quarta-feira, 31 de julho de 2013

Sudáfrica: del apartheid a los BRICS

Alejandro Nadal
La Jornada

En 1964 Nelson Mandela fue capturado, juzgado y condenado a cadena perpetua. El golpe dio la impresión de que el movimiento antiapartheid había sido aplastado definitivamente. Parecía que las fuerzas de seguridad del régimen racista en Sudáfrica podrían hacer frente a cualquier nuevo intento de rebelión. Los inversionistas del Reino Unido, Francia y Estados Unidos incrementaron su presencia en Sudáfrica.

Las cosas cambiaron en los años setenta. La resistencia antiapartheid recibió un nuevo impulso con el retiro de Portugal de Angola y Mozambique. Las fuerzas armadas de Sudáfrica y de Zaire (apoyadas por Estados Unidos) trataron de evitar que el izquierdista MPLA tomara el poder en Angola. Sólo la intervención de Cuba evitó la caída de Luanda en manos de los agentes de Estados Unidos y del régimen racista en Pretoria.

En lo interno, la desobediencia fue ganando terreno. En 1976 el régimen racista aprobó una ley prohibiendo toda enseñanza que no fuera en inglés y en afrikaans. En Soweto la protesta fue ahogada en sangre, pero su ejemplo condujo a mayores movilizaciones, sabotajes y huelgas. Para principios de la década de los ochenta era evidente que el costo de manejo de los bantustán era ya una carga insoportable. Dotados de una cierta autonomía, los bantustán concentraron a la población negra y funcionaron como centros de reproducción de la fuerza de trabajo, pero la necesidad de mantener altos niveles de vigilancia y control de la población les convirtieron en un estorbo para el desarrollo del capitalismo en Sudáfrica. El sistema de pasaportes internos para la población de "color" se transformó en una hipoteca insoportable.

Hasta la década de los sesenta la agricultura y la explotación minera en Sudáfrica necesitaron de una fuerte dotación de mano de obra barata y poco calificada. Pero hacia finales de los años 1970 el impulso a la industria manufacturera fue imponiendo la necesidad de contar con una mano de obra más calificada y un mercado doméstico en expansión. El choque con la política de segregación en los bantustán no podía ser más evidente.

El apartheid comenzó a agotar su capacidad de soportar un proceso de acumulación de capital basado en segregación racial. La gran contradicción es que la hiperexplotación basada en el apartheid comenzó a limitar de manera decisiva la expansión del capitalismo sudafricano. La minoría blanca comprendió las señales: era el principio del fin para el apartheid.

Entre 1989 y 1993 una complejo proceso de negociaciones abrió la puerta a la transición pacífica a un gobierno de las mayorías. En 1990 el CNA fue legalizado y Nelson Mandela liberado después de 27 años de cautiverio. Las primeras elecciones democráticas en Sudáfrica en 1993 resultaron en la victoria de Mandela.

Pero algo fundamental permaneció inalterado en Sudáfrica: la injusta distribución de la propiedad entre la minoría blanca y la mayoría negra. La tierra, las minas, las industrias y el control del sistema bancario y financiero, prácticamente todo quedó en posesión de la minoría blanca (hoy el 87 por ciento de la tierra en Sudáfrica está en manos de blancos). Los beneficiarios de décadas de apartheid conservaron sus activos. El segregación político-electoral desapareció, pero el apartheid económico permaneció intacto. Quizás el éxito de la minoría racista en Pretoria fue lograr separar la rebelión en contra del apartheid de la oposición al capitalismo rapaz.

En el interior del CNA las posiciones se polarizaron mientras avanzaban las negociaciones. Chris Hani, el carismático líder del brazo armado del CNA anunciaba una postura más radical en relación a la distribución de la riqueza. Sus discursos fueron alarmando a las potencias occidentales, como queda claro en un cable de la embajada estadounidense en Pretoria y divulgado en abril en el portal de Wikileaks. El contraste con las posiciones entreguistas de Thabo Mbeki no podía ser más claro. Ambos políticos estaban en la recta final para disputarse la herencia de Mandela y el ascenso al poder. Pero Chris Hani fue asesinado el 10 de abril y nunca se sabrá cómo habría sido su influencia sobre Sudáfrica de haber sobrevivido. A la fecha el motivo de su eliminación física es objeto de especulación.

En 1999 Mbeki accede a la presidencia de Sudáfrica y bajo su administración no sólo se afianza el régimen de injusta distribución, sino que se consolida el neoliberalismo (en parte con su absurda Nueva alianza para el desarrollo de África). Sus errores en materia de salud pública significaron la muerte de cientos de miles en la epidemia del VIH/Sida. Y por si fuera poco, bajo su mandato se fomentó el mito de los BRICS, una agrupación de cinco ‘países emergentes capaces de transformar la estructura económica mundial’. En realidad, los BRICS constituyen hoy un nuevo vehículo de penetración y saqueo de la base de recursos naturales de África. Con los BRICS estamos de regreso a la Conferencia de Berlín de 1885, cuando las potencias europeas se dividieron el continente para poder explotarlo mejor.

domingo, 28 de julho de 2013

Que papa é esse?

Ivan Marsiglia
O Estado de São Paulo

Sociólogo argentino vê sinais de moderação no pontificado de Francisco: progressista na política e conservador na moral.

Quis a Providência Divina, diriam alguns, que a primeira visita do primeiro papa latino-americano da história fosse ao Brasil, maior país católico do mundo. E o papa Francisco fez jus à singularidade desse acontecimento. Em imagens que encheram os olhos de fiéis de todas as partes do mundo, o pontífice argentino Jorge Mario Bergoglio desfilou em um carro simples de passeio, carregou a própria mala e se comunicou em linguagem afetuosa e coloquial, pontuada por expressões locais. "Deus é brasileiro e vocês ainda queriam um papa?", disse Francisco, brincando até com a proverbial rivalidade nacional com os hermanos.

À poderosa carga simbólica dessa aparição, o papa agregou um conteúdo a um só tempo renovador e austero. Reafirmou a opção preferencial pelos pobres, até outro dia considerada subversiva na região e passível de decretação de "silêncios obsequiosos" por parte da Igreja. Condenou a corrupção de autoridades, empresários e cidadãos. Criticou os "ídolos passageiros" do dinheiro, do consumo e do prazer. E exorcizou o discurso em voga sobre a liberalização do uso de drogas.

"Até o momento, o papa Bergoglio começa a construir uma linha simbólica de alteridade, reposicionando a Igreja na direção do Concílio Vaticano II e devolvendo a pobreza ao centro das preocupações do Vaticano", analisa o sociólogo Juan Marco Vaggione, conterrâneo do papa e estudioso das intersecções entre a religião e os direitos sociais e civis no mundo. Ainda não se sabe, porém, como e quanto o novo gestual do papa "vai impactar as políticas concretas da Igreja Católica".

Pesquisador da Universidade Nacional de Córdoba e do Instituto Conicet, na mesma cidade, Vaggione formou-se em direito na Argentina, obteve Ph.D. em sociologia na New School for Social Research de Nova York e atua há anos junto à ONG Católicas pelo Direito de Decidir. Na entrevista a seguir, o sociólogo mostra como a eleição – e as escolhas – de um papa podem ser entendidas no contexto mais amplo dos embates de uma instituição global e sua inserção no mundo moderno. E sugere que o atual pontífice adotará uma postura moderada, entre o conservadorismo da cúria romana e anseios progressistas manifestados pela própria comunidade católica.

Nos anos 1980, quando João Paulo II esteve no Brasil, 89% da população se dizia católica. Hoje, o número não chega a 57%. Que significados isso traz à visita?

A visita de um papa precisa ser lida em um duplo registro: ela é, ao mesmo tempo, a visita de um líder religioso e de um ator político. Do ponto de vista estritamente religioso, é a visita do líder de uma instituição que vê em crise a influência e a legitimidade que tinha na América Latina, e no Brasil em particular. A própria eleição de Bergoglio como papa expressou, entre outras coisas, essa necessidade da Igreja Católica em reconquistar fiéis nessa parte do mundo. Trata-se também da visita de um papa que é também chefe de Estado do Vaticano, que de alguma maneira revela as fissuras dos nossos sistemas políticos frente à influência do religioso como lugar de encantamento. Ou seja, o êxito de uma figura religiosa e a atração política que ela exerce deixam evidentes as dificuldades do sistema político em manter seu próprio encanto e legitimidade.

Teólogos não alinhados com Bento XVI, como o alemão Hans Küng, manifestaram entusiasmo com o novo papa, ressaltando a escolha do nome ‘Francisco’ e seu despojamento como sinais de ruptura. São mesmo?

Concordo, em um plano simbólico. Até o momento, o papa Bergoglio começa a construir essa linha simbólica de alteridade, reposicionando a Igreja na direção do Concílio Vaticano II e devolvendo a pobreza ao centro das preocupações do Vaticano. E é indiscutível o efeito poderoso que isso tem tido. Resta saber como esse plano simbólico, que é muito importante e eu não subestimo de forma alguma, vai impactar as políticas concretas da Igreja Católica como instituição religiosa.

Em um artigo no Le Monde Diplomatique o sr. sustenta que tanto João Paulo II quanto Bento XVI ocuparam-se em ‘criticar a modernidade para reinserir nela uma Igreja Católica poderosa, visível e ativa que amplie suas estratégias de intervenção política’. Como se deu isso e qual é o cenário hoje?

Quando se analisa as eleições dos papas sob uma perspectiva histórica, não como ações da vontade do Espírito Santo, a Igreja emerge como uma das instituições mais globalizadas que existem. Desse ponto de vista, a eleição de um papa implica na eleição de um líder político global que responde a momentos determinados. A chegada de João Paulo II ao topo da hierarquia católica pode ser lida como a eleição de um papa polonês que respondeu à tensão geopolítica forte entre capitalismo e comunismo. É o momento em que a Polônia se converte em pedra central para o desmantelamento da ex-União Soviética. De maneira semelhante, o papa alemão que o sucedeu é aquele que se volta para a Europa laica, como símbolo de um fenômeno também global da retirada do sentido religioso da política e da esfera privada dos cidadãos. Bento XVI é aquele que vem para recompor a esfera de influência da religião na Europa Ocidental, ressaltando as raízes cristãs da constituição europeia. Agora também, com a chegada de um papa latino-americano, não devemos ignorar a dimensão geopolítica dessa escolha – que se explica, por um lado, pela quantidade de fiéis existentes nessa parte do mundo e, de outro, pelo avanço de outras denominações religiosas na região. O fato de sua primeira visita ocorrer no Brasil coloca isso tudo ainda mais em evidência.

O sr. diz que três fenômenos da modernidade foram combatidas pela Igreja nos últimos anos: o ateísmo, o laicismo e o relativismo moral. Francisco vai travar as mesmas batalhas?

Creio que Francisco não poderá ficar de fora dessas batalhas. Sobretudo daquela contra o que a Igreja chama de relativismo moral e compreende questões reprodutivas e de gênero. A doutrina católica está muito entranhada pela ideia de uma moral única sobre essas questões. A sensação que tenho é de que vai haver uma continuidade entre Ratzinger e Bergoglio no que diz respeito a uma moral sexual conservadora. E ocorrerá a dupla articulação de que falamos em relação à América Latina, região tão caracterizada pela desigualdade social: a reaproximação da pobreza não só em nível doutrinário, mas em termos de estratégia para recuperar um rebanho que vem se perdendo especialmente nos setores mais pobres da população.

Há poucos dias, uma pesquisa encomendada pela ONG Católicas pelo Direito de Decidir mostrou que católicos brasileiros têm visões às vezes opostas à da Igreja. 82% deles apoiam o uso da pílula do dia seguinte, 56% defendem a união entre pessoas do mesmo sexo, 72% aprovam o fim do celibato para padres e 62% são à favor da ordenação de mulheres. A Igreja leva isso em conta?

O hiato entre a doutrina oficial da Igreja Católica e as convicções dos fiéis detectado pela pesquisa é característico da forma de ser católico na América Latina. Há uma distância abissal entre o que a doutrina exige e a forma de se viver as crenças entre nós. Convivem na região uma identificação ainda forte com o catolicismo e um posicionamento mais aberto para a liberdade e a diversidade sexual. Uma mudança política e social que afeta, inclusive, a hierarquia religiosa. É um desafio importante com o qual o papa Francisco terá que se defrontar. Pessoalmente, não acredito na possibilidade de que ele faça grandes mudanças na postura doutrinária nessa direção. Há quem fale de uma maior flexibilidade da Igreja em relação aos recasamentos e divórcios heterossexuais, mas não tenho expectativas de que esse papa possa acomodar muito mais que isso.

Em seu discurso no Brasil o papa sinalizou mais diálogo com outras religiões, mas manifestou rigidez em temas como a liberalização do uso de drogas – defendida pelo ex-presidente Fernando Henrique. Francisco será mais ou menos conservador que Bento XVI?

Para responder à pergunta, temos de considerar o papel de Bergoglio no debate sobre o casamento gay em 2010 na Argentina. Na ocasião, ele demonstrou o que alguns chamaram de "posição moderada" – até flexível em relação a mudanças na legislação estatal, mas claramente conservador no que concerne à moral. Ele não encarnou naquele momento a figura de alguém capaz de promover mudanças na hierarquia religiosa. O que o desempenho de Bergoglio na Argentina deixa ver sobre seu perfil é uma reconexão com o carisma de João Paulo II, com a Igreja dos pobres do Concílio Vaticano II, aliadas à defesa de uma moral sexual conservadora.

Não é curioso que, no mesmo discurso, o papa tenha criticado o culto ao prazer, no exato momento em que o representante por ele indicado para o Banco do Vaticano, monsenhor d. Battista Salvatore Ricca, é acusado de ter um caso com um capitão da guarda suíça – no primeiro escândalo de seu pontificado?

Totalmente. E, nesse sentido, mesmo as hierarquias católicas da ala mais formal da Igreja vêm mostrando esse paradoxo. O ponto é: como a Igreja pode sair dessa contradição? Mantém o discurso de uma moral posta em dúvida por boa parte dos fiéis e até por representantes da instituição ou flexibiliza os dogmatismos sobre o comportamento e a sexualidade? E aqui não falamos só de temas delicados como o casamento gay ou a interrupção da gravidez, mas dos mais correntes, como o sexo antes do casamento e o uso de anticoncepcionais. Entretanto, a Igreja Católica tem sabido manejar o duplo discurso de proibir em público o que se faz em privado. Exemplos disso são os recentes escândalos que atingem a instituição.

Em sua opinião, a polêmica sobre a suposta colaboração do então bispo Bergoglio com a ditadura militar argentina foi esclarecida?

Esse é um tema complexo. O que a mim me surpreendeu foi a forma como, Bergoglio eleito papa, houve a necessidade imediata de esclarecer o episódio, de se afirmar sem demora que não houve tal colaboração. Ao orgulho nacional de termos um papa argentino sucedeu-se uma tentativa de "branqueamento" do passado por parte de setores os mais diversos. Então, "Bergoglio não foi tão conservador no debate sobre o casamento igualitário", "o que se diz dele durante a ditadura tampouco é real", etc. Parecia ser preciso tornar imaculado o papa argentino. O que mostra o quanto as classes políticas ainda sustentam seu prestígio em posicionamentos religiosos. Mais do que especular se Bergoglio colaborou ou não com a ditadura, o que me espanta é a dificuldade que a Igreja Católica Argentina ainda tem de realizar uma autocrítica sobre seu papel no apoio e legitimação do regime militar.

O teólogo brasileiro Leonardo Boff viu na ‘Igreja pobre, humilde, que dialoga com o povo’ de Francisco a reabilitação da Teologia da Libertação, que vicejou na América Latina nos anos 1950 e 60. O sr. acredita nisso?

Creio, como disse, que o papa Francisco tenha a intenção real de voltar a situar a pobreza como sujeito da prédica e da intervenção da Igreja Católica no mundo. E que Leonardo Boff e outros teólogos progressistas têm razão ao identificar nisso um novo sentido para a instituição. Cabe perguntar, no entanto, qual será a construção simbólica feita em torno da pobreza. Ao redor de um conceito podem estar os mais distintos conteúdos ideológicos. Parece-me que a limitante de Bergoglio e da forma como vai armando o seu papado segue sendo um "corpo da pobreza" que não é reconhecido nas dimensões que se conectam com a sexualidade, a reprodução e a liberdade desse corpo. A Teologia da Libertação foi, sem dúvida, uma das tradições mais ricas e justas que a Igreja Católica já produziu. Mas se ela não for pensada em suas intersecções com as novas teologias feministas, terá caráter limitado. A velha Teologia da Libertação também pode ser patriarcal e homofóbica, uma vez que nos anos 1960 tais questões não estavam inseridas da mesma maneira na agenda política. Reinscrever a pobreza como sujeito histórico é um grande avanço, mas para que ele seja mais justo não se devem desconsiderar as desigualdades de um sistema patriarcal que priva de direitos as mulheres e nega autonomia e liberdade aos corpos.

domingo, 21 de julho de 2013

La izquierda mundial y los disturbios en Egipto

Immanuel Wallerstein
La Jornada

El mismo título de este comentario entraña una pregunta. ¿Quién o qué es la izquierda? Hay poco acuerdo al respecto. Utilizaré el término de tal modo que incluya a cualquier grupo que reivindique ser parte de la izquierda o al menos de la centroizquierda. Es, por supuesto, un grupo amplio. Y, en consecuencia, hay muy poco acuerdo en el grupo en cuanto a quiénes apoyar, moral o políticamente, en la enorme ola de disturbios que ha sacudido a Egipto y que condujo al derrocamiento de Mohamed Mursi como presidente de Egipto por parte de las fuerzas armadas egipcias.

Conforme leo las declaraciones y explicaciones de los varios grupos de la izquierda que está fuera de Egipto creo que es una cuestión de prioridades: ¿quién o qué constituye el mayor peligro en el mediano plazo? Pienso que discierno tres posiciones básicas.

Hay quienes piensan que los islamitas de cualquier variedad representan la amenaza fundamental. Por supuesto, hay muchas, diferentes, clases de islamitas. Las tres principales variedades entre los musulmanes sunitas son la Hermandad Musulmana, los wahabitas/salafistas y quienes se agrupan bajo el membrete de Al Qaeda. Estos tres repudian a los otros dos, y eso explica muchas de las alianzas que emergen en cualquier país que cuente con una sustancial población musulmana.

Para aquellos que en la izquierda tienen como prioridad mantener lejos del poder político a los islamitas, los llamados islamitas moderados, son simplemente islamitas más astutos que persiguen los mismos objetivos de largo plazo: contar con estados gobernados por la sharia. Por tanto, estas personas están listas para hacer alianzas con cualquiera que combata a los islamitas.

Hay un segundo grupo que ve los ejércitos como el enemigo primordial. Consideran que los ejércitos son fuerzas muy conservadoras y represivas, que mantienen puntos de vista políticos y económicos reaccionarios, y que con frecuencia tienen intereses económicos directos que los hacen mantener políticas económicas neoliberales. Reconocen que algunas veces los ejércitos parecen respaldar a las fuerzas populares y algunas veces emprenden políticas opuestas a las de Estados Unidos o a las de los poderes de Europa occidental.

Pero su punto de vista en torno a estas opiniones moderadas de las fuerzas armadas es paralelo al punto de vista de los anti-islamitas. Perciben la moderación o el populismo por los ejércitos como simple cobertura para sus objetivos reaccionarios de largo plazo.

Y luego están quienes perciben que la principal amenaza es Estados Unidos (y en correlación los poderes ex coloniales de Europa occidental). Consideran que los ejércitos y los islamitas simplemente juegan el juego que les asignó Estados Unidos. Por tanto, desde su punto de vista, debe ser apoyado cualquier grupo que activamente se oponga a cualquier cosa que piense qué quiere Estados Unidos. De hecho, de nuevo hay una versión dura. Algunas personas piensan que aun los jóvenes radicales que encabezan levantamientos están manipulados por Estados Unidos. Para este grupo, Estados Unidos es, todavía, todopoderoso.

Por supuesto habrá algunos, inclusive muchos, que argumentarán que todas éstas son falsas opciones. Uno puede, y debería, simultáneamente estar contra los islamitas, los ejércitos y Estados Unidos. Pero en la práctica hay con frecuencia momentos en que se deben elegir las prioridades. Así que la cuestión sigue siendo total.

Este debate acerca del enemigo prioritario es, en gran medida, lo que explica la debilidad relativa de las fuerzas de izquierda en estas luchas. Están divididas en su análisis. Por tanto, están divididas en sus objetivos de corto plazo e inclusive en sus objetivos de mediano plazo. Y, peor aún, muchos individuos y grupos de izquierda parecen estar concientes de esto, lo que los conduce a un pesimismo reptante y a una retirada reptante de la política militante.

La alternativa a tal auto-deshabilitación de la izquierda es involucrarnos en un debate de camaradas, más abierto, al interior de la izquierda. Y esto sólo puede ocurrir si la izquierda se da cuenta de que la derecha mundial representa un panorama tan enorme de fuerzas y análisis como la izquierda mundial. De nuevo digo que este debate de camaradas debe ocurrir dentro del marco de la transición de un sistema capitalista a algo más que aún debe determinarse. Si la izquierda pierde la batalla más grande deberá, primero que nada, culparse a sí misma.

quarta-feira, 17 de julho de 2013

Las movilizaciones estudiantiles en Chile

Farid Kahhat
AméricaEconomía

Si asumimos que un objetivo de la izquierda en América Latina es reducir la desigualdad en la distribución del ingreso, existiría entonces un argumento de izquierda en favor de priorizar el gasto público en educación escolar por sobre el que se destina a la educación superior (la evidencia sugiere que la desigualdad comienza a una edad temprana, una alta proporción de quienes acceden a la educación superior proceden de los estratos medios, y a diferencia de la educación superior, la educación escolar aspira a una cobertura universal). Medido en términos per cápita, el gasto público en educación no suele cumplir con esa condición en América Latina. ¿Podría eso justificar que Chile sea el único país de América Latina en el que no existen universidades, sean estas públicas o privadas, en las que la educación sea gratuita?

Por diversas razones, la respuesta es no. La desaparición de la educación superior gratuita se produjo durante el gobierno del Pinochet. Es decir, un gobierno durante el cual se emplearon fondos públicos para rescatar bancos privados, y bajo el cual se inició un crecimiento sostenido del gasto en defensa que difícilmente puede justificarse con base en las necesidades de seguridad de Chile. Por lo demás, el gasto público en educación superior (sin mencionar el gasto destinado a investigación y desarrollo, y a diferencia de la mayor parte del gasto en defensa), crea un capital humano que eleva el potencial de crecimiento de la economía. Podría argumentarse entonces que, antes que reducir el gasto en educación superior en favor de la educación escolar, debería reducirse partidas como la de defensa en favor de la partida presupuestal destinada a la educación en su conjunto (sobre todo teniendo en consideración que la minería aún da cuenta del 62% de los ingresos por exportación, una actividad basada en recursos no renovables y cuya evolución depende de precios internacionales).

De otro lado, que el efecto distributivo del gasto público en educación superior sea menos progresivo que el del gasto público en educación escolar, no implica necesariamente que aquel tenga un efecto regresivo sobre la distribución del ingreso. De cualquier modo, condicionar el gasto público por educando a su capacidad económica o su desempeño académico, no requiere eliminar la gratuidad de la enseñanza para el conjunto de los estudiantes. Sobre todo teniendo en cuenta que, según un estudio, la combinación de la eliminación de la gratuidad con un escaso escrutinio público sobre la calidad educativa, hacen que el 40% de los estudiantes que invierten en educación superior terminen perdiendo dinero. Es decir, antes que ser un medio de ascenso social, parte de la educación superior podría estar produciendo una movilidad social descendente (y tal vez también una redistribución regresiva del ingreso). Y cuando hablamos de un escrutinio público de la calidad en la educación superior, no nos referimos necesariamente a que el Estado imponga un estándar en la materia, sino a que facilite una decisión informada por parte de quienes acceden a ella (por ejemplo, exigiendo que las universidades hagan pública información que permita comparar costos e ingresos prospectivos).

Ahora bien, se han comparado las movilizaciones estudiantiles en Chile con otras protestas que tienen como base a los estratos medios de la sociedad. Pero habría que mencionar que también existen diferencias. En Chile, antes que a los nuevos movimientos sociales, los manifestantes pertenecen a una de las entidades que guarda más similitudes con una central sindical entre los estratos medios: una federación nacional de estudiantes universitarios. A diferencia del Brasil, las movilizaciones estudiantiles en Chile tienen demandas precisas (educación pública gratuita y de calidad). A diferencia de Egipto, no cuestionan la legitimidad del gobierno de turno o del orden político: de hecho, reivindican el haber contribuido a acrecentar esa legitimidad (según el presidente de la Federación de Estudiantes de Chile, “Acá lo que realmente ha permitido que la democracia crezca son nuestras movilizaciones”). A diferencia de Turquía, las movilizaciones en Chile no dividen de manera profunda a la sociedad: según una encuesta del Centro de Estudios Públicos de Chile, en 2012 el movimiento estudiantil tenía más credibilidad que el ejecutivo, el Congreso y los partidos políticos. Eso tal vez se deba a que existen más de 900.000 estudiantes universitarios, 70% de los cuales recurren al crédito para costear sus estudios, en un país con menos de 18 millones de habitantes (es decir, una proporción significativa de las familias chilenas conoce el tema por experiencia propia).

Según un informe conjunto del Banco Mundial y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo (OCDE), el costo promedio anual en Chile de la matrícula universitaria equivale a un 22% del PIB per cápita. Ello hace que, en términos relativos, la educación superior en Chile sea una de las más caras del mundo. Y Chile además es el país de la OCDE en el que el Estado asume la proporción más baja del costo total de la educación superior.

segunda-feira, 15 de julho de 2013

Cambio climático, comunidades y desarrollo

Fernando de la Cuadra
Sudamérica Rural

El autor del presente artículo establece como punto de partida para su análisis que es mejor hablar de Cambio Ambiental Global, es decir, aquellas modificaciones que se vienen produciendo en los sistemas Tierra, Atmósfera, Océanos y Biosfera, que resulta ser más amplio y complejo que el cambio climático.

A pesar de su incontestable presencia en los días actuales, el cambio climático no es un fenómeno nuevo, sino que ya se encuentra presente desde hace bastante tiempo como transformación en escala sistémica del planeta Tierra. El Cambio Ambiental Global y el recurrente cambio climático suponen la combinación perniciosa provocada por un conjunto de actividades humanas (origen antropogénico), que dependen de variados factores, como la cantidad de población que habita el planeta, su nivel de consumo energético, una determinada matriz tecnológica, el uso predatorio de los recursos naturales, etc. Un informe del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) señalaba en 2007: “Existen pruebas nuevas y más convincentes de que la mayor parte del calentamiento global observado durante los últimos cincuenta años se puede atribuir a actividades humanas” (IPCC. Cambio climático: Informe de síntesis. Informe de evaluación del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, Ginebra: IPCC, 2007).

Esta constelación da factores provocan, entre otros, el efecto invernadero y el calentamiento terrestre, el adelgazamiento de la capa de ozono, la modificación de la biodiversidad, la desertificación, las precipitaciones ácidas y la contaminación de las aguas subterráneas y superficiales. Sin embargo, a pesar de que existe bastante consenso en el mundo científico sobre la evidencia del cambio climático, aún subsiste la incertidumbre sobre las consecuencias efectivas que éste puede acarrear. Las proyecciones científicas han avanzado en el último periodo y un reciente estudio estima que para el año 2100 un 10 por ciento del planeta sufrirá los efectos de dicho cambio.

Problemas y sus consecuencias

Un estudio publicado por la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos (PNAS) afirma que dentro de las regiones que podrían sufrir cambios más severos a causa del cambio climático se encuentran el Sur de la Amazonía, el Sur de Europa, Centroamérica y algunas regiones tropicales de África. (El Mercurio, 01/07/2013), mientras en América Latina se estima que los mayores impactos de estos cambios se abatirán especialmente sobre la agricultura, la pesca y el acceso al agua potable, perjudicando sobre todo a las comunidades campesinas e indígenas, a los pequeños y medianos productores.

En este sentido, una primera constatación que se puede hacer con respecto al cambio climático es que las consecuencias que tiene sobre la población y los países son bastante desiguales, reproduciendo, de esta manera, la situación de inequidad que impera en otras esferas de la realidad económica, política y social. En efecto, estudios realizados por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y el Banco Mundial (BM) demuestran que los países en desarrollo son aquellos que se encuentran más expuestos a los impactos negativos del cambio climático, y su previsión es que tendrán que soportar la mayor parte -entre 75 y 80%- de los costos provocados por los efectos nocivos del comportamiento del clima: huracanes, inundaciones, sequias, desertificación, aumento del nivel del mar, alteración de los ciclos agrícolas y en los regímenes de precipitaciones.

Una segunda constatación, es que los efectos acumulados de la emisión de gases de efecto invernadero (GEI) que son los principales causantes del cambio climático no se pueden enfrentar solamente con políticas de mitigación. El problema es más grave, ya que, aunque se pueda lograr una disminución drástica e inmediata de las actuales emisiones de gases, ello no tendrá mayor relevancia o impacto en términos del clima. Lo que actualmente se requiere son políticas de adaptación a dicho cambio, con medidas como la provisión más igualitaria y universal del agua potable, saneamiento básico, seguridad alimentaria, acceso a mejores servicios de salud y a una educación digna.

A la vulnerabilidad existente entre las poblaciones más pobres del planeta se suman ahora las fragilidades que poseen estas comunidades para enfrentar las catástrofes climáticas. Esta vulnerabilidad se encuentra asociada a condiciones de desigualdad y exclusión que coloca a grupos sociales particulares en una situación de mayor riesgo con respecto a otros.

Asimismo, la distribución desigual de los impactos del cambio climático indica que, tanto los fenómenos meteorológicos extremos como la transformación paulatina del entorno ambiental, están afectando de manera desproporcionada a los grupos humanos más sensibles que se hallan en situación de pobreza rural o urbana, pueblos originarios, ancianos, mujeres, niños, enfermos. Estos sectores sociales están sujetos a una “doble exposición”, o sea, a los efectos desastrosos del cambio climático y a una constelación de problemas asociados a su condición de carencia, entendida como expresión de déficit o insuficiencias socio-económicas. (Lampis, Andrea. “La adaptación al cambio climático: el reto de las dobles agendas”, en: Julio Postigo (editor), Cambio climático, movimientos sociales y políticas públicas. Una vinculación necesaria, Santiago de Chile: CLACSO, 2013, pp. 29- 50).

De lo anterior podemos concluir que el fenómeno del Cambio Climático se encuentra no solo vinculado a patrón de comportamiento de la naturaleza, sino que su esencia se basa en el estrecho entramado que existe entre las dinámicas ambientales y los procesos sociales. Así, en América Latina es necesario considerar las conexiones entre las cambiantes condiciones de los ecosistemas con los modelos de desarrollo impulsados por los gobiernos, tanto históricamente como en la actualidad.

En ese contexto, la preocupación por el impacto del cambio climático en el continente y los esfuerzos de adaptación para superar las consecuencias desastrosas del calentamiento global, la contaminación de las aguas y de los suelos, representa un desafío no solamente en términos de democratizar el uso de los recursos, sino que constituye una respuesta que busca asegurar las propias condiciones de sobrevivencia en que se encuentran los habitantes de la región.

Cambio Climático y Agricultura

Existe una relación recíproca entre cambio climático y agricultura, afectándose mutuamente. En el primer vector, los científicos destacan que el sector agropecuario es uno de los principales emisores de gases de efecto invernadero, donde la suma del uso de combustibles, las quemadas y la producción pecuaria han tenido también un fuerte impacto sobre el cambio climático. Además de ser un importante demandante de tierras y consumidor de combustibles fósiles, la agricultura y la ganadería contribuyen directamente a las emisiones de dichos gases por medio de técnicas en el cultivo como la producción de arroz y la cría de ganado. De acuerdo con el Panel Intergubernamental del Cambio Climático, los combustibles fósiles, el uso de tierras y la agricultura, son las tres principales causas del incremento de los gases de efecto invernadero desde hace 250 años. En un informe elaborado por dicho organismo se consigna que sumados los efectos de los subproductos agrícolas y de las quemadas con el uso de la tierra, las emisiones de gases de efecto invernadero alcanzan casi un cuarto de todos los gases liberados hacia la atmósfera. (IPCC, 2007).

En otro estudio elaborado por el Grupo Consultivo para la Investigación Agrícola Internacional (CGIAR) con sede en Copenhague se concluye que el agro es responsable del 29% de las emisiones de gases de efecto invernadero, a través de la emisión a la atmosfera de 17 mil megatoneladas de dióxido de carbono. Asimismo el panel prevé que las cosechas de maíz, arroz y trigo – los tres principales cultivos en términos de calorías consumidas por los seres humanos- disminuirán en muchos países en vías de desarrollo, impactando aún más la crisis alimentaria que se vive en el “cuerno de África” o en el sur de Asia. Los pequeños agricultores, los pueblos originarios y los pobres urbanos de estas regiones sufrirán nuevos ciclos de hambruna de no revertirse la tendencia ascendente de la temperatura del planeta y debido a la mayor dificultad para predecir el régimen de las lluvias.

Desde el otro vector, es decir en relación al impacto del cambio climático sobre la agricultura, los científicos pronostican que a largo plazo sus efectos se apreciaran de varias formas. Por un lado sobre la productividad, en términos de cantidad y calidad de los cultivos. En segundo lugar sobre las prácticas agrícolas, a través de los cambios del uso del agua (riego) y aportes agrícolas como herbicidas, insecticidas y fertilizantes. Otra dimensión es evidente en los efectos sobre el medio ambiente, particularmente la relación de la frecuencia y sistema de drenaje de suelos, erosión, reducción de la diversidad de cultivos. Del mismo modo, sobre el espacio rural, por medio de la pérdida o ganancia de terrenos cultivados, la especulación de tierras y los servicios hidráulicos; y, finalmente, respecto a la adaptación, ya que los organismos podrían convertirse en más o menos competitivos y también los humanos podrían tener la necesidad de desarrollar cultivos más competitivos, como variedades de arroz resistentes a la sal o a las inundaciones.

Hoy por hoy existe bastante acuerdo en aceptar la idea de que el cambio climático ha tenido efectos extremos y devastadores sobre la producción agropecuaria de muchos países (sequías, huracanes, inundaciones, tornados, heladas y nevadas) destruyendo miles de hectáreas de cultivos agrícolas y provocado la muerte en masa del ganado. Sabemos que dificultades como las sequias, tormentas e inundaciones no son nuevas. Sin embargo, diariamente se acopian nuevas evidencias de que el cambio climático global ha sido responsable por la frecuencia cada vez mayor de estos fenómenos que afectan la vida de miles de productores en todo el mundo.

En el caso específico de las comunidades campesinas e indígenas y sectores de pequeña y mediana producción, el impacto nefasto del cambio climático ha sido constatado por numerosas investigaciones recientes. Un estudio del Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT) advierte que la previsión del aumento promedio anual de la temperatura en Colombia, provocará un aumento de las precipitaciones en un 2,5% lo cual implicará entre otros efectos, la degradación del suelo y perdida de materia orgánica en las vertientes andinas; inundaciones en las costas Caribe y del Pacífico; destrucción de nichos para el café, los frutales, el cacao y el banano; cambios en la prevalencia de plagas y enfermedades. Y precisamente estos fenómenos tendrán una mayor incidencia entre los productores de escasos recursos y de pequeña escala. (Lau, Charlotte, Jarvis, Andy y Ramírez, Julián. Agricultura Colombiana: Adaptación al Cambio Climático, Políticas en Síntesis N° 1, Bogotá: CIAT, febrero de 2013.).

En otro estudio realizado en los andes tropicales peruanos, se menciona que el cambio climático ha provocado cambios en los regímenes hídricos así como también ha incrementado la ocurrencia e intensidad de fenómenos climáticos extremos (sequia, heladas, granizadas) todos los cuales afectan directamente a los campesinos: “Los pisos ecológicos se desplazan a mayores altitudes, los sistemas productivos tienen que ajustar sus calendarios y prácticas a las nuevas características climáticas, la contribución de agua glaciar en la época de estío está cambiando dramáticamente.” (Postigo, Julio. “Desencuentros y (potenciales) sinergias entre las respuestas de campesinos y autoridades regionales frente al cambio climático en el sur andino peruano”, en: Julio Postigo (editor), Cambio climático, movimientos sociales y políticas públicas. Una vinculación necesaria, Santiago de Chile: CLACSO, 2013, pp. 181-216).

Lo relevante de la investigación realizada por Postigo, es que en ella también se exponen las posibles respuestas que construyen las mismas comunidades andinas para superar los problemas impuestos por los cambios del clima, que durante siglos han venido respondiendo a la variabilidad climática y gestionando el riesgo que ello tiene sobre sus actividades agrícolas. Es lo que se conoce como la dimensión de resiliencia que poseen las comunidades para enfrentar y superar los daños provocados por el cambio climático.

Por último, en una investigación realizada en el sur de Chile se constata que el cambio climático no solamente ha tenido serias consecuencias sobre la producción agrícola por la escasez del recurso hídrico (ríos, canales, lagunas y napas subterráneas) sino que también ya es posible apreciar una reducción de la flora y fauna tradicional en sectores donde se asientan las comunidades Mapuche.

En efecto, durante la Cumbre Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático realizada en Cochabamba, Bolivia, los representantes del pueblo Mapuche denunciaron que como consecuencia de los cambios experimentados en el clima, las aves habían migrado y “ya no se veían mariposas ni lombrices. Los calores y fríos son extremos y ahora aparecen enfermedades y plagas desconocidas” (De la Cuadra, Fernando. “Cambio climático y conflicto socioambiental. Apuntes sobre el antagonismo entre el pueblo Mapuche, el Estado chileno y las empresas”, en: Julio Postigo (editor), Cambio climático, movimientos sociales y políticas públicas. Una vinculación necesaria, Santiago de Chile: CLACSO, 2013, pp. 217-238).

Reflexiones finales

Si admitimos que el cambio climático tiene un origen antropogénico, debemos asimismo concordar en que existe una distribución desigual no solo en los efectos que posee este fenómeno sobre las poblaciones humanas, sino que también son desiguales las responsabilidades asociadas a la emisión de gases de efectos invernadero. Por lo mismo, concordamos con que el campo de disputas surge en torno al acceso, control y apropiación de los recursos naturales entre actores que defienden diversas lógicas para la gestión de bienes colectivos de uso común.

Tales conflictos son el resultado de los destinos que le asignan los diversos actores y agentes económicos (particulares o empresas) al uso del territorio y los recursos naturales, los cuales se sustentan, por un lado, en el sistema de valores culturales que una determinada sociedad o comunidad ha elaborado en torno a dichos recursos y, por otro lado, en las diferentes formas de uso que este recurso adquiere en función de múltiples actividades productivas.

Tal como nos recuerda Escobar “no son sólo los factores y las condiciones ecológicas, sino también los sentidos culturales, los que definen las prácticas que determinan cómo la naturaleza es apropiada y utilizada”. De esta manera, nos advierte el antropólogo colombiano “las luchas por la diferencia cultural, las identidades étnicas y la autonomía local por un territorio contribuyen a redefinir la agenda del conflicto sobre el medio ambiente, más allá de los campos de la economía y la ecología.” (Escobar, Arturo. Una minga para el postdesarrollo: lugar, medio ambiente y movimientos sociales en las transformaciones globales, Lima: Universidad Nacional de San Marcos, 2010).

Entonces, un tratamiento amplio de la problemática del cambio climático y sus efectos sobre las comunidades más fragilizadas supone resolver no solo los riesgos biofísicos asociados a las “catástrofes naturales”, sino que principalmente tomar en cuenta los impactos sociales y culturales que implica la aplicación de determinados modelos de desarrollo que priorizando en la noción de crecimiento y en la generación de riqueza material, acaban siendo ambientalmente insustentables, socialmente desiguales y culturalmente restrictivos.

sábado, 13 de julho de 2013

La democracia en riesgo y los riesgos de la democracia

Iván Nazif
Socialismo y Democracia

La democracia está en riesgo cuando a propósito de movilizaciones populares ocurre un Golpe de Estado que aparentemente es efecto de esas mismas movilizaciones y la democracia hace correr riesgos a la sociedad cuando en el ejercicio del poder de las autoridades políticas, aunque tengan origen en la soberanía popular, no procesan adecuadamente los conflictos y demandas sociales.

Hemos aprendido que la democracia es el gobierno de las mayorías y que su legitimidad proviene del ejercicio de la soberanía popular. También, que las elecciones libres e informadas son las que generan las autoridades legítimas en la democracia representativa. Churchill estableció que si bien la democracia representativa no era un sistema perfecto, era el mejor que la humanidad había conocido hasta ese momento.

En el sistema de democracia representativa cabe distinguir los momentos en que se realizan elecciones del propio proceso de ejercicio de la autoridad política por parte de los poderes del Estado – Ejecutivo y legislativo- y especialmente del gobierno. Esto por cuanto, la noción de gobernabilidad en un régimen democrático implica que los gobiernos en su gestión para ser efectivamente representativos del Estado, y no solo de los triunfadores de una elección, deberían respetar a las minorías.

Bajo esta concepción, las demandas sociales que pueden ser de minorías o de mayorías constituidas a propósito de problemas específicos, no tendrían por qué ser, necesariamente, un problema. Sin embargo, los cambios de magnitud y calidad las movilizaciones de estos sectores han devenido en crisis institucionales y claramente han evidenciado las crisis de legitimidad del Estado y de su forma de organización política. Cada país con lo suyo, Chile con la educación, Brasil con la corrupción, Egipto y Turquía con los intentos de generalización de normas islámicas para una población laica e informada.

El factor común de estos fenómenos es que los gobiernos mencionados son democráticos en su origen y como tales, todos ellos cuentan con la legalidad para respaldar su ejercicio. Sin embargo, se observa que las movilizaciones corresponden a sectores de la sociedad, generalmente más informados, y que interpelan de manera masiva al Estado, por cuestiones que apareciendo sectoriales o particulares, apuntan a problemas de orden estructural.

(i)Porque el lucro en la educación en sociedades pobres, al ampliar la cobertura de un negocio ha significado sacrificar la calidad y además ha provocado el endeudamiento de miles de familias. Esta modalidad de organizar la educación ha tenido como resultado que los estudiantes asisten a establecimientos de mala calidad, que segregan por estrato de ingresos y que luego de egre-sados se les dificulte su inserción laboral y eternizándose su condición de deudores. Con esta práctica educativa se frustra la expectativa de movilidad social que es el argumento con que los sectores conservadores buscan hacer compatibles el crecimiento económico con la mala distribución de ingresos;

(ii) Porque la inadecuada asignación de recursos materializada en inversiones en obras públicas- por no corresponder a prioridades sociales- abre la sospecha no solo respecto de los montos involucrados o a su pertinencia sino que también, proporciona las condiciones para que afloren dudas en relación con los procedimientos utilizados para seleccionar las firmas que ejecutan esos proyectos. Todo esto en el marco de ciudadanos que en su dimensión de consumidores expresan su malestar ante los abusos de las grandes empresas e incluso ante la deficiente provisión de servicios sociales;

(iii)También, en algunas sociedades del Medio Oriente se ha observado que algunos gobiernos han pretendido imponer normas y hábitos de conducta correspondientes a ciertas corrientes religiosas a grandes grupos de población laica e informada. Esta clara confusión entre Estado e iglesia ha significado que multitudes repudien esa forma de gobierno. No obstante, aunque esas movilizaciones sean masivas pueden seguir correspondiendo a minorías electorales. Abordar estos desafíos, significa aceptar que la gobernabilidad implica cultivar cotidianamente la legitimidad.

En Egipto, que el gobierno de Mursi no haya incorporado este elemento en su ejercicio del poder implicó un golpe de Estado, que es la negación de la democracia. Por esto, es necesario prestar atención a la democracia como sistema político pues los conflictos, movilizaciones y desenlaces violentos, requieren un tratamiento específico y no genérico.

En la superestructura gramsciana los instrumentos ideológicos del Estado y de las clases dominantes, se bastaban para producir la hegemonía. En Chile lo vivimos en 20 años de gobiernos de la Concertación, donde los grupos de presión, básicamente representantes de los sectores dominantes en lo económico e ideológico, lograban sin demasiados esfuerzos, transmitir la sensación de legitimidad de la institucionalidad y establecían cuales eran los cursos de acción tolerable para la política pública. Más aún, después de 24 años de democracia incompleta en su expresión de la soberanía popular, sigue operando una Constitución Política y un sistema político que de manera muy gradual y lenta ha podido eliminar las instituciones de los senadores institucionales (designados), aunque persiste el sistema electoral binominal y los quórums inalcanzables. Así es mayoritaria dentro de la élite que se preocupa por el ordenamiento jurídico institucional del Estado que la Constitución del 80 es ilegítima.

A propósito de las movilizaciones mencionadas se observa que la forma histórica de transmitir legitimidad para ejercer hegemonía muestra insuficiencias. De esta constatación surge la hipótesis de que en esta época los medios de comunicación se han tornado más amplios y profundos y por tanto compiten como mecanismos de socialización en aspectos que son vitales para explicar el consentimiento social a los sistemas políticos. Lo que se observa como proceso y que no parece declinar como tendencia es que ciertos sectores sociales han amplificado su capacidad de convocatoria y movilización a partir del acceso y uso de artefactos propios de la modernización, tales como los medios tecnológicos que potencian la comunicación digital los que, además, han facilitado la expresión de discursos secularizados que estaban excluidos de los contenidos de los medios de difusión masivos.

Aunque se pueda discutir hasta dónde las demandas representan el malestar social ante gobiernos ideologizados o cuál puede ser el alcance de los medios de comunicación digitales, si cabe tener presente que ambas condiciones constituyen tendencias en curso que además cada vez se observa que están más incorporadas en la actividad de ciertos sectores sociales. Lo anterior explica que lo político institucional muestre mayor sensibilidad ante las movilizaciones sociales.

Pero, qué ocurre, cuando los gobiernos, aunque sean democráticos, no tienen en cuenta las propuestas o resistencias de minorías masivas que no son silenciosas ni están quietas. En tales casos se abren situaciones críticas como las de Egipto en que aparecen soluciones de fuerza y donde el sector movilizado, que no fue mayoría electoral, induce y celebra un Golpe de Estado. Hoy se transita en el riesgo de una guerra civil, pues el Golpe de Estado agudizó el conflicto ideológico. Aunque se pueda compartir el juicio acerca de que la gestión del Gobierno de Mursi tiene responsabilidad en no haber atendido las demandas sociales que se expresaban pública y cotidianamente, el Golpe de Estado es extremadamente más grave y letal para la población y sin duda constituye un retroceso democrático.

Hoy en Chile se plantea redactar una nueva Constitución, a través de procedimientos que dependerán del peso electoral de la Nueva Mayoría. No obstante, más allá del mecanismo que la haga viable institucionalmente, lo que queda expuesto es la necesidad de resolver esta encrucijada, pues se ha abierto la expectativa social de que los cambios constitucionales son posibles dentro de la actual institucionalidad. Reflexionar esta dinámica social, no será solo responsabilidad del gobierno que sea elegido, sino también de los sectores políticos que han mostrado gran rigidez para cambiar el sistema político electoral así como también deberían cambiar su actitud de rigidez para responder ante las demandas de los cambios sistémicos que forman parte de la propuesta de una nueva constitución. Por esta razón, la propuesta presentada por un grupo de senadores es completamente insuficiente, pues supone que el problema se soluciona ampliando la proporcionalidad electoral en ciertos y determinados distritos o circunscripciones electorales.

Para aclarar los términos del debate, la disyuntiva no es la construcción del socialismo dentro de la institucionalidad, como en los años setenta del siglo pasado. En esta situación y con el actual avance de la convivencia social en Chile, resolver estas demandas significa solo que el sistema político se haga efectivamente democrático, para lo cual es necesario desatar las trabas que impiden resolver con apego al interés de las mayorías no solo lo referido al sistema electoral sino que también modificar las concepciones conservadoras que prevalecen acerca del rol del Estado, lo que es imprescindible en una sociedad que cada vez, con más y mejor información exige mayores derechos.

Nada garantiza que los cambios institucionales convenzan y satisfagan las demandas sectoriales profundas. Sin embargo, podrían permitir que el sistema político reaccione preventivamente ante un riesgo que como el mundo lo ilustra, está presente.

quinta-feira, 11 de julho de 2013

Obama obliga a burócratas a espiarse unos a otros

David Brooks
La Jornada

El presidente Barack Obama emitió hace dos años una orden que obliga a empleados federales a espiar a sus colegas y reportar cualquier comportamiento sospechoso que pudiera representar una amenaza interna a la seguridad nacional, y califica cualquier filtración no autorizada de información oficial de acto que asiste al enemigo.

El llamado Programa de Amenaza Interna (Insider Threat Program, ITP) impulsado por Obama es una iniciativa sin precedente para suprimir toda filtración de información del gobierno federal, con un alcance más allá de las agencias de seguridad nacional e inteligencia, incorporando a casi toda la burocracia de la rama ejecutiva, incluyendo los cuerpos de paz, la administración del Seguro Social, el Departamento de Educación y el de Agricultura, reveló la cadena de periódicos McClatchy.

Aunque el programa se enfoca en prevenir filtraciones de material oficial secreto, las definiciones son tan ambiguas y amplias que ofrecen enorme latitud para abordar la divulgación no autorizada de cualquier información, no sólo materiales clasificados, reporta McClatchy al obtener documentos oficiales que detallan el desarrollo e implementación de la orden ejecutiva.

Comportamientos de alto riesgo

El programa ordena además a millones de empleados federales vigilar a sus colegas para detectar personas o comportamientos de alto riesgo, y si no los reportan enfrentan castigos, incluyendo acusaciones criminales. Para algunas partes de la burocracia, toda filtración no autorizada a los medios es considerada el equivalente a espionaje, reporta McClatchy.

Uno de los documentos relacionados con el ITP en el Departamento de Defensa, fechado el primero de junio de 2012, afirma que la filtración es equivalente a asistir a los enemigos de Estados Unidos. Ese documento de estrategia antifiltración señala que los administradores encargados de seguridad tienen que castigar y hasta revocar la autorización de acceso a información secreta de cualquier empleado que viole esas normas, algo que en esencia pone fin a sus carreras. Más aún, los empleados deben entregarse a sí mismos o a colegas si fracasan en reportar violaciones de esas normas.

En algunos departamentos del gobierno, bajo esos programas, se han girado instrucciones a empleados para detectar entre sus colegas comportamientos “sospechosos” o de “alto riesgo”, que incluyen experiencias de vida que pueden convertir a un colega en una amenaza interna. Esos comportamientos o experiencias podrían ser estrés, divorcio, problemas financieros o frustraciones con colegas o con la organización, trabajar más allá de los horarios normales o viajes fuera de lo común.

El programa fue lanzado en octubre de 2011, después de que el soldado Bradley Manning filtró cientos de miles de documentos clasificados a Wikileaks. El propósito del programa es tener mayor control sobre acceso y manejo de esa información, para prevenir más filtraciones, así como para evitar más Mannings en el futuro.

Dos años después, eso obviamente fracasó, cuando hace poco mas de un mes Edward Snowden, ex contratista de la Agencia de Seguridad Nacional, filtró documentos secretos sobre programas masivos de vigilancia de las comunicaciones de millones de ciudadanos en éste y otros países alrededor del mundo.

Por otro lado, hay indicaciones de un cambio significativo en la opinión pública que podría representar otro revés en los esfuerzos del gobierno de Obama para condenar a Snowden. Después de semanas en que sondeos registraban una opinión pública dividida sobre los actos del filtrador, una encuesta nacional de la Universidad Quinnipiac presentada este miércoles encontró que, por un amplio margen, ahora una mayoría (55 por ciento contra 34) consideran a Snowden más un denunciante (whistleblower) que un traidor (como lo ha calificado el gobierno estadunidense).

Además se revirtió de manera dramática la tendencia en que una mayoría consideraba aceptable el sacrificio de libertades civiles a cambio de seguridad, y ahora, por 45 a 40, los votantes opinan que dichas libertades se han limitado demasiado en los esfuerzos antiterroristas.

“El giro masivo en la opinión pública sobre libertades civiles y esfuerzos antiterroristas gubernamentales, y la percepción publica de que Snowden es más denunciante que traidor son la reacción publica y aparente shock ante los extremos a que el gobierno ha llegado para intentar evitar incidentes terroristas en el futuro... Además el veredicto de que Snowden no es un traidor va en contra de la casi unificada percepción del establishment político de la nación”, comentó Peter Brown, del instituto de encuestas de Quinnipiac.

El propio Snowden rechazó tajantemente las acusaciones del gobierno estadunidense y algunos medios de que ha actuado como espía y que posiblemente había entregado materiales secretos a los gobiernos de China y/o Rusia, reportó Glenn Greenwald, columnista de The Guardian, quien habló con el fugitivo en dos ocasiones en los últimos días. “Nunca pasé informaciones a ninguno de los dos gobiernos, y ellos nunca tomaron algo así de mi laptop”, afirmó Snowden.

La Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU), principal organización nacional de defensa de libertades ciudadanas, continúa una campaña masiva de decenas de miles de sus afiliados para reclamar nuestro control del gobierno y nuestra privacidad si ciudadanos ordinarios actúan sobre la información extraordinaria que Edward Snowden ha revelado.

Como parte de la campaña, el director de cine Oliver Stone –entre otras figuras destacadas– grabó un video acusando que la máquina gigantesca de vigilancia del gobierno se está comiendo a nuestra libertad. Afirma que “la pregunta es si nosotros controlamos al gobierno o si el gobierno nos controla a nosotros.”

domingo, 7 de julho de 2013

Levantamientos aquí, allá y en todas partes

Immanuel Wallerstein
La Jornada

Al persistente nuevo levantamiento en Turquía le siguió uno aún más grande en Brasil, que a su vez fue seguido por otro menos difundido, pero no menos real, en Bulgaria. Por supuesto, no fueron los primeros, sino meramente los más recientes en una serie en verdad mundial de tales levantamientos en los últimos años. Hay muchas formas de analizar este fenómeno. Los veo como un proceso continuado de lo que comenzó como la revolución-mundo de 1968.

Con toda seguridad, cada levantamiento es particular en sus detalles y en la compenetración interna de las fuerzas en cada país. Pero hay ciertas similitudes que deben apuntarse, si es que pretendemos hacer sentido de lo que está ocurriendo y decidir lo que deberíamos hacer todos nosotros como individuos y como grupos.

El primer rasgo común es que todos los levantamientos tienden a empezar con muy poco –un puñado de gente valerosa que se manifiesta en torno a algo. Y luego, si prenden, lo cual es en gran medida impredecible, se vuelven masivos.

De pronto no es sólo el gobierno que está bajo asedio sino, hasta cierto punto, el Estado como Estado. Estos levantamientos son una combinación de aquellos que llaman a remplazar al gobierno por uno mejor y aquellos que cuestionan la mera legitimidad del Estado. Ambos grupos invocan la democracia y los derechos humanos, aunque las definiciones que brinden de estos dos términos sean muy variadas. En general, la tonalidad de estos levantamientos comienza del lado izquierdo de la arena política.

Por supuesto, los gobiernos en el poder reaccionan. Cada uno intenta reprimir el levantamiento o intenta apaciguarlo con algunas concesiones, o intenta ambas respuestas. Con frecuencia la represión resulta, pero en ocasiones es contraproducente para el gobierno en el poder, y atrae más gente a las calles. Las concesiones funcionan con frecuencia, pero algunas veces son contraproducentes para el gobierno, y conducen a que la gente en la calle escale sus demandas. Hablando en general, los gobiernos intentan la represión más que las concesiones. Y, por lo general, la represión tiende a funcionar en un relativamente corto plazo.

El segundo rasgo común de estos levantamientos es que ninguno continúa a gran velocidad por demasiado tiempo. Quienes protestan se rinden ante las medidas represivas. O se ven cooptados, hasta cierto punto, por el gobierno. O los desgasta el enorme esfuerzo requerido para las manifestaciones continuadas. Este desvanecimiento de las protestas abiertas es absolutamente normal. Esto no indica el fracaso de las mismas.

Ése es el tercer rasgo común de los levantamientos. Sea como sea que llegue a su fin, nos brindan un legado. Han cambiado en algo la política del país, y casi siempre para mejorar. Han puesto en la agenda pública un asunto importante, como por ejemplo las desigualdades. O han incrementado el sentido de dignidad de los estratos bajos de la población. O han incrementado el escepticismo en torno a la verbosidad con la que los gobiernos tienden a enmascarar sus políticas.

El cuarto rasgo común es que, en todos los levantamientos, muchos de los que se unen, en especial si se unieron tarde, no lo hacen para profundizar los objetivos iniciales, sino para pervertirlos o para impulsar hacia el poder político a grupos de derecha, diferentes de quienes están en el poder pero de ningún modo gente más democrática o que impulse los derechos humanos.

El quinto rasgo común es que todos se ven embrollados en el forcejeo geopolítico. Los gobiernos poderosos fuera del país en el que ocurre el desasosiego trabajan duro, aunque no siempre con éxito, para ayudar a que los grupos que le son favorables a sus intereses se hagan del poder. Esto ocurre con tanta frecuencia que, por ahora, una de las cuestiones inmediatas acerca de un levantamiento particular es siempre, o debería ser siempre, cuáles serán las consecuencias para el sistema-mundo como un todo. Esto es muy difícil, dado que las consecuencias geopolíticas potenciales pueden conducir a que alguien quiera ir en dirección opuesta a la inicial dirección antiautoritaria.

Finalmente, recordemos que en esto, como en todo lo que ocurre ahora, estamos en medio de una transición estructural que va de una economía-mundo capitalista que se desvanece a un nuevo tipo de sistema. Pero ese nuevo tipo de sistema podría resultar mejor o peor. Ésa es la real batalla en los próximos 20-40 años, y el cómo nos comportemos aquí, allá o en todas partes deberá decidirse en función de esta importante batalla política fundamental a nivel mundial.

sábado, 6 de julho de 2013

Desplazamientos y desolación: Verdades de los transgénicos en Latinoamérica

Silvia Ribeiro
La Jornada

La Red por una América Libre de Transgénicos (Rallt) agrupa organizaciones y redes de toda América Latina. En su reciente asamblea en Bogotá, con delegados de casi todos los países de la región, además de científicos y académicos invitados, construyeron un panorama detallado lo que han significado los transgénicos. Diesiete años de siembras y el segundo lugar en área global sembrada con transgénicos, han resultado endesplazamientos, desolación y muerte. Muertes en sentido literal, de niños fumigados por agrotóxicos, nacidos con malformaciones, de vecinos de campos sembrados que se enfermaron de leucemia y otras dolencias.

Hay características que se repiten en todos los países, que lejos de la propaganda de las empresas, son la verdadera realidad de los transgénicos. En ningún país los transgénicos son para alimentar personas. Son comida para comederos, no para comedores. Se plantan para forraje en inmensas plantas industriales de cría confinada de pollos, cerdos y vacunos, todas con alto nivel de contaminación, que conllevan violencia y fuertes impactos en la salud animal y humana. Lejos de mejorar la alimentación humana, la empeoran. Argentina, es un ejemplo contundente. Con inmensas áreas de soya transgénica han empeorado tanto la calidad de la carne producida, como la alimentación de la población, sobre todo infantil y en áreas rurales. Por la ocupación de territorio con monocultivos y debido al empobrecimiento que esto ha provocado, la población rural consume ahora leche y frijol de soya, con demostrados impactos negativos en la salud debido al alto contenido de hormonas vegetales que contiene la soya. Pediatras argentinos explican que contrariamente a la propaganda, la soya sin fermentar es un alimento dañino que no debe consumirse nunca antes de los 12 años y posteriormente solo en forma ocasional.

Otra característica de los transgénicos es que conllevan un aumento exponencial del uso de agrotóxicos, con enormes impactos ambientales y a la salud. Brasil, primer productor de soya transgénica global, es también el mayor usuario mundial de agrotóxicos. En Argentina, ya existen varias asociaciones depueblos fumigados, con múltiples testimonios de los efectos devastadores de los agrotóxicos ligados a los transgénicos: malformaciones genéticas, leucemia, enfermedades autoinmunes, además de daños en fauna y flora. Por la resistencia a los químicos y las supermalezas que ha generado este uso masivo de químicos, las empresas están introduciendo agroquímicos aún más tóxicos, como 2,4 d y dicamba. Por estas y más razones, la Rallt consideró que los transgénicos se han convertido en un caso flagrante de violación de derechos humanos. Han elevado por ello cartas a varios relatores de Naciones Unidas.

La introducción de los transgénicos ha sido siempre precedida por acciones ilegales, luego legalizadas: primero contrabando y contaminación intencional, posteriormente leyes a favor de las empresas, tanto en bioseguridad como otras para asegurar a las empresas sus patentes y otras formas de monopolio de semillas. México no es excepción. El caso más extremo de injerencia política de la industria transgénica es el golpe de estado en Paraguay, provocado por latifundistas, relacionados con Monsanto y otras transnacionales. Poco espués del golpe, se plantaron varios transgénicos nuevos, sin ningún proceso de bioseguridad y contra las medidas precautorias del gobierno anterior.

En este contexto continental se ubica la amenaza, que sigue pendiente, de que el gobierno mexicano autorice a Monsanto la siembra comercial de maíz transgénico en millones de hectáreas en el norte del país, un tema gravísimo que las autoridades han tratado con gran opacidad. Ya han autorizado enormes superficies –de miles a millones de hectáreas- de soya y algodón transgénico en varios estados, pese a que esto, especialmente las plantaciones de soya en la península de Yucatán y Chiapas, significará daños mayores a cerca de 25,000 familias de apicultores campesinos y arruinará la exportación de miel, uno de los principales rubros de exportación del país.

La contaminación genética del maíz campesino en México, por ser su centro de origen, es mucho más que un tema nacional. Por ejemplo, la Rallt expresó su rechazo tajante a la liberación comercial de maíz transgénico en México, un hecho sin precedente en la historia de la agricultura, pues sería la primera vez que ocurriera una devastación de tal magnitud en uno de los centro de origen de un cultivo que alimenta a la humanidad. También la reciente sexta conferencia internacional de la Vía Campesina, red con más de 200 millones de miembros, declaró su apoyo a la resistencia a los transgénicos en México. En su resolución condenan este nuevo atropello de las transnacionales contra los campesinos, contra los pueblos del maíz, contra la biodiversidad y la soberanía alimentaria, considerándolo una violación contra los derechos de los campesinos y campesinas que lo han creado y legado para bien de toda la humanidad.

En ese sentido, ambas redes expresaron también su solidaridad con el Tribunal Permanente de los Pueblos (TPP) capítulo México, donde el tema de la violencia contra el maíz y los pueblos del maíz, así como la devastación ambiental y la responsabilidad de las empresas y el Estado, son parte del proceso. Este fin de semana se reúne en Jalisco otra pre-audiencia del TPP, titulada Territorialidad, subsistencia y vida digna donde se presentarán testimonios de comunidades sobre estos temas, otra forma de fortalecer el conocimiento de las realidades y la resistencia ante la violencia corporativa que representan los transgénicos.

quinta-feira, 4 de julho de 2013

Egipto: Un ejército que se dice del pueblo

Robert Fisk
The Independent

El ejército está a cargo. Llámelo un golpe si le gusta. Pero el ejército egipcio –o el infame Consejo Supremo de las fuerzas armadas, como debemos llamarlo nuevamente– está ahora gobernando Egipto. Con amenazas al comienzo, luego con tropas en las calles de El Cairo. Caminos bloqueados. Alambre de púas. Tropas alrededor de la estación de radio. Mohamed Mursi todavía presidente lo habrá llamado un “golpe” y reclamado la vieja superioridad moral (legitimidad. democracia, etc.), pero antes de que viéramos a los soldados en la ciudad, les estaba rogando a los generales para que “volvieran a las barracas”.

Ridículo: los generales no tenían que dejar sus barracas para instalar el miedo a Dios (metafórico o real) en su administración colapsante. Mursi habló de derramamiento de sangre. También lo hizo el ejército. Esto era algo deprimente. Era miserable que la gente libre aplaudiera una intervención militar, aunque los opositores de Mursi afirmarían que sus libertades habían sido traicionadas. Pero alientan a los soldados para que tomen el lugar de los políticos. Ambos lados pueden agitar la bandera egipcia, que es roja, blanca y negra. El color del caqui no es un sustituto.

Tampoco desaparecerá la Hermandad Musulmana, sea el que fuere el destino de Mursi. Risiblemente puede haber estado en el poder, lamentables fueron sus discursos, pero el mejor partido político organizado en Egipto sabe cómo sobrevivir en la adversidad. La Hermandad es la más malinterpretada, o quizá la más deliberadamente malinterpretada institución en la historia moderna egipcia. Lejos de ser un partido islamista, sus raíces siempre fueron de derecha más que religiosas y bajo Hassan al Banna estaba dispuesto a tolerar al rey Faruk y sus señores feudales egipcios siembre que vivieran detrás de su fachada islámica.

Aun cuando la revolución de 2011 estaba en la cima y millones de manifestantes anti Mubarak hubieran entrado a la plaza Tahrir, la Hermandad estaba ocupada tratando de negociar con Mubarak, con la esperanza de encontrar migajas en la mesa para ellos mismos. El liderazgo de la Hermandad nunca estuvo al lado del pueblo durante el levantamiento de Egipto. Este rol lo cumplía la base secular más fuerte de Egipto, el movimiento sindical, especialmente los trabajadores de algodón de Mahalla, al norte de El Cairo.

Inclusive la guerra de Nasser con la Hermandad fue menos sobre religión que sobre seguridad; el liderazgo del original Movimiento de Oficiales Libres encontró que el Hermandad era el único partido capaz de infiltrarse en el ejército, una lección que los generales egipcios de hoy se han tomado a pecho. Si la Hermandad Musulmana es nuevamente prohibida, como lo fue bajo Nasser y bajo Sadat y bajo Mubarak. no perderá su apoyo dentro de las fuerzas armadas. Sadat fue asesinado por un islamista que no pertenecía a la Hermandad, llamado Khaled el Islambouki, pero también era un teniente en el ejército egipcio.

Sayyed Qutub, el líder de los Hermanos Musulmanes, atacó a Nasser por liderar a su gente hacia la pre islámica edad de la ignorancia (‘jahiliya), pero el partido estaba más ejercitado por la creciente relación de Egipto con la atea Unión Soviética. Qutub fue colgado. Pero aun perseguido, prohibido oficialmente, el partido aprendió –como todas las organizaciones clandestinas con una ideología– cómo organizarse políticamente, socialmente y también militarmente.

El ejército, como dicen, pertenece al pueblo. Mohamed el Baradei, el ex inspector nuclear de la ONU y laureado Nobel y ahora líder de la oposición, me dijo durante el levantamiento de 2011 que “en última instancia el ejército egipcio estará con el pueblo. Al final del día, después de que todos se quiten el uniforme, forman parte del pueblo, con algunos problemas, la misma represión, la misma incapacidad de tener una vida decente. De manera que no creo que vayan a dispararle a su pueblo”.

Pero eso era entonces y esto es ahora. Mursi puede haber adoptado la seudoparafernalia de un dictador –por cierto, habló como Mubarak el martes, inclusive profirió amenazas contra la prensa–, pero fue elegido legalmente, como nos decía todo el tiempo, y la legitimidad es lo que le gusta al ejército afirmar que está defendiendo. En 2011, el “pueblo” estaba contra Mubarak. Ahora el “pueblo” está unos contra otros. ¿Puede el ejército egipcio, los héroes del cruce del Canal de Suez en 1973, pararse entre los dos, cuando ellos mismos se han convertido –enfrentémoslo– en “el pueblo” en ambos lados?

segunda-feira, 1 de julho de 2013

Brasil se aproveita do sonho de Bolívar

Renaud Lambert
Le Monde diplomatique

Unificar os doze países da América do Sul para livrá-los da tutela norte-americana: no Brasil, o projeto de integração é unanimidade. Reunindo patrões e sindicalistas, movimentos sociais e representantes do governo, tal mobilização poderia, entretanto, facilitar o surgimento de uma nova hegemonia

Em princípio, eles não têm nada em comum. João Paulo Rodrigues milita desde a tenra infância no Movimento dos Trabalhadores Rurais Sem Terra (MST). Embaixador de seu país em Londres, depois em Washington, de 1994 a 2004, Rubens Barbosa coloca sua agenda de contatos a serviço de empresas. O primeiro nos recebeu em uma pequena e discreta casa em um bairro residencial de São Paulo. Nada de cartazes ou bandeiras vermelhas, apenas uma porta anônima. O segundo escolheu instalar seu escritório na elegante Avenida Brigadeiro Faria Lima, onde se escuta o zumbido de helicópteros de um arranha-céu a outro, que levam consigo empresários apressados. Quando nos encontramos, o dirigente do MST finalizava uma sessão de formação militante. O ex-diplomata, por sua vez, “conseguiu escapar por alguns instantes” entre duas ligações de clientes que, por um testemunho indiscreto, pareciam querer conhecer – um pouco antes dos outros? – as modalidades de uma licitação governamental.

Sem dúvida, esses dois homens se parecem muito pouco. Contudo, seus objetivos ecoam uns nos outros. Ao evocar o projeto político de sua organização, a “derrota do neoliberalismo em benefício de um sistema econômico mais solidário”, Rodrigues identifica uma urgência: a integração regional. De seu lado, o embaixador Barbosa sonha que seu país “transforme sua geografia em realidade política”. Segundo ele, a América Latina constitui “o jardim do Brasil, o espaço natural de expansão de suas empresas”.1 Manipulando maquinalmente uma miniatura de cães puxando um trenó coroada pelo slogan “Quando não somos o primeiro, a vista é monótona”, o ex-embaixador também desenha uma prioridade: “defender nossos próprios interesses” e reforçar o processo de integração regional.

Desde o sonho de unidade do libertador Simón Bolívar (1783-1830), inúmeras iniciativas tentaram promover a colaboração entre os países latino-americanos e sua integração em um conjunto mais vasto. Cada uma delas, no entanto, ganhava contornos variáveis em função dos objetivos: lutas pela independência no século XIX, industrialização da região após a Segunda Guerra Mundial, alinhamento neoliberal ao longo dos anos 1990.

Rodrigues e Barbosa negariam qualquer forma de aliança política, embora a ambição da integração regional os aproxime e os leve a atuar nesse sentido. “É a especificidade do processo de integração que o Brasil promove hoje. Trata-se de um projeto colocado em prática por forças políticas antagonistas, com interesses contraditórios. Mas, no momento, as agendas se revelam compatíveis, mesmo convergentes”, explica Armando Boito Júnior, professor de Ciência Política da Universidade Estadual de Campinas (Unicamp). Agendas compatíveis por enquanto...

Revolta patronal contra livre-comércio

Primeiro ponto de acordo: a rejeição à ideia de entrar na órbita norte-americana, que nos anos 1990, contudo, parecia convencer a elite. O presidente Fernando Henrique Cardoso (1994-2002) não poupou esforços para alimentar o sonho de Washington: uma imensa Área de Livre Comércio das Américas (a Alca, na sigla tanto em português como em espanhol), do Alasca à Terra do Fogo. Mas esse frenesi liberal não agradou o setor industrial da burguesia. Suas políticas de abertura do mercado brasileiro enterraram o país sob as importações, precipitando a quebra (ou a recompra) de certas empresas − um processo de desnacionalização audacioso o suficiente para desagradar até a revista superliberal Veja,2 que concluiu na época: “A história do capitalismo raramente viu uma transferência de controle tão intensa como essa, em um período tão curto”.3

Enquanto o setor financeiro prosperava, a poderosa Federação das Indústrias do Estado de São Paulo (Fiesp) se armava. Em 2002, realizou um estudo que analisava o impacto da Alca na economia brasileira, e o documento confirmava “o que muitos empresários temiam”: um acordo de livre-comércio continental traria “mais riscos que vantagens para a economia brasileira”.4 Nas eleições desse mesmo ano, os industriais apoiaram a candidatura de um ex-metalúrgico, Luiz Inácio Lula da Silva, que, desde sua chegada ao Palácio do Planalto, se empenhou em dificultar as negociações com Washington. Em 2005, ocasião em que manifestações celebraram o fim do projeto Alca, a Fiesp se mostrou discreta e não declarou sua participação.

Longe das fronteiras brasileiras, a estratégia do livre-comércio regional busca uma segunda via, notadamente no âmbito da Aliança do Pacífico, assinada em junho de 2012 pelo Chile, Peru, Colômbia e México. Para Valter Pomar, dirigente da Articulação de Esquerda, uma tendência do PT, o acordo revela a mão de Washington: “Não há a menor dúvida quanto a isso”. Todos os países envolvidos já assinaram acordos de livre-comércio com os Estados Unidos.

Nos salões de Brasília e na Bolsa de Valores de São Paulo, entretanto, a crise “de 2008” contribuiu para aplacar a febre neoliberal. Desde então, é preciso se dirigir ao círculo mais próximo ao ex-presidente Fernando Henrique, ainda muito influente, ou bater na porta de um grande banco como o HSBC para escutar um poeta (de mercado) louvar, com olhos sonhadores, a reaproximação de México e Washington: “Os Estados Unidos são um pouco como o Sol, e o México é como um planeta que gira ao redor do astro central”. Uma órbita que custaria à população mexicana 6,7 pontos do PIB em 2009 – o que não deixou de se observar inclusive no seio da formação política de FHC, o PSDB.

“Existem outras formas de levar adiante a integração regional, como a que o MST defende por meio da Alba”, considera Rodrigues. Ele se refere à Aliança Bolivariana para os Povos de Nossa América, promovida pela Venezuela e à qual o Brasil jamais se uniu. Trata-se de uma integração baseada na solidariedade, e não na concorrência, e orientada para a busca por um “socialismo do século XXI”. Rodrigues, porém, avalia que “essa visão permanece muito minoritária no Brasil. Mesmo que a opinião de um punhado de iluminados da extrema esquerda aponte que, se não fossem as “traições” ao [programa do] PT, o socialismo chegaria amanhã, a luta por uma transformação social radical conta com uma base relativamente reduzida”. Na véspera, estudantes chilenos haviam reunido 100 mil pessoas nas ruas de Santiago: “A última vez que reunimos tanta gente no Brasil foi no Carnaval!”.

Uma mesma questão, de Berlim a Brasília

Daí a necessidade, para o MST, de identificar as pontes políticas entre seu próprio projeto e o modelo de integração hegemônica no país, aproveitando-se de suas contradições. “Elas são muitas”, sorri Rodrigues, antes de enumerar os componentes de uma linha de frente heteróclita: “O governo e seus aliados, certos setores industriais, empresas transnacionais, altos funcionários públicos, assim como amplos setores da classe trabalhadora, notadamente por meio das grandes centrais sindicais”. Em resumo, uma versão moderna do consenso “fordista” a serviço de um projeto geopolítico regional.

Primeiro ingrediente desse coquetel: a busca pela autonomia. Ex-secretário-geral do Ministério das Relações Exteriores, depois ministro de Assuntos Estratégicos do presidente Lula (2003-2010), Samuel Pinheiro Guimarães figura entre os intelectuais brasileiros mais reconhecidos. O que explica talvez o fato de ter sido confiada a ele, em 2009, a redação do “Plano Brasil 2022”, com os objetivos estratégicos do país até o bicentenário da independência.

Perto dos 75 anos, o diplomata já não é adepto de discursos demagógicos. “De acordo com sua opinião, qual é o interesse da França ou da Alemanha em se integrar com um país como Malta?”, questiona neste 9 de abril de 2013, alguns instantes antes de ir observar em Caracas uma eleição presidencial que ele considera “crucial para o futuro da integração regional”. “Nenhum! A não ser o fato de Malta ser um país soberano e, como tal, dispor de um voto nas instituições internacionais.” Enquanto se constituem grandes blocos pelo mundo, “o Brasil deve, por sua vez, proceder como os outros” e criar “sua” região. Não a América “Latina”, porque México e América Central “votam com os Estados Unidos”; mas sim a do Sul, que deverá se tornar “o eixo central de nossa estratégia de rejeitar qualquer submissão aos interesses dos Estados Unidos”.

O anti-imperialismo das frações mais progressistas do alto funcionalismo público brasileiro se unem ao de Pomar. Independentemente das convicções políticas e de seus promotores, uma dinâmica que tire proveito dessa retórica hostil aos Estados Unidos poderia, segundo ele, servir de alavanca para a transformação social: “Todos os processos de construção de um campo socialista na América Latina se chocam contra dois obstáculos: o poder da burguesia interna e o da Casa Branca. Sem dúvida, a integração defendida pelo Brasil não elimina a ingerência exterior, mas reduz seu impacto e permite que dinâmicas nacionais sigam seu curso de forma mais autônoma”. As posições firmes da União de Nações Sul-Americanas (Unasul) – nascida em 2008 – sem dúvida contribuíram para conter os golpistas bolivianos e equatorianos em 2008 e 2010.5 E, enquanto a oposição venezuelana e Washington questionavam a eleição de Nicolas Maduro, a organização deu seu apoio ao candidato chavista. “Em outros tempos, questões como essa se resolviam no âmbito da Organização dos Estados Americanos (OEA). A saber, na Casa Branca”, lança Guimarães. Um pouco irritado, o secretário de Estado John Kerry sugeriu recentemente que a América Latina era um “jardim”, mas dos Estados Unidos.6 Segundo a estratégia de Pomar, depois das investidas anglo-imperialistas, restaria confrontar o segundo obstáculo: a burguesia interna. Mas, sem dúvida, essa batalha deve ser deixada para mais adiante.

Privilegiados pela riqueza do subsolo e atualmente em processo de recuperar o controle de seus recursos naturais, os diferentes países da região se esforçam para diversificar suas economias e reforçar os setores produtivos. Dessa forma, Maduro se lamentava durante sua campanha presidencial na Venezuela: “Nosso país não dispõe de uma verdadeira burguesia nacional”. Caracterizados por um comportamento rentista, “os setores que se consagram à atividade econômica são extremamente dependentes do capital norte-americano”. Maduro lançou, então, um chamado a todas as forças capazes de ajudar o país a “lançar as bases de uma economia produtiva”.7 Dirigindo-se ao “setor privado nacionalista”, sem dúvida esperava que sua garrafa ao mar aportasse em praias brasileiras, onde os industriais têm reputação de mais “progressistas”.

Pois, longe de se afrouxar com Lula no poder, a aliança entre o PT, as grandes centrais sindicais e o patronato industrial se perpetuou por meio de uma atualização da tradição “desenvolvimentista” do Estado brasileiro. Em um contexto internacional caracterizado pela incapacidade dos dirigentes de vislumbrar outras respostas à crise do liberalismo que não seja o aprofundamento das reformas liberais, o surgimento de um programa com o objetivo de desenvolver o mercado interno por meio do pleno emprego, aumento dos salários, programas sociais e a retomada da produção (em detrimento da especulação) constitui provavelmente uma das opções mais revolucionárias que o planeta conhece no momento...

No entanto, inúmeros militantes de esquerda, não completamente satisfeitos, constatam: “Continuo a acreditar que é preciso lutar pelo socialismo”, explica Artur Henrique, ex-presidente da Central Única dos Trabalhadores (CUT) e articulador da aliança “neodesenvolvimentista”. “Mas não faço parte daqueles que acreditam no socialismo como algo próximo, que pode se concretizar no amanhecer de uma noite turbulenta. Não. Quero mudar as coisas, mas tenho consciência do contexto no qual trabalho. No âmbito regional, o que tentamos fazer é sair do neoliberalismo, mas sem acreditar que temos capacidade de derrotá-lo. Tentamos, antes, promover uma versão regional, não nacional. Quer dizer, uma versão que leva em conta as necessidades dos outros países da América do Sul.”

Assim, Caracas precisa de um metrô? Ela poderá contar com a empresa brasileira Odebrecht e subsídios financeiros de Brasília. A Venezuela experimenta uma penúria de produtos alimentares? Os industriais brasileiros se encarregarão de prover o vizinho setentrional – já fornecem quase a totalidade do frango que consomem. O comércio entre os dois países se multiplicou por oito desde a subida de Hugo Chávez no poder, em 1998.

“Para nós, a América do Sul constitui o mercado mais importante do mundo”, explica Carlos Cavalcanti, da Fiesp, que aumenta o tom de voz para ressaltar a natureza superlativa de sua proposta. “Ainda somos competitivos em relação aos produtos chineses, e é uma região que absorve a grande maioria das exportações de produtos manufaturados.” Enquanto 83% dos produtos manufaturados dos países da América do Sul são destinados à América Latina, apenas 5% se destinam à China. Além disso, em um contexto de desaquecimento econômico geral, os envios de mercadorias rumo aos vizinhos saltaram de US$ 7,5 bilhões em 2002 para mais de US$ 35 bilhões em 2010. Alisando os cabelos com uma das mãos, Cavalcanti observa, satisfeito: “Os países da região adotam políticas de aumento da renda de suas populações. Para nós, são mercados em crescimento”. Ninguém jamais sugeriu que anti-imperialismo e bons negócios fossem incompatíveis: em um documento de 2012, a Fiesp descrevia o processo de integração sul-americana como uma “ruptura” com uma história de “cinco séculos” marcada pela “submissão de nossos interesses nacionais às potências mundiais dominantes”.8

Uma saída para o Pacífico

Mas é no âmbito das infraestruturas que se encaixam com mais harmonia as exigências do desenvolvimento industrial da região, o reforço de sua autonomia geopolítica e a expansão do capital brasileiro.

Em 30 de outubro de 2012, a Unasul identificava os recursos naturais como “eixo dinâmico na estratégia de uma integração e unidade de [seus] países”. Essa mesma lógica havia justificado, pouco antes, a “continuação do trabalho da IIRSA”.9 IIRSA? É a sigla para Iniciativa para a Integração da Infraestrutura Regional Sul-Americana, uma série de grandes eixos rodoviários, ferroviários e fluviais que atravessam o sul do continente de Leste a Oeste e de Norte a Sul. Sonhado por FHC em 2000 como uma etapa do caminho que conduziria ao grande mercado “livre” das Américas, o projeto não convencia Chávez. Em 2006, durante uma reunião de chefes de Estado da região, o falecido presidente venezuelano denunciava a “lógica neocolonial” do projeto.

Mas, das raízes neoliberais da IIRSA às promessas da Unasul, “as coisas mudaram”, assegura em coro a maioria de nossos interlocutores. Não se trata mais de criar “apenas uma economia” sul-americana, mas de se abrir ao “desenvolvimento interno”, à “durabilidade ambiental”, em suma, de conceber as infraestruturas “como um instrumento de inclusão social”, promete María Emma Mejía, a nova secretária (colombiana) da Unasul.10

Na região, as necessidades de infraestrutura são imensas. Para tentar aplacar as críticas dos ecologistas, o vice-presidente boliviano Álvaro García Linera prometeu que a exploração dos recursos naturais permitiria industrializar o país. A debilidade do aparato tecnológico nacional, porém, ameaça desmenti-lo. Assim como o Peru, a Venezuela precisa se equipar com novas redes portuárias e rodoviárias. No Brasil, a produção de cereais cresceu cerca de 220% entre 1992 e 2012, mas as malhas rodoviária e férrea não evoluíram nada. Resultado: em abril de 2013, a BR-364 – que leva ao terminal ferroviário que serve o Porto de Santos – ficou travada com a fila de caminhões que se estendia por mais de 100 quilômetros e gerou um atraso de sessenta dias na exportação da produção. “Nosso agronegócio se beneficiaria de um acesso ao Pacífico”, observa o embaixador Barbosa. “E, afinal, a China é hoje nosso principal parceiro comercial.” Sem mencionar a cobiça das empresas brasileiras pelas terras além das fronteiras do país.

Solidariedade e saída de indústrias

Concebida em um contexto de idolatria liberal, a IIRSA confiava grande parte do financiamento de suas atividades aos mercados, assim como ao Banco Interamericano de Desenvolvimento (BID) − um fracasso com o qual está de acordo o bilionário argentino Eduardo Eurnekian: “Não penso sequer um segundo nos empresários se encarregando de conectar os países”. Nesse estágio, a responsabilidade de levar adiante os trabalhos é, portanto, dos “Estados, não do setor privado”.11

Mensagem recebida. Atualmente, a integração física da região pode contar com uma miríade de financiamentos nacionais. Ora, Brasília dispõe do banco de desenvolvimento mais rico do mundo: o Banco Nacional de Desenvolvimento Econômico e Social (BNDES). Em 2010, a instituição emprestou mais US$ 100 bilhões, contra US$ 15 bilhões do BID e US$ 40 bilhões do Banco Mundial. Um detalhe: seu estatuto restringe o financiamento apenas a empresas brasileiras − uma grande oportunidade para Odebrecht, Camargo Correia etc., “campeões nacionais” que o país busca promover.

Nos escritórios dessas transnacionais da construção, a definição da primeira Agenda Prioritária de Investimento (API) da Unasul, em novembro de 2011, deve ter sido aplaudida. A iniciativa prevê a construção de 1.500 quilômetros de gasodutos, 3.490 quilômetros de vias fluviais, 5.142 quilômetros de estradas e 9.739 quilômetros de ferrovias – um investimento total de US$ 21 bilhões para os projetos prioritários e US$ 116 bilhões para o conjunto dos 531 projetos.

Nos vizinhos, esse sentimento é mais difuso. No dia 22 de abril de 2013, durante o primeiro encontro da organização dos “Estados afetados pelas transnacionais”, Bolívia, Cuba, Equador, Nicarágua, República Dominicana, São Vicente e Granadinas, assim como a Venezuela, denunciaram o poder econômico de “certas empresas”, que ameaçariam a soberania de “certos Estados”. Apesar da declaração um pouco obscura, os olhares se voltaram para a mesma direção.

Para o intelectual uruguaio Raúl Zibechi, a integração promovida por Brasília poderia se resumir a uma transferência de projetos: um capital vindo do “Norte” teria cedido seu lugar a outro, do “Sul”. “Os ingleses construíram as primeiras ferrovias para exportar minerais, e os Estados Unidos quiseram que a rota Cochabamba–Santa Cruz entrasse no escopo da ‘Marcha para o Oeste’. Agora, o Brasil impulsiona seus próprios corredores de integração.”12

Guimarães apresenta as coisas de outra forma. Segundo ele, o problema é, em primeiro lugar, geográfico: na América do Sul, o Brasil representa metade do território, da população e da riqueza produzida a cada ano. Em 2011, o PIB do país era cinco vezes superior ao da Argentina, o segundo país mais próspero da região, e cem vezes maior que o da Bolívia. “Além disso, certas capitais da América do Sul apenas recentemente introduziram o imposto sobre a renda. Sozinhas, elas não dispõem dos recursos necessários para alavancar o desenvolvimento.” Convém, assim, “ajudá-las”.

Exploração ou solidariedade? As opções parecem coexistir tanto no plano regional como no seio do poder brasileiro, que ambiciona “reconciliar” sindicatos e patronatos. Até quando?

No dia 1º de abril de 2013, Guimarães ilustrava a solidariedade regional com um exemplo: “Sob o governo Lula, aconteceu algo extraordinário: uma subvenção brasileira permitiu a construção de uma linha de transmissão elétrica entre a usina hidrelétrica paraguaia de Itaipu e Assunção”,13 colocando um fim aos cortes de luz constantes sofridos pela capital paraguaia.

Dois dias depois, os empresários de São Paulo tiravam outra conclusão do episódio: “As indústrias nacionais com uso intensivo de mão de obra, como a têxtil ou a de confecção, melhorariam a competitividade perante os concorrentes asiáticos no mercado interno brasileiro se deslocassem parte da linha de produção para o Paraguai”, onde “os custos salariais são cerca de 35% mais baixos”.14

NOTAS

1 Correspondência com o presidente Fernando Henrique Cardoso, 21 jan. 2000 (arquivos de Barbosa).
2 Ler Carla Luciana Silva, “Veja, a tática do cinismo” [Veja, a revista que conta no Brasil], Le Monde Diplomatique Brasil, dez. 2012.
3 Citado por Geisa Maria Rocha em “Neo-dependency in Brazil” [Nova dependência no Brasil], New Left Review, n.16, Londres, jul./ago. 2002.
4 “Estudo da Fiesp mostra que Alca é mais risco que oportunidade”, Valor Econômico, São Paulo, 26 jul. 2002.
5 Ler Hernando Calvo Ospina, “Petit précis de déstabilisation en Bolivie” [Pequeno indício de desestabilização na Bolívia], Le Monde Diplomatique, jun. 2010, e Maurice Lemoine, “État d’exception en Équateur”, La Valise Diplomatique, 1º out. 2010.
6 “US protests against Bolivia’s decision to expel USAID” [Estados Unidos protestam contra a decisão da Bolívia de expulsar a Usaid], BBC News, Londres, 1º maio 2013.
7 “Maduro no volante”, Folha de S.Paulo, 7 abr.2013.
8 “8 eixos de Integração da Infraestrutura da América do Sul”, Fiesp, São Paulo, 24 abr. 2012.
9 Plano de trabalho de 2012 do Conselho Sul-Americano de Infraestrutura e Planejamento (Cosiplan) da Unasul.
10 “8 eixos de Integração da Infraestrutura da América do Sul”, op. cit.
11 “Integração depende de governos, afirma bilionário”, Valor Econômico, 19, 20 e 21 abr. 2013.
12 Raúl Zibechi, Brasil potencia, Desde Abajo, Bogotá, 2012.
13 Entrevista com Valéria Nader e Gabriel Brito, 1º abr. 2013.
14 “Fiesp mostra vantagens de se levar indústrias ao Paraguai”, Valor Econômico, 3 abr. 2013.