajos durante años, por lo que el peligro del exceso de construcción de los años de la burbuja hace tiempo que ha pasado, y da la impresión de que ya empezamos a ver una recuperación inmobiliaria. La deuda de los hogares sigue siendo elevada según los criterios históricos, pero la relación deuda/PIB está lejos de su máximo, lo que crea el escenario para que la demanda de los consumidores sea mayor ante el futuro.

¿Y qué ocurre con la inversión empresarial? En realidad, se está recuperando con rapidez desde finales de 2009, y existen razones fundadas para esperar que siga aumentando a medida que las empresas vean cómo se incrementa la demanda de sus productos.

Por eso, como he dicho, lo más probable es que, si no se cometen errores importantes, los próximos cuatro años serán mucho mejores que los cuatro últimos. ¿Significa esto que la política económica estadounidense ha sido buena? Ni mucho menos.

Bill Clinton dijo lo siguiente de los problemas a los que se enfrentaba Obama al asumir el poder: “Nadie podría haber arreglado totalmente el daño con el que se encontró en solo cuatro años”. Si, al decir eso, se refería al peligro de la deuda, eso es en gran parte verdad. Pero tendríamos que haber tenido políticas firmes para mitigar el sufrimiento mientras las familias se esforzaban por reducir su deuda, así como políticas para ayudar a disminuir la deuda misma y, sobre todo, ayudas para los propietarios cuya hipoteca es superior al valor de su vivienda.

Las políticas que hemos tenido en realidad distaban mucho de ser las adecuadas. La reducción de la deuda, en concreto, ha sido un fracaso, y pueden sostener que esto se debió, en gran parte, a que el Gobierno de Obama nunca se lo tomó en serio.

Pero, una vez dicho esto, Obama consiguió que se aprobaran medidas —como el rescate al sector y la Ley de Recuperación— que hicieron que la recesión fuese mucho menos dolorosa de lo que podría haber sido. Y a pesar del intento de Mitt Romney de reescribir la historia sobre el rescate, el hecho es que los republicanos se opusieron implacablemente a ambas medidas, así como a todo lo demás que ha propuesto el presidente.

Por eso Bill Clinton, básicamente, tenía razón: por todo el dolor que Estados Unidos ha sufrido durante su Gobierno, Obama puede afirmar justificadamente que ha ayudado al país a superar una muy mala racha, de la que ahora empieza a salir.

sábado, 8 de setembro de 2012

Ana Frank y Rachel Corrie: un legado de dos mártires

Jennifer Loewenstein
Counterpunch

Sesenta y siete años después del final de la Segunda Guerra Mundial, un equipo de investigadores y camarógrafos de la Casa de Ana Frank en Holanda se presentó en el centro de retiro para jubilados Capitol Lakes de Madison, Wisconsin, para entrevistar a mi suegro, Fritz Loewenstein. Fritz es la única persona conocida que aún vive y que fue amigo de Peter Van Pels (conocido en el Diario como Peter van Damm) el amigo de la infancia de Ana en el “anexo secreto“.

El relato oral histórico que Fritz dio duró más de dos horas. Los entrevistadores -incluyendo a Teresien da Silva, director de la colección en la Casa de Ana Frank en los Países Bajos, que viajó a Madison personalmente– hizo preguntas detalladas para sondear sobre cada aspecto de su vida antes de que su familia huyera de Alemania, sobre todo en aquéllos que se referían a su relación con Peter van Pels. Para Fritz esto significaba recordar muchos fantasmas no deseados de su propio pasado y lo que fue para él, como un escolar judío, crecer bajo la nube oscura del nazismo en Alemania de 1930. No hay duda de que la vida y la muerte de Ana Frank y de todos los que jugaron un papel en ella, todavía capturan la imaginación de millones de personas mucho después de su sistemática muerte sin sentido. El relato de Fritz sobre su amistad de la infancia con Peter cobrará un lugar destacado en las imágenes de nuevo documental sobre Ana Frank, que estará disponible en la Casa de Ana Frank a finales de este año. Más de un millón de personas visitan la Casa de Ana Frank anualmente para ver por sí mismas el lugar donde Ana vivía con su familia y los van Pels en la clandestinidad durante más de tres años.

El padre de Fritz Loewenstein era médico en Osnabrück en las décadas de 1920 y 1930. Alemania había sido el hogar de su familia por generaciones y su vida había sido exitosa, civilizada y se consideraban patriotas alemanes, durante décadas. Los Loewensteins tenían muchas esperanzas de que se desvaneciera lo peor de la gobernación nacional-socialista, pero a medida que el tiempo pasaba, se les hizo más claro al padre y madre de Fritz que tendían que sacar a su familia fuera de allí. Fritz recuerda su propia y personal campaña anti-Hitler: lavar las esvásticas de la puerta de la clínica de su padre todas las mañanas. Eso fue en la primavera de 1937, mientras iban creciendo las dificultades para los judíos para abandonar Alemania. La familia Loewenstein, al menos esa parte de ella, fue afortunada: pudieron salir con algunas de sus pertenencias y emigrar a los Estados Unidos, la primera opción de muchos judíos que huyeron de los horrores del régimen nazi. Terminaron en Binghamton, Nueva York, donde mi marido, David Loewenstein, creció.

A lo largo de la entrevista con el equipo de la Casa de Ana Frank, David se maravilló de la figura emblemática en la que se convirtió Ana Frank. Personas de todas las edades en todo el mundo siguen leyendo el notable Diario de Ana y visitan el lugar donde ella y su familia se escondieron de los nazis después de que los alemanes invadieron y ocuparon Holanda. Recuerdo haber leído el Diario de Ana Frank cuando tenía doce años, completamente absorta en el mundo de esta niña creativa y elocuente a pesar de que ella y su familia fueron capturadas y deportadas a campos de concentración donde todos fueron finalmente eliminados a excepción del padre de Ana, Otto. Ella, sin embargo, sigue siendo un faro de esperanza y perseverancia para las víctimas de todo el mundo que han sufrido persecución. Aunque algunos han tratado de proclamar que la vida y la muerte de Ana fueron experiencias exclusivamente judías, solamente comprensible sólo para otros judíos. Yo creo que el llamado de Anne es universal. Tanto su vida como su muerte, ella encarna la voluntad humana y el deseo de vivir y resistir algunas de las peores pesadillas imaginables. Reconocemos en Ana a una niña luchando contra las peores circunstancias de la condición humana.

El 28 de agosto de este año, en Israel, el juez Oded Gershon emitió el veredicto en el juicio civil de Rachel Corrie. Como era de esperar, sin embargo, el Estado de Israel y la máquina militar se exoneraron de toda responsabilidad por la muerte de Rachel. Yo esperaba esto. En los nueve años transcurridos desde que murió aplastada por un bulldozer D-9 blindado Oruga que estaba haciendo su rutina -ilegal e inmoral– trabajando para destruir el paisaje y la vida de decenas de miles de personas de Rafah, Gaza, Rachel Corrie sigue siendo prácticamente desconocida para la gran mayoría del público educado de los EE.UU. A diferencia de Ana Frank, cuya vida ha sido inmortalizada por las circunstancias de su muerte, el nombre de Raquel, su vida y su muerte han sido virtualmente suprimidas de la historia oficial de EE.UU., como las noticias de Palestina en general. Ambas siguen siendo desconocidas, oscurecidas o distorsionada por la desinformación deliberada.

La causa por la cual Rachel murió defendiendo, y la gente por la cual luchó -personas cuyas voces aún no han recibido la validación de ser voces creíbles y legítimas para dar testimonio de su propio sufrimiento y ruina- están todavía a la espera de recibir el reconocimiento que se merecen largamente esperado como habitantes originarios de la Palestina histórica, contra quienes se cometió un delito de magnitud y brutalidad inimaginables. Hasta que Israel admita, ofrezca reparación y honre el Derecho Internacional y la Declaración Universal de Derechos Humanos; hasta que el Estado de Israel pueda pedir disculpas públicamente por la enorme injusticia histórica cometida contra el pueblo originario de Palestina, el daño que ha creado sigue aumentando y extendiéndose, como ya lo ha hecho, en todo el Oriente Medio y en los cuatro rincones del mundo y que lo condena a ser un Estado paria. Su estatus como tal, ha sido cada vez más reconocido, incluso por las potencias occidentales, que entienden que Israel puede seguir actuando con impunidad sólo mientras se encuentre bajo el paraguas protector del poder militar de EE.UU.

Rachel Corrie fue una resiliente, elocuente y desafiante estudiante universitaria de 23 años, que fue a Gaza con otros miembros del Movimiento de Solidaridad Internacional para dar testimonio de la destrucción despiadada y deliberada por parte de Israel de una coherente historia de vida nacional palestina con historia y cultura. Debido a que Rachel se levantó para dar voz a las víctimas sin voz que están en el lado equivocado de la política de Estados Unidos e Israel en Oriente Medio, su nombre y su legado han sido tachados de los registros históricos oficiales como información clasificada. Ella existe en susurros solamente; una sombra en los pasillos del poder y en los medios de comunicación donde solamente se autoriza la versión oficial de los acontecimientos políticos e histórico modernos, donde el apoyo y la complicidad de EE.UU. en el cumplimiento de los objetivos regionales hegemónicos de Israel ayudan a mantener la ilusión necesaria de que Israel observa una general benevolencia.

Si hasta ahora Estados Unidos ha hecho oficialmente el papel de basurero de la política exterior por la vida y la muerte de una heroína blanca y valiente que sin embargo optó por luchar por la justicia en el lado «equivocado» de la política estadounidense, ¿qué nos dice esto acerca de la situación general y la credibilidad de los palestinos y otros árabes y musulmanes tratando de hacer oír su voz y pidiendo que sus casos se reabran? ¿Cuántas «Rachel» palestinas han dejado diarios que nunca serán leídos? ¿Qué escuela va a exigir a sus estudiantes leer los cientos de narraciones personales y registros de los abusos que sus pueblos han sufrido a manos de las potencias coloniales e imperiales y sus adláteres durante el último siglo?

Las Ana Frank y Rachel Corrie que están atrapadas actualmente en las arenas militares de Estados Unidos deben ser silenciadas y puestas fuera de nuestra conciencia. Sus palabras amenazan con exponer las políticas abominables de los Estados Unidos y sus aliados. ¿Cuántas personas, jóvenes y viejas, morirán en ataques de aviones no tripulados contra la población civil, sin haber tenido la oportunidad de preguntar por qué han sido condenados a un infierno?

La ocupación, la limpieza étnica, el despojo, la fragmentación y colonización y la venta al mayoreo de Palestina han sido reclasificadas esencialmente en el lenguaje que sirve para hacer legítimas las tácticas y las metas del Israel moderno. Su encuadre y razón de ser abiertamente racista y las metodologías utilizadas para perpetuar las políticas que permitan mantener la mayoría judía del Estado, han sido cuidadosamente redefinidos en EE.UU. y en las narrativas israelíes como las condiciones sociales y políticas previas necesarias que todos los palestinos deben aceptar antes de que las negociaciones “de paz” puedan retomarse. En idioma llano, sólo una capitulación total de la soberanía sobre la tierra, incluyendo los sitios sagrados religiosos, y la renuncia a la nacionalidad palestina podrían satisfacer el liderazgo de Israel, que tiene la osadía de insistir en que el liderazgo palestino "se integre a la mesa de negociaciones sin condiciones previas". La oferta de Netanyahu consiste en un “villorrio” no viable "en el mejor de los casos”.

Rachel vio por sí misma como se estaba diseñando e implementando la destrucción de Palestina en la Franja de Gaza. Con los ojos claros, la percepción aguda y una conciencia muy rara en el mundo de hoy, Rachel Corrie describiría en su diario y en sus cartas a su madre los miserables e inconfesables procedimientos rutinarios de Israel. Desde los más triviales hasta los aspectos más significativos de la vida en Gaza: todo y cada uno de los habitantes de Gaza se vieron afectados por los puestos de control, asentamientos y carreteras de los colonos, los toques de queda y las clausuras.

Nadie -ni entonces ni hoy- puede vivir una vida libre de los soldados con sus armas, sus torres de vigilancia, muros y cercas; del alambre de púas, sensores de movimiento, y los futuristas "cruces" que chupan la humanidad de los seres que entran en ellos, y les dan órdenes con voces a control remoto, convirtiéndolos en piezas de repuesto sin vida en una nueva línea de ensamble. Nadie puede evitar las tecnologías de vigilancia orwelliana que se infiltran en la vida de los habitantes de Gaza, o que flotan cual dirigible blanco etéreo por encima de la Franja de Gaza haciendo "inteligencia" en todos los aspectos de la vida de abajo en curso, nadie puede predecir cuándo los tanques y transportes blindados de personal o los helicópteros de combate y F-16 van a invadir o aparecer de forma instantánea, como de la nada, para incinerar en cuestión de segundos a personas identificadas como "sospechosas". Nadie puede evitar las acciones sádicas y gratuitas que se derivan de estrategias cuidadosamente elaboradas destinadas a humillar, deshumanizar, infligir dolor, miedo y daño psicológico permanente en la vida de niños y adultos por igual. La escasez de agua y alimentos, los apagones de electricidad al día; las aguas residuales y la infraestructura peligrosamente inadecuada; la escasez de alimentos, las medicinas y los materiales para reconstruir el mundo que está, literalmente, deshaciéndose en polvo y los escombros a su alrededor definen un día normal para la no-gente de Gaza.

La muerte de Rachel Corrie se produjo en un momento de gran violencia, durante la segunda Intifada (levantamiento) Palestina, y -en los Estados Unidos- sólo unos días antes de que la administración de Bush II comenzara su guerra contra Irak. El momento y pretextos utilizados para justificar más el robo de tierras y la apropiación de los recursos naturales no podrían haber sido mejores. La "guerra contra el terror" de los Estados Unidos estaba a punto clímax con el inicio de la campaña de "conmoción y pavor" sobre Bagdad. El primer ministro israelí Ariel Sharon había vinculado con habilidad las políticas de su gobierno a la psicopática obsesión de EE.UU. con el "terrorismo" y los "terroristas", inicialmente inventadas por los políticos conservadores y neoconservadores y las empresas que buscaban la manera de ampliar y consolidar la hegemonía de EE.UU. en una región saturada de petróleo y recursos de gas natural.

El violento contexto de la Segunda Intifada exaltaba las afirmaciones más racistas y santurronas aseveraciones de quienes afirmaban que Israel se defendía del terrorismo de los infieles y esa cruzada de Sharon era un componente necesario y vital de la lucha de Estados Unidos contra el mal. Poco o casi ningún esfuerzo se puso en EE.UU. en las informaciones del lado palestino, ya que se entendía –como parte del canon aceptado- que Israel estaba luchando por su supervivencia. Dar vida a la causa palestina en su lucha justa y necesaria por la libertad, la independencia y la autodeterminación era tan insólito como desoír a Rachel cuando vivía en Gaza. Como lo es ahora, incitando a los ataques más crueles y las escandalosas acusaciones.

Igual que muchos de los que dan testimonio de regímenes criminales que oprimen, despojan y matan a la gente bajo su dominio, Rachel Corrie estaba profundamente preocupada por lo que había estado presenciando en Gaza, en un paisaje que desafía toda descripción. El día que murió aplastada, Rachel estaba entre una excavadora y una casa de familia para protestar por una de las infinitas vejaciones y crímenes lanzados como granadas en una población de refugiados abrumadoramente pobres e indefensos tratando cada día de encontrar nuevas maneras de sobrevivir sin volverse locos. De acuerdo con los tribunales israelíes, la muerte de Rachel fue un "lamentable accidente"; Rachel se puso en una situación peligrosa en el medio de una zona de guerra. Ella tenía la culpa. La víctima era responsable de su propia muerte, los apátridas y los desposeídos son los culpables de su condición de refugiados, de su implacable y miserable tratamiento; su encarcelamiento, deshumanización y ocupación.

Rachel dejó un diario, cartas y un legado de valentía y firmeza que refleja la valentía y la resolución de las personas a su alrededor. Ella se negó a moverse cuando la excavadora se acercó y, llegado cierto punto, se vio atrapada e incapaz de escapar. Su muerte, como su vida, refleja la indignación de una joven mujer que sabía que estaba demasiado débil para impedir la demolición de viviendas y la creación de una "zona militar cerrada", en un área destinada a la destrucción mucho antes de que ella hubiera llegado a Rafah.

En otra época, el diario de Rachel, Let Me Stand Alone, sería el clásico icono de una mujer joven que vive una gran aventura, decidida a sobrevivir y luchar por lo que creía que tenía razón. En otro tiempo la historia de Rachel sería leída por niños en edad escolar de todo el mundo y millones de personas visitarían el lugar donde se encontró sola frente a un bulldozer blindado para decir con su cuerpo "¡esto tiene que parar!" En nuestros días, ella es una mártir desconocida en los anales de la historia oficial. Su valor ha sido desacreditado y condenado, su nombre mancillado y vilipendiado.

Pero yo creo que Ana Frank habría admirado a Rachel Corrie. Ella habría reconocido el llamado universal por la justicia frente a la guerra y el terror, los peligros inherentes a la deshumanización de todo un pueblo y la ocupación brutal de su tierra. Ella habría confirmado la violencia que otorga un mundo silencioso e indiferente a las víctimas de las naciones henchidas de poder y con un sentido justo de su destino dado por Dios; naciones decididas a vengar su pasado, y con licencia para matar. Igualmente, creo que se habría mortificado por la forma en que su propio Diario y la muerte de la que fue objeto se utilizaron como justificaciones morales de las acciones de un Estado que se define por la sangre y el suelo, y por la forma en que su propia popularidad se vio impulsada por un ideología que muy probablemente habría de resultarle repugnante y contraria a las enseñanzas que ella misma había aprendido y el horror que experimentó. Creo que Ana Frank habría estado de acuerdo con la madre de Rachel, Cindy, que cuando se le preguntó si pensaba que Rachel se debería haber alejado de la excavadora respondió, "Yo no creo que Rachel hubiera debido alejarse. Creo que todos deberíamos haber estado allí con ella”.