quinta-feira, 29 de maio de 2014

Argentina se acerca al grupo que emerge

Nicolás Lantos
Página 12

La Argentina fue invitada a participar de la sexta cumbre del Brics, el principal bloque de países emergentes, integrado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, que se en julio en la ciudad de Fortaleza, en Brasil. Según informó ayer el canciller ruso, Sergei Lavrov, tras una reunión con su par argentino, Héctor Timerman, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner participará del encuentro, que tendrá lugar en la ciudad brasileña de Fortaleza, donde también podría mantener una reunión bilateral con el presidente ruso, Vladimir Putin. El convite es una nueva señal del interés de este grupo de países por acercar a la Argentina, luego de que el mandatario chino Xi Jinping anunciara una visita de Estado a Buenos Aires para julio, y fue celebrado en la Casa Rosada como “una nueva señal de que el país no sólo no se encuentra aislado del mundo, sino que está cada vez más y mejor integrado”.

Señal de los tiempos que corren, la noticia fue dada a conocer a través de Twitter, en la cuenta del Ministerio de Relaciones Exteriores ruso: Estamos invitando a la Argentina a un encuentro durante la cumbre BRICS en Brasil este mes de junio. En su viaje a América Latina, Vladimir Putin tendrá la oportunidad de encontrarse con CFK y otros presidentes, informó la Cancillería de Moscú a través de dos mensajes publicados minutos después de que concluyera la reunión bilateral y el almuerzo de trabajo entre Lavrov y Timerman, en el que el ruso manifestó el interés de su país de incrementar las inversiones en la Argentina, particularmente en el sector energético.

Según un comunicado difundido luego por el Ministerio de Relaciones Exteriores ruso, durante la reunión ambos diplomáticos “repasaron la situación internacional a nivel global y regional, asumiendo que los conflictos internacionales tienen una solución sustentable únicamente si se trabaja en el fortalecimiento de un sistema multilateral sólido basado en la cooperación y la colaboración mutua y la no intervención en asuntos internos de otros estados por medios económicos, políticos o militares”, en la línea de la protesta contra los “dobles estándares” en materia de política global que manifestó Fernández de Kirchner en foros internacionales.

En el encuentro entre los dos cancilleres se firmó también una declaración conjunta sobre la abstención de emplazamiento de armamento en el espacio extraterrestre, y dieron los primeros pasos para cerrar en un futuro próximo acuerdos en diversas materias que van desde cooperación penal judicial, usos pacíficos de la energía nuclear, cooperación tecnológica y temas relativos a la defensa. Además, ambos destacaron la cooperación del Estado ruso en el desarrollo de la campaña antártica argentina correspondiente a este año.

“Con relación a las relaciones económicas, se plantearon los aspectos necesarios para continuar intensificando el comercio bilateral, promoviendo a su vez inversiones y emprendimientos conjuntos”, agrega el comunicado, que también menciona la voluntad rusa de estrechar relaciones con toda la región dentro del marco del Mercosur. Y por último hubo una reafirmación, por parte de Moscú, del apoyo a la posición argentina en el reclamo por la disputa de la soberanía de las islas Malvinas y el Atlántico Sur, que Rusia sostiene de forma consistente tanto en ámbitos bilaterales como en los organismos internacionales.

El comunicado de Timerman, en tanto, puso énfasis en la asociación estratégica que existe entre los dos países. “Tiene base en una visión común sobre la esencia de las relaciones internacionales y los valores y objetivos de bienestar común que ambas naciones estamos construyendo.” Timerman expuso sobre la creciente cooperación Sur-Sur que busca llevar adelante la Argentina y propuso incluir a Rusia en proyectos de cooperación triangular, propuesta que Lavrov consideró “una excelente oportunidad de cooperación conjunta”, en pos del objetivo ruso de acercarse a América latina y a Africa.

Con todo, la noticia más relevante es la invitación extendida por Rusia a la Argentina para que participe en junio de la cumbre del Brics, sigla formada por las iniciales de los nombres de los miembros que conforman lo que es el principal bloque de países emergentes del mapa: Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, que en conjunto comprenden una cuarta parte del Producto Bruto del planeta, el 20 por ciento de todas las inversiones y casi la mitad de la población mundial. “La invitación reafirma la revalorización de la Argentina en el concierto de naciones, donde pasó en la última década a ser una voz cada vez más escuchada”, se jactaban en la Casa Rosada luego del anuncio.

Fernández de Kirchner es, entonces, la primera jefa de Estado de un país no miembro en ser invitada a la cumbre de Fortaleza, a la que ya confirmaron asistencia, además de Putin y la anfitriona Dilma Rousseff, el presidente chino Xi Jinping, el indio Pranab Mukherjee y el sudafricano Jacob Zuma. La posibilidad de que esta invitación termine decantando en la incorporación definitiva de la Argentina al bloque es todavía incierta: aunque ese asunto “aún no está en discusión” de manera oficial “es cierto que se está hablando en canales paralelos”, reconocen en el Gobierno, donde mencionan el antecedente de Sudáfrica, que se sumó al bloque en 2010, dos años después de que se conformara, transformando el BRIC en Brics. “Quién dice el año que viene sea Bricsa”, se entusiasmaban.

El bloque se conformó en 2008 para formalizar el fortalecimiento de las relaciones entre sus miembros que había comenzado algunos años antes: el intercambio comercial entre las economías que lo integran pasó de 21 mil millones de dólares anuales en 2001 a más de 280 mil millones de dólares en la actualidad, más de trece veces más y casi el 15 por ciento del comercio global. Este crecimiento se mantiene aún hoy a una tasa del 28 por ciento por año y apunta a alcanzar los 500 mil millones en 2015. “Esto evidencia el desarrollo de las relaciones Sur-Sur, que se tornan cada vez más importantes y de las que la Argentina no puede ser excluida por tratarse de uno de los países más grandes del hemisferio”, analizan fuentes oficiales.

sexta-feira, 23 de maio de 2014

Homo Futbolensis: A los primates nos gusta jugar

Pablo Herreros
El Mundo

Un amigo de la infancia de Charles Darwin contaba que cuando los niños invitaban a jugar al fútbol al futuro padre de la Evolución, prefería explorar por su cuenta en el bosque. Pero a principios del siglo XIX todavía no existía la pasión actual por este deporte. Hoy la fiebre futbolera sin duda hubiera llamado la atención del naturalista británico, ya que los comportamientos y actitudes que mostramos en los encuentros deportivos son universales. La histeria colectiva que desatan en todo el planeta partidos como la final de la Champions que enfrentará al Real Madrid con el Atleti nos lleva a pensar en sus orígenes biológicos, hundiendo sus raíces en el pasado hace cientos de miles de años.

El fútbol fue introducido en España a finales del siglo XIX por inmigrantes británicos que vinieron a trabajar en las minas. Estos obreros formaron los primeros equipos para pasar las horas muertas jugando entre ellos. Rápidamente se extendió por el resto de la población española debido a la facilidad con la que se puede practicar. A diferencia de otros deportes que requieren complejos equipamientos e instalaciones, en el fútbol sólo es necesario un balón. Pero según los antropólogos, la época en que emerge no es casualidad. En Europa, el fútbol se hace popular al mismo tiempo que desaparece la importancia de la caza para el sustento, es decir, cuando comienza la Revolución Industrial. Desde aquellos años, el fútbol se ha convertido en el deporte más extendido, practicado o seguido en los cinco continentes por cientos de millones de personas.

Entonces, ¿esta pasión universal es producto de la casualidad o es consecuencia de alguna necesidad adaptativa? Desde la ciencia creemos que su éxito se debe a que el fútbol posee características que conectan con nuestro pasado más tribal, así como también con el desarrollo de las capacidades necesarias para ser un buen cazador y guerrero. Por esta razón, el fútbol -aunque también otros deportes de equipo como el rugby, el béisbol o el baloncesto- son los que más éxito han tenido en las sociedades contemporáneas, precisamente las que han sustituido el modo de vida del cazador-recolector por el trabajo asalariado y la industria. Pero también en las que el número de hombres que van a la guerra es mínimo comparado con tiempos anteriores. El deporte vendría a llenar ese vacío.

La relación que existe entre la lucha y el deporte es patente. Perseguir, golpear objetivos con proyectiles o acechar a los enemigos son exigencias que encontramos en ambas actividades. Por ello, otros ven las raíces del deporte en las batallas bélicas. Una evidencia de la conexión entre la guerra y el deporte la encontramos en los Juegos Olímpicos de la antigüedad, que se celebraron durante más de 400 años en la ciudad griega de Olimpia. En ellos era costumbre llegar a una tregua que permitiera concentrarse y diera libertad de movimiento a los deportistas. Se enfrentaban varias ciudades independientes, muchas de las cuales estaban en guerra entre sí. Las disciplinas consistían en correr, saltar, luchar, lanzar jabalinas y competir en carreras de cuadrigas. Todas las pruebas ensalzaban virtudes que eran imprescindibles para los guerreros de entonces.

Primates juguetones

A los primates nos gusta jugar. Somos un orden de especies muy juguetonas de nacimiento porque nos permite explorar el entorno y a los compañeros en un contexto de seguridad, sin que tenga graves consecuencias. De hecho, las especies más inteligentes del reino animal son las que más tiempo dedican al juego. En los juegos de persecución y localización humanos, como los indios y vaqueros o el escondite, detectamos huellas de nuestro pasado evolutivo como cazadores-recolectores y guerreros. También los grandes simios juegan ensayando esas mismas capacidades.

Hasta hace bien poco, el éxito en la caza y en la guerra era fundamental para la supervivencia del grupo. Aún hoy en día lo es para los chimpancés. Para los humanos de hace miles de años, conseguir carne era mucho más complicado que en la actualidad. No había supermercados ni carnicerías donde te la daban a cambio de dinero. Muy al contrario, en la selva o en la sabana, a veces se regresaba a casa con las manos vacías, lo que tenía consecuencias negativas para la viabilidad del grupo.

Por si fuera poco, las batallas con otras tribus vecinas eran frecuentes. Por eso los mejores cazadores y guerreros obtenían gran prestigio en la comunidad y gozaban de una alta posición social. Éste es el origen de nuestra fascinación por deportistas de élite como Cristiano Ronaldo o Diego Costa. De vivir aún en el Paleolítico, todos querríamos tenerlos como miembros de nuestra tribu. Varios estudios antropológicos entre los hazda de Tanzania y los aché de Paraguay han demostrado que los hombres prefieren cazar con los que son hábiles en estas actividades, porque así tienen más probabilidades de conseguir carne de calidad. Es decir, estas tribus también eligen a los Ronaldos.

La demostración de habilidades físicas y mentales en público proporciona a los deportistas un escenario ideal para probar que poseen las características deseadas por la tribu, lo que provoca un aumento en su estatus. En Grecia, los atletas más famosos se hacían millonarios y sus ganancias eran mayores en términos relativos que las de muchos deportistas en el presente. En algunas tribus de Brasil, como es el caso de los canela, sucedía idéntico fenómeno. Los ganadores de unas carreras en los que cargan troncos podían elegir mujer y eran premiados con alimentos y otros bienes.

En nuestras sociedades ocurre algo similar. Es un hecho que los atletas resultan más atractivos para el sexo contrario. Un estudio llevado a cabo en Francia con deportistas universitarios llegó a esta conclusión. En otra investigación se demostró que los militares americanos tienen el doble de éxito para encontrar pareja que los civiles. La razón es que las hembras pueden escoger a un macho con mejores genes si saben su estado físico y otras habilidades mentales, que son visibles cuando practicamos deportes o peleamos. Esto ayuda a explicar las innumerables conquistas de las estrellas del fútbol entre las top model más cotizadas del planeta.

Simios tribales

Pero el fútbol no se puede reducir a lo que sucede en el campo entre los jugadores. De manera simultánea se producen diversos fenómenos sociales en las gradas, los bares y en los sofás de las casas. Porque si algo llama la atención es que los humanos también disfrutamos al observar a otros hacer deporte, como le sucede a Homer Simpson y a todos los aficionados al sillón ball. ¿Por qué? Mediante la observación de otros medimos y evaluamos las fuerzas de nuestro equipo pero también las del contrario. Es como cuando dos adolescentes se enzarzan en juegos de pelea, en la que tanto los protagonistas como los observadores extraen valiosa información: cuál es su agilidad, fuerza, rapidez, etc. Con esos datos puedes elegir mejor a quién enfrentarte y a quién es preferible evitar. Además, estas peleas en broma no son sólo un juego. También son una manera de mantener la dominancia y el liderazgo. Los simios también observan a otros jugar y pelearse. A veces hasta parece que tomen parte por uno de los contrincantes por las vocalizaciones que emiten. Si en broma no puedes con el alfa, ¿para qué intentarlo de verdad? Por eso algunos dictadores del pasado se tomaron tan en serio los encuentros deportivos y los mostraban como victorias de guerra o símbolos de supremacía.

Los seres humanos hemos vivido cientos de miles de años en tribus y anteriormente en comunidades de primates, por lo que nuestra psicología se desarrolló para responder a las necesidades de aquella época. De ahí proviene nuestra tendencia a crear continuamente grupos y subgrupos de aliados en los que encontrar seguridad. En ellos también construimos nuestra identidad, la cual se define en oposición a otras identidades. No nos manejamos bien en comunidades numerosas y por eso creamos divisiones, para poder gestionar las relaciones de manera más controlada.

Los equipos de fútbol reflejan esta necesidad, como también los barrios, el lugar de nacimiento u otras características que permitan identificarnos con grupos de menor escala y a la vez nos diferencien de otros. Lo interesante es que estas tribus enfrentadas en la final de Lisboa, como les pasa a las tribus africanas ante una amenaza de mayor tamaño, se fusionarán y se opondrán a otras en el Mundial de Brasil pocas semanas después. Por lo tanto, hay una constante dinámica de fusión y fisión en la que unos se necesitan a otros dependiendo del contexto y el peligro externo.

La creación de equipos locales e hinchas sigue la misma lógica. O con otras palabras, la tribu del Real Madrid, no podría existir sin las tribus del Barcelona o el Atlético, o a la inversa. Por ejemplo, en estudios sobre la modernización en Latinoamérica, se ha comprobado que tanto Argentina como Brasil han usado el fútbol para inculcar una identidad o carácter nacional basado en el éxito en contraste con otros países de la zona. Un análisis sociológico de mitos como Garrincha o Maradona llegó a esta conclusión.

En las gradas, los aficionados también nos comportamos como verdaderas tribus: gritos, ritos de transición, cantos especiales, demostraciones de agresividad, etc. Ser socio o aficionado de un equipo de fútbol es como ser miembro de una religión. Tantos los seguidores del Real Madrid como del Atlético lo son en su mayoría desde nacimiento y se trata de un asunto familiar. Los padres llevan a sus hijos al Calderón o al Bernabéu, por lo que la lealtad se hereda de una generación a la siguiente. Algunos los hacen socios incluso antes de nacer y los bautizan con bufandas. Son como rituales de adscripción a la manada, de la misma manera en que la etnia de los nuer, en Sudán, pintan a sus hijos con los símbolos de la tribu.

Así que el próximo 24 de mayo en la final de Lisboa, cuando dé comienzo el partido, recuerden que hay algo más en juego que una copa de metal. Es la final de las finales para las tribus europeas. Una prueba más de que nuestra mente, lo queramos o no, sigue atrapada en nuestro pasado tribal de primates cazadores y guerreros.

quinta-feira, 22 de maio de 2014

Algunas ideas sobre el Capital de Piketty

David Harvey
Rebelión

A continuación publicamos la reseña que el profesor David Harvey ha hecho del libro de Thomas Piketty El Capital en el siglo XXI. David Harvey es profesor en la City University of New York, y lleva más de 40 años enseñando, divulgando e investigando sobre la opera magna de Marx, El Capital.

Algunas ideas sobre Piketty

Thomas Piketty ha escrito un libro llamado El Capital en el Siglo XXI que ha causado un cierto revuelo. Defiende los impuestos progresivos y un impuesto global sobre la riqueza como la única forma de contrarrestar las tendencias hacia la creación de una forma de capitalismo “patrimonial” marcada por lo que califica como desigualdades de riqueza y renta “aterradoras”. A su vez, documenta de una forma minuciosa y difícil de refutar, cómo la desigualdad social tanto en riqueza como en renta ha evolucionado a lo largo de dos siglos, con un énfasis particular en el rol de la riqueza. Destruye la idea ampliamente extendida de que el capitalismo de libre mercado extiende la riqueza y que el mayor bastión en la defensa de libertades individuales. El capitalismo de libre mercado, cuando se hayan ausentes las intervenciones redistributivas del Estado produce olgarquías antidemocráticas, tal y como demuestra Piketty. Esta demostración ha dado alas a la indignación liberal mientras que ha enfurecido al Wall Street Journal.

El libro se ha presentado a veces como el sustituto del siglo XXI a la obra del XIX de mismo título de Karl Marx. Piketty ha negado que ésta sea su intención, lo cual parece justo dado que su libro no trata en absoluto del capital. No nos explica por qué se produjo el crash de 2008, ni por qué a la gente le está costando tanto tiempo salir del mismo bajo la carga doble del desempleo prolongado y los millones de hogares desahuciados. No nos ayuda a entender por qué el crecimiento se halla ahora mismo ralentizado en los EEUU en comparación con China, ni por qué Europa se halla atrapada entre las políticas de austeridad y el estancamiento económico. Lo que Piketty nos muestra mediante estadísticas (y ciertamente estamos en deuda con él y sus colegas por ello) es que el capital ha tendido a crear, a lo largo de su historia, niveles cada vez mayores de desigualdad. Esto, para muchos de nosotros, no es ninguna novedad. Era exactamente la conclusión teórica de Marx en el Volumen Primero de su versión del Capital. Piketty no resalta esto, lo cual no es ninguna sorpresa, ya que para defenderse de varias acusaciones de la prensa de derechas de que se trata de un criptomarxista, ya ha señalado en varias entrevistas que no ha leído el Capital de Marx.

Piketty recoge muchos datos para apoyar sus argumentos. Su explicación de las diferencias entre renta y riqueza es útil y convincente. Y desarrolla una defensa razonable de los impuestos sobre sucesiones, la tributación progresiva y un impuesto global a la riqueza como un posible antídoto (aunque con toda seguridad, inviable políticamente) a la creciente concentración de riqueza y poder.

Pero ¿por qué se produce esta tendencia a una mayor desigualdad a medida que pasa el tiempo? A partir de sus datos (condimentados con algunas interesantes alusiones literarias a Jaune Austen y Balzac) deriva una ley matemática para explicar lo que pasa: la incesante acumulación de riqueza por parte del famoso uno por ciento (un término popularizado gracias al movimiento “Occupy”, por supuesto) es debido al simple hecho de que la tasa de retornos del capital (r) siempre supera a la tasa de crecimiento de renta (g). Piketty dice que ésta es y ha sido siempre la “contradicción central” del capital.

Pero una periodicidad estadística de este tipo difícilmente puede constituir una explicación adecuada, y mucho menos una ley. Así que ¿qué fuerzas producen y mantienen dicha contradicción? Piketty no nos lo dice. La ley es la ley y punto. Marx obviamente habría atribuido la existencia de dicha ley al desequilibrio de poder entre capital y trabajo. Y esa explicación todavía se sostiene. El declive constante en la participación del trabajo en la renta nacional desde los años 70 se deriva del poder político y económico en decadencia del trabajo mientras que el capital movilizaba tecnología, desempleo, deslocalizaciones y políticas anti-trabajo (como las de Margaret Thatcher y Ronald Reagan) para aplastar a su oposición. Como Alan Budd, un asesor de Margaret Thatcher, confesó en un descuido, las políticas contra la inflación de los años 80 resultaron ser una “muy buena forma de aumentar el desempleo, y aumentar el desempleo fue una forma extremadamente atractiva de reducir la fuerza de la clase trabajadora… lo que se diseño allí fue, en términos marxistas, una crisis del capitalismo que recreaba un ejército de reserva del trabajo y que ha permitido a los capitalistas generar grandes beneficios desde entonces”. La diferencia en remuneración entre un trabajador promedio y un alto directivo estaba alrededor de 30:1 en 1970. Hoy en día se halla fácilmente sobre los 300:1 y en el caso de McDonald’s, sobre los 1.200:1.

Pero en el Volumen Segundo del Capital (el cual Piketty no ha leído, a pesar de que alegremente lo deseche) Marx señaló que la tendencia del capital a la depresión salarial en algún momento llega a restringir la capacidad del mercado de absorber el producto del propio capital. Henry Ford reconoció este dilema hace tiempo, cuando instituyó los 5 dólares por día para sus trabajadores para, según decía, aumentar la demanda de los consumidores. Muchos pensaron que la falta de demanda efectiva era lo que se hallaba tras la Gran Depresión de los años 30. Esto es lo que inspiró las políticas expansivas keynesianas después de la Segunda Guerra Mundial y produjo como resultado cierta reducción en las desigualdades de renta (aunque no tanto en las de riqueza) junto a un crecimiento estimulado por una intensa demanda. Pero esta solución descansaba en el empoderamiento relativo del trabajo y la construcción de un “estado social” (según el término que usa Piketty) financiado por una tributación progresiva. “Y así “ escribe “durante el periodo 1932-1980, casi medio siglo, el mayor impuesto federal sobre la renta en los Estados Unidos era como promedio del 81 por ciento”. Y esto no limitaba de ninguna forma el crecimiento (otra de las pruebas que Piketty aporta para refutar ideas de la derecha).

Hacia el final de los años 60, estaba claro para muchos capitalistas que necesitaban hacer algo acerca del poder excesivo del trabajo. Y así, la retirada de Keynes del panteón de economistas respetables, la transición al pensamiento de Milton Friedman, la cruzada para estabilizar cuando no reducir los impuestos, para desmontar el estado social y para castigar a las fuerzas del trabajo. Después de 1980, los tipos impositivos máximos descendieron y las ganancias de capital –una de las mayores fuentes de renta de los ultraricos- tributaban a un índice mucho inferior en los Estados Unidos, canalizando de el flujo de riqueza de forma intensa hacia el uno por ciento. Pero el impacto en el crecimiento, según muestra Piketty, fue negligible. Así que el “goteo” [trickle down] de los benefícios desde los ricos al resto (otra de las creencias favoritas de la derecha) no funciona. Nada de esto fue el resultado de una ley matemática. Todo era política.

Pero entonces, la ruleta dio una vuelta entera y la pregunta se convirtió en: ¿dónde está la demanda? Piketty ignora de forma sistemática esta pregunta. En los años 90, la respuesta fue escamoteada gracias a una enorme expansión del crédito, incluyendo la extensión de las finanzas hipotecarias a los mercados sub-prime. Pero la burbuja resultante estaba condenada a estallar, tal y como hizo entre el 2007-2008, llevándose consigo a Lehman Brothers y al sistema de crédito. Sin embargo, los índices de beneficios y la concentración aún mayor de riqueza privada se recuperaron muy rápidamente después de 2009, mientras el resto del mundo aún lo seguía pasando mal. Los índices de beneficios empresariales están ahora tan altos como siempre en los Estados Unidos. Las empresas están sentadas sobre montones de billetes, y se niegan a gastarlos porque las condiciones del mercado no son sólidas.

La formulación que hace Piketty de la ley matemática esconde más de lo que revela acerca de las políticas de clase que están en juego. Tal y como Warren Buffet señaló: “por supuesto que hay una lucha de clases, y es mi clase, la de los ricos, los que la están librando, y vamos ganando”. Una de las formas clave de medir esta victoria son las desigualdades de riqueza y renta crecientes del uno por ciento respecto al resto del mundo.

Hay, con ello, un problema central al argumento de Piketty. Y éste descansa en la definición errónea que hace del capital. El capital es un proceso, no una cosa. Es un proceso de circulación en el cual el dinero se utiliza para crear más dinero a menudo, pero no exclusivamente, a través de la explotación de la fuerza de trabajo. Piketty define el capital como el stock de todos los valores que son propiedad privada de los individuos, corporaciones y gobiernos, y que pueden servir para el comercio en el mercado, sin importar si estos valores están siendo utilizados o no. Esto incluye los terrenos, la propiedad inmobiliaria y los derechos de propiedad intelectuales, así como también mi colección de obras de arte y joyería. El cómo determinar el valor de todas estas cosas es un problema técnico difícil al que todavía no se ha dado una solución satisfactoria. A fin de calcular una tasa de retorno, r, tenemos que disponer primero de una forma de otorgar valor al capital inicial. Por desgracia, no hay forma de valorarlo independientemente del valor de los bienes y servicios que se usa para producir, o de por cuánto se puede vender en el mercado. El conjunto de la escuela neoclásica de economía (que es la base de las ideas de Piketty) está basado en una tautología. La tasa de retorno del capital depende de forma crucial en el índice de crecimiento porque el capital se valora en base a lo que produce y no según lo que se ha utilizado para su producción. Su valor está altamente influenciado por las condiciones especulativas y puede verse distorsionado por la famosa “exuberancia irracional” que Greenspan supo detectar como característica de los mercados de acciones y vivienda. Si quitamos las casas y la propiedad inmobiliaria – y eso sin hablar del valor de las colecciones de arte de los hedge funders – de la definición de capital (y la razón para incluirlas es bastante floja) entonces la explicación de Piketty para las desigualdades crecientes en riqueza y renta se desmorona, incluso aunque su descripción del estado de las desigualdades en el pasado y el presente todavía permanezca en pie.

El dinero, los terrenos, la propiedad inmobiliaria, las fábricas y las máquinas que no se utilizan de forma productiva no son capital. Si la tasa de retorno del capital que se utiliza es alta, es porque una parte del capital se retira de la circulación y a efectos prácticos, está de huelga. Restringir el suministro de capital a las inversiones nuevas (un fenómeno que podemos observar que ocurre ahora mismo) garantiza una alta tasa de retorno en el capital que sí que está en circulación. La creación de esta escasez artificial no es algo que sólo hagan las compañías petroleras para garantizar sus altas tasas de retorno: es lo que hace todo capital cuando tiene la oportunidad de hacerlo. Esto es lo que se halla tras la tendencia para que la tasa de retorno del capital (no importa cómo se defina o mida) siempre supere la tasa de crecimiento de renta. Es así como el capital garantiza su propia reproducción, sin que le importen las desafortunadas consecuencias que pueda tener para el resto de nosotros. Y es así como vive la clase capitalista.

Hay muchas cosas valiosas en los datos ofrecidos por Piketty. Pero su explicación de por qué las desigualdades y las tendencias oligárquicas aumentan incurre en un error de bulto. Sus propuestas para remediar dichas desigualdades son inocentes, si no utópicas. Y ciertamente, no ha ideado un modelo que explique el capital del siglo XXI. Para ello, todavía necesitamos a un Marx, o a su equivalente actual.

segunda-feira, 19 de maio de 2014

Sonámbulos: Las lecciones de 1914

Guillermo Altares
El País

El historiador Christopher Clark defiende en ‘Sonámbulos’ que la I Guerra Mundial fue una elección de los hombres de Estado.

Pocas veces un libro de historia consigue un éxito global tan contundente como el que ha logrado el profesor de Cambridge Christopher Clark (Sidney, 1960) con Sonámbulos, un ensayo de 800 páginas (más de 100 son notas) sobre el principio de la I Guerra Mundial publicado en castellano por Galaxia Gutenberg. Harold Evans lo calificó en The New York Times de “brillante” y “fascinante”, mientras que el historiador R. J. W. Evans escribió en The New York Review of Books que era “el más consistente, sutil, perspicaz y provocador” de todos los libros publicados en el centenario del principio del conflicto, que se conmemora este verano.

El libro ha sido un best seller en Reino Unido y en Alemania, y acaba de ganar en Francia el Premio Aujourd’hui a la mejor investigación histórica. “Los protagonistas de 1914 eran como sonámbulos, vigilantes, pero ciegos, angustiados por los sueños, pero inconscientes ante la realidad del horror que estaban a punto de traer al mundo”, escribe en este ensayo, en el que trata de cambiar la pregunta que permite entender el comienzo de la catástrofe de las catástrofes: no responder al porqué, sino responder al cómo.

Clark, que confiesa que tiene el correo electrónico saturado de peticiones tras el éxito de su libro, visitó Madrid este lunes, invitado por la Fundación Ramón Areces, donde dio una conferencia dentro de un ciclo dedicado al aniversario. “Más que intentar cambiar la respuesta, mi objetivo era tratar de cambiar la pregunta”, explica en una entrevista. “Responder al porqué plantea muchos problemas, ya que nos lleva a respuestas muy abstractas: imperialismo, chovinismo, nacionalismo, y se van añadiendo causas hasta que se crea la ilusión óptica de que Europa era un volcán a punto de estallar, como si hubiese algo inevitable, como si las personas que tomaron las decisiones que llevaron a la guerra fuesen víctimas de otras fuerzas. Pero me parece una visión equivocada. Esta guerra fue elegida por los hombres de Estado que la desencadenaron. Pensar en cómo explica mucho mejor cómo ocurrieron las cosas”.

Este historiador, profesor en Cambridge desde 1987 y autor de un famoso libro sobre Prusia, Iron Kingdom, lanza un puñado de ideas polémicas sobre aquellos días que pasaron entre el asesinato del archiduque Francisco Fernando en Sarajevo, el 28 de junio, y el inicio de las hostilidades, el 3 de agosto. La primera de ellas es que no hay un culpable claro, la segunda es que la guerra era evitable, incluso, escribe en Sonámbulos, “improbable”. No está claro si resulta inquietante o reconfortante la idea de que con otras decisiones de un puñado de actores se hubiesen evitado cuatro años de destrucción total y 20 millones de muertos, entre militares y civiles.

“Imagine que el complot para asesinar al archiduque hubiese fracasado. Sabemos que hubiese regresado a Viena y que habría ido a despedir a su muy belicoso jefe del Estado Mayor, Franz Conrad von Hötzendorf. Las voces a favor de la paz hubiesen prevalecido. El peligro de guerra entre Austria y Serbia hubiese estado mucho más lejano. Imagine también otro posible camino: los británicos estaban barajando en el verano de 1914 abandonar su relación con Rusia y buscar una alianza con Berlín, lo que hubiese ocurrido en julio, pero no pasó a causa de la crisis. Se abre una constelación totalmente diferente. Las causas que explican cómo pasamos de Sarajevo a una guerra en Europa 37 días después son decisiones a muy corto plazo, muy rápidas”.

“Todos son responsables, aunque algunos son más responsables que otros. Creo que las mayores responsabilidades se reparten entre Viena, Berlín y París. Quería huir de la noción de que la culpabilidad debe ser el concepto que lo organiza todo”, prosigue. “Hay que reconocer que con pequeños cambios, las cosas hubiesen sido diferentes”.

Clark ha escrito bastantes artículos sobre los paralelismos entre 1914 y 2014 porque terminó de escribir su libro cuando el euro estaba al borde del precipicio. Cree que la comparación con la crisis de Ucrania es “superficial”, pero que sí se puede establecer un paralelismo más profundo con la actuación de los Gobiernos europeos durante la crisis. “Todos los actores eran conscientes en 1914 de que existía el peligro de un desastre total, pero no era suficiente para superar su egoísmo. Los dirigentes de 1914 me recuerdan a los jugadores en un casino: existe una desconexión total entre las ganancias que los jugadores creen que van a conseguir y el hecho mismo de que el casino existe, y es un negocio precisamente porque, al final, siempre pierden”.

Sonámbulos es una mina de información sobre la Europa de principios de siglo, sobre los actores que empujaron el mundo hacia la guerra —todos hombres, destaca Clark, que “hacen referencias constantes a su masculinidad en su lenguaje”, otra idea del libro que ha provocado muchos comentarios—, sobre la diplomacia europea, sobre los conflictos anteriores a la Gran Guerra (Libia, 1911). Pero también es una obra que enseña a leer el pasado con la mirada puesta en el futuro. “La gran lección de 1914 es que nos enseña hasta qué punto las cosas pueden ir mal cuando la gente deja de hablar, cuando el compromiso es imposible. 1914 también nos recuerda que las guerras pueden llegar como consecuencia de decisiones rápidas y de cambios súbitos e imprevisibles en el sistema”.

sábado, 17 de maio de 2014

Brasil: O mito da grande classe média

Marilena Chaui
Boitempo

Depois de seu aclamado Nova classe média?, livro que reconfigurou o debate contemporâneo sobre o tema, o economista Marcio Pochmann lança O mito da grande classe média: capitalismo e estrutura social. Leitura obrigatória para compreender a história e os rumos das classes sociais brasileiras, a obra esclarece como e por que se propala mundo afora a ideia de “medianização” das sociedades e, no Brasil, a da existência de uma nova classe média.

Atento sobretudo à dimensão ideológica da absorção da nomenclatura em regime político e econômico neoliberal, Pochmann insiste que a noção de classe média não é unívoca e sim heterogênea. O livro retraça a gênese da classe média assalariada brasileira desde a industrialização iniciada com JK, passando por seu crescimento decisivo com as políticas econômicas da ditadura para revelar, na contracorrente do senso comum econômico-sociológico, o crescimento e o fortalecimento da classe trabalhadora brasileira.

Erguendo-se contra as simplificações neoliberais e pós-modernas acerca do capitalismo contemporâneo, este livro, ao passar da aparência à essência do social, esclarece como e por que se propala mundo afora a ideia de “medianização” das sociedades e, no Brasil, a da existência de uma nova classe média. De fato, uma vez que a perspectiva neoliberal se assenta sobre a afirmação da suposta racionalidade do mercado para a regulação da vida social, ela conduz à defesa da privatização dos direitos sociais sob a forma da compra e venda de bens e serviços, de maneira que, politicamente, a afirmação da “medianização” das sociedades fortalece a supressão de políticas sociais universais como ação do Estado.

Por outro lado, no caso específico do Brasil, os programas governamentais de transferência de renda, implantados desde 2004 (como expressão das lutas sociais e populares dos anos 1970-1990), levaram à incorporação socioeconômica de vasta parcela dos trabalhadores de baixa renda, até então destinados ao subconsumo, aos padrões de consumo de bens duráveis consagrados pelo capitalismo de modelo industrial fordista, consumo que só era possível para os segmentos de classe média e rendas superiores. O acesso ao consumo de bens duráveis e serviços por aqueles até há pouco deles excluídos conduziu à afirmação do surgimento de uma nova classe média brasileira.

As afirmações sobre a “medianização” das sociedades urbanas e industriais e a do surgimento de uma nova classe média brasileira, que poderiam parecer apenas um equívoco de interpretação, indicam, na verdade, a absorção (deliberada, em certos casos, ou involuntária, em outros) da ideologia e da política neoliberais como foco de análise e ação. Ou, como explica Pochmann, a ausência de uma análise das classes sociais em sua determinação concreta ou segundo as condições reais de sua base material redunda em “um voluntarismo teórico inconsistente com a realidade, salvo interesses específicos ou projetos políticos de redução do papel do Estado”.

domingo, 11 de maio de 2014

Seres sem rumo

José de Souza Martins
Estadão

Depois do junho de 2013, os casos de linchamentos saltaram de quatro por semana a um por dia. É indicação de que a sociedade está descontrolada.

O massacre de uma inocente mãe de família, por enfurecida turba de linchadores no bairro pobre de Morrinhos, no Guarujá (SP), causa espanto e horror. É que, mesmo não sendo uma novidade, apresenta traços novos em relação ao já conhecido: uma inocente que é branca, religiosa, duas filhas, benquista pelos vizinhos, adoentada, pacífica. A típica mãe do Dia das Mães. Seu linchamento é como se esta sociedade linchasse um de seus símbolos fundamentais.

De outro lado porque, em se tratando de pessoa comprovadamente inocente, incomoda os que acham que linchamento é um instrumento legítimo de justiça popular, que pune os antissociais, os que supostamente merecem ser castigados violentamente. Ficam sabendo que eles próprios podem ser alcançados pela ira da multidão, da justiça sem juiz nem tribunal de apelação. Não estão a salvo da violência descabida e injusta. Ninguém mais está. Isso é o que perturba.

Enquanto se trata de trucidar os outros, supomos que estamos a salvo. Mas casos como o do Guarujá nos fazem a terrível revelação de que na solidão e no desamparo daquela mulher nós é que somos os linchados. Estamos lá, naquele corpo sendo friamente amarrado para ser arrastado como coisa desprezível pelas ruas da ignorância e da pobreza de espírito. Há poucas semanas, em Joinville (SC), um homem foi linchado, acusado de estupro de criança, que não houve, alertados os vingadores pela própria mãe da menina de que aquilo não ocorrera. Não obstante, foi morto.

Outro traço novo dessa modalidade de comportamento violento é a mediação das redes sociais, o poder da internet para provocar o comportamento irracional da turba. As redes vêm tendo um papel decisivo na mobilização das multidões e na manifestação da loucura que lhes é própria, que se conhece desde o estudo pioneiro de Gustave Le Bon. Há alguns anos, participei de uma conversa com Noam Chomsky aqui em São Paulo. Ele expunha a verdadeira revolução representada pela internet. Agora, dizia, cada um de nós pode fazer seu próprio jornal. Chomsky não levou em conta que a internet pode difundir inverdades, notícias atópicas e atemporais, o que dessas notícias tira a importância crítica do atual, como no caso do Guarujá, imunes ao compromisso com a informação fundamentada e ao risco da distorção e da mentira, da incompetência para informar e debater com responsabilidade e objetividade. A internet está cheia de lixo.

Esses dois linchamentos, em particular o do Guarujá, são reveladores de aspectos muito problemáticos da violência de rua. Seus conteúdos ocultos são expressões de uma sociedade que vem perdendo as referências. Num recorte de 2 mil casos de linchamentos no Brasil, 7,8% foram de inocentes. É uma proporção muita alta. Nos últimos 60 anos, ao menos um milhão de pessoas participaram de linchamentos ou tentativas de linchamento neste País. O que faz desta sociedade uma sociedade altamente perigosa porque longa e demoradamente motivada a agir fora da lei no que à vida se refere. Os indícios de linchamentos e tentativas vêm crescendo: de quatro por semana antes das manifestações de rua de junho de 2013 para um por dia depois das manifestações e nos últimos dias tendem a se aproximar de dois casos diários. Pode ser conjuntural, mas é indicação de que a sociedade está descontrolada. Expressão de falta de confiança nas instituições, medo e insegurança.

Tem-se dito que os linchamentos incidem de preferência sobre pobres e sobre negros. Os dados acumulados não confirmam essa suposição político-ideológica. O próprio caso do Guarujá a desmente. O maior número de pobres linchados se deve ao fato de que os linchamentos tendem a ocorrer mais nas áreas pobres, onde tendencialmente há mais negros. Ninguém sai dos bairros ricos para linchar pobres nos bairros pobres. O único indício de uma subjacente tensão racial em episódios de linchamento é que, se a vítima for negra, cresce a probabilidade de maior violência. Mas isso vem durante, não antes. Os dados disponíveis mostram que os pobres lincham os pobres, que negros também lincham negros e brancos. Mostram que nos linchamentos ocorridos em favelas, de favelados contra favelados, a violência é maior e mais radical do que na média dos linchamentos. É na classe média que há um número expressivo de ocorrências: 35,8%. Das vítimas de linchamentos e tentativas, 5,1% são pessoas da elite do país, o que inclui políticos e até mesmo um ministro de Corte superior de Justiça. Predominantemente, ocorrem em áreas urbanas ou rurais de povoamento recente, bairros novos ou regiões da frente pioneira. Lugares em que a sociedade procura se consolidar e onde os valores de referência da conduta recíproca ainda não se cristalizaram.

Os dados tampouco confirmam que as multidões linchadoras não são grupos ocasionais. São proporcionalmente poucos os casos de grupos com identidade fechada regidos por uma temporalidade lenta e duradoura. Em quase 68,5% dos casos, o linchamento é imediato ao fator que o motiva. Apenas em 6% dos casos o ódio pode se estender por uma longa demora e motivar a constituição de uma identidade dos linchadores.

Um dos grandes problemas nas análises e nos estudos sobre linchamentos no Brasil é o do pressuposto de que são ações ofensivas, praticadas por grupos intencionalmente motivados pela ideia da violação dos direitos de pessoas estigmatizadas ou objeto de preconceito. Os linchamentos seriam apenas uma variante das outras formas de violência. Os linchamentos brasileiros, ao contrário, são majoritariamente autodefensivos. Diferem do crime comum e da violência comum porque supostamente praticados em defesa da sociedade e não contra ela. No geral, os linchadores são levados à ação pelo medo, um medo social difuso, que se dissipa momentaneamente no ato de linchar porque nele a multidão se sente forte e invencível.

É significativo que muitos linchamentos tenham uma dimensão ritual. Como neste caso do Guarujá, a cabeça da vítima é seu primeiro objetivo e o mais frequente. No caso de acusação de magia negra por parte da vítima, destruir a cabeça e desfigurar a pessoa linchada é, na crença popular, um modo de privá-la daquilo que lhe é propriamente humano, o homem feito à imagem e semelhança de Deus. Linchá-lo é dessemelhá-lo.

Os linchamentos, no mais das vezes, são ocorrências de ocasião, porque o motivo se apresenta junto com a oportunidade. Desenvolvem-se em duas etapas: a da constituição da circunstância a partir de um motivo e a da identificação e estigmatização da vítima. Ou mesmo sua invenção, como no Guarujá. A mulher linchada foi inventada pelo imaginário coletivo e personificou involuntariamente o ente satanizado pelos moradores. É no desencontro desses dois momentos que a vítima escolhida pode ser uma pessoa inocente. Para chegar a ela, basta um boato difundido pela internet, o que é possibilitado por seu uso irresponsável num meio social que chegou aos recursos e equipamentos técnicos do mundo moderno sem que seus usuários tenham sido educados nas regras de uma sociabilidade para a modernidade, as regras da civilidade.

Criada a circunstância do medo e a matéria-prima do estereótipo, a população entra de prontidão para identificar sinais do estigma de bruxa, como se fazia na Idade Média e no Brasil Colônia no tempo da Inquisição - o que sempre terminava com a vítima queimada viva na fogueira punitiva, um modo de destruir-lhe o corpo e também a alma. Pequenos e inadvertidos sinais podem indicar a vítima do rito sacrificial iminente. Sem o saber, a mãe de família do Guarujá tinha os atributos que, reunidos imaginariamente no lugar e na hora errados, a levaram ao sacrifício. Os cabelos ruivos da mulher branquíssima, provavelmente tingidos, destacam-se naquela multidão morenamente brasileira. Depois, foi buscar a Bíblia que emprestara a uma amiga, o livro preto embaixo do braço, a que uma pessoa atribuiu a função de livro de bruxaria. E, por fim, depois de passar por um supermercado e comprar frutas, viu na rua um menino sozinho e ofereceu-lhe uma banana. Foi o que bastou para que a mãe da criança visse nela a bruxa do boato e começasse a gritar. Rapidamente foram mobilizadas cem pessoas, várias delas mulheres e até crianças, dispostas a espancar, amarrar, arrastar e atrair, em seguida, mais de mil curiosos. Preparavam-se para queimá-la viva quando a polícia chegou.

Os linchados são estranhos ao grupo linchador e quando não o são, como no caso do Guarujá, são estranhados por meio do imaginário da satanização, são imaginariamente desidentificados. Morrem sociologicamente antes de morrerem fisicamente, antes mesmo de saberem que são o alvo do medo coletivo. Nesse rito, morremos todos, aos poucos, violentamente, porque nele a sociedade se acaba para ser um aglomerado provisório de seres sem rumo.

segunda-feira, 5 de maio de 2014

Saskia Sassen: “El capitalismo ha entrado en lógicas de destrucción”

Olivier Guez
Le Monde

Hoy en Bilbao, la víspera en Nueva York, mañana en el Reino Unido: entre dos aviones, Saskia Sassen, profesora de sociología en la Universidad de Columbia, en Nueva York, discurre, debate, provoca. Desde hace veinte años, escruta la mundialización en todas sus dimensiones, económicas, financieras, políticas, sociales y medioambientales. Cosmopolita, esta políglota nacida en los Países Bajos en 1949, creció en Buenos Aires antes de estudiar en Francia, en Italia y en los Estados Unidos. En estos días publica en los Estados Unidos Expulsions. Brutality and Complexity in the Global Economy.

En su nuevo libro, adelanta usted que la mundialización ha entrado en una fase de «expulsión». ¿Qué entiende por ello?

En estos dos últimos decenios, un número creciente de personas, de empresas y de lugares físicos han sido como «expulsados» del orden económico y social. Algunos trabajadores pobres carecen de cualquier clase de protección social. Nueve millones de familias norteamericanas perdieron su hogar tras la crisis de las subprime. En las grandes metrópolis del mundo entero, las «clases medias» se ven poco a poco expulsadas del centro de las ciudades, inaccesibles ya a su bolsillo. La población carcelaria norteamericana ha aumentado en un 600% en estos últimos cuarenta años. La fracturación hidráulica de los suelos para extraer gas de esquisto transforma en desierto los ecosistemas, se contaminan el suelo y el agua, como si se expulsaran de la biosfera trozos de vida. Centenares de miles de aldeanos han sido desalojados desde que potencias extranjeras, estatales y privadas, han ido adquiriendo tierras en las cuatro esquinas del mundo: desde 2006, 220 millones de hectáreas han sido objeto de compra, principalmente en África.

Todos estos fenómenos, sin vínculos manifiestos, ¿responden, en su opinión, a una lógica única?

Están desconectados en apariencia unos de otros y cada uno se explica por separado. La suerte de un desempleado excluido no tiene evidentemente nada que ver con la de un lago contaminado en Rusia o en los EE.UU. No impide que, a mi modo de ver, se inscriban en una nueva dinámica sistémica, compleja y radical, que exige un marco de lectura inédito. Tengo la sensación de que en estos últimos años hemos franqueado una línea invisible, como si hubiéramos pasado al otro lado de «algo». En muchos terrenos –economía, finanzas, desigualdades, medio ambiente, desastres humanitarios–, las curvas se acentúan y las «expulsiones» se aceleran. Sus víctimas desaparecen igual que se hunden los barcos en alta mar, sin dejar rastro, por lo menos en la superficie. Ya no cuentan.

¿Qué diferencia hay entre un «excluido» y un «expulsado»?

El excluido es una víctima, un infortunado más o menos marginal, una anomalía en cierto modo, mientras que el expulsado es consecuencia directa del funcionamiento actual del capitalismo. Puede ser una persona o una categoría social, como el excluido, pero también un espacio, un ecosistema, una región entera. El expulsado es producto de las transformaciones actuales del capitalismo, que ha entrado, a mi modo de ver, en lógicas de extracción y de destrucción, su corolario.

¿Es decir?

Antes, durante los «treinta gloriosos» en Occidente, pero también en el mundo comunista y el Tercer Mundo, pese a sus fracasos, el crecimiento de las clases obreras y medias constituía la base del sistema. Predominaba una lógica distributiva e inclusiva. El sistema, con todos sus defectos, funcionaba de esta manera. Ya no es el caso. Esa es la razón por la que pierden pie la pequeña burguesía e incluso una parte nada despreciable de las clases medias. Sus hijos son las principales víctimas: han respetado las reglas del sistema y han hecho concienzudamente todo lo que se exigía de ellos –estudios, prácticas, bastantes sacrificios– con el fin de proseguir la ascensión social de sus de sus padres. No han fracasado y, sin embargo, el sistema les ha expulsado: no hay sitio suficiente para ellos.

¿Quiénes son los «expulsores»?

No hablo de algunos individuos, ni siquiera de multinacionales obnubiladas por sus cifras de negocios y su cotización en la Bolsa. Para mí se trata de «formaciones predadoras»: una combinación heteróclita y geográficamente dispersa de directivos de grandes empresas, de banqueros, de juristas, de contables, de matemáticos, de físicos, de élites globalizadas secundadas por capacidades sistémicas extremadamente poderosas –máquinas, redes tecnológicas– que agregan y manipulan saberes y datos tan compuestos como complejos, inmensamente complejos, a decir verdad. Nadie controla el conjunto del proceso. La desregulación de las finanzas, a partir de los años 80, ha permitido poner en pie esas formaciones predadoras y la clave son los productos derivados, funciones de funciones que multiplican las ganancias lo mismo que las pérdidas y permiten esta concentración extrema e inédita de riquezas.

¿Cuáles son las consecuencias del paradigma que usted describe?

Amputadas de los expulsados –trabajadores, bosques, glaciares–, las economías se contraen y la biosfera se degrada, el recalentamiento del clima y la fundición del permafrost se aceleran a una velocidad inesperada. La concentración de riquezas alienta los procesos de expulsión de dos tipos: el de los más desfavorecidos y el de los superricos. Se abstraen de la sociedad en la que viven físicamente. Evolucionan en un mundo paralelo reservado a su casta y ya no asumen sus responsabilidades cívicas. En resumen, el algoritmo del neoliberalismo ya no funciona.

El mundo que usted describe es muy sombrío. ¿No carga un poco las tintas?

No creo. Saco a la luz fenómenos subyacentes, todavía extremos para algunos. Y la lógica que denuncio coexiste con formas de gobernación más refinadas y más sofisticadas. Mi objetivo estriba en hacer sonar la señal de alarma. Estamos en un momento de vaivén. La erosión de las «clases medias», actor histórico fundamental de los dos siglos precedentes y vector de la democracia, me preocupa especialmente. En el plano político es muy peligroso, se constata por doquier de ahora en adelante.

¿Cómo resistirse a estas formaciones predadoras?

Es difícil: debido a su naturaleza compleja, estos amontonamientos de individuos, de instituciones, de redes y de máquinas son difícilmente identificables y localizables. Dicho esto, creo que el movimiento Occupy y sus derivados «indignados», a saber, las primaveras árabes o las manifestaciones de Kiev, pese a contextos sociopolíticos eminentemente diferentes, son respuestas interesantes. Los expulsados se reaproprian del espacio público. Anclándose en un «agujero» – siempre una plaza mayor, un lugar de paso – y poniendo en marcha a una sociedad local temporal hipermediatizada, los expulsados, los invisibles de la mundialización crean territorio. Aun cuando no tengan ni reivindicaciones precisas ni dirección política, reencuentran una presencia en las ciudades globales, esas metrópolis en las que la mundialización se encarna y se despliega. A falta de apuntar a un lugar de autoridad identificado con sus sinsabores -un palacio real, una asamblea nacional, la sede de una multinacional, un centro de producción-, los expulsados ocupan un espacio indeterminado simbólicamente fuerte en la ciudad para reivindicar sus derechos pisoteados de ciudadanos.

¿En qué desembocan, en su opinión?

Si los considera como cometas, la suerte está echada, en efecto. Yo tengo tendencia a asimilarlos a un inicio de trayectoria, y cada «ocupación» constituye una piedrecita. ¿Se trata del embrión de un camino? No lo sé. Pero el movimiento de las nacionalidades en el siglo XIX y el feminismo comenzaron también con pequeños toques, hasta que las células disparen comenzaron a llevar a cabo su conjunción y formar un todo. Estos movimientos acabarán quizás por incitar a los estados a lanzar iniciativas globales en el terreno del medio ambiente, del acceso al agua y a los alimentos.

¿Qué acontecimiento podría desencadenar la «conjunción»?

Una nueva crisis financiera. Acabará por llegar, estoy segura. Paso las finanzas por la criba desde hace treinta años: los mercados son demasiado inestables, hay que analizar demasiados datos, demasiados instrumentos, demasiado dinero, Occidente ya no es el único en regir los mercados. No sé cuándo intervendrá esta crisis ni cuál será su amplitud, pero tengo la impresión de que algo se cuece a fuego lento. De hecho, tenemos todos la impresión de que el sistema es muy frágil.

quinta-feira, 1 de maio de 2014

Escuelita Zapatista: Entre el lodo y la esperanza

Diego Bautista Páez
Socialismo y Democracia

Santa Rosa del Copal, Municipio Autónomo Rebelde Zapatista Pueblos Mayas Libres, Caracol I La Realidad. Unas tres decenas de alumnos avanzamos a duras penas por el sendero no tan enlodado –afirman nuestros “guardianes”– que nos llevará a Santa Rosa; vamos al encuentro de las familias que durante cinco días nos instruirán en las primeras letras de su forma de vida e idea de libertad. Ellas y ellos, en un acto de grandilocuente modestia, van despacio, nos cuidan y aconsejan por nuestro accidentado andar, van “al paso del más lento”, tal vez, porque son las y los que más avanzan, quienes más rápido y firme caminan.

Estas líneas son un conjunto de notas sobre las aportaciones de la muy particular forma de andar de las comunidades autónomas zapatistas, las cuales se dejaron ver en la tercera vuelta de La Escuelita. La libertad según las y los zapatistas. Las reflexiones sobre esta experiencia lejos están de presentarse como únicas, univocas o concluyentes sino que aspiran a ser y hacer una aportación al necesario y rico debate posible sobre la actualidad de una de las experiencias más avanzadas, a nivel mundial, en el proceso de construcción de una sociedad “más allá del capital”.

Extensas, intensas y profundas son las aportaciones de las comunidades zapatistas que, después de veinte años de vivir y construir autonomía, se podrían analizar; sólo me detengo en las cinco que me parecen coordenadas fundamentales para trazar un paisaje de las más notables.

1) Pedagogía para la liberación. La Escuelita se caracterizó por un aprendizaje horizontal y colectivo, el cual reveló una enseñanza radicalmente contrapuesta al aparato educativo jerárquico, mercantilizado y en su mayoría autoritario, al que estamos acostumbrados en las sociedades capitalistas industriales; aparato que palpamos especialmente los que estamos inmersos en el cínico y clientelar circuito universitario mexicano.

Dicha pedagogía era patente en los “libros de texto” producto, según nos comentaron los guardianes, de las comparticiones que entre comunidades y Caracoles hicieron los promotores de la educación zapatista o en la dinámica subvertida de respuestas y preguntas con la que procedimos para conocer la forma de vida y organización de las comunidades. Sin duda, esta forma de educación colectiva y desescolarizada haría sonreír por igual a Iván Ilich o Paulo Freire.

2) Trabajo y propiedad comunal. En el corazón de la organización y dinámica zapatista hay una gestión comunal del trabajo y los recursos naturales. A contracorriente de la lógica neoliberal que desreguló el ejido para su venta y promueve el cultivo individualizado, los zapatistas combinan la siembra de parcelas familiares junto a tierras comunales que sirven para proveer a los pueblos de obras públicas y financiar los gastos que conlleva la organización. Los potreros y milpas colectivas, que con orgullo nos mostraron, son la mejor prueba y el resultado más acabado de su forma de trabajo.

Aunque las comunidades zapatistas no están por fuera del mercado capitalista que agriamente los recibe con precios de hambre vía los “coyotes” que de cañada en cañada especulan con sus productos, sí tienen una forma diferente de organizarse para “el momento” de la producción (mas no en el de la circulación), ésta es la condición de posibilidad más importante para comenzar a formar nuevas relaciones sociales alejados de la miseria y enajenación que centenariamente han vivido los pueblos indígenas en México y que es palpable en las comunidades indígenas no zapatistas de Chiapas, dependientes de los programas gubernamentales, destruidas por el despojo del sistema y sus falsas formas de escape como el consumo de alcohol –el cual, por cierto, está prohibido dentro de las comunidades zapatistas.

3) Democracia comunitaria y participación de las mujeres. A sus formas de producir y aprender se suman formas de democracia comunitaria (directa) para la toma de decisiones. En una imbricada forma de gobierno que pasa por las asambleas en cada comunidad hasta las Juntas de Buen Gobierno (instancias de coordinación y relación con “el exterior”, en los cinco Caracoles) pasando por las asambleas municipales, se delibera la gestión de la producción y tareas en territorio zapatista. A cada explicación sobre el funcionamiento del Gobierno Autónomo durante nuestras secciones de estudio, me quedaba más claro que, en las comunidades zapatistas la participación dentro de las estructuras de toma de decisión (asambleas y consejos) es vida cotidiana y forma de vida.

Dentro del gobierno autónomo destaca poderosamente el papel que juegan las mujeres zapatistas en él. Ahora hay “compañeras” en todos los cargos y terrenos de la vida pública, como ser promotoras de salud o educación; posición que contrasta con el confinamiento a “la casa y los niños” que tenían previo al levantamiento de 1994. Si bien, según las propias zapatistas, todavía hay mucho que hacer y mejorar en este terreno, el papel de las mujeres en las comunidades zapatistas guarda un lugar central y dinámico dentro de la autonomía, como lo demuestra el proceso de actualización de la Ley Revolucionaria de las Mujeres.

Al final de su ya clásico, Tras las huellas del marxismo occidental, Perry Anderson remarcó la ausencia de discusión y propuestas sobre los mecanismos de democracia y participación, como prefiguraciones de una sociedad sin clases. En el Gobierno Autónomo de los pueblos zapatistas tenemos un ejemplo digno de remarcar.

4) Reapropiación crítica de los usos y costumbres. Aunque la autonomía zapatista cumple veinte años de vida, sus raíces se hunden en lo profundo –como recuperó Antonio García de León– de las luchas y tradiciones comunitarias precapitalistas de los pueblos mayas. Sin embargo, esta reapropiación de los usos y costumbres ancestrales pasa por un tamiz crítico del momento y los paradigmas propios de los zapatistas. Si bien se remarca el rescate del tojolabal, chol o tzetzal en las escuelas bilingües de las comunidades y se busca conservar las ropas e instrumentos típicos de cada región, se desechan las costumbres opresivas contra las mujeres y se hacen a un lado –por lo menos en Santa Rosa del Copal, según pegunté– formas de pensamiento religioso sean éstas, cristianas en sus distintas vertientes, o prehispánicas. Sobre este tema poco se pudo profundizar pues a cada pregunta, los guardianes enfatizaban que la Escuelita era laica. Este aspecto tiene una especial importancia en un estado como Chiapas, donde la propagación de religiones evangélicas y la fachada de “conflictos étnicos” argüidos por los gobiernos locales y federal, son elementos para desestabilizar y crear conflicto entre zapatistas y no zapatistas o excusa para la intervención estatal en las comunidades.

5) Praxis por la emancipación. En mi paso por la Escuelita, constate que todo el qué hacer zapatista se ve imantado, de manera militante, por una convicción de superación de las condiciones opresivas, de las que se empiezan a alejar. Para ello, los “compas” saben que no hay recetas ni caminos preestablecidos, sólo experiencias de lucha y resistencia frente a los “malos gobiernos”. Saben y transmiten que para atravesar el lodo en el camino sólo queda pasar sobre él.

¡Lo mejor de todo es que su forma de organización, funciona y crece! Así lo constatan sus últimas dos apariciones en la escena nacional: la Escuelita Zapatista, la cual es en sí misma una muestra de coordinación y capacidad organizativa al haber recibido en sus tres vueltas a cerca de 5.000 alumnos; la segunda, la muestra de fuerza que dieron en la marcha del 21 de diciembre de 2012, -“el día del fin de este mundo”- cuando marcharon en silencio y perfectamente organizados, cuarenta mil zapatistas.

Aún con todas estas transformadoras aportaciones y logros, los territorios zapatistas no son ningún paraíso, las condiciones de aislamiento, acoso paramilitar y carencias, lo constatan dramáticamente. Su organización se mantiene por la resistencia de sus comunidades, la solidaridad internacionalista y, en última instancia, por el respaldo de la armas. En el inestable escenario nacional signado por la violencia de Estado y el narcotráfico, la pérdida de soberanía frente al imperialismo estadounidense, el saqueo de los recursos naturales por las trasnacionales y la cancelación de libertades y derechos democráticos básicos, los importantes avances de los zapatistas son amenazados peligrosamente.

Creo yo que en la defensa del laboratorio de transformación que son las comunidades zapatistas, existen diversas responsabilidades. A las comunidades autónomas, como ellos mismos dicen, les corresponde seguir consolidándose y en la medida de lo posible expandirse a territorios vecinos; su dirección política y militar –sería ciego negarla y no entender que de ella depende gran parte del rumbo político de las comunidades– tendría que rodear de solidaridad a las bases de apoyo y así superar el relativo aislamiento que padecen desde hace algunos años; a las izquierdas del país y muy especialmente a los ex alumnos de la escuelita, nos queda la tarea de abrir nuevos frentes de lucha –políticos, científicos, culturales y personales– contra el sistema y sus representantes, que amenazan tanto a los zapatistas como a todo el que se les oponga. Que nos valga lo aprendido.