sexta-feira, 29 de agosto de 2014

Colombia: ¿Tercera Vía o Tercer Mundo?

James A. Robinson
El Espectador


Luego de ganar su reelección, el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, viajó a Cartagena para reunirse con Bill Clinton y Tony Blair, promotores de la “Tercera Vía”. Esta filosofía, con raíces en el trabajo del sociólogo británico Anthony Giddens, propone una nueva manera de pensar las políticas públicas: ni la tradicional de la socialdemocracia europea con sus grandes Estados benefactores y su hostilidad hacia los mercados, ni la reverencia neoliberal a los mercados que demostró su inefectividad para impulsar el crecimiento económico en América Latina durante los años noventa.

A cambio, la Tercera Vía promete lo mejor de ambos mundos, los beneficios económicos de los mercados junto a la seguridad social de la socialdemocracia. ¿Podría esta Tercera Vía ser el sello distintivo del segundo gobierno de Santos? Después de todo, Colombia está negociando para ser parte de la OCDE y ha sido incluido en los CIVETS, grupo de las nuevas economías emergentes. Tal vez este es un momento clave para pensar de manera profunda y seria ¿cuál es el tipo de sociedad que Colombia quiere llegar a ser? ¿Debe escoger la Tercera Vía?

Para observar lo que la Tercera Vía implicaría en Colombia y cómo podría implementarse en la práctica, es interesante trasladarse a Las Bocas de Curay, una vereda de unas 1.300 personas en el municipio de Tumaco, departamento de Nariño. Las Bocas de Curay no está aislado por las montañas o la jungla; de hecho, se encuentra a apenas una media hora de viaje en lancha del segundo mayor puerto en la costa Pacífica, cruzando la Bahía de Tumaco. Y sin embargo, no tiene acueducto ni alcantarillado. Existe un centro de salud, pero estaba cerrado cuando estuve allí, la gente decía que quienes lo manejan viven en Tumaco, y son nombramientos políticos, por eso rara vez se aparecen. Existe un generador de energía eléctrica y dicen que al parecer fue proveído por una senadora, pero solamente funciona entre cuatro y cinco horas al día porque del combustible que deberían obtener del gobierno sólo les llega una parte. La vereda está a merced del mar. Hace siete años, las mareas altas comenzaron a llevarse el pueblo, las casas y la Iglesia, y en 2010 una marejada destruyó la escuela primaria, que no ha sido reemplazada.

Un simple muro de contención solucionaría el problema, pero la comunidad no tiene los recursos para construirlo y este es exactamente el tipo de infraestructura básica que el Estado colombiano parece incapaz de proveer. No hay presencia del Estado aquí, excepto por los maestros que han improvisado un nuevo salón de clases en la iglesia reconstruida.

Políticos en acción

Colombia es lo que los politólogos llaman una “democracia representativa”, en la cual aquellos que son elegidos —por ejemplo el alcalde de Tumaco o el gobernador de Nariño— son quienes supuestamente representan y rinden cuentas a los ciudadanos. Pero en Las Bocas del Curay no hay representación ni rendición de cuentas.

De acuerdo con los pobladores, el único momento en que los políticos aparecen es pocos días antes de las elecciones, a hacer promesas que nadie cree y, a distribuir dinero para los votos. Tampoco existe sentido alguno de responsabilidad de parte de los representantes del Estado colombiano. La única preocupación es asegurar que la gente vote de manera que se generen los mayores beneficios para aquellos que distribuyen la plata durante la época electoral.

Las Bocas de Curay no es la “Tercera Vía”. Es, como mucho de Colombia, el “Tercer Mundo”. Irónicamente, el único afiche político de la última elección en Bocas de Curay dice: “la Costa Pacífica de Nariño con Juan Manuel Santos... Que la paz del Señor esté siempre con nosotros... Y con tu espíritu”.

La Costa Pacífica votó masivamente en favor del presidente Santos, aunque si usted viaja a Las Bocas del Curay no es claro por qué. En cuatro años, el gobierno de Santos no entregó absolutamente nada a esta gente en términos de servicios públicos, ni siquiera se preocupó por reemplazar la escuela destruida por el mar. Al mismo tiempo, la “paz del Señor” dejó a sus habitantes expuestos sin tregua al acoso de los grupos armados.

Infortunadamente, Las Bocas de Curay es representativo de cientos, miles, de veredas en Colombia. Dejadas a la deriva por el Estado colombiano, tienen que sostenerse por ellas mismas, sin recursos ni posibilidades de que el sistema político tome en cuenta sus intereses y sin los bienes públicos básicos ni los servicios que les pudieran ayudar a cambiar su destino.

Las Bocas de Curay muestra lo vacía que resulta esa noción de que Colombia puede adoptar la Tercera Vía. Giddens la define como “un marco de pensamiento y diseño de políticas que busca adaptar la socialdemocracia a un mundo que ha cambiado esencialmente a lo largo de las dos o tres últimas décadas. Es una tercera vía en cuanto es un intento por trascender, tanto la social democracia a la antigua como el neoliberalismo”.

Pero, ¿dónde hay social democracia o neoliberalismo en Las Bocas de Curay o, de manera más general, en Colombia? Para ser una social democracia, Colombia tendría que tener un Estado que proveyera de servicios básicos y derechos a todos sus ciudadanos. Pero fracasa de manera singular en ello. Colombia tampoco ha sido nunca neoliberal en el sentido de permitir que el libre mercado domine la economía. Por el contrario, es un mar de monopolios y carteles donde las conexiones políticas y las barreras de entrada son el camino para hacer grandes fortunas, como la lista de los colombianos más ricos bien lo ilustra.

De hecho, la “Tercera Vía” es una serie de opciones de política para un país democrático con un Estado moderno. Colombia no es ni lo uno ni lo otro. Su democracia es de una notable baja calidad, fracturada por el fraude, la violencia, el clientelismo y la compra de votos, lo cual rompe el nexo de control entre ciudadanos y “representantes”. El Estado no controla el monopolio de la violencia, es incapaz de conseguir recursos (el recaudo de impuestos como porcentaje del PIB es similar al de Egipto, Ghana o Benín en África) y carece de una administración burocrática moderna, con excepción de unos pocos casos. Por ejemplo, la evaluación de la OCDE de las instituciones colombianas señala que Colombia tiene la burocracia más pequeña en relación con la población de toda América Latina y que la mitad de las personas empleadas son “nómina provisional”, por fuera de la carrera apropiada para servidores públicos —para el efecto, nombramientos políticos. No hay “Tercera Vía” para Colombia, solamente el Tercer Mundo.

Realismo mágico

Aun cuando la “Tercera Vía” sea una quimera irrelevante para Colombia, sería bueno que el presidente Santos se leyera el famoso libro de Giddens, pues enfatiza algunas cosas que el país requiere con desesperación, como por ejemplo una lucha contra la exclusión que caracteriza a la sociedad: “la exclusión ...[separa] grupos de gente de la sociedad en general. En la cúspide, la exclusión voluntaria es conducida por una diversidad de factores. Tener los medios económicos para aislarse de la sociedad es la condición necesaria para, pero nunca la explicación completa de por qué, estos grupos deciden hacerlo. La exclusión en la cúspide está causalmente ligada a la exclusión en las bases y además pone en peligro los debates en la arena pública y la solidaridad común. De modo que limitar la exclusión voluntaria de las élites es esencial para crear una sociedad más inclusiva en la base”.

No existe mejor expresión de los problemas de Colombia que su exclusión en la cúspide y en la base. Una élite desligada de la sociedad real que no está dispuesta a pagar impuestos para soportar cualquier proyecto con beneficios para la sociedad. La OCDE reporta que mientras el 10% más pobre de la población paga 4,5% de su ingreso en impuestos, el 10% más rico paga el 2,8%. Eso ha de ser un récord para la OCDE. Al tiempo, esa élite se imagina que administra un país próximo a la modernidad, jugando con ideas como las de la “Tercera Vía”. No es de extrañarse que el realismo mágico se haya inventado en Colombia.

El propio Giddens, sin advertirlo, ilustra lo alejada que está la élite colombiana de la realidad de su país cuando reproduce en su libro la historia de “un delegado colombiano en una reunión de la Internacional Socialista en 1989”, quien resaltó que “mi partido es llamado liberal, pero es en esencia muy socialista. Con los europeos es todo lo contrario”. Lo que sea que el socialismo signifique en Colombia, claramente no involucra la provisión de bienes y servicios públicos básicos a sus ciudadanos ni una preocupación por su bienestar y oportunidades.

“La paz del Señor” que el presidente Santos ha promovido es un gran suceso para Colombia. Pero es el comienzo, no el final, para hacer de Colombia un nuevo país. Para entender lo que ello involucra, le sugeriría que comenzara en Las Bocas de Curay.

segunda-feira, 25 de agosto de 2014

El califato contra todos los demás

Immanuel Wallerstein
La Jornada

En los interminables realineamientos geopolíticos de Medio Oriente, el califato del Estado Islámico (antes Isis o Isil) parece haber amedrentado al resto de los grupos involucrados en la política de Medio Oriente, orillándolos a formar una alianza geopolítica de facto. Repentinamente, encontramos a Irán y a Estados Unidos, a los kurdos (tanto en Siria como en Irak) y a Israel, a Turquía y al gobierno sirio de Bashar al Assad, a Europa occidental (Gran Bretaña, Francia y Alemania) y a Rusia persiguiendo, por diferentes vías, un mismo objetivo: impedir que el califato se expanda y se consolide.

Esto no ha alterado significativamente otros loci de conflicto geopolítico tales como Palestina-Israel y Ucrania, pero es seguro que tendrá un impacto sobre ellos. Por supuesto, todos estos actores están persiguiendo objetivos de mediano plazo que son bastante diferentes. No obstante, miren lo que ha ocurrido durante la primera quincena de agosto.

Nouri al Malaki fue derrocado como premier de Irak por la presión combinada de Estados Unidos, el gran ayatola Alí al Sistani, Irán y los kurdos, primordialmente porque se resistió a contemplar un papel significativo para los sunitas en el gobierno iraquí. ¿Y por qué era esto importante? Porque para todos estos actores parecía la única manera de minar el califato desde dentro.

Estados Unidos ha comprometido sus drones (aviones no tripulados), una nueva fuerza de cerca de mil infantes de marina y fuerzas especiales para salvaguardar a los yazidís y a los cristianos iraquíes de ser masacrados (operación que recibió la asistencia de facto de Bashar al Assad), así como para frenar el avance del califato en Erbil –la capital kurda de Irak, donde hay un consulado estadunidense y un número significativo de ciudadanos de dicho país–; probablemente logre otras cosas tras una evaluación en el terreno que está ocurriendo en estos momentos. El presidente Barack Obama se rehusa a indicar una fecha límite para esta operación y, por tanto, es casi seguro que dejará incumplida su promesa firmada de retirarse por completo de Irak durante su presidencia.

El gobierno turco ha cerrado la frontera abierta para las fuerzas anti Assad en Turquía, lo que previamente fue un elemento clave en su política hacia Siria. El ex senador Joseph Liberman, conocido halcón y ardiente promotor de las políticas israelíes, ha encomiado públicamente a Obama por lo que ha hecho, mientras los iraníes se han abstenido de criticarlo. Los saudíes, que no se pueden decidir respecto de su política hacia Siria, aparentemente han decidido que el silencio y el misterio son la mejor táctica.

Entonces, ¿qué sigue? ¿Y quién se aprovecha de este realineamiento? Parece haber tres ganadores en el corto plazo. El primero es el califato mismo. La re-entrada de Estados Unidos a la lucha militar iraquí le permite al califato presentarse como fuerza importante que desafía al diablo encarnado, Estados Unidos. Le servirá para conseguir muchos reclutas adicionales, sobre todo en el mundo occidental. Y uno puede esperar que intentará involucrarse en actividades hostiles al interior de Estados Unidos, así como en Europa occidental. Por supuesto esta ventaja de corto plazo podría colapsarse, si el califato fuera a sufrir reveses militares serios. Pero tomará tiempo para que esto ocurra, si sucede alguna vez. El ejército del califato parece todavía ser la fuerza militar más entrenada y comprometida de la región.

Un segundo ganador importante es Bashar al Assad. El respaldo exterior para las fuerzas contrarias a Assad siempre ha sido mucho menos decisiva y es probable que se seque aún más en el corto plazo, conforme más y más oponentes sirios se alineen con el califato.

El tercer beneficiado importante son los kurdos, que han consolidado su posición dentro de Irak y mejoraron sus relaciones con los kurdos en Siria. Ahora recibirán más armas de los países occidentales y posiblemente de otros, haciendo que sus combatientes, los peshmerga, se tornen una fuerza militar aún más consolidada.

¿Y los claros perdedores? Uno, sospecho, es Estados Unidos. A menos que el califato se desmorone en el futuro cercano (algo que parece muy improbable), este esfuerzo militar muy pronto expondrá, de nuevo, los límites de las capacidades militares estadunidenses y la inconsistencia de sus posiciones públicas con respecto a Irak, Palestina y Ucrania. Y Obama habrá perdido su alegato principal en cuanto a logros geopolíticos. El público estadunidense respalda los logros, no empantanamientos.

Y hay por lo menos tres grupos cuyo futuro inmediato como ganadores o perjudicados permanece incierto. Uno es Irán. Si Estados Unidos e Irán están del mismo lado en Irak y Afganistán, ¿puede Estados Unidos negarse a llegar a algún arreglo de compromiso con Irán respecto de los asuntos relacionados con la energía nuclear? La posición iraní en esta negociación por lo menos quedó fortalecida.

Un segundo caso es Hamas. Los israelíes están bajo una pesada presión internacional para reformular sus posición en torno a Palestina. ¿Será que este énfasis en los peligros del califato sirva de presión adicional? Es lo más probable, pero los israelíes se quedarán el mayor tiempo posible.

El tercer caso es Rusia. Mientras escribo esto, el gobierno de Kiev está resistiendo la entrada de los camiones que dicen los rusos que es una misión humanitaria para auxiliar a los atrapados y sufrientes habitantes de Lugansk, población rodeada por las tropas ucranias que buscan hambrearlos hasta que se rindan. ¿Acaso es esto algo en verdad diferente de los esfuerzos del califato por hambrear a los yazidís en su montaña para que se sometan? Si Estados Unidos y Europa occidental están en favor de la ayuda humanitaria en un lado, ¿pueden sostener una posición en contra en otras partes? Vivimos tiempos interesantes.

quarta-feira, 13 de agosto de 2014

EEUU: El fantasma de la revuelta racial

Editorial
La Jornada

La noche del pasado domingo la localidad de Ferguson, Missouri, Estados Unidos, se vio envuelta en manifestaciones pacíficas, pero también en disturbios y saqueos que dejaron 32 detenidos y dos policías lesionados, tras el asesinato, el sábado, del adolescente negro Michael Brown a manos de un policía local, cuya identidad es mantenida en secreto por las autoridades. La inconformidad no sólo se genera por el homicidio, sino también por las perspectivas de impunidad para el agente policial, y orilló al gobierno federal a involucrarse, por medio de la Oficina Federal de Investigaciones (FBI, por sus siglas en inglés) en la investigación del asesinato.

Cabe recordar que en el país vecino es frecuente el encubrimiento y la obsecuencia institucionales ante abusos policiales extremos contra jóvenes negros. Entre los casos más documentados y comentados cabe recordar el ocurrido en 2012 en Stanford, Florida, cuando un agente de seguridad persiguió y mató a tiros a Trayvon Martin, un joven negro desarmado, y fue declarado inocente; la muerte de Amadou Diallo, quien en 1999 fue ultimado de 41 balazos por policías neoyorquinos que dijeron haber confudido a su víctima con un violador y fueron absueltos, o la paliza propinada por efectivos policiales de Los Ángeles al taxista negro Rodney King en 1992, suceso videograbado y difundido por los medios. La absolución de los agresores por un jurado compuesto exclusivamente por personas de raza blanca dio lugar a una oleada de violencia que se extendió durante seis días y dejó 53 muertos, cerca de dos mil heridos y pérdidas materiales por unos mil millones de dólares, y obligó al despliegue de una división de marines y de la Guardia Nacional de California.

Tales atropellos policiales y, sobre todo, la impunidad que los ha cubierto, constituyen una expresión del racismo estructural e institucional que persiste en Estados Unidos en pleno siglo XXI. Otra es la disriminación que se practica en los tribunales del país vecino contra negros y latinoamericanos, y que queda manifiesta en el hecho de que un delincuente perteneciente a esos grupos de población tiene muchas más probabilidades de ser sentenciado a la pena capital que un anglosajón que haya cometido el mismo delito.

El hecho es que, a cinco décadas del surgimiento del Movimiento por los Derechos Civiles y del asesinato de Martin Luther King, por más que un afroestadunidense ocupe la Casa Blanca desde hace seis años, y a contrapelo de una pregonada igualdad de todos los inividuos ante la ley, la discriminación racial sigue gravitando en la institucionalidad y en la sociedad de Estados Unidos.

A esa vieja e impresentable lacra debe agregarse el autoritarismo policial, reforzado en la década pasada durante los gobiernos de George W. Bush, con el pretexto de la defensa de la seguridad nacional y la lucha contra el terrorismo. En efecto, tras los atentados de Nueva York y Washington del 11 de septiembre de 2001, el principio de presunción de inocencia fue sustituido por el de presunción de culpabilidad, y muchas de las disposiciones legales emitidas entonces permanecen en vigor.

Por lo demás, la discriminación no sólo se pone en evidencia en los abusos policiales y judiciales, sino también en una sociedad desigual en que la pobreza y la marginación son más extendidas entre negros y latinos que en el resto de los sectores, y explican el surgimiento de estallidos de descontento como el ocurrido la noche del pasado domingo en Ferguson, Missouri.

segunda-feira, 11 de agosto de 2014

Ética e impunidade. O dever moral ante o povo palestino

Sara Beatriz Guardia
Diálogos do Sul

Em seu livro, Origens do totalitarismo, publicado em 1951, Hannah Arendt se refere à relação que existe entre modernidade, totalitarismo e filosofia, na análise do nazismo, os campos de concentração e o extermínio do povo judeu. Constitui, sem dúvida, um dos textos mais importantes de análise da sociedade moderna e da história da humanidade, em que a crueldade nazista não aparece como um produto da irracionalidade mas como objetivo que pretende a dominação total através da eliminação das pessoas.

Porém, não só matando, também eliminando-as como pessoas jurídicas, e limitando-as à categoria de pessoas fora da lei, massas sem pátria, despossuídas, incompreendidas, ignoradas. Quer dizer, sem direitos. Este aniquilamento da pessoa implica aniquilamento moral, corrupção dos mecanismos de defesa, da solidariedade humana, do respeito ao outro. É dizer a um povo que ele não existe, é ninguém, posso te aniquilar, matar, ofender e não me passa nada.

Ao finalizar a Segunda Guerra Mundial e diante do horror produzido pelo holocausto judeu, a premissa utilizada então, de que se desconhecia o grau de violência e crueldade a que tinham chegado. Pode-se hoje dizer o mesmo diante da crueldade e assassinatos dos palestinos?

Não está a humanidade contemplando, através das cenas propagadas pela televisão de todos os países, os bombardeios israelenses contra refúgios e escolas com alto porcentagem de crianças palestinas mortas? Não nos comovemos e indignamos por vê-los dessangrando diante de nossos olhos?

Aos 23 dias do início das operações contra os palestinos, o exército israelense bombardeou uma escola da ONU que servia de refúgio para crianças palestinas desalojada de seus lares, e então, só então, Ban-Ki-moon, secretario geral da ONU fez ouvir sua voz e se pronunciou: “É atroz. É injustificável”, asseverou. Pierre Krahenbuhi, chefe da Agência da ONU para Refugiados Palestinos, por sua vez, acrescentou: “Esta é uma afronta a todos nós, uma fonte de vergonha universal”.

Não é também uma fonte de vergonha universal que os Estados Unidos condene o massacre palestino e ao mesmo tempo envia armas para Israel?

“Estamos muito preocupados porque milhares de desalojados palestinos não estão a salvo nos refúgios designados pela ONU em Gaza”, disse o porta-voz do Conselho de Segurança Nacional da Casa Branca, Bernadette Meehan. Tão preocupados que no mesmo dia, em comunicado o porta-voz do Pentágono, contra-almirante John Kirby, confirmou o envio de armas para Israel, justificando esta ação porque: “O Departamento de Defesa recebeu uma carta em 20 de julho solicitando uma venda normal de munição para o estrangeiro. O pedido tramitou pelos canais normais e foi aceito em 23 de julho”, justificou Kirby.

Não se trata de fatos isolados nem tampouco de fatos de competência exclusiva da área política, há também um problema ético, moral. Ninguém pode dizer que ignora o que está ocorrendo, ninguém pode dizer que Palestina está muito longe ou que este problema não nos concerne, porque sim, nos concerne como seres humanos, como pessoas com princípios, com ética. É com estas respostas que o homem constrói a utopia, que como referiu Gramsci, é ética porque expressa a coerência que existe entre os postulados que orientam a sociedade e os atos políticos e de toda a vida privada. Ao estabelecer uma ponte com o mundo exterior, o indivíduo aporta seus próprios valores em concordância com os valores universais e a conjuntura específica que lhe cabe viver. A quebra desse equilíbrio significa o fim de uma proposta ética de vida. O fim da utopia, o reino da impunidade.